LAS CAUSAS DE LA DERROTA DE LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA[1]

(Principios de marzo de 1939)

 

Un humorista francés de otros tiempos explicaba un día como un pequeñoburgués había conseguido inventar el paraguas. Andando por la calle, bajo la lluvia, empezó a pensar lo agradable que sería que las calles estuviesen cubiertas. Pero, eso sería un obstáculo para la libre circulación del aire... Lo que se necesitaría sería un techo transportable, uno por persona, pero ¿cómo trasladarlo? Por fuerza tendría que ser llevado por los peatones, que sujetarían entre las manos una especie de palanca, etc. Finalmente nuestro inventor gritó: «pero qué, ¡esto es un paraguas!». ¡Hoy podemos encontrar a cada paso inventores de paraguas entre los «izquierdistas»! En sus tiempos, el bolchevismo había conseguido desacreditar el reformismo para un buen número de años. Pero, con la llegada de la reacción, los estalinistas y todos los subestalinistas han empezado a reinventar el paraguas del reformismo. El «Frente Popular» (coalición con la burguesía), el deber del proletariado de defender la patria (socialpatriotismo), etc. ¡Y lo hacen con toda la fuerza de la ignorancia!

 

 

Otro paraguas recientemente descubierto

 

En el periódico mejicano El Popular que ha obtenido una reputación casi mundial por la profundidad de su erudición, la honradez de su pensamiento y el carácter revolucionario de su política,[2] Guillermo Vegas León, que no es totalmente desconocido para nuestros lectores,[3] se encarga de defender la política del Frente Popular español como si fuese un paraguas recientemente inventado: he aquí que la guerra de España no es una guerra por el socialismo, sino más bien una guerra contra el fascismo. Durante la guerra contra el fascismo, no está permitido lanzarse a aventuras tales como la toma de las fábricas o de la tierra. Sólo los amigos del fascismo son susceptibles de proponer planes semejantes. Y así todo lo que sigue. Los acontecimientos históricos, evidentemente, no ejercen ninguna influencia sobre las gentes que viven en el reino de la copia periodística barata.

El señor León ignora que este mismo paraguas ha sido blandido, a su manera, en el curso de sus operaciones, por los mencheviques y los socialrrevolucionarios (el partido de Kerensky) rusos. No se cansaban nunca de decir que la revolución rusa era «democrática» y no socialista, que se estaba en guerra con Alemania, lo que suponía una amenaza para la joven república, que toda tentativa de comprometerse en aventuras como la expropiación de los medios de producción significaría ayudar a los Hohenzollern. Y como no faltaban canallas en sus filas, afirmaban también que los bolcheviques hacían todo esto con alguna secreta intención ...

 

 

El carácter de clase de la revolución

 

El hecho de que una revolución sea antifascista o proletaria, burguesa o socialista, viene determinado, no por etiquetas políticas, sino por la estructura de clase de una nación determinada. El desarrollo de la sociedad desde mediados del siglo xix se le ha escapado a León. Sin embargo, en los países capitalistas, este desarrollo ha barrido a la pequeña y mediana burguesía, relegándolas a un segundo plano, degradándolas y rebajándolas. Las clases fundamentales en la sociedad moderna -España incluida- son la burguesía y el proletariado. La pequeña burguesía no puede -o en todo caso sólo por un período muy poco duradero- ejercer el poder: éste debe estar, o bien en manos de la burguesía, o bien en manos del proletariado. En España, la burguesía, dominada por el temor que sentía por su propiedad, se ha pasado enteramente al campo del fascismo. La única clase capaz de luchar seriamente contra el fascismo es el proletariado. Sólo él habría podido reunir a las masas oprimidas, fundamentalmente al campesinado español. Pero el poder obrero no podía ser más que el poder socialista.

 

 

El ejemplo de China y Rusia

 

No obstante, alega el señor León, el objetivo inmediato es la lucha contra el fascismo. Hay que concentrar todas nuestras fuerzas sobre este objetivo inmediato, etc. ¡Por supuesto, por supuesto! Pero decidnos, por favor, ¿por qué durante la lucha contra el fascismo, la tierra debe pertenecer a los grandes propietarios, los talleres y las fábricas a los capitalistas, que están todos en el bando de Franco? ¿Es acaso porque los campesinos y los obreros «no tienen suficiente madurez» para apoderarse de las tierras y de las fábricas? Pero precisamente han demostrado su madurez tomando las tierras y las fábricas por iniciativa propia. Los reaccionarios que se titulaban republicanos, bajo la dirección de los estalinistas, han conseguido aplastar este poderoso movimiento, eso sí, en nombre del «antifascismo», pero en realidad siguiendo los intereses de los propietarios burgueses.

Tomemos otro ejemplo. China está comprometida ahora en una guerra con Japón, una guerra justa, defensiva, contra los saqueadores y los opresores. Bajo pretexto de esta guerra, el gobierno de Chiang-Kai-Shek, ayudado por el gobierno de Stalin, ha aplastado cualquier lucha revolucionaria, y en particular la de los campesinos por su tierra. Explotadores y estalinistas dicen: «no es el momento de resolver el problema agrario. En estos momentos se trata de luchar juntos contra el Mikado». No obstante, es evidente que si hoy precisamente los campesinos chinos fuesen los dueños de la tierra, la defenderían con uñas y dientes contra los imperialistas japoneses.[4] ¿Es necesario recordar que si la revolución rusa consiguió triunfar, al final de una guerra de tres años contra los innumerables enemigos, incluyendo las tropas expedicionarias más potentes de los países imperialistas, es gracias a que en el curso de los combates los campesinos se habían asegurado la posesión de la tierra y los obreros la de los talleres y las fábricas? Sólo la fusión entre la transformación socialista y la guerra civil ha hecho invencible la revolución rusa.

Los hombres como el señor León determinan el carácter de una revolución en función del nombre que le dan los burgueses liberales y no en función de la manera en que se expresa en la lucha de clases real o tal como es sentida -incluso aunque no sea comprendido con claridad- por las masas revolucionarias. Nosotros no miramos la revolución española con los ojos del filisteo Azaña, sino con los de los obreros de Barcelona y Asturias y los de los campesinos de Sevilla que luchaban por los talleres y las fábricas, por la tierra, por un porvenir mejor y no por un viejo paraguas parlamentario de «Frente Popular».

 

 

La vacía abstracción del «antifascismo»

 

Los mismos conceptos de «antifascismo» y «antifascista» no son más que ficción y mentira. El marxismo aborda todos los fenómenos desde el punto de vista de  clase. Azaña no es antifascista más que en la medida en que el fascismo impide a los intelectuales burgueses seguir sus carreras parlamentarias u otras. Azaña demostrará siempre que está del lado del fascismo. Toda su política durante los siete años de revolución lo demuestran.[5]

Por otra parte, la consigna «contra el fascismo, por la democracia», no reuniría a millones y decenas de millones si no fuese porque, durante la guerra, no había, y sigue sin haber, democracia en el bando de los republicanos. Tanto con Franco como con Azaña, no había más que dictadura militar, censura, movilización forzosa, hambre... La abstracta consigna «por la democracia» les basta a los periodistas liberales pero no a los obreros y campesinos oprimidos. Ellos no tienen otra cosa que defender más que su pobreza y su esclavitud... Sólo emplearán todas sus fuerzas para aplastar al fascismo si al mismo tiempo son capaces de crear nuevas y mejores condiciones de vida. Por tanto, la lucha del proletariado y campesinado pobre contra el fascismo no puede ser defensiva en el sentido social, sino que debe ser ofensiva. Es por esto que León sobrepasa los límites cuando, siguiendo a los filisteos que «marcan la pauta», nos enseña que el marxismo rechaza las utopías y que la idea de una revolución socialista durante la lucha contra el fascismo es una utopía. En definitiva, la peor forma y la más reaccionaria del utopismo es la idea de que es posible luchar contra el fascismo sin derribar la economía capitalista.

 

 

Era posible la victoria.

 

La total ignorancia de estas gentes es auténticamente pasmosa. No tienen ni idea de que existe, empezando por Marx y Engels, una literatura mundial donde se ha analizado el concepto de revolución democrática y su mecanismo interno de clase. Es evidente que nunca han leído los documentos básicos de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, ni las investigaciones teóricas de la IVª Internacional que demuestran, explican y permiten, incluso a un niño, comprender el hecho de  que la lucha contra el fascismo es impensable en las condiciones modernas sin los métodos de lucha de la clase obrera por el poder.

Estos señores describen una historia, preparando costosamente las condiciones de la revolución socialista, repartiendo los papeles, inscribiendo con letras grandes en un arco de triunfo: «ENTRADA EN LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA», garantizando la victoria, e invitando entonces cortésmente a los señores dirigentes a ocupar los puestos eminentes de ministros, embajadores, etc. No. La cuestión se plantea de una forma muy diferente: es mucho más complejo, difícil y peligroso. Los oportunistas, los reaccionarios tercos y los pequeñoburgueses cobardes no han reconocido nunca, ni reconocerán el momento en que la revolución socialista está a la orden del día. Para hacerlo hay qué ser un marxista revolucionario, un bolchevique: hay que ser capaz de despreciar la opinión pública de la pequeña burguesía «educada» que no hace más que reflejar los temores egoístas del capitalismo.

 

 

El proletariado era lo suficientemente fuerte

 

Los mismos dirigentes de la F.A.I. y de la C.N.T. decían después de la insurrección de mayo de 1937: «si hubiésemos querido, hubiésemos tomado el poder en cualquier momento ya que todas las fuerzas estaban a nuestro lado, pero no queríamos ninguna dictadura, etc.». Lo que los lacayos anarquistas de la burguesía quieren o no quieren no representa a largo plazo más que una cuestión secundaria. Lo que cuenta es que han reconocido que el proletariado insurgente era lo suficientemente fuerte para hacerse con el poder. Si hubiese habido una dirección revolucionaria y no una dirección traidora, habría purgado el aparato de estado de todos los Azañas, establecido el poder de los soviets, dado la tierra a los campesinos, los talleres v las fábricas a los obreros, y la revolución española hubiese sido socialista e invencible.

Simplemente es ridículo explicar la derrota haciendo referencias a la intervención militar de los fascistas italianos y de los nazis alemanes y a la pérfida conducta de las «democracias» francesa y británica. Los enemigos seguirán siendo siempre enemigos. La reacción intervendrá siempre que pueda. La «democracia» imperialista traicionará siempre. ¡Pero significa esto que la victoria del proletariado es en general imposible! ¿Cómo explicar la victoria del fascismo en Italia e incluso en Alemania? Allí no había intervenciones. En lugar de eso había un proletariado poderoso, un gran partido socialista, y en el caso de Alemania, incluso un gran partido comunista. Entonces ¿por qué no se ha derrotado al fascismo? Precisamente porque los partidos dirigentes de estos países se esforzaban en reducir la cuestión a una lucha «contra el fascismo» cuando sólo una revolución socialista puede vencer al fascismo.

La revolución española ha sido la escuela suprema. No se puede tolerar la más mínima frivolidad con respecto a las lecciones sacadas, tan claras. ¡Abajo los charlatanes los habladores, los ignorantes obtusos y los parásitos intelectuales! Debemos estudiar con seriedad, honradamente, y preparamos para el porvenir.

 

 

ESPAÑA, STALIN Y EJOV

 

tomo segundo

 



[1] T. 4534. «Una vez más, sobre las causas de la derrota de la revolución española», en el B.O. nº 75-76, marzo-abril de 1939, pp. 6-9, y en el Socialist Appeal del 21 de marzo de 1939, sin firmar.

[2] Trotsky ironiza: El Popular era el periódico de la Confederación de Trabajadores Mejicanos, cuyo secretario general era Vicente Lombardo Toledano. Su redactor jefe era Alejandro Carrillo, un «progresista» muy cercano a las tesis estalinistas. Este periódico reclamaría más tarde obstinadamente la expulsión de Trotsky de Méjico, y se esforzaría en buscar «coberturas» a los que querían asesinarle.

[3] Trotsky había polemizado ya hacia dos meses con este militante peruano. del A.P.R.A. (ver 260). Pero el artículo redactado en enero aparecería en el número de marzo del New International, aproximadamente al mismo tiempo que aparecía éste, el 21 del mismo mes, en el Socialist Appeal.

[4] De hecho, las victorias militares posteriores de los comunistas chinos se explican sobre todo por la «reforma agraria», aplicada bajo su dirección en las «regiones liberadas»: en definitiva, sólo bajo el peso de la revolución campesina en marcha, habría de decidirse el ejército comunista chino de Mao-Tse-Tung a seguir adelante y a derribar definitivamente el régimen del Kuomitang.

[5] Las Memorias de Azaña aparecidas después son significativas a este respecto.

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