NÚMERO (V)

EDITORIAL

   Para aquellos que, como nosotros, creemos firmemente, siguiendo la doctrina expuesta por San Luis Grignon de Montfort, que el Misterio de María, mundo especialísimo y singular creado por Dios para Sí, eco de su misma divinidad, abismo de luz y de hermosura, es algo que, en su totalidad, aún no ha sido enteramente manifestado a los mortales, los acontecimientos ocurridos en Fátima del 13 de Mayo al 13 de Octubre de 1917 son de una trascendencia inconmensurable.

   Según se desprende de esa doctrina, el oficio de María Santísima, Madre de Dios, Reina del Cielo, Señora universal, se va develando con una importancia creciente a medida que el tiempo histórico transcurre, como preparación o preludio de la Divina Misión que a Ella le está reservada para el fin de los tiempos que es, conforme la profecía del Génesis (III, 15), la de aplastar con su talón bendito la inmunda cabeza de la serpiente. . .

   Por cierto que la comprensión acabada de estas cosas es imposible en el lapso de esta vida temporal, pues se trata de cuestiones relativas a los más insondables misterios divinos.

   Sin embargo, nosotros por medio de la Fe, podemos atisbar la luz que nos permite en parte penetrar dichos misterios, máxime cuando, como en el caso de los acontecimientos de Fátima, es la misma Reina del Cielo la que con su dulcísima voz ha venido a contarnos de qué se trata.

   Hemos decidido dedicar casi íntegramente este número V de "FIDELIDAD A LA SANTA IGLESIA" a la consideración de las apariciones de Fátima porque pensamos que estas apariciones, seguramente constituyen la clave del presente y el porvenir del género humano. Decimos esto con la mayor certeza, y seguros de no exagerar en lo más mínimo.

Alvaro D. Ramírez Arandigoyen

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LA  MADRE DE DIOS Y EL MUNDO MODERNO

FÁTIMA

 

Los tres niños: Jacinta, Francisco y Lucía en Mayo de 1917, mes de la primera aparición de la Santísima Virgen en Fátima. Sin perder su inocencia infantil, los rostros son graves e importantes.

 

   El día 13 de Mayo de 1917 en "Cova da Iría", parroquia de Fátima, en la comarca denominada "Serra da Aire", en el centro geográfico de Portugal, se inició una historia maravillosa, impresionante y sobreco-gedora cuyo final aún no conocemos.

   Lucía de Jesús Abóbora, Francisco y Jacinta Marto tenían 10, 9 y 7 años de edad respectivamente. Las tres criaturas vivían en la pequeña aldea de Aljustrel, y todos los días conducían sus rebaños de ovejas para que pastasen en Cova da Iría, cuyas tierras eran propiedad del padre de Lucía. Allí se dedicaban a mil juegos, cantaban, bailaban, rezaban el Rosario, tenían todo el día a su disposición mientras las mansas ovejas trataban de alimentarse con los pastos que no son muy buenos en Portugal.

   El lugar "Cova da Iría", agreste y solitario, recibió su nombre de la doncella mártir Santa Irla o Irene que probablemente tuvo allí una ermita.

   Aquel 13 de Mayo de 1917, mientras los tres niños jugaban, observaron dos fortísimos resplandores como de relámpagos, y luego, casi inmediatamente, vieron como la Madre de Dios aparecía nítidamente visible sobre un arbusto o encina típico del lugar. "Era una Señora vestida de blanco, más brillante que el Sol, esparciendo una luz más clara e intensa que un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesado por los rayos más ardientes del sol." Así cuenta después Lucía aquella primera experiencia maravillosa, y es notable como en todas sus narraciones posteriores los tres niños insistían permanentemente en utilizar las ideas de algo "luminoso", "intenso", "íntimo"...

   —¿De dónde viene Vuestra Merced? —se atreve a preguntar Lucía. Vengo del Cielo.

   —¿Y qué quiere de mí Vuestra Merced?

   —Vengo a pedirte que vengas aquí durante seis meses a esta misma hora en el día trece. Entonces te diré quien soy y lo que quiero. Y después volveré todavía una vez más.

   —¿Y yo también iré al Cielo?

   —Sí, irás.

   —¿Y Jacinta?

   —También.

   —¿Y Francisco?

   —¡También! ¡Pero tendrá que rezar muchos rosarios!

   Durante esta primera aparición, y en las otras siguientes lo mismo, debemos notar que Lucía veía, oía y hablaba con la Santísima Virgen; Jacinta, en cambio, sólo veía y oía; y Francisco únicamente veía. Las apariciones se verificaban aproximadamente al mediodía.

   Los tres niños se habían prometido guardar el secreto, pero Jacinta no pudo y lo contó todo a su madre. La noticia corrió como reguero de pólvora y para el 13 de Junio un grupo de más de 50 curiosos se había congregado en el lugar.

   Todos notaron que se producía un relámpago y que la luz del sol se oscurecía levemente. Pero sólo los niños vieron a María, y nuevamente Lucía habló con Ella.

   —¿Qué desea Vuestra Merced?

   —Quiero que vengas aquí otra vez el día 13 del mes que viene, y que recéis el Rosario todos los días. Quiero que aprendas a leer, y después te diré qué más quiero.

   —Señora, yo quería pedirle que nos lleve al Cielo —dijo Lucía.

   —Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré pronto, pero tú te quedarás acá algún tiempo más. Mi Hijo quiere servirse de ti. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado. A quien la abrace le prometo la salvación; estas almas serán predilectas de Dios, como flores colocadas por Mí en su trono.

   El 13 de Julio de 1917 tuvo lugar la tercera aparición, tal vez la más importante por cuanto en la misma tiene lugar la revelación del secreto de Fátima.

   Según relató el padre de Jacinta y Francisco, Manuel Pedro Marto, el sol se oscureció y un aire fresco sopló sobre la tierra.

   —¿Qué desea Vuestra Merced? —preguntó Lucía como siempre.

   —Quiero que vuelvan aquí el mes próximo, y que continúen rezando todos los días el Rosario para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra.

   —Quería pedirle que nos dijera quién es y que Vuestra Merced hiciera un milagro para que todos crean que Vuestra Merced se nos aparece, porque nos tratan de mentirosos —dijo Lucía.

   —En octubre os diré quien soy y lo que quiero, y haré un milagro que verán todos para que crean.

   Después de esto, tuvieron allí mismo los tres niños una horrible y estremecedora visión del infierno donde los demonios y los condenados aparecían sumergidos en un mar de fuego, con formas transparentes y negras como carbones en brasa. Los demonios se distinguían por sus formas asquerosas y horribles de animales espantosos y desconocidos.

   —¡¡Ay Nuestra Señora!! —exclamó Lucía.

   —Este es el infierno —dijo la Señora— donde van los pecadores. Para salvarlos Dios quiere establecer la devoción a Mi Corazón Inmaculado. Si hicieran lo que yo quiero muchos se salvarán y tendrán la paz. La guerra va a terminar, pero si no dejan de ofender a Dios, en el Reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando viereis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que os da Dios porque va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al Papa. Para impedirlo, pido la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora de los primeros sábados. SI ATENDIEREN A MIS PEDIDOS, RUSIA SE CONVERTIRÁ Y HABRÁ PAZ; SI NO, ESPARCIRÁ SUS ERRORES POR TODO EL MUNDO PROMOVIENDO GUERRAS Y PERSECUCIONES A LA IGLESIA, EL SANTO PADRE TENDRÁ MUCHO QUE SUFRIR, VARIAS NACIONES SERÁN ANIQUILADAS, PERO POR FIN MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARA, EL SANTO PADRE ME CONSAGRARA RUSIA, QUE SE CONVERTIRÁ, Y SERA CONCEDIDO AL MUNDO ALGÚN TIEMPO DE PAZ. EN PORTUGAL SE CONSERVARA SIEMPRE EL DOGMA DE LA FE..."

   El día 13 de Agosto en que debía producirse la cuarta aparición los videntes no pudieron concurrir a Cova da Iría porque fueron apresados por el Administrador civil de Ourém el cual quiso hacerlos desmentirse y confundirlos mediante las más viles amenazas. Los tres niños demostraron en esa ocasión un heroísmo y una firmeza propios de los santos mártires. Omitimos los detalles sobre este hecho, así como sobre todas las demás increpaciones y persecuciones que los niños recibieron, tanto de las autoridades civiles masónico-liberales que gobernaban Portugal, como de muchos clérigos.

   Lo cierto era que el asunto cobraba cada día mayores proporciones, y cada vez era mayor la cantidad de gente, devotos o curiosos, que acudía a Fátima.

   El 13 de Septiembre se verificó la quinta aparición, precedida, como las otras, de ciertos extraños fenómenos en el sol que parecía oscurecerse cuando llegaba la Madre de Dios.

   Y nuevamente la Virgen pidió el rezo del Rosario, todos los días, el ofrecimiento de penitencias y la comunión reparadora de los primeros sábados. Estas tres cosas pedía siempre. En todas las apariciones se notaba una insistencia extraordinaria sobre la necesidad de rezar el Rosario, como si este pequeño oficio, tan simple, tuviera la virtud de producir una comunicación muy íntima y profunda entre los humanos y la Reina del Cielo.

   El 13 de Octubre de 1917 había en Cova da Iría 70.000 peregrinos. Llovía incesantemente y el lugar ofrecía un espectáculo impresionante. Había miles de enfermos que querían ser curados de sus males, campesinos devotos, pecadores arrepentidos, clérigos descreídos, curiosos, de todos los orígenes y condiciones sociales que sea posible imaginar.

   Los niños apenas pudieron abrirse paso entre la multitud para llegar al lugar. El ambiente estaba cargado de los más imponderables elementos. Se notaba mucha piedad, todos rezaban el Rosario continuamente, pero había también una enorme tensión, una nerviosa expectativa. Se aseguraba que los niños serían linchados por la muchedumbre si el famoso milagro prometido no se producía. Los agentes del gobierno, dispersos entre el público estaban seguros del fracaso y murmuraban ideas criminales en todos los oídos.

   Seguía lloviendo. Un sacerdote se aproximó a los niños y les inquirió a qué hora llegaría la Señora. Lucía respondió muy segura: "Al mediodía". Ya es mediodía. . .

   De pronto Lucía clamó con tono imperativo:

   —¡Cerrad vuestras sombrillas!

   Nunca se supo por qué lo dijo, pero todos obedecieron. El sacerdote miró de nuevo su reloj:

   —¡Ha pasado el mediodía! ¡Fuera con todo esto! ¡Todo es una ilusión!

      Comenzó a empujar a los tres niños. Lucía al borde del llanto se negó a moverse.

   —Quien quiera irse puede hacerlo; pero yo no me voy. Nuestra Señora nos dijo que viniésemos. La vimos otras veces y la volveremos a ver.

   Murmullos y quejas de desilusión comenzaron a extenderse por la multitud. De repente Lucía miró hacia el Este y gritó:

   —¡Jacinta, arrodíllate pues ahora veo a Nuestra Señora allá! ¡Puedo ver el relámpago!

    Todos vieron como los tres niños entraban en éxtasis.

   —¿Qué quiere Vuestra Merced?

   —Quiero que continúen rezando el Rosario todos los días, y que construyan una capilla aquí en mi honra. Yo soy la Señora del Rosario. . .

   —Tengo muchas cosas que pedir a Vuestra Merced. Si curaba unos enfermos, y si convertía unos pecadores...

   —Unos sí, otros no. Es preciso que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados. No quiero que se agravie más a Dios porque El ya está muy ofendido.

   —¿No quiere más nada de mí?

   —No quiero nada más. Entonces Lucía gritó:

   —¡Mirad el sol!

   En ese momento toda la multitud vio que las nubes se abrían y dejaban ver el sol que aparecía como si fuera un enorme disco de plata. Brillaba con intensidad jamás vista pero no enceguecía y se le podía mirar directamente. Esto duró un instante, luego el disco comenzó a "bailar", se tornó en una gigantesca bola de fuego que giraba vertiginosamente sobre sí misma. Después los bordes se hicieron color carmín, y se desplazó por el cielo como un torbellino esparciendo llamas rojas de fuego. Todos los colores del arco iris se reflejaron en el suelo, en las plantas, en los rostros de las personas. Por fin, el globo se estremeció y comenzó a sacudirse y precipitarse en zig-zag tres veces sobre la multitud.

   Este "milagro del sol" fue observado también por numerosos testigos fuera del lugar de las apariciones, hasta 40 kilómetros de distancia.

   El ciclo de las apariciones había terminado.

   De acuerdo con lo prometido por Nuestra Señora, Jacinta se fue al Cielo el 20 de Febrero de 1920; Francisco la había precedido el 4 de Abril de 1919. En cuanto a Lucía, ella es actualmente Sor Lucía del Inmaculado Corazón, religiosa carmelita. Tiene 71 años de edad. Y si nos atenemos a la misión que le encomendó María, seguramente es la persona más importante de este mundo...

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EL SECRETO DE FÁTIMA

   La historia de Fátima todavía no concluyó. La revelación que La Madre de Dios hizo a Lucía, Jacinta y Francisco en la aparición del 13 de Julio, tal como la hemos transcripto, constituye lo que se denomina la parte conocida del secreto de Fátima, porque existe otra parte del secreto de Fátima que aún permanece oculta y desconocida para el público.

   Esta circunstancia merece un análisis cuidadoso. Vayamos por partes. Primero la parte conocida del secreto.

   La parte conocida del secreto contiene varias profecías de enorme importancia:

   1º) "La guerra va a acabar'. Se refería indudablemente a la primera guerra mundial que aún se libraba en 1917 y que, efectivamente, finalizó en 1918.

   2º) "Si no dejan de ofender a Dios, en el Reinado de Pío XI comenzará otra peor." Esto, evidentemente, es la segunda guerra mundial que, ciertamente, fue mucho peor que la primera. El hecho de que, en rigor, la declaración de la guerra se haya producido en el reinado de Pío XII creemos que carece de relevancia, pues desde un punto de vista político, bien se puede decir que la guerra ya comenzó bajo el reinado de Pío XI. Consultada sobre esto la hermana Lucía en cierta ocasión confirmó que realmente había oído de los labios de María la expresión "bajo el reinado de Pío XI", y que ella no sabía entonces si aquél sería un Papa o un rey.

   3º) La gran señal del castigo de Dios: "una noche iluminada por una luz desconocida". Lucía juzgó ver esta señal en la extraña e impresionante luz que los astrónomos tomaron por una aurora boreal, y que iluminó los cielos de Europa en la noche del 25 al 26 de enero de 1938 durante cerca de tres horas.

   4º) Sin embargo, la Madre de Dios agregó que ese castigo podría ser impedido mediante "la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora de los primeros sábados". Esto hace dudar muy seriamente que el castigo en sí haya sido la segunda guerra mundial. Más bien podría suponerse que, tal vez, el castigo haya comenzado con la segunda guerra mundial, pero que es posible impedirlo o detener su curso por aquellos dos medios: la consagración de Rusia y la comunión reparadora. Esta última es un acto de vida espiritual de los hombres cuyo contenido sólo conoce Dios, es decir, sólo Dios conoce en qué medida se cumplió o dejó de cumplirse ese pedido de María Santísima, aunque naturalmente deberíamos ser ciegos para no ver que todo indica, en el mundo moderno, la impenitencia de los hombres.

   Pero la Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María es algo mucho más objetivo, de lo cual sí podemos juzgar con certeza moral que no se ha cumplido. El 24 de Octubre de 1940 Lucía se dirige al Papa Pío XII, en términos muy firmes, solicitándole quiera cumplir el pedido de la Madre de Dios a fin que se abrevien los días de tribulación con que la Divina Providencia tiene determinado punir a las naciones por sus crímenes.

   En el año 1942, en su Radiomensaje a Portugal con ocasión del 25 aniversario de las apariciones de Fátima, el Papa Pío XII hizo una consagración del mundo al Corazón de María. En el libro "Our Lady Fátima", el escritor y periodista norteamericano William T. Walsh interroga expresamente a Lucía sobre el particular, y su respuesta es terminante:

   —Lo que Nuestra Señora quiere es que el Papa y todos los obispos del mundo consagren Rusia a su Inmaculado Corazón en un día especial. Si esto se hace convertirá a Rusia y habrá paz. Si no se hace los errores de Rusia se propagarán por todos los países del mundo.

   —¿Significa esto que en su opinión todos los países, sin excepción, serán subyugados por el comunismo?

   —Sí.

   5º) Este es entonces el castigo: "Rusia esparcirá sus errores por todo el mundo promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. . .".

   Y obviamente no se necesita demasiada perspicacia para advertir cómo verdaderamente la humanidad está soportando ya este castigo, en medio de un pavoroso desmoronamiento de la civilización y de la siniestra "autodemolición" de la Iglesia.

   La revelación manifiesta que "el Santo Padre tendrá mucho que sufrir". Indudablemente se trata de un Papa, un Papa que posiblemente será perseguido cuando el castigo, que ya hemos comenzado a padecer, se precipite en toda su intensidad. La pequeña Jacinta, antes de morir, tuvo ciertas visiones sobre este asunto:

—¡Oh Lucía! ¿No ves tantas calles, tantos caminos y campos llenos de gente llorando, con hambre, y no tienen nada para comer? ¿Y el Santo Padre rezando frente al Inmaculado Corazón de María?... Vi al Santo Padre en una casa muy grande, de rodillas delante de una mesa, llorando, con las manos en el rostro; fuera de la puerta de la casa había mucha gente y le tiraban piedras, le azotaban y le decían muchas palabras feas. ¡Pobrecito el Santo Padre tenemos que pedir mucho por él!

   Por otro lado en el mensaje de Fátima Nuestra Señora acaba diciendo claramente que "el Santo Padre" (¿cuál?) consagrará a Rusia como Ella quiere (¿cuándo?), y que Rusia se convertirá entonces (¿cómo?). Todo esto permanece en el terreno del completo misterio.

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