V.- EL FACTOR IDEOLÓGICO EN LA GUERRA CIVIL
Ya sabéis -continúa Casanova- y
yo he podido experimentarlo en el frente, en las trincheras y durante los
ataques, que las mejores armas no valen gran cosa cuando no hay hombres
dispuestos a sacrificarse y a hacerse enterrar antes que ceder el terreno
al enemigo. Sí, hacen falta hombres en el Estado Mayor, como ya
he explicado, pero también en el campo de batalla, para manejar
los fusiles, ametralladoras, las granadas de mano, el mortero, la artillería
ligera y pesada, los carros de combate y también, los aviones.
El material sin el hombre no vale gran cosa,
sobre todo, insisto, en una guerra civil donde el gobierno que tiene ante
sí la tarea de luchar contra la reacción no dispone de un
aparato coercitivo funcionando desde hace décadas, como en una guerra
imperialista, y tiene que crear un nuevo organismo con todas las piezas.
En una guerra civil el soldado debe saber por qué lucha, debe estar
convencido de que es para su clase, para que su mujer y sus hijos conozcan
un mundo nuevo, mejor. Entonces se lanza con granadas en la mano contra
el enemigo mejor armado, conquista posiciones intomables e inflige golpes
mortales al enemigo en cuyo seno siembra la desmoralización y el
pánico.
Sí, continúa Casanova, los estoy
viendo ahora, a mis camaradas de batallón; en el asalto durante
la ofensiva de Belchite, por ejemplo. Veo a mi teniente Ferrer, muerto
en Codo[1], conduciendo
su sección al ataque del parapeto de los requetés. Escucho
sus órdenes: ¡Fuego! ¡Adelante! a nuestra sección
compuesta en su mayoría por miembros de las Juventudes Libertarias.
¡Ah, sí! para tomar una trinchera no es suficiente el fuego
de artillería y las ametralladoras. Hace falta que después
del fuego graneado de la artillería y las ametralladoras, si el
enemigo se obstina en no abandonar la posición, la infantería
vaya a desalojarlo a tiros de fusil, con granadas y a bayonetazos.
Mis camaradas de las Juventudes Libertarias
sabían por qué se batían. Odiaban la vieja España
desde el fondo de su corazón inflamado. Odiaban a los burgueses,
pero sobre todo a la Iglesia y a los curas -símbolos de la opresión
medieval- y luchaban por un mundo donde sus padres, metalúrgicos,
cerrajeros, torneros o simples estibadores, serían los dueños.
Iban al ataque cantando: "Hijos del Pueblo" y "¡Arroja la bomba!",
cantos anarquistas.
Pero nuestros adversarios, hay que recordarlo,
no eran mercenarios como en otros sectores, italianos o alemanes o marroquíes,
venidos a España para encontrar pueblos que robar y mujeres que
violar. Eran requetés, animados por un ardor y un fanatismo inspirados
por su profunda fe católica. Luchaban por "Cristo Rey" y por la
Santa Virgen contra el diablo rojo encarnado en los "marxistas".
He aquí las inscripciones que anoté
el 26 de agosto de 1937 después de la "limpieza" de Codo, donde
nosotros habíamos entrado la víspera, en las trincheras conquistadas:
"Viva Cristo Rey", "¡Vienen los marxistas, coraje!" y aún
ésta: "¡Cuando matas a un rojo tienes un año de purgatorio
de menos!" Se defendían hasta el fin, hasta el último cartucho,
completamente rodeados, y eran sólo unos trescientos para defender
Codo y nosotros quizá dos mil o más.
Recitaban oraciones varias veces al día
y esperaban la ayuda de la Santa Virgen, y los más materialistas
la de la caballería mora. Viendo el miércoles por la tarde
que no venía la ayuda ni del cielo ni de la tierra (la caballería
que apercibieron de lejos y que se acercaba hacia Codo no era la de los
moros, sino la caballería republicana), intentaron utilizar la última
tabla de salvación: una salida forzada. Se vio de un solo golpe
una avalancha de hombres salir de la iglesia y abalanzarse por la colina.
Nuestras ametralladoras empezaron a funcionar. Muchos murieron o fueron
hechos prisioneros[2].
Me he permitido esta digresión -intercala
Casanova- para señalar una vez más que en una guerra civil,
la única guerra justa y sagrada del lado de los oprimidos, de aquellos
que son portadores del progreso y de los valores humanos nuevos, se mata
a veces con un encarnizamiento particular y con un fanatismo sin ejemplo.
Así pues, repito, los hombres y las ideas,
sobre todo las ideas, juegan un papel primordial. Que los revolucionarios
no lo olviden en los próximos combates y que no se dejen influir
por los llamados "realistas" que, sabiamente, darán prioridad a
los problemas de técnica militar.
[1] El ataque
a Codo tuvo lugar del 23 al 25 de agosto de 1937. (N.de A.)
[2] Encontramos
en Codo una gran cantidad de "boinas rojas", y... también, mira
por dónde, municiones francesas entregadas a Franco, a pesar de
la no intervención durante el gobierno de León Blum