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Número 3 Abril de 1998
Córdoba/ Buenos Aires
República Argentina
The Budoka
E-zine
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Revista
El Budoka
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El Zen en las Artes Marciales
Cuentos y Narraciones
EL SECRETO DE LA EFICACIA
UNA ENSEÑANZA ACELERADA
Narraciones tradicionales breves
sobre artes marciales

ÍNDICE ESQUEMÁTICO
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Okinawa Shoin Ryu
Karate Do
SHIN SHU KAN
Argentina
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EL BUDOKA
Magazine Electrónico
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Como en las archiconocidas fábulas de Esopo, o las eternas parábolas de los Evangelios y la Biblia,
y más cerca, las Ficciones de Borges, cada uno a su manera y con diferentes niveles de sutilezas,
han sabido esconder lecciones para el alma, desafíos para el intelecto, la moraleja para cada situación.
Así, estas narraciones y cuentos, son metáforas de un conocimiento, que
en muchos casos proponen temas y lecciones que son por su 
delicadeza inenarrables, inefables. Estas narraciones van más allá de la lección
moral, sino que tienen la virtud, como aquellas grandes parábolas, de provocar preguntas.
En sucesivas entregas de El Budoka, iremos entregando aquellas más jugosas e interesantes, en este número les acercamos dos, que esperamos les agraden y les sean útiles.
Aqui va nuestra segunda entrega.
EL SECRETO DE LA EFICACIA 
 
  Ito Ittosai, incluso despues de haberse convertido en un experto y en un profesor famoso enel arte del sable, no esta satisfecho de su nivel.  A pesar de sus esfuerzos, tenía conciencia de que desde hacía algún tiempo no conseguía progresar. 

  En efecto, los sutras cuentan que el Buda se sentó bajo una higuera con la firme intensión de no moverse hasta que no consiguiera la comprensión última de la existencia del Universo.  Determinado a morir en ese mismo sitio antes que renunciar, el Buda realizó su voto: despertó a la suprema Verdad. 

  Ito Ittosai se dirigió pues a un templo con el fin de descubrir el secreto del arte del sable.  Durante siete días y siete noches estuvo consagrado a la meditación. 

  Al alba del octavo día, exhausto y desalentado por no haber conseguido saber algo más, se resignó a volver a su casa, abandonando toda esperanza d penetrar el famoso secreto. 

  Después de salir del templo tomó una carretera rodeada de árboles.  Cuando apenas había dado unos pasos, sintió de pronto una presencia amenazante detrás de él y sin reflexionar se volvió al mismo tiempo que desenvainaba el sable. 

  Entonces se dió cuenta que su gesto espontáneo acababa de salvarle la vida.  Un bandido yacía a sus pies con un sable en la mano. 
 

UNA ENSEÑANZA ACELERADA 

  Matajuro Yagyu, hijo de un célebre Maestro del sable, fue renegado por su padre quien creía que el trabajo de su hijo era demasiado mediocre para para poder hacer de él un Maestro.  Matajuro, que a pesar de todo había decidido convertirse en Maestro de sable, partió hacia el monte Futara para encontrar al célebre Maestro Banzo .  Pero Banzo confirmó el juicio de su padre: 

  -No reúnes las condiciones. 
  -¿Cuántos años me costará llegar a ser Maestro si trabajo duro? -insistió el joven. 
  -El resto de tu vida -respondió Banzo. 
  -No puedo esperar tanto tiempo.  Estoy dispuesto a soportarlo todo para seguir su enseñanza.  ¿Cuánto tiempo me llevará si trabajo como servidor suyo en cuerpo y alma? 
  -¡Oh, tal vez diez años! 
  -Pero usted sabe que mi padre es está haciendo viejo, pronto tendré que cuidar de él.  ¿Cuántos años hay que contar si trabajo más intensamente? 
  -¡Oh, tal vez treinta años! 
  -¡Usted se burla de mí.  Antes diez, ahora treinta.  Créame, haré todo lo que haya que hacer para dominar este arte en el menor tiempo posible! 
  -¡Bien, en ese caso, se tendrá que quedar usted sesenta años conmig!  Un hombre que quiere obtener resultados tan de prisa no avanza rápidamente -explicó Banzo. 
  -Muy bien -declaró Matajuro, comprendiendo por fin que le reprochaba su impaciencia-, acepto ser su servidor. 

  El Maestro le pidió a Matajuro que no hablara más de esgrima, ni que tocara un sable, sino que lo sirviera, le prepara la comida, le arreglara su habitación, que se ocupara del jardín, y todo esto sin decir una palabra sobre el sable.  Ni siquiera estaba autorizado a observar el entrenamiento de los demás alumnos. 

  Pasaron tres años.  Matajuro trabajaba aún.  A menudo pensaba en su triste suerte, él, que aún no había tenido la posibilidad de estudiar el arte al que había decidido consagrar su vida. 

  Sin embargo, un día, cuando hacía sus faenas de la casa rumiando sus tristes pensamientos, Banzo se deslizó detrás de él en silencio y le dio un terrible bastonazo son el sable de madera.  Al día siguiente, cuando Matajuro preparaba el arroz, el Maestro le atacó de nuevo de una manera completamente inesperada.  A partir de ese día, Matajuro tuvo que defenderse, día y noche, contra los ataques por sorpresa de Banzo. 

  Debía estar en guardia a cada instante, siempre plenamente despierto, para no probar el sable del Maestro.  Aprendió tan rápidamente que su concentración, su rapidez y una especie de sexto sentido, le permitieron muy pronto evitar los ataques de Banzo.  Un día, menos de diez años después de su llegada, el Maestro le anunció que ya no tenía nada más que enseñarle. 

 

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