En el año 1941 Lucía escribió de su puño y letra todas las revelaciones que la Madre de Dios había hecho en Cova da Iría. Una parte de estas revelaciones es la ya conocida y que nosotros hemos transcripto y analizado más arriba. Pero otra parte, desconocida, fue escrita bajo forma de carta y encomendada al Obispo de Leiría que entonces era Dom José Alves Correia da Silva. Según constaba en el documento, el mismo debía ser abierto y publicado en el año 1960 por expresa voluntad de la Madre de Dios.

   Pero en 1958 murió el Papa Pío XII, y el Cardenal Roncalli subió a la Santa Sede como Juan XXIII. Comenzó entonces en la Iglesia un siniestro proceso que hoy ha sido definido como "autodemolición" y cuyos dos aspectos más graves son: la reunión de un Concilio Universal cismático que consagró todos los errores y herejías modernos, y la destrucción de la Santa Misa mediante la promulgación e imposición de un "novus ordo" incompatible con la Fe Católica.

   Lo cierto es que en el año 1960 las jerarquías eclesiásticas no han dado a conocer el secreto de Fátima. El 18 de agosto de 1964 el Obispo de Leiría firmó una lacónica declaración manifestando que el documento en cuestión "está en manos de la autoridad eclesiástica competente. Cuándo será publicado, si lo fuera, esa misma autoridad ha de decirlo evidentemente".

   En cuanto a la hermana Lucía, se ha llamado a un profundo silencio.

   En 1967, cuando se cumplieron cincuenta años de las apariciones, Paulo VI se hizo presente en Fátima donde se había congregado una multitud jamás vista. Sobre la cuestión del secreto se guardó un absoluto mutismo.

   Posteriormente, se han publicado a través de distintos medios diversos textos con la pretensión de ser la parte oculta del secreto de Fátima. Su contenido es terrible, pero nosotros omitimos hacerlos conocer por medio de nuestra publicación porque, si bien no han sido desmentidos, tampoco han sido confirmados por Lucía. En cambio, preferimos guardar en nuestros corazones de hijos amantes de María Santísima, el eco de aquellas sublimes palabras con que Ella culminó la parte que conocemos de su mensaje:

   Esta promesa de María, Madre, Reina y Señora nuestra queridísima, nos inunda de esperanza para sobrellevar las tribulaciones actuales y las mayores que sin duda vendrán, porque finalmente Ella triunfará.

   ¡Tenemos la promesa de la Reina del Cielo! ¿Acaso podemos pretender alguna seguridad mayor?

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   Diario "La Prensa", 11-4-78. Estocolmo, abril 10 (UP). — El doctor Anders Aberg dijo en una entrevista telefónica que él y su colega Félix Nitelman del hospital universitario de la ciudad de Lund, en el sur de Suecia, interrumpieron en el otoño último el proceso de gestación de uno de dos mellizos después que se probara mediante análisis del líquido amniótico que sufría de una enfermedad que lo iba a dejar con un retraso mental. El médico agregó que por lo que él sabía fue la primera operación de tal naturaleza hecha en todo el mundo.

   Diario "La Nación", 4-78 (Corresponsal en Roma). — Existe profunda "preocupación" en las altas esferas vaticanas por el hecho que entre los activistas de las "brigadas rojas", que secuestraron al ex primer ministro Aldo Moro, hay numerosas personas con antecedentes de miliTancia "católica".

   Diario "I.a Nación", 3-4-78. Nueva York, abril 2 (AP). — Eugene Jennings, consejero de altos funcionarios de las grandes corporaciones económicas dice que ac-tualmenlc los divorciados son preferidos a los hombres casados para ocupar los altos puestos ejecutivos. Actualmente se considera que el hombre divorciado o soltero tiene una mayor dedicación a la empresa pues no tiene que ocuparse de problemas familiares. El 20% de los grandes ejecutivos son divorciados, y se calcula que para 1985 la proporción subirá al 50%.

   Diario "La Nación", 6-3-78. Viena (N. York Times). — La operación de la entrega de- la Corona de San Esteban al gobierno comunista de Hungría fue coordinada paso a paso entre el Departamento de Estado norteamericano y el Vaticano. Según la información, el Vaticano habría puesto tres condiciones para que el hecho se consumara: 1º) que la corona no fuera profanada; 2º) que se exhibiera en público; 3º) que no se mencionara ningún aspecto religioso.

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   Es un libro por cierto emocionante sobre la breve vida del niño Luis Carlos, duque de Normandía, hijo y heredero de Luis XVI. Por la prematura muerte de su padre, llegó a reinar como Luis XVII, aunque su reinado estuvo confinado entre los lóbregos muros de una prisión en El Temple, hasta su muerte, acaecida a los 10 años de edad. A los ocho años fue violentamente separado de su madre, la reina María Antonieta de Austria-Lorena, y de su hermana, Madame Royal, la delfina María Teresa, y arrojado a una torre sórdida y oscura, teniendo por tutor un abyecto y soez individuo llamado Simón. Este infame se empeñó en corromper al niño, enseñándole palabras obscenas y obligándole a beber alcohol.

   Todas las escenas de dolor y espanto son descriptas por la autora con una fidelidad y un patetismo verdaderamente estremecedores, y con la transcripción de párrafos de las memorias de actores y testigos presenciales. La pintura del carácter del niño, resulta sumamente atrayente. La autora, acaso sin darse cuenta cabal nos muestra un rasgo notable del delfín Luis Carlos: la impetuosidad de su temperamento, su mal genio que fugazmente se manifiesta, todo ello atemperado por su bondad natural y su sentido de la justicia. Indudablemente Luis XVII hubiera sido un gran rey de Francia, capaz de salvar a su gran país de la crisis que lo amenazaba; pero para ello hubiera sido necesario que su padre fuera otro hombre, con más garra y más sentido de la autoridad.

   En este aspecto es preciso señalar que la autora no exhibe un conocimiento profundo de las verdaderas causas de la Revolución Francesa; se limita a describir sus efectos: el desorden más absoluto y la insolencia de la canalla. Pero las causas fueron más profundas y más altas. La causa principal fue el naturalismo rousseoniano, que había infectado las cabezas de la clase alta y del propio rey Luis XVI. Este desdichado rey, por efecto de la educación recibida de un preceptor funesto, tenía la idea de que la autoridad ejercida sobre los hombres era un crimen: en consecuencia, cuando su autoridad fue cuestionada, primero por el Parlamento de París (autoridad judicial inferior), luego por los asambleístas y finalmente por la canalla, resolvió no defenderla. En este sentido puede decirse que Luis XVI fue un mal rey, aunque personalmente fuera valiente, cristiano y piadoso. La autora padece del error revolucionario de decir, sin aclaraciones, que Luis Carlos murió mártir "por las faltas de su raza". La raza reinante en Francia durante más de diez siglos fue una gran raza, que si cometió algunas faltas, realizó en general grandes hechos para la gloria de Francia y en defensa de la Fe. También se equivoca la autora al hablar de "inmensas multitudes de pueblo" durante la Revolución. Según el gran historiador francés Fierre Gaxotte el motín callejero nunca pasó de cinco mil hombres y mujeres desorganizados y mal armados: habría bastado, no digo un regimiento, un batallón de tropas regulares para dispersar el populacho y restablecer el orden en la ciudad. Indudablemente la Revolución ocurrió por falta de energía en las cabezas gobernantes.

   El relato de Madame Madeline Louise de S., restablece plenamente la verdad histórica en cuanto al tristísimo fin del niño Louis Charles, delfín de Francia, que murió de consunción física en los brazos de uno de sus carceleros, hombre compasivo y honrado que lloró a su real prisionero.

   El antiguo adagio latino que dice: "corruptio optimii pessima" es aterradoramente cierto. Es necesaria una "élite" sana, fuerte, equilibrada, mejor dicho, es necesaria una "élite" católica que enfrente los horrores y la impiedad de la irreligión. Porque es tal la importancia que Dios da a las clases altas en su función de bien social, que si éstas no la cumplen, el resultado es una catástrofe, como lo fue la Revolución Francesa.

"Conversaciones con Osear Alende", Emilio J. Corbiere, Ed. Hachette, Colección "Diálogos Polémicos", Buenos Aires, febrero de 1977.

   Todos recordaremos que Osear Allende es un partidócrata de izquierda que en las elecciones de marzo de 1973 se presentó como candidato a Presidente de la Nación por una alianza entre la democracia cristiana y el Partido Comunista que no alcanzó a sumar un millón de votos.

   Este libro es una especie de conversación con un periodista que mediante oportunas preguntas da pie al entrevistado para que se explaye en sus ideas izquierdistas. Nosotros no comentaríamos este libro si no fuera para destacar solamente un párrafo.

   En un momento dado Alende hace una referencia al Papa León XIII y sus encíclicas sociales. Entonces el periodista aprovecha para hacer notar que hoy en día la Iglesia ha avanzado mucho en materia social. Menciona la importancia de Jacques Maritain y de su discípulo Louis Joseph Lebret, autor del "Manifiesto para una civilización solidaria", y creador del movimiento "Economía Humana" que tuvo, dice, principal intervención en la preparación de los borradores de la encíclica "Mater et Magistra", y uno de cuyos secretarios, el dominico Jean Paul Michel Ramlot es actualmente asesor del Ministerio de Planeamiento.

   Entonces Alende comienza a citar trozos del Vaticano II que dan toda la razón a sus ideas izquierdistas, y acaba con este pensamiento: "Yo le pediría a mucha gente argentina que cree que para afirmar su derecho de propiedad basta con la firma ante un escribano y con eso puede él hacer lo que quiera con su propiedad, que lean estos textos, para que no esgriman sus anatemas e improperios contra quienes están enunciando, no claro con el pensamiento del obispo disidente Marcel Lefebvre, sino con el pensamiento oficial de la Iglesia, una temática social".

   ¡Es increíble a lo que hemos llegado! ¡El candidato del Partido Comunista apoya su pensamiento en citas de la "Iglesia oficial"! ¡Y lo peor es que tiene razón!

Beatriz Martínez

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