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Por Sensei Mitsugi Saotome La violencia y la destrucción causadas por la guerra, aun cuando estemos muy alejados de ella, son un certeza incuestionable. Pero en la vida cotidiana existe una violencia insidiosa que opera poco a poco sobre la conciencia y sobre el mundo. Los efectos detructivos del instinto de agresividad se reflejan en las instituciones, en los símbolos negativos de la cultura: leyes represivas y prisiones constituyen una de las manifestaciones del odio y el miedo. Proliferan las instituciones psiquiátricas y somos víctimas de la inseguridad y las presiones de la vida moderna. La alimentación es excesivamente rica y la falta de actividad física causan debilitamiento. Departamentos sanitarios y de servicios de limpieza están desbordados. La tierra y los recursos naturales están cubiertos por montañas de deshechos. El hombre moderno piensa más en su propia comodidad y olvida que la naturaleza está dotada de un perfecto sistema de reciclaje. La humanidad se ha convertido en un parásito. Al saquear los recursos de la Tierra y cubrirla de contaminación, hemos sentado las bases de una hecatombe económica. (ilustración de arriba a la izq.: escrito en Kanji "Kyoiku Budo": Iku=crecer, Budo=la vía de la caballerosidad. Kyoiko Budo es la educación impartida a quienes siguen esta vía.) La superabundancia y el despilfarro son formas de violencia muy peligrosas puesto que afectan nuestra conciencia. Sociedad, economía y modo de vida están condicionados por lo instantáneo y lo efímero. No se siente satisfacción u orgullo por el trabajo o la comunidad. Aunque nuestra sociedad sea materialista, no se respetan los bienes materiales. Las ciudades están sucias y superpobladas. La acción de arrojar un vaso de papel al suelo puede parecer una trangresión mínima, pero multiplicada por millones de veces, origina un problema serio. Poco a poco, va afectando la conciencia. El hábito se ha establecido, se ha convertido en un estilo de vida y se extiende a otros dominios como el de las relaciones humanas. Solos, olvidados y desesperados, los individuos acumulan conocimientos y experiencias que desean compartir. Sin duda, ellos constituyen uno de los recursos naturales más preciosos, desaprovechados por una sociedad despilfaradora. Hemos perdido nuestro orgullo. La lealtad ha desaparecido y hemos perdido el contacto con la naturaleza. Manos y talento creativo solían estar ocupados en la satisfacción de las necesidades cotidianas, en la producción de objetos bellos y simples que pasaban de generación en generación. Un vaso moldeado en un rueda de un alfarero, una mesa de madera embellecida por el paso del tiempo. Los objetos que nos rodeaban pertenecían a nuestros padres, abuelos o amigos. Nos necesitábamos los unos a los otros, eran tiempos de intercambiar y compartir. Todo lo que nos rodeaba tenía una historia. En contacto íntimo con la fuerza vital de la naturaleza, recogíamos los frutos de la tierra, libres de químicos y llenos de amor. Ahora la máquina se convirtió en nuestro esclavo, pero quien la maneja a su vez está sometido porque es parte del engranaje. Privado de las alegrías de la creación y la satisfacción que brinda el trabajo bien hecho, compramos bienes que producen las máquinas que hacemos funcionar. Compramos objetos estériles, producidos en masa, fabricados sin placer ni interés. Se ha amputado la función creadora de numerosos oficios que ahora solo brindan una fuente de ingresos cuya seguridad no va mas allá de lo ilusorio. Somos una parte más de la máquina que recibe periódicamente un salario. Con una disponibilidad de tiempo y dinero jamás vista con anterioridad, la gente sigue sin hallar la felicidad. El cuerpo humano, por su parte, se debilita a medida que mejoran las condiciones de vida. Hecho para trepar y correr, el hombre ahora es esclavo de automóviles y ascensores. El cerebro se va entumeciendo en tanto calculadoras y ordenadores asumen sus funciones tradicionales. Las horas de libertad y ocio, en lugar de dedicarse al estudio y el enriquecimiento personal, transcurren en las salas de comodidades exhuberantes animadas por el ir y venir ininterrumpido de las imágenes de una pantalla. Dependientes de la electrónica, los niños han dejado de desarrollar su imaginación en la creación de juegos. Pertenecemos a una generación de espectadores y mirones que lleva una vida confortable y pasiva mientras se pregunta por qué la vida ha perdido su encanto. Chosen:
Desafío
La felicidad se nutre de la seguridad, pero no de la seguridad
material sino de la que brinda la confianza en uno mismo y la independencia.
Una vida demasiado fácil no permite al hombre descubrir las ilimitadas
capacidades de su espíritu en tanto que suprime toda clase de cuestionamientos
y desarrollo. La riqueza y el confort, causas de la degradación
de los valores humanos, conducen directamente a la frustración y
la violencia. En todos los grandes imperios que ha jalonado la historia,
los pueblos se mantuvieron unidos y fuertes en su empeño por fundar
una sociedad nueva, pero a medida que sus sueños de poder se cumplieron,
el vacío se apoderó de sus espíritus. Con la
corrupción interior de la sociedad, comenzaba la decadencia.
Todos los imperios, sin excepción sucumbieron.
Sin embargo, el hombre comienza a darse cuenta lentamente de que los recursos del planeta no son ilimitados y se esfuerza por hallar soluciones. Pero el problema tiene sus raíces en nuestra actitud mental, en nuestra concepción de la humanidad. Avidez, egoísmo e impaciencia han dado lugar a la polución, las guerras, las armas nucleares. La Tierra sólo posee cinco continentes y no hay mas imperios por contruir, fronteras por trazar como no sean las de la mente. La evolución de nuestro valores y el contenido de la educación de nuestros hijos han de evolucionar. La función de la educación familiar y escolar consiste en establecer una base sólida para canalizar las tendencias agresivas de los niños y proporcionarles un conjunto de valores morales y espirituales. No obstante, la indiferencia hacia los niños reina en las escuelas y, a menudo, el consentimiento y la sofocación son el resultado del llamado amor paternal o maternal. ¿Amor, egoísmo? El amor verdadero guía, educa y favorece el crecimiento. Desborda lo intelectual, educa al espíritu para la independencia. La educación habría de estimular al espíritu, cultivar la conciencia. No se trata de un mero intercambio de información sio de una búsqueda de la verdad. Honno: instinto
Aquí subyace el objetivo supremo del Aikido. No se trata de un entrenamiento psicológico o un juego de lógica. Es una educación que rebasa el intelecto y llega al corazón de la conciencia humana. Hace impacto en el instinto, el verdadero "centro" del hombre. Entrenar al instinto es una tarea difícil que debe comenzar a nivel físico. Para abrir la conciencia, deben eliminarse todos los mecanismos de defensa. Es necesario afrontar el miedo que bloquea la capacidad de razonar, superar el pánico y controlar las reacciones corporales y mentales hasta que se vuelvan naturales y constructivas. Al estudiar la frontera que separa la vida de la muerte, los sentidos se desarrollan y agudizan y finalmente se accede a un espíritu independiente y un conocimiento de uno mismo que iluminan la realidad. Para alcanzar este estado de consciencia, el cuerpo debe reconocer los límites de su resistencia. De este modo, la fuerza, al no poder apoyarse en el cuerpo, debe apelar a su intuición y las reservas del espíritu. Aunque un ataque poderoso o un buen ukemi (*) no ayuden directamente a la sociedad, el espíritu que se desarrolla gracias a un entrenamiento riguroso puede abrir las puerta a la salvación. El estudio físico de la reacción centra la vida alrededor de la acción. Si la moral y la compasión sólo perteneciesen al dominio intelectual y su manifestación se redujece al ámbito de las palabras, escaso sería su sentido y no contribuirían al cambio de la sociedad. Por contra, si la moral y la compasión se integrasen con el instinto y la conciencia profunda, se extenderían a través de las acciones positivas y serían útiles para el cambio. Durante la guerra ruso-japonesa, el emperador Meiji, incluso en los días mas gélidos del invierno, no llevaba abrigo y se alimentaba sólo de una pequeña ración de arroz. Su séquito y colaboradores más próximos lo conmiraron a alimentarse mejor y abrigarse. Pero él se negó, "Quiero vivir como viven mis soldados. Quiero tenerlos siempre presentes en mi pensamiento. ¿Porqué la gente no piensa en su lucha y su sufrimiento?. Muchos sintieron vergüenza y siguieron su ejemplo y, cuando conocieron la actitud de su emperador, los soldados vertieron lágrimas de alegría y respeto por su líder. Para que la compasión se integre al instinto y la consciencia, es necesario percibir el dolor del prójimo. Compartir las mismas pruebas, las mismas frustraciones, consolidar los lazos de respeto, desarrollar la sensibilidad y la comprensión del otro son los propósitos del Aikido. Si pudiéramos sentir sinceramente los sufrimientos de los demás, habría menos guerras, menos hambre y soledad. Los grandes guías espirituales no tuvieron mas remedio que luchar contra el destino. Ninguno de ellos llevó una vida fácil, pues únicamente el aguijón de la adversidad puede engendrar una acción noble. El Universo está aún en plena expansión mientras que la humanidad está en los balbuceos de su evolución. Aún está a tiempo de escoger su camino. La humanidad debe meditar acerca de su pasado para acceder a la etapa superior de su evolución, es decir, su desarrollo espiritual. De lo contrario, las leyes del Universo no le dejarán elección. La supervivencia depende de la educación del instinto y el refinamiento de las cualidades humanas. ukemi: práctica de caídas, para minimizar
los riesgos de lesión en el impacto contra el suelo, muy común
en aikido y en judo
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