LOS MISTERIOS DEL IMPERIALISMO[1]
(4 de marzo de 1939)
Tanto el socialista León Blum
como el conservador Chamberlain, ambos «amigos de la paz», eran partidarios
de la no-intervención en el asunto
español. Con ellos de la mano marchaba Stalin, el ex bolchevique, por mediación
de su embajador Maisky, el ex menchevique.[2] Las esencias de sus respectivos programas no
les han impedido colaborar amigablemente en nombre de un solo y mismo objetivo,
tan elevado.
Hoy, sin embargo, Chamberlain
declara que si al día siguiente del reconocimiento de Franco, Italia y Alemania
no retiran de España los pretendidos voluntarios, Inglaterra estaba dispuesta a
recurrir a las mas rigurosas medidas incluida la guerra. El radicalsocialista
Daladier, otro partidario muy conocido de la política de no-intervención, apoya
sin reservas a Chamberlain en este asunto. Por amor a la paz, estos señores se
han negado a defender con las armas la democracia. Pero todo tiene un límite,
incluso el amor a la paz de estos probados amigos de la humanidad. Chamberlain
lo ha dicho claramente: la instalación de soldados alemanes e italianos en la
península Ibérica constituiría una ruptura del «equilibrio mediterráneo». ¡Es
intolerable! Inglaterra y Francia no estaban dispuestas en absoluto a sostener
la. democracia española, pero ahora que han ayudado a Franco a ahogarla, están
dispuestas a defender con las armas en la mano el «equilibrio mediterráneo»,
misterioso término técnico que hay que entenderlo como la defensa por los
esclavistas de sus posesiones coloniales y de la ruta del sur que conduce a
ellas.[3]
Preguntamos humildemente a los
caballeros de la IIª y IIIª Internacional ¿cuáles son las condiciones
históricas, políticas y otras para que se pueda establecer la prometida gran
alianza para la defensa de la democracia en todo el mundo? El gobierno francés
descansaba sobre el Frente Popular. La lucha. del Frente Popular español se
desarrollaba en nombre de la democracia. ¿Es posible encontrar otro ejemplo
donde el deber de defender la democracia fuese más imperioso? Si un gobierno no
«socialista», sostenido por un frente «nacional», se niega a defender una
democracia dirigida, también ella, por «socialistas», se plantea entonces la
cuestión de saber precisamente ¿dónde y cuándo y qué tipo de gobierno se
dedicará a la tarea de defender la democracia? ¿A lo mejor conseguirán
explicárnoslo los augurios de la socialdemocracia y de la I.C.?
De hecho las dos democracias
imperialistas personificadas en sus clases dirigentes, han estado desde el
principio completamente del lado de Franco; simplemente al principio no creían
en la posibilidad de la victoria y tenían miedo de comprometerse, revelando
prematuramente sus simpatías. A medida que las posibilidades de Franco
aumentaban a pesar de todo, se revelaba el auténtico rostro de las clases
dominantes de las «grandes democracias» cada vez más claramente, más
abiertamente e incluso cada vez con menos vergüenza.[4]
Tanto Gran Bretaña como Francia saben muy bien que es más fácil controlar las
colonias, las semicolonias o simplemente las naciones débiles a través de una
dictadura militar que a través de un régimen democrático o semidemocrático.
La alianza con el gobierno
conservador es un imperativo tan intangible para el «radical» pequeñoburgués
Blum como para los peores reaccionarios de la Cámara francesa de diputados. Es
una emanación de la Bolsa francesa. El plan inglés con respecto a España estaba
trazado desde el principio; sea quien sea el vencedor, necesitará dinero para
remontar la economía del país. Ni Alemania ni Italia serán capaces de
suministrárselo; por tanto el vencedor tendrá que volverse hacia Londres y
parcialmente hacia París. Y así podremos dictarle las condiciones. Blum conocía
desde el principio, a la perfección, el misterio del plan inglés. No podía
tener un plan propio ya que su gobierno
semisocialista dependía totalmente de la burguesía francesa y la
burguesía francesa de la Gran Bretaña. Blum se desgañitaba hablando del
mantenimiento de la paz, tarea incluso más sagrada que la salud de la
democracia. Pero de hecho mantenía en secreto el plan del capital británico.
Cuando hubo realizado su parte en el trabajo sucio, la burguesía francesa lo
arrojó en la oposición y tuvo de nuevo la oportunidad de desgañitarse hablando
del sagrado deber de ayudar a los republicanos españoles. Sin estas escasas
frases izquierdistas, sin alcance, no habría podido conservar la posibilidad de
rendir tan reales servicios a la burguesía francesa, en un momento tan crítico.
También los diplomáticos de
Moscú, por supuesto, han dicho algunas palabras, rechinando los dientes, a
favor de la democracia española, esa misma que había destruido con su política.
Pero ahora en Moscú se habla con extrema prudencia, porque buscan a tientas un
camino hacia Berlín. Los bonapartistas de Moscú están dispuestos a traicionar
todas las democracias del mundo, por no
hablar del proletariado internacional, con el único fin de prolongar su reino
una semana suplementaria. Es posible que Stalin e Hitler hayan empezado
lanzando algunas exageraciones. Ambos quieren atemorizar a Daladier,
Chamberlain e incluso Roosevelt. Pero si los imperialistas «democráticos» no
tienen miedo, las exageraciones podrían ir mucho más lejos de lo que se había
previsto en Moscú y Berlín.[5]
Para disimular estas maniobras, la pandilla del Kremlin necesita la ayuda de la
IIª y IIIª Internacional, mucho más cuando esto no le cuesta nada.
Por hablar en plan grosero,
podemos dividir a los caballeros socialpatriotas en canallas conscientes y en
imbéciles medio sinceros. Existe, no obstante, un considerable número de tipos
intermedios y complejos. En sus tiempos, estos caballeros han desempeñado la
repugnante comedia de la «no-intervención». ayudando a Stalin a asesinar a la
España proletaria. Cuando ha parecido que se había asesinado al mismo tiempo la
España republicana, han empezado a agitar sus manos en señal de protesta, sin
rechazar por nada del mundo ya sea el Frente Popular o la «alianza de las
democracias». En el seno de los misterios imperialistas, estas gentes
desempeñan invariablemente el papel más humillante y más vergonzoso.
En las venas del pueblo español
corre todavía una sangre que no ha sido derramada. ¿Quién dispondrá de ella,
Hitler-Mussolini o Chamberlain con sus cómplices franceses? Es una cuestión que
será decidida por las relaciones de fuerza entre los imperialistas en un
próximo futuro. La lucha por la paz, por la democracia, por la raza, por la
autoridad, por el orden, por el equilibrio y por las decenas de tantas cosas
importantes e imponderables, significa la lucha por un nuevo reparto del mundo.
La tragedia española pasará a la historia como un episodio en el camino de la
nueva guerra mundial.[6]
Las clases dirigentes de todo tipo tienen miedo y, al mismo tiempo, se preparan
con todas sus fuerzas. La charlatanería de los Frentes populares sirve a una
parte de los imperialistas para disimular sus planes a las masas populares,
mientras que el otro bando emplea frases sobre la sangre, el honor y la raza
con el mismo fin. Los charlatanes y habladores pequeñoburgueses no hacen más
que facilitar a los imperialistas la preparación de la guerra, impidiendo a los
trabajadores ver la verdad al desnudo.
Así, con objetivos y métodos
diferentes, se prepara una nueva refriega entre los pueblos. La humanidad no
puede salvarse de la ruina y de la destrucción más que arrancando a los
imperialistas y a sus lacayos, la vanguardia del proletariado; por la
independencia completa de la política proletaria; por una total desconfianza
hacia los misterios del imperialismo, fascista y democrático; por una lucha sin
cuartel contra la IIª y IIIª Internacional; por la preparación tenaz,
sistemática, incansable de la revolución proletaria internacional.
[1] T. 4537. En el B.O. n.º 15-16, de marzo-abril de 1939, pp. 4-6.
[2] Desde el 6 de agosto de 1936, el gobierno soviético en una nota en respuesta al gobierno francés, había «suscrito el principio de no-intervención» (Catell, Soviet Diplomacy and Spanish Civil War, p. 16) y esta posición sería ampliamente explicada» en Izvestia del 26 de agosto. El 28 de agosto fueron tomadas en Moscú las primeras medidas en este sentido. El embajador en Londres, estrechamente ligado a toda la negociación, era el antiguo dirigente menchevique Maisky.
[3] El 18 de enero anterior, los gobiernos de París y Londres habían afirmado su fidelidad al principio de no-intervención, y el 27 de febrero habían reconocido el gobierno de Franco (al que Daladier enviaba como embajador al mariscal Pétain). Después de haber «mostrado» su «buena voluntad», los dos gobiernos occidentales estimaban tener el derecho de dar un puñetazo sobre la mesa para obtener la marcha de España de los « voluntarios alemanes e italianos», lo que Chamberlain creía haber obtenido de Mussolini después de su encuentro en Roma en enero.
[4] Winston Churchill, que no había aprobado la política de Chamberlain con respecto a Alemania, pero que tenía un agudo sentido sobre los intereses del imperialismo británico, escribía, el 10 de agosto de 1936, que Francia y Gran Bretaña debían actuar de mutuo acuerdo en España «observando, la más estricta neutralidad». El 2 de octubre afirmaba que los nacionalistas no alcanzaban el mismo «nivel de crueldad» que los «comunistas», afirmando que sería un error «de juicio y de hecho» poner a los dos adversarios al mismo nivel
[5] Trotsky constataba al día siguiente de Munich los esfuerzos de Stalin para acercarse a la Alemania hitleriana; iba a dedicar a este tema varios artículos durante el mes de marzo.
[6] Trotsky aborda la guerra de España desde ese ángulo por primera vez: según él al ser derrotada la revolución española, debe considerarse la guerra mundial como inevitable.