EL AMULETO DE PABLO VI
Y SUS IMPLICANCIAS
EN RELACI�N CON EL JUDA�SMO(*)
Pbro. Dr. Joaqu�n S�enz y Arriaga

   En su "CONTRA-REFORMA", el Abb� Georges de Nantes public�, en el n�mero de noviembre de 1970, un art�culo de gran impacto en toda Europa, titulado "EL AMULETO DEL PAPA".  De este art�culo me permito transcribir lo siguiente:

   "En el PARIS MATCH del 29 de agosto 1970, en el art�culo de Robert Serrou 'El pr�ximo Papa ser� un franc�s', aparece una ilustraci�n de una gran fotograf�a del Papa y del Cardenal Villot. Observ� esos dos rostros herm�ticos, en los que se oculta el destino de la Iglesia... Pero, �qu� es eso, que se descubre sobre el pecho de Paulo VI, encima de su Cruz pectoral? Una curiosa joya, que, me parece, no haber visto nunca a ning�n Papa. El objeto debe ser de oro, cuadrado, adornado con doce piedras preciosas, dispuestas en cuatro hileras, tres por tres. Aparece suspendido, en forma muy peculiar, por un cord�n, que se a�ade alrededor del cuello a aquel otro del que pende la Cruz de Cristo.

   "Siento miedo de comprender. Sin embargo, no cabe duda alguna. Para describir el objeto, he empleado las mismas palabras, que en el cap�tulo XXVIII del Exodo, describen el EFOD DEL GRAN SACERDOTE JUD�O. He aqu�, pues, sobre el coraz�n del Papa, atado a su cuello, el 'Pectoral del Juicio', que el Sumo Sacerdote Aaraon y sus sucesores debieron llevar como ornamento ritual, y sobre las doce piedras del cual estaban inscritos los nombres de las doce tribus de Israel, "para evocar continuamente su recuerdo en presencia de Yahveh". (Ex. XXVIII, 29). Paulo VI lleva la Insignia de Caif�s.

   �Qui�n sabe cu�ndo, por qu� y de qui�n la ha recibido? �Quiere el Papa significar con ello que es el heredero directo del Sacerdote Lev�tico, como Pont�fice de la Iglesia Cat�lica convertido en el nuevo y �nico Israel de Dios? o �es caso que prepara una restauraci�n del juda�smo, como religi�n del monote�smo puro, del Libro m�s sagrado, de la Alianza universal?

   "En el Katholikentang (las fiestas anuales de la Alemania Cat�lica) se ha desarrollado este a�o un culto jud�o sab�tico, y en Bruselas, el Cardenal Suenens ha anunciado un pr�ximo CONCILIO, que �l llam� CONCILIO DE RECONCILIACI�N, que tendr� lugar en Jerusal�n. y recordemos que la B'nai B'rith y los francmasones sue�an igualmente en la construcci�n de un 'TEMPLO DE LA COMPRENSI�N', en la Ciudad Santa, semejante al que ya existe en Nueva York. Una maqueta de ese futuro Templo fue ofrecido al Papa hace ya tiempo, como signo de amplio ECUMENISMO. �Todo converge!

   "�Qui�n nos informar� a nosotros, soldados de fila, sobre ese 'Pectoral' y sobre tantos otros puntos oscuros, que encierran designios tenebrosos? �Qui�n tiene, entre nosotros, derecho a saber si el Papa, al revestirse con el 'Efod' de Caif�s, pretende asumir el antiguo rito jud�o, sin temor del Israel, seg�n la carne, o si tiene el proyecto de conducir las iglesias cristianas al 'juda�smo universal' y de restaurar en Jerusal�n el Sacerdocio Lev�tico? Ambig�edad de la mirada y del gesto, de los discursos y del 'amuleto'... Hasta este d�a, el Crucifijo no hab�a compartido su puesto con ning�n otro signo ritual. �Ser� que pronto, sin -ruido, sin palabras, va a desaparecer de sobre el coraz�n del Papa? Ser� entonces, cuando en el Vaticano cantar� el gallo por �ltima vez...

   "�Qu� sabemos nosotros? Nosotros, reba�o cat�lico, nada sabemos de los lejanos proyectos de nuestros Pastores...
                                                                   Georges de Nantes.

   El servicio que el Abb� de Nantes ha prestado a la Iglesia en publicar lo que ya se murmuraba en los corrillos eclesiales, con gran esc�ndalo y con extraordinaria sorpresa, acerca de esa insignia ritual, propia del Gran Sacerdote Lev�tico, que, desde su viaje a Tierra Santa, aparece en casi todas las fotograf�as de Paulo VI, es, a no dudarlo, un servicio extraordinario, cuya importancia, tal vez, todav�a no podemos ni prever, ni mucho menos precisar. Quiz� en esta se�al encontremos la clave para explicarnos toda esa subversi�n en la Iglesia de Cristo, esa que el mismo Papa Montini llam� la "autodemolici�n" del cristianismo. En Roma, el BORGHESE, revista de gran circulaci�n, en su n�mero del 18 de noviembre de 1970, p�g. 603, public� un sensacional ar�culo, con estos t�tulos llamat�vos: "El Port�n de Bronce". "PAULO VI: �PAPA O 'GRAN SACERDOTE'?":

   Vaticano, noviembre. - "La impresi�n en el Vaticano ha sido enorme, casi un choque. Los rumores circulaban hac�a tiempo, en los corrillos vaticanos, sin que hubiera nadie que se atreviese a denunciar el hecho. As� las cosas, ha poco tiempo, el Abb� Georges de Nantes difundi� la noticia de que el Pont�fice M�ximo de la Iglesia Cat�lica, Apost�lica y Romana lleva en algunas ocasiones sobre la muceta y con la Cruz pectoral la insignia del "GRAN SACERDOTE HEBREO" Caif�s. El eco de esta noticia ha sido enorme detr�s del Port�n de Bronce.
   "Y, sin embargo, no cabe la menor duda: la forma, el color, el ornato de esa insignia corresponde a la descripci�n dada en el Libro de los Libros. Ning�n Papa, en los dos mil a�os anteriores, hab�a llevado una joya, como esa, minuciosamente descrita en el cap�tulo XXVIII del Exodo, uno de los libros de la Biblia. Juan Bautista Montini s� la lleva. Y �por qu�? Nadie se atreve a decir los oscuros motivos, que han dado base a esta decisi�n, pero todos est�n de acuerdo en afirmar la posibilidad de un intencional equ�voco de parte del Pont�fice. El objeto, de oro puro, es cuadrado, adornado con doce piedras preciosas, dispuestas en cuatro hileras, de tres en tres, suspendido del cuello de modo muy particular, gracias a un cord�n tambi�n aureo, hecho de anillos entrelazados que terminan en una borla. Las doce piedras preciosas son de diverso color.
   "En suma, se trata, hablando con toda propiedad, del '
EFOD DEL GRAN SACERDOTE HEBREO, conocido como el "PECTORAL DEL JUICIO", que Aara�n y sus sucesores deb�an llevar como ornamento ritual, y cuyas piedras preciosas corresponden a las doce tribus de Israel. La descripci�n de este objeto singular est� contenida en el Exodo... Exactamente, como se puede ver hoy, en muchas fotograf�as de Paulo VI...
   "Mas, �desde cu�ndo aparece esta incre�ble uni�n de la Cruz pectoral con la 'insignia' del Gran Sacerdote Hebreo? Para responder a esta pregunta, hemos examinado centenares de fotograf�as; as� hemos podido precisar que la primera aparici�n de este extra�o 'amuleto' sobre el pecho del Papa romano data, por lo menos, de 1964, es decir, unos meses despu�s de su visita a Palestina. Parece l�gico deducir que el ornamento ritual, de que tratamos, le fue dado en esas circunstancias, ya que Paulo VI estuvo tambi�n en territorio de Israel.

   "No se trata de un caso aislado, de una alucinaci�n. El emblema del 'GRAN SACERDOTE LEVITICO' es visible, claramente visible, sobre todo cuando Paulo VI usa la 'muceta', es decir, esa especie de manteleta roja bordada de armi�o blanco; en esas ocasiones, en las fotograf�as, no se ve muchas veces la Cruz pectoral, por las manos juntas con que el Papa parece encubrirla; pero siempre aparece la insignia de Aara�n, porque est� unida a un amplio cord�n de oro. S�lo en una ocasi�n el extra�o emblema cuelga sobre el h�bito blanco de Paulo VI, sin la 'muceta'. Fue cuando el Pont�fice romano estuvo en la India y los fot�grafos le sorprendieron seguido y rodeado de ni�os hind�es.
   "En las diversas fotograf�as, tomadas durante las visitas de Paulo VI a los lugares santos de la cristiandad, en los varios Santuarios, el "Efod" es siempre visible: as�, por ejemplo, con ocasi�n de su viaje a Fumone, cuando quiso visitar la tumba del Papa Celestino V, la tumba del 'gran refugiado'; en Santa Sabina, en el Aventino el mi�rcoles de ceniza, cuando se cantaron las letan�as de los Santos, innovadas por la liturgia bugniniana, que ahora comienzan con un 'Sancte Abraham'...; en la Plaza de Espa�a, en el homenaje a la Inmaculada; en Santa In�s; en Santa Mar�a del Transt�vere, y as� en otros casos, en los que el Papa lleva esta insignia ritual, es algo raro, por lo menos, si no sospechoso, y que origina dudas que est�n exigiendo una respuesta distinta de la que estamos acostumbrados a recibir, del silencio equ�voco.
   �Estamos, pues, delante de un hecho mas�nico o delante de un oscuro designio? Es necesario que alguien esclarezca qu� significa todo esto. Porque, en verdad, es desconcertante el hecho de que al lado o en lugar de la Cruz pectoral del Sucesor de Pedro (que todav�a y no obstante la contestaci�n de los nuevos te�logos es el Vicario de Cristo) aparezca sobre el pecho del Romano Pont�fice un emblema que no es cristiano y que por ser tan rico est� en contradicci�n con los postulados de la "Iglesia de los Pobres".

    No sabemos qu� explicaci�n pueda darse a ese objeto ritual del gran sacerdote lev�tico, usado ahora por Paulo VI, el Pont�fice M�ximo de la Iglesia Cat�lica. La primera explicaci�n, que benignamente insin�a el Abb� de Nantes, no parece ser muy convincente, porque no puede ser admitida. Entre el juda�smo, religi�n de la promesa y catolicismo, religi�n. del cumplimiento de esa promesa, no hay propiamente una continuidad, porque el juda�smo actual niega contumazmente el cumplimiento de las divinas promesas en el advenimiento del Cristo prometido; Jes�s, el Hijo de Dios y el Hijo de Mar�a. El juda�smo, religi�n actual, niega los dos dogmas fundamentales de nuestra religi�n, el misterio de la Sant�sima Trinidad y el misterio de la Encarnaci�n. �C�mo es posible que se quiera unir la religi�n judaica con el verdadero cristianismo basado en esos dos dogmas fundamentales? La promesa, la preparaci�n perdieron su raz�n de ser, al venir Cristo y todo el juda�smo religi�n perdi� su legitimidad, al fundar Jesucristo su Iglesia, el nuevo Israel, no el Israel seg�n la carne, sino el Israel seg�n el esp�ritu.

   Ahora bien, el "efod" era una insignia eminentemente judaica, que simb�licamente representaba en las funciones rituales del juda�smo religi�n a las doce tribus de Israel, el Israel seg�n la carne. No hay, pues, nada que justifique el uso de ese objeto ritual en un Papa, que es cabeza visible del nuevo pueblo de Dios, de los hijos de la nueva Alianza. Ya el hecho cierto de que ning�n Papa, en los 2000 a�os de historia de la Iglesia haya usado ese objeto ritual del juda�smo religi�n, parece demostramos que hay una absoluta incompatibilidad entre la profesi�n de nuestra fe cat�lica y el uso del "efod" y del "pectoral del juicio", descritos minuciosamente en el Exodo, como propios y exclusivos del "Gran Sacerdote Lev�tico".

   Al usarlo p�blicamente Paulo VI, tenemos derecho y a�n obligaci�n grave en conciencia de investigar el por qu� de esa decisi�n pontificia. Con raz�n el Abb� de Nantes sent�a miedo al comprender o vislumbrar siquiera la �nica explicaci�n satisfactoria, que, por otra parte, est� en perfecta coherencia y armon�a con otros hechos inexplicables del Papa Montini, con todo su parad�jico pontificado y con toda esa subversi�n y autodemolici�n que vemos en la Iglesia. Juan Bautista Montini usa el "efod", porque en su coraz�n m�s que Papa, es un "Gran Sacerdote Lev�tico". Consciente o inconscientemente -Dios todo lo sabe- el parece asociado con el juda�smo internacional, con sus poderosos dirigentes, con sus instrumentos destructores, el comunismo y la masoner�a. Por otra parte, en su ascendencia geneal�gica encontramos ra�ces ciertas de su origen jud�o, as� como en otros de los cardenales y monse�ores y te�logos que han planeado esta espantosa revoluci�n en la Iglesia de Dios. S�, yo denuncio al juda�smo como la causa activa y eficac�sima que, con sus inmensos recursos, ha preparado esta tragedia, que no solamente ha afectado a la Iglesia y a las almas, sino a los Estados y a los pueblos, sembrando la confusi�n, la inconformidad, la lucha de clases, las guerras intestinas y las guerras internacionales, que han cubierto de sangre y de dolor al mundo entero.

   Duele en el alma tener que llegar a estas conclusiones; pero hay un dilema ineludible, en el que tenemos que escoger: o salvamos la Iglesia o nos obstinamos en seguir defendiendo obstinadamente a dos Papas y un Concilio, que han venido a romper la unidad de la Iglesia.

   En el art�culo de LOOK al que nos referimos antes, Roddy dice: "EL DESCUBRIR ESTAS CONFERENCIAS SECRETAS EN LA CIMA HIZO QUE LOS CONSERVADORES EMPEZASEN A SE�ALAR A LOS JUD�OS NORTEAMERICANOS COMO EL NUEVO PODER DETR�S DE LA IGLESIA". Y ten�an raz�n los conservadores que desde entonces empezaron a sospechar una inmensa y universal infiltraci�n en todos los organismos de la Iglesia, de jud�os, de masones, de comunistas, de falsos hermanos, que entraron en los seminarios, noviciados y organismos cat�licos, con la consigna y los compromisos de procurar escalar discretamente los puestos de comando, para dirigir, desde esos puestos, la revoluci�n interna, que hab�a sido planeada en los antros tenebrosos de la conspiraci�n judeo-mas�nica-comunista. �Hechos? �pruebas? Sobran para los que no se obstinan en negarlos.

   Tenemos, en primer t�rmino, el muy conocido caso del P. Tondi, S. J., que, siendo miembro activo del Partido Comunista Italiano en su juventud, fue seleccionado por los dirigentes del Partido para hacer esta labor de infiltraci�n activa en la Compa��a de Jes�s. El cripto-comunista pas� con tal �xito todas las pruebas de su formaci�n jesu�tica e hizo tan felizmente sus estudios, que, al terminar su tercera probaci�n -el �ltimo reto que que la Compa��a da a sus operarios-, fue elegido por los superiores al cargo de tanta responsabilidad de Prefecto de Estudios de la Pontificia Universidad Gregoriana, el centro filos�fico y teol�gico m�s importante de los jesuitas y quiz� tambi�n de la Iglesia. En ese puesto important�simo, el oculto comunista, siguiendo �lealmente las directivas secretas de sus verdaderas jerarqu�as, inici� y desarroll� felizmente la revoluci�n ideol�gica, que, m�s adelante, habria de corromper el pensamiento teol�gico-filos�fico de ese tan importante Centro del saber. Al fin, se descubrieron las conexiones ocultas del jesuita con los altos dirigentes del Comunismo Italiano e Internacional.

   En otra parte de su comentado art�culo, Joseph Roddy escribe estas palabras reveladoras: "Una agencia publicitaria, suficientemente cercana al Vaticano para obtener la direcci�n en Roma de los 2.200 Cardenales y Obispos que de afuera hab�an acudido al Concilio, entreg� a cada uno de ellos un libro de 900 p�ginas 'Il Complotto contra la Chiesa' (Complot contra la Iglesia). Entre las infamatorias p�ginas del libro, HAB�A ALGUNOS VESTIGIOS DE VERDAD. La afirmaci�n, que dicho libro hace, de que la Iglesia hab�a sido infiltrada por los jud�os, era una intriga eficaz para los antisemitas; PERO ES UN HECHO INNEGABLE QUE MUCHOS JUD�OS, ORDENADOS DE SACERDOTES, ESTABAN TRABAJANDO EN ROMA ESA DECLARACI�N EN FAVOR DE LOS JUD�OS. Entre ellos estaba el P. Baum, como tambi�n Monse�or Juan Oesterreicher, miembros del Secretariado de Bea. Y el mismo Cardenal Bea, seg�n el Diario del Cairo 'Al Gornhuria' era un jud�o llamado Bejar".

   Ante la evidencia de los hechos, la juder�a internacional y su vocero Roddy no pueden negar el hecho palpable de la infiltraci�n, aunque, como es natural, se guardan mucho de darnos todos los nombres de los infiltrados.

   Bea, Baum, Oesterreicher son tan s�lo unos nombres, a los que podriamos a�adir otros de cr�pto-jud�os, cripto-masones y cripto-comunistas, h�bilmente infiltrados en la Iglesia, que, hace ya tiempo, fueron preparando la subversi�n presente, y lograron escalar los altos puestos, para hacer su acci�n m�s eficaz. Con su capacidad personal -los escogidos para esta trascendente labor deb�an estar dotados con aptitudes optimas-, con la influencia de las altas jerarqu�as, oportunamente trabajadas, por su aparente entrega, sus oportunas adulaciones y sus bien administrados obsequios, deb�an los escogidos ganarse la confianza y alcanzar as� sus progresivos ascensos. En la intriga, la falsedad y la destreza para la infiltraci�n, los jud�os s�lo son superados por el diablo. Y, en esta intriga, la mafia judia cont� con valiosos instrumentos, no jud�os, sino cat�licos, como el R.P. Thimothy Fitzharris O'Boyle, S. J., quien, instalado en el Instituto B�blico, protegido por la sombra tutelar del valios�simo Cardenal Bea, miembro, por otra parte, de la �nclita Compa��a de Jes�s, pudo servir de enlace de informaci�n entre todos los que estaban comprometidos en la infiltraci�n masiva de la Iglesia.

   Como se desprende del art�culo de Roddy, el juda�smo puso en juego toda su t�ctica, todos sus m�s valiosos elementos, todos sus inmensos recursos econ�micos, para asegurar el golpe definitivo, que ellos quer�an descargar contra el cristianismo, para poder despu�s dedicarse, sin enemigo de importancia al frente, a realizar los sue�os de su "mesianismo materialista" en el gobierno del mundo y en el establecimiento del sincretismo religioso, que eliminase para siempre todo vestigio de Cristo y de su religi�n. La labor fue lenta, discreta y, a no dudarlo, de �xitos progresivos y sorprendentes. No creo posible, para los no jud�os, el llegar nunca a investigar todos los secretos de esta secular conspiraci�n. Por eso esta confesi�n de parte de Mr. Roddy, aunque incompleta, tiene un valor excepcional, que parece indicarnos el por qu� Paulo VI usa el "efod" del Gran Sacerdote Lev�tico.

   La famosa "apertura" hacia la izquierda del Pont�fice de la Tolerancia no s�lo hab�a abierto el "di�logo salv�fico" con los "hermanos separados", que jam�s han pensado en convertirse a nuestra religi�n, con los "comunistas", con los que �l so�aba establecer "una coexistencia pac�fica y mutuamente comprensiva", sino tambi�n con los jud�os, que ya no tan invisiblemente estaban dirigiendo la subversi�n, sin que el bondadoso Papa se diese cuenta de la tremenda conspiraci�n, que amenazaba la vida misma de la Iglesia. Juan XXIII, el Papa de la Tolerancia, no s�lo hab�a recibido al yerno de Krushev, sino que hab�a establecido, como nos dice Roddy, un gran di�logo con el Comit� Jud�o-Americano, con la Liga Anti-Difamatoria de la B'nai B'rith y con otros organismos judaicos. La conspiraci�n estaba en marcha y contaba con la ayuda de prominentes eclesi�sticos, infiltrados oportunamente en la Iglesia Cat�lica, entre los cuales destacaba la figura del Cardenal Agust�n Bea, S. J., la figura gris del Vaticano en estos a�os de transici�n y de Concilio.

   "Aunque Mateo, Marcos, Lucas y Juan hayan sido mejores evangelistas que historiadores -escribe Roddy- sus escritos, seg�n el dogma cat�lico, fueron divinamente inspirados, y alterarlos ser�a tan imposible, por lo tanto, como cambiar el centro del sol". Con verdadera insensatez el escritor jud�o pretende negar la historicidad de los Santos Evangelios, para eliminar as� su testimonio sobre la responsabilidad colectiva del pueblo de Israel, en la pasi�n y muerte de Jes�s; pero, no por eso deja de reconocer lo que los "expertos' del Cardenal Bea olvidaron, la inspiraci�n divina del texto sagrado, que garantiza el testimonio hist�rico y de fe de los evangelistas. S�; alterar los evangelios, aunque sea so pretexto de ecumenismo, es naufragar en la fe. Y en la inviolabilidad de la Sagrada Escritura est� la inconsistencia y la equ�voca posici�n de la c�lebre declaraci�n del Vaticano II sobre los jud�os.

   Sorprende grandemente, al que con detenci�n lee el art�culo de Roddy, la multitud de jud�os, que, durante el Concilio, estuvieron trabajando en favor de la famosa declaraci�n conciliar de su exoneraci�n de toda responsabilidad en la pasi�n y muerte del Se�or. El Comit� Jud�o Americano, la B'nai B'rith, el Congreso Mundial. Jud�o, la Anti-D�famation Ligue, etc., etc. Aparentemente, las cosas no marchaban muy bien en Roma, donde Shuster llenaba las p�ginas del "New York Times", el diario jud�o de m�s circulaci�n en el mundo, para preparar la opin��n p�blica. Fritz Becker, del Congreso Mundial Jud�o, escribi� por esos d�as: "Nosotros no tenemos los mismos puntos de vista de los Nortemericanos, para pretender llevarlos a la imprenta". Como si dijera: "debemos obrar con m�s discreci�n". Sin embargo, el Vaticano empez� a ver con buenos ojos el que estos temas se llevasen a la prensa, ya que el viaje de Paulo VI a Tierra Santa acababa de ocurrir, y era necesario desviar la opini�n p�blica de los verdaderos objetivos del Pont�fice. Escribe Roddy: "Un experto en relaciones p�blicas hubiera dicho que la Santa Sede -no la Santa Sede, sino Paulo VI- se hab�a mostrado poco experta en Tierra Santa. Cuando Paulo or� al lado del Patriarca barbado ortodoxo Aten�goras en el sector de Jordania, la visita pareci� muy bien. Pero, cuando entr� en Israel, tuvo palabras tajantes para el autor del "Vicario" (la obra difamatoria de un jud�o contra P�o XII) y un discurso encaminado a la conversi�n de los jud�os. Su visita fue tan corta que ni siquiera lleg� a mencionar p�blicamente al joven pa�s que estaba visitando".

   Era necesario disimular diplom�ticamente, con el velo de una piadosa peregrinaci�n, los pasos de Paulo VI, cuyos objetivos en ese viaje no deb�an ser entonces conocidos. Solamente el tiempo y los eventos sucesivos ir�an poco a poco descubriendo, ante los observadores diligentes, los secretos designios del Papa Montini en su viaje a la Tierra Santa. Por eso Paulo VI estuvo m�s tiempo en Jordania; por eso aparent� ignorar a Israel; pos eso habl� de la conversi�n de los jud�os, aunque de una manera superficial y delicada. Era lo menos que como Papa, sucesor de Pedro, pod�a hacer. Sin embargo, despu�s de esa visita, empez� a ostentar sobre su pecho el "efod" y el "pectoral del juicio" del Gran Sacerdote Lev�tico. La frase de Roddy, en su art�culo, no viene sino a completar la maniobra del sigilo: "Los observadores del Vaticano, que estudiaron todos los movimientos de Paulo en Tierra Santa, consideraron que hab�a menos esperanza para una declaraci�n en favor de los jud�os"(1).

   Pero, esa frase, que quiere darnos la impresi�n de cierto desacuerdo en los criterios y las acciones de los diversos elementos del juda�smo internacional, que estaban comprometidos en esa labor de convencimiento entre los Padres Conciliares, no es sino una t�pica maniobra de la astucia judaica, que con diversos frentes quiere darnos la impresi�n de que hay divisi�n entre sus filas. Por eso a�ade Roddy: "Las cosas se ve�an con m�s optimismo en el Waldorf Astoria de Nueva York. All�, con motivo del aniversario del Beth Israel Hospital, los invitados se enteraron de que al Rabino ABBA HILLEL SILVER (el apellido Silver, en espa�ol Plata, es caracter�sticamente jud�o y propio de los elementos m�s iniciados y m�s aptos para la conspiraci�n judeo-mas�nica), a�os atr�s, hab�a expresado el Cardenal Francis Spellman los intentos hechos por Israel para obtener un asiento en las Naciones Unidas. Spellman hab�a dicho que, para ayudar a esta causa, �l personalmente se dirigir�a a los gobiernos de Sud-Am�r�ca, para invitarlos a que compartiesen con �l el profundo deseo de que Israel fuera admitido en esa mundial Organizaci�n. M�s o menos, por ese tiempo. el 'Papa Americano' (Spellman) dijo, en una reuni�n del Comit� Jud�o Americano, que era "absurdo mantener que exista o pueda existir cualquiera culpabilidad hereditaria". Desde luego esta afirmaci�n del Cardenal neoyorkino es falsa e indica carencia de conocimientos teol�gicos e hist�ricos. Todos los hombres, que por generaci�n ordinaria descendemos de Ad�n, venimos a la vida con esta "culpabilidad hereditaria". "In quo omnes peccaverunt", dice San Pablo, en Ad�n, todos pecamos. La culpabilidad personal no se hereda, pero, aun entre los hombres, s� se hereda la culpabilidad colectiva. Los hijos de los supuestos criminales de guerra en Alemania siguen todav�a pagando a Israel los da�os que los jud�os dicen haber sufrido durante el r�gimen de Hitler.

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