En una exposici�n, que, durante los tiempos
del Concilio, hice yo en el Santo Oficio, delante del Cardenal Ottaviani, delante del entonces Mons.
Parente, ahora ya Cardenal de la Iglesia,
delante de Mons. Mazala y de otro Mons. de cuyo nombre no puedo acordarme,
despu�s de haber explicado el memorandum, que hab�a yo presentado por
escrito sobre la revoluci�n que, con el pretexto del Concilio y del esp�ritu
conciliar, se estaba gestando en la Iglesia de Dios, ped� permiso para exponer
abiertamente todo lo que en mi coraz�n llevaba y que por vez primera en mi vida
hab�a hecho vacilar mi misma fe cat�lica. Obtenido el permiso, habl� y habl�
muy claro, exponiendo mis dudas sobre las ideas y la actitud
de Paulo VI y sobre el mismo Concilio, que pretend�a imponemos la nueva teolog�a, la que hab�a sido antes condenada por P�o XII.
El Modernismo, doctrina y partido
denunciados y condenados por San P�o X, resurge y se impone en nuestros d�as
con una pujanza y un poder�o sin paralelo en la historia. El Congreso del Bruselas
-hablo aqu� de consecuencias recientes dell Concilio- "The (World FUTURE Church", la Iglesia futura del mundo, preparado
por el IDOC,
(es decir, la revista CONCILIUM y su equipo internacional de te�logos
ampliamente conocidos, presididos por el Cardenal Suenens y el P. Schillebeeckx, Hans
K�ng, Congar y el supergrande Karl Rahner, S.J.),
ha eliminado a su antojo los dogmas fundamentales o los ha silenciado, o
los ha interpretado a su capricho.
El Modernismo cobr� carta de ciudadan�a en la Iglesia Cat�lica, durante los d�as
turbulentos del Vaticano II.
Yo encuentro incomprensible e inaceptable este
Concilio, que adem�s de ser equ�voco, tiene puntos, que han venido a revolucionar la
doctrina de la Iglesia, en innegable contradicci�n con las
definiciones de anteriores y recientes Concilios Ecum�nicos y con documentos
solemnes del Magisterio. Pregunto yo: esas definiciones y esos solemnes
documentos anteriores �estuvieron o no estuvieron inspirados por el Esp�ritu
Santo? Si lo estuvieron, �c�mo
es posible ahora ignorarlos y contradecirlos? La raz�n aducida por los
"expertos" del Vaticano II es que esas definiciones y esos documentos
tuvieron un valor circunstancial, incompatible con el progreso de la teolog�a y
del mundo que est� a punto de nacer. El "aggiornamento" de la Iglesia
a ese nuevo mundo pide que revisemos toda nuestra doctrina, todas nuestras
creencias, toda nuestra moral, nuestra liturgia, nuestra disciplina y las leyes
de la Iglesia. Con estas premisas, nada queda en pie y el mismo Concilio
Vaticano
II pasar� a la historia como una pesadilla, cuando las circunstancias del mundo
en constante evoluci�n hayan cambiado. Entre el Vaticano II y el Vaticano I y
el Tridentino no hay continuidad, no hay progreso, sino antagonismo y cambio
completo de mentalidad, que, a mi humilde sentir, es un cambio de fe. Y si malo
es ese Concilio Pastoral, peor es el postconcilio, que no s�lo ha ignorado las
definiciones dogm�ticas de anteriores Concilios y los documentos todos del
anterior Magisterio, sino ha superado y desconocido en la pr�ctica lo que est�
escrito en los documentos del Vaticano II. Ahora bien, �qui�nes son
responsables de esta demolici�n interna de la Iglesia? �qui�nes han callado
las voces de la ortodoxia que buscaba, con la TRADICI�N en la mano, defender la
verdad revelada? �Por qu�, si estaban y est�n tan seguros de sus reformas
inauditas y demoledoras, no han permitido no digo ya la pol�mica, la discusi�n
esclarecedora, sino el "salv�fico di�logo", que han buscado, con
servilismo vergonzoso, con todos los enemigos de la fe cat�lica? Es imposible
negar la complicidad personal y colectiva de los pastores de la Iglesia y,
especialmente, de aquel que es sucesor de Pedro.
Cuando, a los principios de esta autodemolici�n
de la Iglesia, yo se�alaba la cabeza como la causa principal de la tragedia,
mis palabras escandalizaban; cre�an que hab�a ya naufragado en mi fe. Pero
poco a poco, sin embargo, las cosas han cambiado y es cada vez m�s clamoroso el
grito de los que con un YO ACUSO valiente se�alan el MONTINISMO como la ra�z
de la destrucci�n progresiva de la Iglesia. Los acontecimientos posteriores han
forzado despu�s no s�lo a los observadores preparados, sino a las mismas masas
de creyentes a examinar el caos m�s de cerca y con menos ingenuidad. La ruina
de la Iglesia coincide tan exactamente con el Pontificado actual y sigue tan
de cerca sus orientaciones reformistas y revolucionarias, que es ya imposible
cerrar los ojos, para no darnos cuenta de que son los pastores, de que es, ante
todos, Paulo VI , el verdadero responsable de esta crisis sin precedente
ni paralelo en la historia de la Iglesia. La conspiraci�n judeo-mas�nica-comunista ha tenido tanto �xito, porque ten�a en sus manos
el poder.
Son diversas las hip�tesis que se han dado para
explicar el enigma de Paulo VI. Entre ellas, las principales son las
siguientes:
-
1� - El Papa es un prisionero, al que rodean amenazantes poderosos enemigos, que le obligan a decir y hacer lo que ellos quieren. Hay quien
a�ade que existe un chantage de los enemigos, que, conociendo las secretas
debilidades personales del Pont�fice, pueden descubrirlas, con gran
desprestigio de la autoridad, si Paulo VI no secunda los planes que ellos
tienen.
-
2� - El Papa est� drogado,
espor�dica o habitualmente. Los diab�licos inventos de la qu�mica moderna
hacen ciertamente posible esta hip�tesis espantosa. Existen actualmente drogas
capaces de nulificar la voluntad, de hacerla fluctuante y a�n
contradictoria, en las resoluciones de asuntos capitales. Esta nulificaci�n
de la voluntad puede ser intermitente, y puede ser, seg�n las drogas y la
dosis con que ellas se administran, constante, permanente. En el primer
caso, hay una especie de dualidad en las acciones y en los dichos de la
persona drogada, seg�n que est� o no est� bajo el influjo de la droga; y,
en el segundo caso, la persona es un juguete en manos de los que la han
drogado.
-
3� - El Papa, despu�s de haber sido leg�timamente
elegido, cay� en la herej�a, tal vez en la apostas�a. La prerrogativa de
la infalibilidad, con la que Cristo enriqueci� al Primado de Pedro, seg�n
la misma definici�n del Concilio Vaticano I, es una prerrogativa en favor
de la Iglesia, no en favor de los individuos que hab�an de ocupar la Sede
de Pedro; es una infalibilidad no personal, sino meramente did�ctica y que
no hace al Papa ni infalible en todos sus juicios, opiniones y personales
doctrinas, ni tampoco impecable, como lo demuestra, por desgracia, la
historia misma de la Iglesia. y esta infalibilidad meramente did�ctica,
solamente se da cuando se cumplen las cuatro condiciones, que se�ala la
definici�n conciliar, seg�n la doctrina de la Escritura y de la Tradici�n:
a) que el Papa hable ex cathedra, con su autoridad suprema y universal; b)
que hable en cosas de fe o de costumbres, ya que su ministerio abarca tan s�lo
estas materias; c) que defina, es decir, que nos diga que la verdad concreta
por �l ense�ada se encuentra en el Dep�sito inmutable de la Divina
Revelaci�n. El Papa, al definir no inventa una verdad, no adapta el
Evangelio al mundo, sino �nicamente nos dice que esa verdad concreta fue
revelada por Dios, se encuentra en el Dep�sito inmutable de la Divina
Revelaci�n; y, finalmente, que la obligaci�n, que nos imponga el Papa para
aceptar esa definici�n sea bajo pena de eterna condenaci�n, seg�n las
palabras de Jesucristo: "Los que creyeren ser�n salvos; los que no
creyeren se condenar�n". Negar, en estas circunstancias una verdad
definida por el Magisterio supremo de Pedro es naufragar en la fe, es negar
la doctrina de Cristo.
En su Magisterio ordinario el Papa solamente es
infalible cuando nos ense�a verdades que han sido ya definidas o por otros
Papas o por otros Concilios, o cuando nos ense�a una doctrina, quam semper
et ubique tenuit Ecclesia, que siempre y en todas partes ense�� la
Iglesia.
No tendr�a sentido la c�lebre definici�n
del Vaticano I, si el Papa, por el hecho de ser Papa, fuera personalmente
infalible, no pudiera enga�arse, ni pudiera caer incluso en la herej�a. Es
cierto que, en su oficio, cuenta siempre con la asistencia del Esp�ritu
Santo, pero esta ordinaria asistencia presupone y exige la
fiel correspondencia del Pont�fice, que siempre es libre y puede estar sujeta a
las fluctuaciones posibles del libre arbitrio. No es, pues, una herej�a el decir que el Papa no es siempre infalible y que, por lo tanto,
puede equivocarse, culpable o inculpablemente -esta es otra cuesti�n- y puede incluso caer en
la herej�a. Lo que s� podemos afirmar es que, en estos posibles y
lamentables casos, el Papa no definir� ex cathedra un error(1)
una herej�a, porque esto
equivaldr�a a que sucumbiese la "inerrancia" de la Iglesia.
En el lamentable caso de
que el Papa cayese personalmente en la herej�a, muchos autores piensan que
autom�ticamente dejar�a de ser Papa: non deponnendus, sed iam depositus.
Otros, por el contrar�o, piensan que el Papa, her�tico o ap�stata, sigue
siendo Papa. A su juicio s�lo la muerte o la renuncia del Pont�fice dejan
vacante el Pontificado. Para sostener esta sentencia, se necesita establecer
en tales casos una verdadera dualidad en la persona y en los actos y dichos del
Pont�fice her�tico, dif�cilmente comprensible: unas veces habla como cat�lico
y entonces es Papa; otras, en cambio, no habla como cat�lico, sino como hereje,
y entonces no es Papa. Su pontificado carecer�a de aqu�lla estabilidad y consistencia que parecen exigir las palabras de Cristo: "T� eres piedra, roca
inconmovible, y sobre esta piedra edificar� mi Iglesia". "Y las
puertas del Infierno no prevalecer�n en contra de ella". Lo que es en un
edificio el fundamento eso es Pedro en la Iglesia: principio de unidad, de
cohesi�n de todos los elementos que integran ese edificio, garant�a de su
consistencia y permanencia. �C�mo es posible que el que ha ca�do en la
herej�a siga siendo el fundamento de la Iglesia? �No ser�a esto atentar
contra la inerrancia de la Iglesia?
Los que sostienen la tesis de
que un Papa her�tico non est de positus, sed deponendus, no ha dejado de ser
Papa, sino que debe ser depuesto, parecen anteponer las normas jur�dicas
sobre la misma Verdad Revelada. A mi modo de ver, las normas jur�dicas
-cualesquiera que sean- tienen un valor de medio, no de fin; mientras que la
preservaci�n de la Verdad Revelada es a no dudarlo el fin del
Magisterio, del
Primado y del Episcopado, porque la fe es la ra�z de la justificaci�n; porque
sin fe es imposible agradar a Dios. Y no puede haber una fe verdadera, cuando no
se funda en la Verdad Revelada, cuando no se acepta TODO lo que Dios nos ha
revelado.
Por otra parte, los Pastores han
sido instituidos por Cristo para apacentar las ovejas en la verdad, para
conducirlas siempre por el camino seguro de la salvaci�n. Cuando los pastores
fallan, cuando incurren personalmente en el error, dejan de ser verdaderos pastores, ya que no pueden apacentar seguramente a las ovejas,
ni llevarlas por el camino recto de la salvaci�n.
-
4� - El Papa es
un verdadero Papa; el Papa no ha incurrido personalmente en la herej�a. Pero es
un Papa d�bil, que no cumple sus deberes esenciales de reprimir las herej�as,
de aplicar las debidas sanciones de la Iglesia contra los destructores de la
unidad, contra los que difunden el error, contra los que han causado la presente
confusi�n doctrinal en la Iglesia de Cristo. Es el caso del Papa Honorio, que,
por su grav�sima omisi�n, en reprimir las herej�as, por sus
condescendencias ecum�nicas con los monofisitas, o monotelitas, fue, al fin,
despu�s de su muerte, condenado como hereje por un Concilio.
-
5� - El Papa no es un
verdadero Papa: su elecci�n no fue v�lida. Porque, aunque can�nicamente,
hasta donde nosotros podemos saberlo, su elecci�n haya sido leg�tima -y la
aceptaci�n universal en toda la Iglesia de su Pontificado as� parece
confirmarlo- sin embargo, si el sujeto no era "capax electionis", no
era capaz de ser leg�timamente elegido, la elecci�n, seg�n los c�nones leg�tima, es en realidad ileg�tima. Dos cosas pueden invalidar in radice una elecci�n
aparentemente leg�tima: si el elegido no es un verdadero cat�lico, si
profesa p�blicamente doctrinas anticat�licas(2); si el elegido es un excomulgado
y su excomuni�n no ha sido levantada por aquel que tiene autoridad para
hacerlo, suponiendo, claro est� una completa retractaci�n de sus errores;
porque, sin esta sincera retractaci�n, la excomuni�n no podr�a ser v�lidamente
levantada.
Estas son, en resumen, las diversas hip�tesis, que
corren en el mundo, para explicar la inc�gnita terrible del actual Pont�fice.
Ellas demuestran, desde luego, la realidad aterradora de que, en el mundo, son
muchos y muy preclaros varones los que miran arriba, los que se�alan a Paulo VI
como el verdadero responsable de �sta, que �l mismo llam� "autodemolici�n"
de la Iglesia. Var�an las opiniones en la soluci�n, pero no en el diagn�stico
del mal que nos aqueja.
Citaremos
ahora a algunos de los escritores que con m�s precisi�n y valent�a han
afrontado el problema, antes de exponer yo mis puntos personales de vista en
tan espinoso y delicado problema. Empezaremos por copiar aqu� la CARTA ABIERTA del
sacerdote franc�s Noel Barbara a Paulo VI:
El objeto de este estudio
sobre la Revoluci�n en la Iglesia es normal, ya que el Se�or instituy�
a Pedro como Pastor Supremo, a quien dio la misi�n de confirmar nuestra
fe. Es, pues, normal, en las presentes aflictivas circunstancias, el que
nos dirijamos a �l, para que, con su Magisterio, disipe todo equ�voco
y toda confusi�n, nos devuelva la confianza y confirme nuestra fe.
"YO RECONOZCO, SIN TITUBEAR, LA
AUTORIDAD DEL SANTO PADRE. PERO AFIRMO, SIN EMBARGO, QUE CUALQUIER PAPA,
EN EL EJERCICIO DE SU AUTORIDAD, PUEDE COMETER ABUSOS DE SU AUTORIDAD, Y
SOSTENGO QUE EL PAPA PAULO VI COMETE UN ABUSO DE AUTORIDAD DE
EXCEPCIONAL GRAVEDAD, CUANDO EDIFICA UN RITO NUEVO DE LA MISA, SOBRE UNA
DEFINICI�N DE LA MISA, QUE HA CESADO DE SER CAT�LICA". (R. P. Th.
Calmel, O.P.)
Beat�simo Padre:
Esta Carta Os est� dirigida para
expresaros los sentimientos de vuestros hijos, que ven en Vos al Sucesor
de Pedro. Ellos Os presentan de rodillas su coraz�n despedazado; pero
su fe y su buen sentido cat�lico han sido de tal manera probados, que
les es ya imposible callar. Tienen un inmenso deseo de obedeceros, pero
para ello es necesario que su fe y sentido com�n no sean m�s
triturados.
Por esta raz�n se permiten, siendo
yo su intermediario, haceros unas preguntas, cuya respuesta les llenar�
de gozo, pues con ella podr�n preservar su fe, su recta inteligencia y
podr�n tambi�n obedeceros, con tranquilidad de conciencia, en lo que
ahora no pueden comprender.
Sant�simo Padre, �HA HABIDO
SIEMPRE, EN LA SANTA IGLESIA, UNA SOLA VERDAD, UN DOGMA INMUTABLE, UNA
FE INTANGIBLE?
Vuestro admirable "CREDO"
as� nos lo ha reafirmado; pero, �c�mo es compatible la adhesi�n a
este CREDO con todos esos nuevos catecismos, que omiten afirmaciones
esenciales y ponen en duda gran n�mero de dogmas, que son ah� reestructurados?
�No sois Vos el guardi�n y el defensor de nuestra fe? �C�mo pod�is
entonces tolerar la publicaci�n y difusi�n de esos catecismos, que
deforman la verdadera noci�n del mensaje de nuestra salud, tal como hab�a
sido siempre ense�ado por los Evangelios y la Tradici�n? �Pueden
admitirse dogmas contradictorios?
Sant�simo Padre, �es todav�a
admisible Vuestro CREDO, cuando en la liturgia, as� de la Misa como del
ritual, se omite deliberadamente todo aspecto asc�tico de la vida
cristiana, basado en la realidad del pecado original con todas las consecuencias que ese pecado tiene para la humanidad; omisi�n, que est� en
contradicci�n manifiesta con la doctrina del Evangelio y de la
Tradici�n? �Por qu� esa constante contradicci�n entre lo que Vos
afim�is y lo que Vos autoriz�is con Vuestra firma? �No ha sido
anatematizado este proceder por el mismo Jesucristo?
Sant�simo Padre, es todav�a verdadero Vuestro CREDO, despu�s de lo que ha
afirmado Vuestro Legado, el Cardenal Willebrandt, en las reuniones
luteranas y, en particular, en la de Evian, que parece haber sido
aprobado por Vos mismo? �Puede ser verdadero, como lo ha afirmado �l,
con Vuestro consentimiento, ya que hablaba como Legado Vuestro, que hay
una afinidad entre las orientaciones de Lutero y las del Concilio
Vaticano II? Mirad que esta afirmaci�n plantea un grav�simo problema
teol�gico y de conciencia para nosotros (3).
Por favor,
explicadnos lo que nosotros no podemos comprender.
Sant�simo
Padre, �debe todav�a ser cre�do por todos los fieles cat�licos y
afirmado y defendido hasta el sacrificio de la vida ese Vuestro CREDO,
despu�s que Vos hab�is recibido y estrechado las manos, llenas de
sangre, de los verdugos de millares, mejor dicho, de millones del
comunismo, siempre perseguidor y asesino de los cat�licos, que quieren
ser fieles a Vuestro CREDO y a la Iglesia de Roma, de la que sois el Pastor Supremo? �Debemos confesar Vuestro CREDO despu�s de que Vos
hab�is impedido que cualquiera levante la voz en la Iglesia, para
protestar y condenar a esos asesinos, como lo atestiguan los 540
obispos, que en el Concilio pidieron, sin ser o�dos, esta condenaci�n?
Dignaos
explicarnos esta contradicci�n.
Sant�simo
Padre, hemos aplaudido la defensa de la moral conyugal, que hab�is
hecho en Vuestra enc�clica "Humanae Vitae"; pero, los
Episcopados de casi todos los pa�ses han podido contradecir esa
enc�clica, sin que Vos levant�is la voz. Mas todav�a, estos
Episcopados persiguen a los sacerdotes y fieles, que han intentado
hacerse escuchar, para seguiros, y Vos hab�is dejado hacer a esos
Episcopados, si es que no los hab�is secretamente inducido a ello; y
estos sacerdotes son considerados en Roma como
"contestatarios".
�Qu�
explicaci�n pod�is damos de estos hechos incomprensibles?
Sant�simo Padre, todos Vuestros hijos sacerdotes,
fieles al voto de su subdiaconado, han escuchado con alegr�a Vuestra
enc�clica "Sacerdotalis Coelibatus", que afirma una vez m�s
que la Iglesia de Occidente no puede abandonar la antigua tradici�n,
que es la suya. Y los hogares cristianos tambi�n se sintieron de nuevo
confortados y grandemente ayudados, para sobrellevar el yugo de su
fidelidad conyugal, con el ejemplo de los mismos sacerdotes, fieles a su
voto de castidad. �C�mo explicarles ahora que, en una carta a Vuestro
Secretario de Estado, Vos, Vos mismo hay�is puesto a juicio el asunto
del celibato sacerdotal, al examinar o insinuar la posibilidad de
ordenar hombres casados, que puedan unir su vida conyugal con el
ejercicio activo de su sacerdocio? �C�mo hacer comprender a los
esposos as� traicionados la indisolubilidad de su v�nculo conyugal,
cuando Vos mismo conced�is con tanta facilidad a los sacerdotes
infieles la dispensa de sus sagrados compromisos?
Sant�simo
Padre,
Vos hab�is hecho un elogio extraordinario de la Misa de San P�o V,
reconociendo que ella encierra preciosos documentos, que se remontan
hasta los tiempos apost�licos; y, sin embargo, Vos mismo hab�is
autorizado reemplazarla; m�s todav�a, o Vos hab�is permitido
indulgentemente a los Episcopados el imponer la nueva misa
obligatoriamente a todos los sacerdotes, o sois Vos el que secretamente
dio a los Episcopados esa consigna. Por eso la liturgia de cambios
constantes, lo mismo en su estructura, que en sus numerosos y diferentes
esquemas y sus innumerables prefacios, est� sujeta al arbitrio de cada
celebrante y provoca r�pidamente la indiferencia y el abandono de los
verdaderos creyentes.
Y �c�mo podr�amos
recibir nosotros con agrado una "reforma", en la que han
participado seis pastores protestantes; y, al terminar el trabajo, Vos
los hab�is recibido y Os hab�is fotografiado con ellos
(4), en
reconocimiento de su colaboraci�n? As� los herejes han sido admitidos
a reformar aquello que la Iglesia tiene de m�s sagrado y precioso, el
tesoro que Jes�s le hab�a dejado y que no es otro, sino El mismo, en
su Sagrada Pasi�n, continuada en el Altar?
�C�mo puede ser
esto concebible para aquel que tiene la verdadera fe? Os pedimos que Os
dign�is explic�rnoslo.
Sant�simo Padre,
Vos hicisteis el elogio del lat�n y del canto gregoriano y Vos
encargasteis a los monjes benedictinos el guardar este tesoro de la
Iglesia, �c�mo es posible entonces que un mes tan s�lo despu�s hay�is
podido autorizar a estos mismos monjes la supresi�n del lat�n y del
canto gregoriano?
Sant�simo Padre, Vos pedisteis por favor a los
obispos que guardasen la costumbre de dar la Sagrada Comuni�n sobre la
lengua; pero, Vos mismo, aduciendo profusos e inusitados raciocinios,
acab�is al fin autorizando el distribuir la comuni�n en la mano. �Qu�
es lo que significa todo esto? Explic�dnoslo.
Sant�simo Padre, Vos Os hab�is lamentado frecuentemente de que
Vuestra autoridad sea cada d�a menos respetada en la Iglesia; pero, por
favor, decidnos: �qui�n Os ha quitado Vuestra tiara, s�mbolo de
Vuestra autoridad, para venderla, en p�blica subasta, con estupefacci�n
de much�simos Padres del Concilio, que no estaban comprometidos en la
conspiraci�n, presentes a Vuestra descoronaci�n? (5)
Sant�simo Padre, Vos hab�is
deplorado -ya que no hab�is debidamente sancionado- las "intercomuniones"
de Holanda, de Par�s (rue de Vaugirard) y de Medell�n; pero �qui�n
permiti� que fuese concedida la Comuni�n Sacramental del Cuerpo de
Cristo a Barbarino Olson, obstinado presbiteriano, y, durante el
Congreso Eucar�stico de Bogot�, a los ministros herejes?
�C�mo explicar el que hay�is pr�cticamente
reconocido el car�cter episcopal de Michael Ramsey, Presidente del
Anglicanismo, a quien Vos mismo, en p�blico, le hab�is puesto en su
dedo Vuestro propio anillo y a quien pedisteis bendijese a la multitud,
cuando, seg�n la Bula "APOSTOLICAE
CURAE" de Le�n XIII, Bula confirmada por el mismo
Pont�fice como "irrevocable" (perpetuo ratam, firmam,
irrevocabilem), "las ordenaciones conferidas seg�n el rito
anglicano son absolutamente inv�lidas y nulas (6)?
En verdad, no entendemos esto y Os
suplicamos Os dign�is explicamos lo que, con raz�n, a nosotros nos
parece un esc�ndalo.
Sant�simo Padre, deplor�is el
ateismo y la creciente irreligiosidad; pero, �qui�n ha hecho
desaparecer todos los Crucifijos de las oficinas y salas de Vuestra
Secretar�a de Estado, laicizando as� el Vaticano?
�Qui�n Os oblig� a entrar y a
inclinaros en religiosa postura en el lugar del culto mas�nico de la
O.N.U., en Nueva York?
�Qui�n ha creado dificultades sin
n�mero a los pocos gobiernos cat�licos y qui�n ha sostenido
abiertamente la "contestaci�n" y la revoluci�n contra esos
gobiernos, bien sea con el nombramiento de obispos de tendencias y de
ideas marxistas, bien sea manifestando p�blicamente Vuestra simpat�a a
todos los rebeldes, ya sean �stos cl�rigos, ya laicos, ahora, cuando
todas las sonrisas se dirigen a los gobiernos comunistas, a aquellos que
se abren hacia el Este?
�Quer�is
explic�rnoslo?
�Ser� esto
debido a la "DECLARACI�N SOBRE LA LIBERTAD RELIGIOSA" del
Vaticano II? Pero, entonces, �qu� debemos pensar de ese Concilio?
Sant�simo Padre,
Vos, sin cesar, afirm�is que la Iglesia atraviesa por una crisis dif�cil
y dolorosa; pero, �qui�n es el que tiene como amigos a los que son los
principales autores de esta crisis? �Qui�n nombr� como moderadores
del Concilio a los Cardenales Suenens, Dopfner y Lercaro? �Qui�n ha
nombrado a todos los que Os rodean y que est�n haciendo el juego a los
enemigos de la Iglesia? �Qui�n ha removido de los puestos importantes
de la Curia a aquellos varones, que tanto trabajaron por la Iglesia y
que eran sus verdaderos sostenes y defensores?
�Qui�n ha pedido al
Presidente de la m�s importante Conferencia Episcopal el que dejase
esta Presidencia? (Se trata del Cardenal Siri, Presidente que fue de la
Conferencia Episcopal Italiana).
�Qui�n hizo todo
lo posible, aunque esta maniobra no haya tenido ning�n �xito, para
impedir que el s�lo Secretario del Concilio, que nunca fue Cardenal (Mons. Morcillo, Arzobispo de Madrid y Alcal�) fuese elegido Presidente
de su Conferencia Episcopal?
�Por qu� Os
lament�is de esta crisis, a la que Os neg�is poner el necesario
remedio, cuando sois Vos el �nico que puede poner ese remedio?
Todos estos son
misterios, que nosotros no podemos es clarecer. Por favor, ayudadnos a
hacer luz sobre ellos. Os lo pedimos.
Sant�simo
Padre,
Vos hab�is afirmado Vuestra adhesi�n a la Tradici�n, a la Fe de la
Iglesia, pero Vos est�is arruinando la Iglesia y la Tradici�n, al
abrir Vuestros brazos a todos aquellos, que siempre en el pasado y hoy,
con m�s decisi�n que nunca, combaten esta fe y esta Tradici�n:
herejes, francmasones, comunistas y jud�os (7). Y a todos aquellos, que, en
la Iglesia, cometen el adulterio y el concubinato con estas doctrinas,
mientras que cerr�is esos mismos brazos a todos los fieles servidores
de la Iglesia.
Sant�simo
Padre,
-lo decimos con la m�s grande angustia- Vuestra conducta nos recuerda
la de Salom�n, que habiendo recibido la herencia de su padre David, no dud� en
admitir en su intimidad a todas las mujeres extranjeras, con sus
dioses y sus creencias. Y, como �l -no podemos dejar de verlo- Vos arruinar�is
el Reino del verdadero Israel, que es la Santa Iglesia.
Disc�pulos de Jes�s, nosotros
preferimos la verdad de los ACTOS a la verdad de las PALABRAS y, por eso, nos
sentimos tentados a preguntaros: QUID DICIS DE TE IPSO? QUIS ES TU? �Que dec�s
de Vos mismo? �Qui�n sois Vos?
Noel
Barbara, Pretre. |
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