FIDELIDAD A

LA SANTA IGLESIA

 

 

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ÍNDICE DEL NÚMERO XVII

 

LA RECONQUISTA DE LAS ISLAS MALVINAS

 

 

   Sobre el cierre de la edición suprimimos el artículo que debía publicarse en esta página y la siguiente, pues su contenido se torna absurdo luego de la inesperada capitulación argentina. Ignoramos si es ésta la "Victoria de la Paz" —que pidió Juan Pablo II—, pero confesamos que no podemos festejarla.

 

 

 

"Cuando se dicen: 

paz y seguridad,

entonces de improviso

soorevendrá la ruina"

 

 

NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO

DE LA RECONQUISTA Y DEFENSA

DE BUENOS AYRES

   En pleno centro histórico de la ciudad de Buenos Aires se encuentra la Basílica de Nuestra Señora del Rosario (Defensa y Belgrano) de los Padres Dominicos.

   En el atrio, el mausoleo del General Manuel Belgrano creador de la bandera patria.

   Ingresando a la Basílica, en las losas del piso, leemos que fue dedicada con ese nombre del Rosario por San Pío X. A la izquierda, se halla la capilla de la Santísima Virgen del Rosario de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, con la imagen elevada en el lugar de honor, que está presente en la ciudad casi desde su fundación, si no vino con Garay mismo, pues ya en 1586 las actas de la Cofradía del Rosario testimonian que el sagrado icono fue llevado en procesión solemne.

   En 1806 la plaza de Buenos Ayres fue sorprendida y tomada por los ingleses.

   El primer domingo de julio, don Santiago de Liniers, después de oír misa en la iglesia de Santo Domingo, fue a postrarse ante el altar de la Virgen del Rosario y pidió la fortaleza que había menester para llevar a efecto la reconquista de la capital. Y formuló el voto de consagrarle las banderas del enemigo si le daba la victoria.

   Luego de intensas luchas, el 12 de agosto se consiguió la victoria con la rendición de los invasores. El jefe vencedor, convencido de que la victoria de nuestros improvisados soldados contra los vencedores de Trafalgar y Waterloo era un gran milagro de la Virgen María, se apresuró a cumplir su voto entregándole las banderas arrebatadas al enemigo. Dichas banderas se pueden ver aún hoy en la Basílica del Rosario, junto a la imagen de María Santísima.

   En 1807 unos 12.000 ingleses volvieron a atacar Buenos Ayres y, esquivando un encuentro con Liniers, se situaron al oeste de la ciudad.

   El 5 de julio comenzaron el avance hacia el centro de la capital pero fueron heroicamente rechazados por la población en armas y obligados a rendirse. Otra vez la Virgen había protegido a su ciudad.  

 

   ... El día 28 (de julio de 1806) resolvió el Cabildo pasar oficio al R. P. Prior de Santo Domingo, pidiéndole. .. se saque en procesión por las calles a la Serenísima Reina de los Angeles y Señora Nuestra María Santísima del Rosario, la del nicho, a fin de implorar a Dios, por su intercesión, por la felicidad de las armas católicas contra los enemigos británicos que se han apoderado de la capital de Buenos Aires... y convocando al pueblo para la asistencia y compostura de las calles por donde ha de pasar Nuestra Señora, a cuya función ha de asistir también el Exmo. Señor Virrey.

   "La procesión tuvo lugar, y el ejército marchó el 2 de agosto. Sobre Monte en Córdoba, como Liniers en Buenos Aires, procedía bajo las inspiraciones de la fe religiosa. Al salir Liniers de la capital con el propósito de organizar las fuerzas que llevó para la reconquista encargó que se ofreciese diariamente, a sus expensas, el santo sacrificio de la Misa en el altar de la Divina Señora en la Iglesia de Santo Domingo; y obtenida la victoria, le consagró las banderas ganadas al enemigo, que anteriormente se las había ofrecido, y se colocaron en su templo; celebrándose con este objeto una de las más suntuosas funciones de que haya sido expectador el gran pueblo de Buenos Aires."

Garzón, "Crónica de Córdoba", pág. 82/83.

 

 

 

HOY NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE LA

RECONQUISTA Y DEFENSA DE BUENOS AIRES

ES PATRONA DE LAS ISLAS MAL

 

 

¿QUOUSQUE TÁNDEM, BRITANNIA...?

   Mucho más que estrategia o petróleo, mucho más todavía que la soberanía misma de las Islas Malvinas es lo que está en juego en la guerra desencadenada entre la Argentina e Inglaterra. Por encima de las concretas circunstancias históricas, las que están en pugna son dos visiones del mundo, opuestas diametralmente desde hace siglos: por un lado, detrás de la Argentina está la idea hispánica y, por lo tanto, europea y americana, de la defensa inquebrantable de aquello heredado al nacer, y conservado y acrecido con el esfuerzo cotidiano (la familia, la tierra, en fin, la Patria), frente a lo foráneo; la exaltación, como un eco vago, es cierto, del viejo ideal fundacional romano: el descubrimiento de que una muerte digna vale más que una vida mediocre; el saber que no hay oro suficiente para comprar el honor de una Nación; la intuición profunda de que la Patria es una realidad sacra.

   En la otra orilla, Inglaterra; única entre las naciones a la que se nombra uniendo a su nombre un epíteto atroz: la pérfida Albión. Cada nación se configura como tal en cuanto es capaz de cumplir con el papel histórico que el destino le ha reservado. Y el de Inglaterra ha sido, ciertamente, un destino trágico; el de, a la cabeza de la modernidad, destruir la magna idea de la sacralidad imperial, erigiendo una contrafigura paródica: el pseudo imperio, que tan cabalmente ha encarado, del "ideal" crematístico. Sus armas, sus conquistas, su "Imperio" —"Rule, Britan-nia!"— han sido perpetuamente guiados por el más vil de los paradigmas profanos: el del dinero. La libertad de comercio —Moloch en cuyo altar tanto se ha corrompido, tanto se ha sacrificado— ha sido su siniestro estandarte, capaz de engendrar a un Francis Drake, pirata hecho "sir" por la agradecida corona, y a un piadoso capitán Juan Hawkins, quien bautiza "Jesús" al buque, obsequiado por su Graciosa Majestad, con el que trafica esclavos africanos.

   Esto debe ser dicho, hoy y aquí, para siempre. Eso ha sido Inglaterra, durante siglos: la eminencia gris de la Revolución en Occidente; una larva que ha carcomido el corazón de Europa y de América; y también del África, del Asia y de Oceanía.

    Eso ha sido Inglaterra y eso son los Estados Unidos; porque, en el más profundo sentido, los Estados Unidos son Inglaterra. Ellos han venido a cumplir el papel que aquélla cumpliera durante siglos: e! de la cabeza del pseudo imperio fenicio, perpetuamente traidora de quienes dice defender.

   Por eso es que, contra Inglaterra y los Estados Unidos, hoy comienza a renacer, espontáneo, el viejo ideal bolivariano de la unidad de una América que no habla inglés, frente a la ficción insostenible de una O.E.A. venal, al perenne servicio de Washington. Con las palabras de Rubén Darío:

 

   Tened cuidado. ¡Vive la América española!

¡Hay mil cachorros sueltos del León Español!

Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo,

el Riflero terrible y el fuerte Cazador,

para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!

   Mas no nos engañemos. La guerra actual no es un hecho aislado sino el último eslabón de una larga cadena bélica que ya lleva siglos. Atrás están incontables hitos: el ataque inglés a la Colonia del Sacramento en 1763, Beresford y Whitelocke, la gloriosa Vuelta de Obligado... Y atrás están también —y esto no podemos olvidarlo, mucho menos en esta difícil hora— Manuel José García sirviendo a Lord Ponsonby antes que a la sangre de Ituzaingó; Julio Roca brindando en Londres frente al príncipe de Gales por "la Argentina, una parte integrante del Imperio Británico"; Roberto M. Ortiz que al responder a otro brindis, por el cual el presidente de la Cámara de Comercio Británica lo ungía futuro Presidente de la Nación, contesta: "La Argentina tiene con vuestra patria enlaces financieros y obligaciones tan importantes como muchas de las obligaciones que existen entre la Metrópoli y diversas partes del Imperio"; y las actas de Chapultepec, y Braden, y, por fin, allí está el Gral. Lanusse designando a Su Majestad Británica arbitro de la disputa con Chile por... nuestras islas, tan próximas a las Malvinas, en el gélido mar austral.

   Doce mil hombres aguerridos —bastante más de los que ahora vienen— fue capaz de rechazar la humilde aldea de Buenos Aires, allá por 1807. Nos hemos acostumbrado a pensar en el aceite hiviendo de la Defensa como en una fábula escolar; y ahora la cruda realidad nos hace tomar conciencia de que es el símbolo de lo que puede la Nación unida. Hoy, golpeada, entregada, agobiada, la Patria agonizante ha renacido de entre sus cenizas, justo en el momento en que se inclinaba sobre el abismo de su desintegración. Toda nuestra historia se resume en esta hora crucial: es la existencia misma de la Nación como Nación lo que está en juego. Y por eso sufrimos, y por eso luchamos, y por eso, si hace falta, también morimos los argentinos. Que la Virgen del Rosario, Nuestra Señora de la Victoria, a quien cantamos con la liturgia "deducet te mi-rabiliter dextera tua", quiera ser nuestra guía y nuestra lumbre en medio de las tinieblas de estos decisivos momentos.

ATILIO CARLOS NEIRA

Rdo. P. HERVÉ LE LAY

    El Consejo de Redacción de Fidelidad a la Santa Iglesia informa a sus lectores que el pasado 19 de abril de 1982, falleció en la ciudad de Córdoba el Rdo. P. Hervé Le Lay, amante incuestionable de la Tradición Católica y amigo nuestro dilectísimo. Agradecemos una plegaria por su eterno descanso.

 

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