NÚMERO (VIII)

 

III. LA REALIDAD DE UNA IGLESIA NUEVA

   Sobre los principios doctrinarios de la "Lumen Gentium" se asienta la llamada constitución pastoral sobre la Iglesia y el mundo, "Gaudium et Spes" (gozo y esperanza). La Iglesia entendida como "populus Dei" se encuentra, sin duda, muy íntimamente unida al mundo y a todo cuanto el mundo ha edificado. Es el traslado, la consolidación en el orden práctico de la herejía sutil, equívoca e insidiosa, pero demoledora, que palpita en la nueva eclesiología del Vaticano II.

   El "proemio" (nº 1) de la "Gaudium et Spes" define claramente esta postura religiosa intramundana en términos que no dejan lugar a dudas:

   "El gozo y la esperanza, el dolor y la angustia de los hombres de este tiempo, sobre todo de los pobres y de los afligidos de todas clases, son también el gozo y la esperanza, el dolor y la angustia de los discípulos de Cristo, y no existe nada verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón, pues su comunidad está formada por hombres, que, unidos en Cristo, son conducidos por el Espíritu Santo en su peregrinación al Reino del Padre y han recibido un mensaje de salvación para ser propuesto a todos. Por lo cual dicha comunidad se siente en verdad íntimamente unida con el género humano y su historia".

   La condición del hombre en el mundo de hoy es descripta como "una crisis de crecimiento" (nº 4), y la Iglesia en el mundo presente es definida como "una realidad social y fermento de la historia" que "no ignora cuánto ha recibido de la historia y evolución del género humano" (nº 44).

   Y después añade:

   "Ella [la Iglesia] desde el principio de la historia aprendió a expresar por medio de los conceptos y lenguas de los diversos pueblos el mensaje de Cristo y procuró ilustrarlo con la sabiduría de los filósofos, a fin de adaptar, en cuanto es posible, el Evangelio, tanto a la capacidad común cuanto a las exigencias de los sabios. Y esta proclamación adaptada de la palabra revelada debe ser la ley perdurable de toda evangelización. Así se fomenta en todos los pueblos la facultad de expresar según su modalidad el mensaje de Cristo y se promueve a la par un intercambio vivo entre la Iglesia y las diversas culturas" (nº 44).

   Y más adelante culmina: "Vivificados y reunidos en su Espíritu caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana" (nº 45).

   Difícilmente pudiera haberse declarado con mayor precisión y profundidad una doctrina de la Fe inmanente al mundo y a la historia. La Iglesia es el "fermento" de la historia, lo cual expresa magistralmente la idea de la sacralidad inmanente de la historia, por cuya virtud la palabra de la Fe es "adaptada" a la condición del mundo. Por tanto, no existen en el mundo realidades sacras que trascienden el devenir histórico, como imagen que son de las realidades celestes, sino que, por el contrario, el devenir histórico en sí es lo sagrado.

   Vale decir que lo sagrado, la imagen de Dios en el mundo, no está en lo perdurable, sino en lo mudable. Más aún: en rigor, lo único perdurable sería el principio inherente al devenir histórico de que todo se muda, y muy especialmente la palabra, puesto que todos sabemos que en el ámbito del espíritu, los cambios en la palabra importan necesariamente mutaciones ónticas y cualitativas muy profundas.

   Lejos, muy lejos en las antípodas de todo esto, quedaron los principios evangélicos sobre el mundo y su príncipe[19] en base a los cuales fundamentó San Agustín su doctrina sobre la "civitas mundi" sujeta a la "civitas diaboli" [20].

   A la luz de todo esto se comprende, adquiere sentido, la tan mentada advertencia de Paulo VI: el Concilio Vaticano II es "pastoral", no ha querido definir dogmas. Esto es enteramente coherente, pues dentro de una noción de la Iglesia historicista y existencialista carece de sentido definir dogmas. Semejante "Iglesia" nada tiene ya que ver con la que definió el Concilio de Nicea (Una, Santa, Católica y Apostólica). Es una Iglesia nueva, totalmente comprometida en el porvenir del mundo. El P. Congar supo manifestarlo con una expresión muy vigorosa: "El porvenir de la Iglesia consiste en la presencia de la Iglesia en el porvenir del mundo" [21]. ¿De qué "Iglesia" se trata? Por cierto de aquella "Iglesia" que él mismo ya había definido con otra expresión también muy vigorosa: "Antropología cristiana en el marco del Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo" [22].

   Estamos, pues, ante una nueva Iglesia fundamentada en los principios doctrinarios que consagra el Vaticano II. Son principios relativos a la esencia y naturaleza de la Iglesia que absolutamente rompen los vínculos con la Tradición Apostólica.

   Nótese que no se trata apenas de una situación donde abundan los equívocos, las desviaciones, ni siquiera las herejías. Se trata de un Concilio Ecuménico (reunión universal) que proclama principios sobre la existencia de una "ecclesia" (congregación) incomparablemente extraños a los principios de la doctrina sobre la "Ecclesia Sancta" que nos ha legado la Tradición Apostólica. Creemos que sería imposible imaginar un cisma más grave, una herejía más profunda, una apostasía más universal [23].

   No es casualidad que Juan XXIII inaugurara el Concilio Vaticano II invocando "un nuevo puntecostés" [24]. Es una invocación impresionante, porque si hay un "nuevo Pentecostés" es indudable que hay una nueva Iglesia. Por eso Rahncr pudo señalar al Concilio como "nuevo comienzo" [25].

   La nueva Iglesia Conciliar está ya en vigencia, con su nueva doctrina, con sus nuevos ritos, con su nueva espiritualidad, con sus nuevos catecismos. Sólo debemos mirar a nuestro alrededor para comprobarlo esto. A la muerte de Paulo VI, sus dos sucesores han reafirmado rotundamente la vigencia y aplicación del Vaticano II [26].

   Ahora bien; en esta circunstancia histórica y doctrinaria es que se nos plantea la cuestión sobre una posible "interpretación tradicional del Vaticanoo II".

IV. INVIOLABILIDAD DE LA FE

   Dicha cuestión debe abordarse con la mayor sinceridad, sin segundas intenciones ni reservas mentales.

   Es indudable que, desde un cierto punto de vista, el ensayo de una "interpretación tradicional del Vaticano II" parecería ofrecer a los "tradicionalistas" un vasto campo de acción donde ejercer su "apostolado" y "salvar muchas almas" que se perderían en la confusión, si uno tomase posturas excesivamente extremas. Este campo de acción, por otro lado, evidentemente es un espacio político, o sea, una zona o cuota de poder que los "tradicionalistas" obtendrían del mundo moderno. Esto les permitiría la consolidación y el acrecentamiento de sus obras, seminarios, colegios, publicaciones e instituciones, los que podrían funcionar libremente con el reconocimiento, o por lo menos la tolerancia, de las autoridades civiles y clericales, sin el peligro de persecuciones incómodas y sin asustar a tanta "gente buena" que se acercaría al "tradicionalismo" si éste no estuviera al margen del orden establecido. Desde este punto de vista, una "interpretación tradicional del Vaticano II" no sólo es posible sino, además, necesaria, puesto que las autoridades vaticanas seguramente la habrán de exigir como "conditio sine qua non" para admitir al "tradicionalismo" y reconocerlo dentro del pluralismo de la nueva Iglesia.

   Sin embargo, desde el punto de vista de la "FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA", que es nuestro punto de vista, y de acuerdo a lo que hemos analizado en las páginas anteriores, es obvio que una "interpretación tradicional del Vaticano II" resulta imposible, pues, como hemos visto, los textos de este Concilio expresan una doctrina sobre la esencia y naturaleza de la Iglesia que jamás puede admitir alguien que profese la Fe Católica y Apostólica.

   Por supuesto que si ensayamos una aguda dialéctica y nos armamos de una considerable porción de auto-engaño, forzando las palabras, y violentando el sentido de los textos, entonces sí sería perfectamente posible una "interpretación tradicional" del Vaticano II.

   De hecho, con este método, casi todas las herejías que hubo en la historia podrían ser rehabilitadas en una dirección "tradicional". Pero a nosotros, ante todo, nos interesa lo que la cosa es y no lo que pueda decirse de ella.

   Mons. Lefebvre dijo una vez, y con razón, que "el espíritu que ha dominado al Concilio... no es el Espíritu Santo sino el espíritu del mundo moderno.. ." [27].

   No vemos de qué modo podría darse ahora una "interpretación tradicional" del mundo moderno.

   Nosotros hemos sido bautizados en la Fe Católica y Apostólica, esto es inviolable. Nadie en el cielo, en la tierra ni en los infiernos puede privarnos del bautismo que hemos recibido "in Ecclesia Sancta". Y el bautismo que nos incorpora al Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo nos otorga el derecho y el deber de rechazar la nueva Iglesia del Concilio Vaticano II.

   Confortados en la Fe, sabemos que, como lo ha prometido Nuestro Señor Jesucristo, "las puertas del infierno no prevalecerán" [28], porque no han prevalecido, porque Cristo ha resucitado, y "por eso fueron conmovidas todas las cosas, porque se ha tramado la abolición de la muerte" [29].

   Por cierto que transitamos un ciclo extremadamente oscuro. Cada uno tiene la posibilidad y la obligación de hacer una consideración inteligente sobre las circunstancias en que le toca vivir. Nosotros lo hemos hecho dentro de nuestra medida, y también hemos sacado conclusiones: hemos determinado permanecer unidos en la única Fe Católica y Apostólica de la verdadera Iglesia de Jesucristo, tal y como fue revelada por El mismo, y comprendida por los Santos Padres y Doctores, y definida por los Sagrados Concilios y Pontífices legítimos a lo largo de dos mil anos de Tradición Apostólica.

   Sabemos que la nueva Iglesia tiene consigo todo el poder del mundo y sabemos que con nuestra postura seguramente nos sometemos a una soledad creciente y abrumadora. Sabemos que antes que vuelva a brillar la luz de la verdadera Iglesia todavía vendrán tiempos más oscuros. Como los discípulos de Emaús, nosotros también dirigimos la mirada a Nuestro Divino Señor Jesucristo, y queremos decirle: "Señor, quédate con nosotros porque anochece" [30].

   "Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede de! anticristo... La Iglesia será eclipsada, el mundo se hallará en la consternación..." [31].

"POR FIN MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARÁ" [32].

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FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA

   EL CONSEJO DE REDACCIÓN DE FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA INVITA A TODOS LOS SUSCRIPTORES Y LECTORES DE ESTA PUBLICACIÓN A PARTICIPAR DE UN AMPLIO DEBATE DOCTRINARIO PARA EL ESCLARECIMIENTO DE LA FE, REMITIENDO SU OPINIÓN FUNDADA SOBRE LA HIPÓTESIS DE UNA INTERPRETACIÓN TRADICIONAL DEL VATICANO II.

   TAMBIÉN HA REMITIDO EJEMPLARES DE ESTE NUMERO A LOS PRINCIPALES DIRIGENTES Y PERSONALIDADES REPRESENTATIVAS DEL TRADICIONALISMO EN LA ARGENTINA Y EN EL MUNDO, JUNTO CON UNA NOTA SOLICITÁNDOLE A CADA UNO TENGA A BIEN HACERNOS CONOCER POR ESCRITO SU OPINIÓN FUNDADA SOBRE LA HIPÓTESIS DE UNA INTERPRETACIÓN TRADICIONAL DEL VATICANO II.

   CON ELLO TENEMOS LA ESPERANZA QUE SE ABRA UN AMPLIO DEBATE DOCTRINARIO QUE SIRVA PARA EL ESCLARECIMIENTO DE LA FE EN ESTOS TIEMPOS DE TANTA OSCURIDAD INTELECTUAL.

   EN LOS PRÓXIMOS NÚMEROS PUBLICAREMOS LAS RESPUESTAS QUE HAYAMOS RECIBIDO.

 

 

 

FIDELIDAD A I. A SANTA IGLESIA

 

DIRECTOR:

Álvaro D. Ramírez Arandigoyen

SECRETARIO DE REDACCIÓN:

Atilio Carlos Neira

CONSEJO DE REDACCIÓN:

Olga Cristina Moreno - Tomás B. Richards -
  Pedro López - Holofernes López Badra -
  José María Arandigoyen

 

 

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"FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA

PORTADA


NOTAS

  • [19]  Jn. 7, 7; 12, 31; 14, 30 y 16,36; I Cor. 11, 32.

  • [20] San Agustín "De libero arbitrio", L. III, C. X, y "De Trinitate", L. IV I XIII.

  • [21] "Crétiens en dialogue", Editions du Cerf, París 1964, pag. 352.

  • [22] "Tradición y vida de la Iglesia", Ed. Casal I. Vall. Andorra, 1964, pag. 57

  • [23] La "Lumen Gentium" fue votada "placet" por 2.151 obispos, y solamente 5 obispos votaron "non placet". La "Gaudium et Spes", por su parte, fue votada por 2.309 contra 75.

  • [24]  Juan XXIII, Const. Apost. "Humanae Salutis". BAC 252.

  • [25] Conferencia a propósito de la clausura del Concilio Vaticano II, el 12 de diciembre de 1965 en Munich: "El Concilio, Nuevo Comienzo", Ed. Herder, Barcelona, 1966.

  • [26]

  • Ver L'Osservator Romano, ed. castellana, 3 de septiembre de 1978 y 22 de octubre de 1978.
  • [27] "Acuso al Concilio", Ed. Iction, Bs. As., 1978, pág. 12.

  • [28] Mt. 16, 18.

  • [29] San Ignacio de Antioquía. Cf. BAC 65.

  •  
  • [30] Lc. 24, 29. 

  • [31] Aparición de María Santísima en La Salette (ver "Fidelidad a la Santa Iglesia" Nº VII).

  • [32] Nuestra Señora en Fátima (ver "Fidelidad a la Santa Iglesia", nº V). 

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