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Filosofía del fin del mundo: Primera Parte

Por: Juan Sebastián Ohem.

Según Hegel la filosofía, luego de su paso por la Historia, ha muerto, es ya inútil en tanto que ya ha quedado todo explicado, y más aún, lo explicado, es decir, la realidad, en sí misma ha alcanzado ya su finalidad, es decir, el Espíritu ha alcanzado la autoconciencia. No hace falta aclarar que pocos han sido los que se tomaron esta advertencia en serio, y pese a lo que dijera Hegel, que además dijo muchas cosas, la filosofía continuó su marcha. Hegel, sin embargo, tenía parte de razón, luego de él, la filosofía ha muerto, pero la filosofía según él y casi todos los pensadores anteriores, la habían entendido, el fin de la filosofía, ese fin de la Historia, es más el fin del romanticismo, el fin de la metafísica, el fin del platonismo, pero no necesariamente el fin de la filosofía en cuanto tal.

La distinción entre sujeto y objeto, que marca la diferencia más fundamental entre la filosofía de los clásicos y de Descartes en adelante, culminó en las dualidades radicales entre libertad y Naturaleza, entre el individuo y la sociedad, entre Idea y concepto, determinado e indeterminado, etc., esta filosofía de dualidades, de la realidad separada en dos, entre res cognoscens y res extensa, culmina en Hegel, el apogeo de esta era, que irrumpe sobre la realidad y corta de tajo a la res extensa, le es innecesaria, y explica a toda la realidad mediante la res cognoscens, mediante el devenir del Espíritu.

Nietzsche es el siguiente filósofo luego de este “fin de la Historia”, que terminó siendo un fin del capítulo (largo e interesante, pero solo un capítulo más), y se le ha tomado por genio, por profeta y por loco, cuando en realidad era un poco de las tres. Nietzsche se revela contra el platonismo, incluyendo dentro del platonismo al cristianismo (en tanto que el cristianismo, como el platonismo, necesita de multiplicar la realidad, tener dos mundos y no solo éste), siendo así niega a la metafísica, pero se ve forzado a hacer metafísica, pues de alguna manera tiene que explicar la realidad. Nietzsche no recurre a las viejas fórmulas y sostiene que toda la realidad es la Voluntad de Poder, o bien que esta voluntad de poder es el fundamento último, una fuerza ciega y bruta que empuja enloquecidamente, lo dionisiaco. Según Nietzsche el contrario de lo dionisiaco es lo apolíneo, que es artificio del Hombre, nacido en la Grecia de Sócrates, una forma mental, es decir, carente de significado real, la pura forma carente de contenido que encausa a lo dionisiaco, pues lo dionisiaco le revela al Hombre su propia finitud. Es así como Nietzsche es capaz de prever, o profetizar el nihilismo que pronto habría de invadir a Europa y al mundo, dado que el Hombre teme a lo dionisiaco, a esta Voluntad de poder, que es la fuerza vital, impone lo apolíneo, pero cuando sobre la máscara se le recubre con otra, es decir, cuando por sobre la visión apolínea de Sócrates y la filosofía de Platón se impone el cristianismo, que es pura forma apolínea, el Hombre carece de piso, y se precipita a la nada antes de abrazar al caos que es la fuerza vital, lo dionisiaco.

A Nietzsche se le ha dado muy mala fama, sin embargo es un error de percepción, dado que Heidegger, que es fácilmente uno de los mejores filósofos del siglo XX, vio en este personaje, no solo a un de-constructor de la cultura occidental (es decir, la alemana, y padre de la “filosofía de la sospecha” que habría descender a Marx, y llegar al colmo con Freud), sino a un constructor. Heidegger dio una serie de conferencias al respecto, y notó que Nietzsche convierte a la metafísica, o más exactamente, a la ontología, no en ética, como haría Spinoza, ni en lógica, como haría Hegel, sino en estética, pues sostenía que es solo a través del arte donde el individuo puede entrar en contacto con lo dionisiaco; Heidegger habría de decir algo muy similar, que es solo en el lenguaje, y más particularmente en la poesía, donde se revela el Ser.

Heidegger usa también la Voluntad de poder como opuesto a su tesis antropológica, es decir, a que el “dasein” es apertura al mundo, y que la esencia del ser-humano es su apertura al ser. Y si esto suena “demasiado metafísico”, y por ende quizás demasiado platónico, no hay que olvidar que Heidegger pretende usar a Platón al revés, es decir, en vez de que el ser sea trascendental y eterno, hacerlo parte de la historia, contexto y del dasein, no al “Yo” desencarnado de Descartes, sino al Hombre como parte del mundo, precisamente como ser-en-el-mundo.

La idea de colocar a la voluntad de poder como contraria u opuesta a la apertura al ser es esencial para la pregunta sobre la tecnología, (la cual es parte de su pregunta por el ser como veremos más adelante), la cual planteaba Heidegger en los años treinta o cuarenta, advirtiendo ya que sería un elemento esencial de este nuevo siglo. Opone a la voluntad de poder pues ésta subordina seres a sus propios fines, en vez de dejar que ellos “sean lo que son”. En la poesía, que según Heidegger es la esencia del lenguaje mismo, se revelan las cosas en cuanto que son, revela la presencia y ausencia que es el ser en sí mismo, y contra esta revelación que es la poesía, Heidegger coloca a la fuerza de la tecnología. La esencia de la tecnología es la conversión del mundo de cosas en una indiferenciable “reserva de energía” al servicio de un fin cualquiera que el Hombre decida. Esta reserva o “Bestand” como lo escribe en alemán, representa el más extremo nihilismo, dado que el ser de las cosas es completamente subordinado a la voluntad del sujeto humano.

Esta idea, por un lado de la oposición entre la voluntad de poder y la apertura al ser, y por el otro, que es mediante el lenguaje, y más importante aún, en el lenguaje, donde se revela el Ser, será el nuevo punto de arranque de la filosofía contemporánea, tras el fin de la filosofía moderna que es Hegel. Al principio podrán aparecer como dos temas distintos, la voluntad y el ser, y del otro el ser del lenguaje, o en el lenguaje, sin embargo son una y la misma cosa. Para explicar cómo es que esta idea será la directriz de toda nueva filosofía a partir de Heidegger, vale la pena resumir toda la Historia del pensamiento en tres etapas, por un lado los griegos que no concebían una dualidad extrema entre sujeto y objeto, por lo que no era parte esencial de su itinerario filosófico, después la edad moderna en la cual la diferencia entre sujeto y objeto es extrema y causante de la especulación filosófica, misma era que concluye en Hegel, y en la filosofía contemporánea, en virtud de Heidegger, donde se suma un intermediario entre el sujeto y el objeto, el lenguaje. Es decir, no podemos acceder a la realidad última, idea ya prevista por Nietzsche al colocar a esa fuerza ciega y caótica como la razón de ser de toda la realidad, sino que interpretamos la realidad mediante el lenguaje, y es quizás así y ahí donde encontraremos la realidad última, al ser.

Esta es pues la filosofía del fin del mundo, luego de "Hegel-666", hemos llegado a “Tierra nueva y cielos nuevos” como dijese Juan, y el problema es ahora el ser en el lenguaje. En el ensayo sobre palabra y Voluntad había delimitado algunas cuestiones dignas de estudio con respecto a este tema, por un lado la Palabra en su significado religioso, y por otro a la Voluntad como distinta, o quizás incluso opuesta, a la Palabra.

Heidegger, como hemos dicho, habría de decir que son opuestos, sin embargo hay que concederle importancia al contexto de sus elaboraciones, después de todo Heidegger vive en la Alemania nazi, en el horror de la guerra y los frutos de una macabra Voluntad de Poder completamente insaciable, no es por ello de sorprendernos que criticase a la Voluntad de Poder, no viéndola como fundamento último, como haría Nietzsche, sino como una imposición arbitraria que el Hombre da sobre el ser de las cosas.

Segunda parte de la filosofía del fin del mundo.

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