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Dirige y presenta Jos� Carlos Fern�ndez
ELMER BERNSTEIN, EL MITO VIVO DE LAS BSO
Si quieres conocer el resultado de las mejores y peores pel�culas del a�o 2001 seg�n nuestros oyentes, pulsa aqu�
El Rinc�n de Jos� Carlos
De los sones grandilocuentes e inolvidables en la salida de Egipto del pueblo jud�o en Los diez mandamientos (1954) al intimismo rom�ntico de Matar a un ruise�or (1962), pasando por el admirable uso de instrumentos como las Ondas Martenot en Frankie Starlight (1995) y los renovados sones sinf�nicos del western americano (Los siete magn�ficos,1960). Todo un compendio de bandas sonoras y estilos dispares que cuando menos pueden definirse como sumamente interesantes y en la mayor�a de las ocasiones magistrales.
Esa es la obra de Elmer Bernstein. Nacido el 4 de abril de 1922 en Nueva York, su capacidad de creaci�n con un amplio abanico de matices supera con creces la de otros compositores mucho m�s limitados aunque encumbrados por los amantes de la m�sica cinematogr�fica. En sus comienzos estudiando piano llam� la atenci�n de Aaron Copland, uno de los padres de la m�sica americana y durante tres a�os se responsabiliz� de los arreglos musicales de la radio de las Fuerzas Armadas de su pa�s. Posteriormente comenz� su carrera como compositor de scores y demostr� su pasi�n por el jazz con
El hombre del brazo de oro (1955).
Pero Elmer Bernstein no es un autor jazz�stico. Si lo fuera tendr�a la notoriedad que se merecen los m�sicos que se decantan por esta tendencia, pero la capacidad de asombro y admiraci�n de los amantes de las partituras de pel�culas es a�n mayor tras comprobar que el maestro neoyorkino ha sido capital en el acompa�amiento de las im�genes de decenas de pel�culas a las que sus notas han servido para encumbrar las obras de directores limitados o introducir secuencias magistrales en el libro de oro del S�ptimo Arte. A diferencia de otros compositores, muchos de ellos incluso autores de partituras destacables, rara vez existe disfunci�n entre imagen y m�sica en los trabajos de Bernstein acompa�ando al de los cineastas. Su amplio conocimiento de la orquesta le ha reportado una gran fama en el mundo del western, en el que su exponente m�s popular fue
Los siete magn�ficos (1960), aunque de igual maestr�a fueron sus trabajos para filmes protagonizados por John Wayne como Valor de ley.
Pero su vasto conocimiento musical permiti� que el eco popular y musical de las notas del lejano oeste no lo encasillaran. De hecho, donde Bernsten se ha sentido toda su vida m�s a gusto ha sido con sus obras para el cine de contenido jazz�stico y las intimistas. Es en este �ltimo �mbito donde la sensibilidad del maestro permite descubrir a las claras la delicadeza de un hombre cuya m�sica dif�cilmente hoy puede ser igualada y que, a pesar de ello, compatibiliza su bondad como persona con una sinceridad que aflora al saberse estar ubicado por encima de la pol�mica que en los �ltimos a�os envuelve al cine y la m�sica. Fue en 1973 cuando apost� decididamente por reivindicar obras musicales para la pantalla olvidadas, editando bajo su producci�n y direcci�n scores que jam�s hab�an sido previamente ofrecidos al p�blico en su comercializaci�n. Y ante la rabiosa realidad que supone la decadencia de la calidad del S�ptimo Arte en la �ltima d�cada y con ello lo anodino de su m�sica, en su visita a Espa�a en 2001 fue lac�nico y conciso, asegurando que "el cine se ha alejado del arte para acercarse al dinero", augurando que el p�blico "se cansar� de pel�culas deshumanizadas".
Y es que Bernstein ha imprimido sentimientos humanos a las secuencias del cine con sus corcheas. La m�sica apabullante y jaleosa de
Los diez mandamientos en la salida del pueblo jud�o de Egipto refleja claramente lo �pico pero tambi�n lo emotivo de un momento de masas en busca de su libertad; Los sones �ntimos preludiados (...)
Cartelera de los Cines de la Bah�a de C�diz
Cumpli� 80 a�os en abril. Con miles de pentagramas escritos y pel�culas en su mente a las que ha acompa�ado con sus 'scores', Elmer Bernstein ha vuelto a demostrar en sus �ltimos conciertos en Espa�a, celebrados a principios de mayo en Barcelona, que es quiz� el compositor de bandas sonoras vivo m�s importante de una etapa muy brillante de Hollywood y a�n sigue escribiendo para la gran pantalla.
Elmer
Bernstein.
por el piano en Matar a un ruise�or (1962) dejan a las claras reflejados en apenas varios minutos de tema principal la inocencia de la ni�ez presente en el desarrollo del filme, de la misma manera que el compositor nos descubre el esp�ritu benigno del hombre de color acusado -Boo- con sus notas musicales cuando la peque�a hija de Atticus Finch se encuentra con �l. Jam�s un personaje siniestro ni un malvado podr�a ser acompa�ado en su aparici�n con una melod�a tan reveladora de su inocencia, convirtiendo Matar a un ruise�or en uno de los grandes trabajos realizados jam�s para el cine por un compositor.
Tampoco hoy se imagina las aventuras y desventuras de los protagonistas de
La gran evasi�n (1963) sin las notas de su score, mezcla de rectitud militar aportada por los alemanes tamizada por los tintes aventurescos, en ocasiones alejadas del dramatismo y m�s cercano al divertimento a pesar de la importancia de la sinopsis del filme, que aportan los aliados con los que se identifica obviamente el espectador.
Curiosamente, s�lo ha sido premiado con un oscar por su partitura para
Millie, una chica moderna (1967), aunque ha sido nominado en doce ocasiones. Ni siquiera sus dos intentos de suicidio que padeci� en la d�cada de los ochenta apart� de la composici�n a Bernstein. Fue quiz� su etapa m�s oscura, en la que personalmente se contagi� de la indefinici�n que en muchos aspectos parec�a padecer el cine. Su clasicismo y su estilo fue considerado equivocadamente como caduco por los directores y productores, que lo relegaron y tuvo que vagar durante esos a�os componiendo piezas aparentemente menores para pel�culas muy populares aunque de dudosa calidad, como Los cazafantasmas. Hasta en este caso, en el que su partitura no fue tenida en cuenta en favor de canciones como la de Ray Parker Jr., demostr� su val�a, componiendo un tema de amor para el filme de gran calidad. El empleo de las Ondas Martenot  -un extra�o instrumento con sonido envolvente nacido como fruto de la evoluci�n electr�nica de la m�sica- se convirti� en un reto para Bernstein, que realiz� en la d�cada de los noventa partituras clamorosas, sobre todo las intimistas como Frankie Starlight (1995) y El buen hijo (1993), as� como La edad de la inocencia (1993), a la que sazon� con espectaculares temas como el vals dedicado a Van Der Lude.
Con 80 a�os pero una gran preclaridad en su mente, Bernstein regres� a Espa�a para dirigir a la Orquesta Sinf�nica de Barcelona y demostrar que es un mito vivo. Ha visitado en varias ocasiones el pa�s, una de ellas en 1991, cuando asisti� a los Encuentros de M�sica de Cine de Sevilla. Quiz� las de Barcelona los pasados 3, 4 y 5 de mayo hayan sido las �ltimas ocasiones de disfrutar de �l en Espa�a, de un compositor que, con sabor agridulce, habla actualmente de los dos artes a los que ha dedicado su vida: el cine y la m�sica.
Jos� Carlos Fern�ndez Moscoso
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