NÚMERO
(Nº II)
EDITORIAL
Con motivo de la visita que Monseñor Marcel
Lefebvre realizara a la Argentina durante el mes de
julio pasado, publicamos un pequeño folleto
titulado " FIDELIDAD
A LA SANTA IGLESIA",
en el que se reproducían importantes párrafos de
homilías y conferencias de prensa por él
pronunciadas, así como algunas otras citas
oportunas para el momento. Lo hicimos como una
contribución de nuestra parte, si bien pequeña, a
la gran causa de la Tradición Católica.
Aquel folleto alcanzó extraordinaria difusión y
tuvo una inesperada aceptación en los medios
católicos más variados. Así fue que amigos,
conocidos e incluso desconocidos, coincidieron en
sugerirnos que emprendiéramos la publicación
periódica de un folleto similar o de una especie de
boletín de informaciones, naturalmente de
inclinación tradicionalista.
De ese modo fue como decidimos la publicación de
este segundo folleto " FIDELIDAD
A LA SANTA IGLESIA",
con idea de continuar publicando otros sucesivos,
mientras las circunstancias así lo aconsejen. El
objeto principal será la difusión de noticias e
informaciones capaces de alertar acerca de la
gravísima situación que padece el catolicismo en
todo el orbe y que obliga a reafirmar cada día más
nuestra fidelidad a la Santa Iglesia.
Dedicamos este número a San Pío X y colocamos
nuestra obra bajo su protección, por cuanto fue
quien como Papa condenó la herejía modernista, la
misma que hoy como terrible peste mantiene postrada
a toda la Cristiandad y ha infectado el cuerpo
visible de la Iglesia. La herejía modernista es
incompatible con la Fe Católica, por eso es un
deber combatirla hasta las últimas consecuencias y
oponerse por todos los medios a quienes por acción
u omisión la sostienen, difunden o amparan, sean
quienes fueran.
Por otra parte, dado el carácter de esta
publicación, estamos dispuestos a mantener
correspondencia con cualquiera que desee hacer
sugerencias, ofrecer colaboración, pedir
aclaraciones o realizar observaciones sobre lo que
publicamos. En este sentido la correspondencia debe
remitírseme a Casilla de Correo 4224, Correo
Central (1000), Capital Federal.
Alvaro D. Ramírez Arandigoy
Septiembre 1977
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12
DE OCTUBRE: DÍA DE LA HISPANIDAD
Tengo por el más singular y
excelente don que se pueda recibir
de las manos del Señor, el de vivir
y morir en esta Santa Fe Católica.
Del
Testamento de la Muy Señora Reina
Católica
Doña Isabel de Castilla y León.
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LA
VISITA DE MONSEÑOR LEFEBVRE A BUENOS AIRES
ACLARACIÓN NECESARIA
Hemos
recibido con pedido de publicación la siguiente
declaración:
"Sabido es que del 20 al 26 de julio pasado,
Monseñor Marcel Lefebvre visitó esta ciudad de
Buenos Aires donde tomó contacto con diversos
núcleos tradicionalistas argentinos. Grupos,
asociaciones y personalidades de muy variada
raigambre política y condición social, han
coincidido en una adhesión sincera a la prédica y
a la obra que Monseñor Lefebvre realiza en defensa
de la Tradición Católica.
Aunque con notorias limitaciones —que son de
público conocimiento—, Monseñor Lefebvre
realizó su programa de actividades y el público
argentino tuvo diversa información a través de
diferentes medios de difusión. Sin embargo, el
periodismo en general presentó las noticias sobre
la visita de Monseñor Lefebvre envueltas en
insinuaciones y presupuestos que con el correr del
tiempo conducen a graves equívocos que resulta
imperativo aclarar.
En primer lugar, es preciso dejar bien en claro que
los que de un modo u otro hemos participado en la
recepción a Monseñor Lefebvre en la Argentina, no
conformamos grupo alguno, ni partido, línea o
tendencia «lefebvrista» dentro de la Iglesia. No
somos «lefebvristas». Somos católicos,
apostólicos, romanos que, simplemente, hemos
manifestado nuestra veneración y aplauso a
Monseñor Lefebvre —sucesor de los apóstoles—
en cuanto él ha alzado su voz y ha asumido una
activa defensa de dogmas fundamentales de nuestra Fe
ante el ataque impío de la contra-lglesia
modernista.
En segundo lugar,
no ha sido ni es el propósito de nuestro accionar
la «rebeldía». Nosotros no somos «rebeldes».
Somos los más ardientes defensores del Papado y de
la autoridad legítima en la Iglesia; sólo
pretendemos mantenernos en la Fe Católica
verdadera, tal cual ella se encuentra contenida en
la Revelación y ha sido definida por la Tradición;
y estamos seguros que no hay autoridad legítima en
la Iglesia que pueda impedirnos esto. La Iglesia sin
la Fe no sería ya la Iglesia, es decir, la
estructura, el aparato establecido de la autoridad
sin la Fe, o contra la Fe, se tornaría absurdo en
sí mismo, carecería de razón de ser y jamás
tendría derecho a reclamarnos obediencia.
Por último, es fundamental aclarar que la
Tradición que nosotros defendemos no es simplemente
el apego a usos y costumbres del pasado. La
Tradición (con mayúscula) en la Iglesia alude a la
Doctrina definida dogmáticamente por la Iglesia y
transmitida por la sucesión apostólica a través
de los siglos, la cual puede enriquecerse ante
nuestra inteligencia con mayores y más perfectas
definiciones de las verdades contenidas en la
Revelación, pero que nunca puede cambiar,
transmutarse ni reforMularse, porque la Verdad ya
está toda íntegra contenida en la Revelación.
Dios no cambia. Afirmamos y defendemos la Fe
Católica, la Fe de siempre.
DEFENSA
DE LA FE DE SIEMPRE Comisión
Coordinadora
Agosto de 1977
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Dijo
el Papa Inocencio III:
LA FE ES PARA MI A TAL PUNTO
NECESARIA QUE, TENIENDO A DIOS COMO
A MI ÚNICO JUEZ EN CUANTO A LOS
DEMÁS PECADOS, SIN EMBARGO,
SOLAMENTE POR EL PECADO QUE
COMETIESE EN MATERIA DE FE, PODRÍA
YO SER JUZGADO POR LA IGLESIA."
Citado por Billot, S. J., Card.
Ludovicus
Tractatus
de Ecclesia Christi"
Gregoriana,
Roma, 1921, |
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SEMINARIO
INTERNACIONAL
SAN
PÍO X
El Seminario Internacional San Pío X, funciona en
Ecône, Suiza, en el cuadro de la Fraternidad
Sacerdotal San Pío X, bajo la orientación de Su
Excia. Rvma. Mons. Marcel Lefebvre, arzobispo
titular de Synnada en Frigia.
Los postulantes deben estar animados por una
verdadera vocación sacerdotal, gozar de buena salud
y poseer título secundario —bachiller u otro
equivalente— que le habilite para ingresar en
cualquier universidad. El candidato que no posea tal
título sólo será admitido a condición de
finalizar sus estudios secundarios.
Los gastos de pensión del seminarista, anualmente,
ascienden a la suma de 6.000 francos franceses, o
3.500 francos suizos, o 1.100 dólares
aproximadamente. El postulante cuya familia no pueda
cubrir estos gastos, siquiera parcialmente, no debe
por este motivo desechar su ingreso al seminario.
La Fraternidad San Pío X recibe igualmente
postulantes para hermanos. Tiene, además, una rama
femenina que recibe postulantas para hermanas, para
que se consagren a la vida religiosa las mujeres que
sientan el llamado de esta vocación.
Las solicitudes de inscripción deberán remitirse
adjuntando un "curriculum vitae",
certificados de estudio o trabajo correspondientes,
recomendaciones del cura párroco o de algún
sacerdote que pueda referirse a las cualidades del
aspirante, certificados de Bautismo y de
Confirmación, certificado de matrimonio de los
padres y dos fotografías.
Las
solicitudes de inscripción deberá dirigirse a: "Monsieur
le Directeur. Seminaire Saint Pie X - Ecóne
- CH
1908 Riddes - Suiza".
Los
programas de formación incluyen el estudio de las
Sagradas Escrituras (Nuevo y Antiguo Testamento),
Teología dogmática, Teología Moral, Apologética,
Filosofía, Historia de la Filosofía, Historia de
la Iglesia, Derecho Canónico, Patrística,
Liturgia, Canto Gregoriano y además cursos de
Latín, Griego y Hebreo.
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LOS VERDADEROS
AMIGOS DEL PUEBLO NO SON
REVOLUCIONARIOS NI INNOVADORES, SINO
TRADICIONALISTAS.
SAN
PÍO X, Notre
Charge Apostolique
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UN
PAPA SANTO
San Pío X —José Melchor Sarto— nació en
Riese, pequeña aldea a 20 km. de Treviso, el 2 de
junio de 1835, en el seno de una familia muy
humilde. Su padre, José Sarto, era alguacil del
Ayuntamiento. Su madre, Margarita Sansón se
dedicaba a labores de costura.
Estudió primero en la precaria escuelita de su
pueblo y luego fue inscripto por sus padres en la de
Castelfranco. Merced a la obtención de una beca
pudo ingresar en el Seminario de Padua, en 1850.
El 18 de septiembre de 1858 se ordenó sacerdote y
fue destinado como coadjutor del párroco de
Tómbolo, oscura aldea de Treviso entonces conocida
por sus arrozales y por ser lugar de traficantes y
mercaderes. Allí se hizo famoso por sus singulares
dotes de orador y predicador que le permitieron
llevar a la conversión a numerosas personas de
corazón muy duro.
Luego fue designado párroco de Salzano, donde se
destacó, no sólo por sus dotes de orador sino que
fue muy querido por la inagotable caridad que tuvo
para con los más pobres y menesterosos. De todo se
desprendía con una prodigalidad que se antojaba
exagerada, a punto tal que en más de una ocasión
sus familiares debieron intervenir para darle
sustento dado que el desprendimiento en que vivía
parecía no tener límites.
El 28 de noviembre
de 1875 fue nombrado canónigo en la Catedral de
Treviso y se le designó canciller y director
espiritual del Seminario. Más tarde, a raíz de dos
vacantes sucesivas de la mitra, fue hecho vicario
capitular.
El 10 de noviembre de 1884 fue preconizado obispo de
Mantua y el 23 del mismo mes recibió del cardenal
Parochi la consagración episcopal en la iglesia del
Apellinare. Desde siempre, se mostró intransigente
enemigo de las ideas liberales y modernistas que
inficionaban los ambientes civiles y eclesiásticos.
Se preocupó de reorganizar severamente el seminario
de la diócesis estableciendo que las enseñanzas
que se impartieran en el mismo debían estar basadas
en la doctrina tomista. Asimismo fundó una
"Schola cantorum" a fin de promover la
restauración del canto gregoriano en el culto.
Grave incidente puso de relieve, ya entonces, su
firmeza doctrinaria. El 14 de marzo se celebraba
tradicionalmente la fiesta del rey Humberto. Pero en
Mantua se había impuesto una costumbre, por la que,
las autoridades, luego de asistir a un Te Deum en la
catedral, se trasladaban a una sinagoga de la ciudad
donde participaban en otra ceremonia. Días antes de
la ceremonia, Monseñor Sarto hizo saber a las
autoridades que si tenían la intención de hacer lo
mismo que en años anteriores, o sea, pasar de la
catedral a la sinagoga, se veía en la obligación
de advertirles que no los recibiría. Las
autoridades decidieron ese año no asistir a oficios
religiosos. . .
En el consistorio celebrado el 12 de junio de 1893,
el Papa León XIII creó cardenal a Monseñor Sarto
y lo elevó a la dignidad de Patriarca de Venecia.
Durante más de un año el gobierno italiano denegó
el "exequátur" a su nombramiento, sin
duda a raíz del enojoso incidente de Mantua.
Como Patriarca de
Venecia, el Cardenal Sarto redobló aún más su
celo por la defensa de la Tradición Católica. El
1º de mayo de 1895 dio una Carta Pastoral sobre la
música litúrgica, donde insistía en su idea de la
importancia de la restauración del canto gregoriano
en su plenitud. En otro orden de cosas, se esforzó
denodadamente por promover la educación cristiana
de los niños y la asistencia material a los
necesitados, lo que le valió una popularidad
creciente y el recelo de quienes trataban de eludir
las audiencias con el Patriarca, porque sabían que
siempre terminaban en solicitudes de grandes
limosnas para los pobres y para las numerosas obras
de caridad que sostenía Monseñor Sarto.
El 20 de junio de 1903 murió el Papa León XIII.
Monseñor Sarto concurrió entonces al cónclave de
cardenales. El candidato más firme al Papado
parecía el Cardenal Rampolla, hombre de inmenso
prestigio y poderosa personalidad. Los cómputos,
efectivamente, comenzaron a favorecer ampliamente al
Cardenal Rampolla. Todo parecía en vías de
decidirse irreversiblemente cuando un hecho
inesperado cayó como balde de agua fría sobre el
cónclave: Su Católica y Apostólica Majestad, el
Emperador de Austria, Francisco José, oponía su
veto al Cardenal Rampolla, pues lo consideraba
pro-francés.
La figura del Cardenal Sarto comenzó así, por ese
hecho tan inesperado como providencial, a surgir
cada vez más en los subsiguientes cómputos del
cónclave. Tenía la ventaja de carecer de
antecedentes políticos, fuera de ser hombre de
reconocida virtud y mérito. Pero el cónclave
tropezó entonces con el problema de la cerrada
negativa de Monseñor Sarto a ser elevado a un cargo
tan alto para el que se consideraba indigno de
ejercerlo. El cónclave se prolongaba y parecía
encaminarse hacia un callejón sin salida. El
Cardenal decano del cónclave decidió hacer llegar
a Monseñor Sarto un mensaje requiriéndole que si
no se decidía a asumir la responsabilidad del
Papado, lo hiciera saber definitivamente para
proceder en consecuencia a excluirlo del siguiente
cómputo.
El Cardenal Merry
del Val, que se desempeñaba como secretario del
cónclave y que luego sería Secretario de Estado de
San Pío X, relata así en sus memorias el momento
culminante de aquel cónclave:
"Sería cerca de mediodía cuando entré en la
silenciosa y oscura capilla. La lámpara del
Sagrario brillaba ardiente con otras velas
encendidas en el altar y colocadas a ambos lados del
cuadro de Nuestra Señora del Buen Consejo.
"Vi a un Cardenal arrodillado sobre el suelo de
mármol, a alguna distancia del comulgatorio, en
oración ante el Tabernáculo, con la cabeza entre
las manos y los codos apoyados sobre uno de los
bancos de madera. No recuerdo la presencia de
ninguna otra persona en la capilla en aquel momento.
Era el Cardenal Sarto.
"Me arrodillé a su lado y en voz baja le
confié el mensaje recibido.
"Su Eminencia levantó la cabeza, volviéndola
hacia mí lentamente mientras me escuchaba. Las
lágrimas se desprendían de sus ojos y yo casi
contuve la respiración en espera de la respuesta.
"Sí, sí, monsignore —contestó
amablemente— dica al cardinale che mi faccia
questa carita (Sí, sí, monseñor; diga al cardenal
que me haga esta caridad).
"Las únicas palabras que tuve fuerzas para
proferir contestándole, y que salieron de mis
labios como inspiradas por otro, fueron: Eminenza,
si faccia coraggio; il Signore l'aiuterá (Eminencia,
si se arma de valor el Señor le ayudará).
"El cardenal me miró fijamente con aquella
expresión suya tan profunda que aprendí a conocer
tan bien: Grazie, grazie, repitió y fue todo cuanto
dijo. De nuevo sumió la cabeza entre sus manos para
terminar su oración, y yo me alejé. Nunca
olvidaré la impresión que me produjo este primer
encuentro, a la vista de una angustia tan intensa.
Era la primera vez que me ponía en contacto con Su
Eminencia, y presentía haberme hallado en presencia
de un santo."
Pocas horas
después el Cardenal Sarto desistía de su negativa.
El 9 de agosto de 1903 fue solemnemente coronado
Papa con el nombre de Pío X.
La
obra de un papa santo
Es
imposible resumir en estas pocas líneas la
vastísima obra que San Pío X realizó en el Papado
que tan digna y legítimamente ejerció. Pero
resulta ineludible puntualizar, al menos, lo
principal de esa obra.
Desde el Pontificado, San Pío X enfrentó sin
ambigüedades de ninguna especie la herejía
modernista, condenándola expresa y detalladamente
en la Encíclica "Pascendi"
(1907) y en la condenación que fulminó contra
"Le Sillón" (movimiento modernista
francés que presentaba gran pujanza en aquel
momento). Definió al modernismo como
"compendio de todas las herejías" y
alertó especialmente contra el historicismo y el
relativismo que encierra esta herejía, por los
cuales todas las verdades de la Fe son puestas en
constante duda y contradicción, y sujetas a los
caprichos de los cambios humanos. Hoy en día es de
importancia fundamental que todos los católicos
releamos y estudiemos con seriedad estos
importantísimos documentos de San Pío X.
Por el "Motu Proprio", del 1" de
septiembre de 1910, estableció la obligación del Juramento
Antimodernista que
debían hacer los profesores de seminarios y
universidades eclesiásticas, los Superiores de las
asociaciones clericales sin votos y los Cardenales.
Actualmente este juramento ha sido suprimido por
Pablo VI.
En el mismo sentido, San Pío X otorgó grandísima
trascendencia al cuidado de la educación de los
niños por medio de un catecismo adecuado para
ellos. El 15 de abril de 1905 dio, al respecto, la
Encíclica "Acerbo
Nimis", y
ese mismo año ordenó publicar un compendio de la
Doctrina prescripto para la diócesis de Roma y que
luego fue adoptándose en todo el orbe cristiano
conocido como "Catecismo de San Pío X".
Con relación al
sacramento de la Eucaristía, San Pío X puso fin a
una milenaria disputa que existía en cuanto a las
disposiciones necesarias para recibir la comunión.
El problema se había agudizado por la confusión
que como secuela había dejado la herejía
jansenista, con sus aterradoras y sombrías
opiniones acerca de la indignidad humana, haciendo
casi imposible la recepción del sacramento
eucarístico. En el Decreto "Sacra
Tridentina Synodus" (20 de diciembre de
1905) establece que el sacramento de la comunión
"ha de permitirse a todos los fieles de
cualquier clase o condición que sean" sin otra
disposición que el estado de gracia y la recta y
piadosa intención. Y en el Decreto "Quam
Singulari" establece que desde pequeños es
bueno que los niños reciban la Sagrada Comunión
siempre que hayan llegado al uso de razón; y agrega
que el uso de razón indispensable en este asunto
consiste en saber distinguir entre el Pan
Eucarístico y el pan común, a fin que el niño sea
capaz de aquella devoción que puede tenerse a su
edad.
En cuanto a la
música sagrada —otra de sus preocupaciones de
toda la vida—, San Pío X dictó el Motu
Proprio del 22 de noviembre de 1903, que fue
luego declarado "Código Jurídico de la
Música Sacra" por el Decreto "Urbi et
Orbis" del 8 de enero de 1904. San Pío X
dispone la plena restauración del canto llano o
gregoriano, sagrado por excelencia y avalado por una
tradición multisecular en la Iglesia, y la
extirpación de cualquier tipo de música frÍvola,
profana o insubstancial que no corresponda a la
majestad del culto debido a Dios.
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