VOLVER

 

Volver el corazón a nuestra niñez

Los niños en el Nuevo Testamento

Francisco Reyes A.

Papá, ¿Cuántas manos tiene Dios?

¡No sé!, Nunca me había preguntado eso, ¿Por qué?

¿Cómo hace para ayudar a tanta gente si solo tiene dos manos?... ¡Ah!, ya sé, deben haber muchos dioses.

Esta y otras preguntas que nos hacen los niños, nunca dejan de sorprendernos. ¿Pero qué hay detrás de ellas? ¿Porqué nos asombramos con sus respuestas?. No es fácil contestar esas preguntas, pero si podemos sospechar que detrás de nuestro asombro se esconden por regla general imágenes carenciales sobre la niñez, delineadas con criterios adulto-céntricos a través del tiempo, y que afectan de muchas formas, la manera como nos relacionamos y tratamos a los niños/ las niñas, tanto en el ámbito familiar como social. Pero por otra parte, con un poco de curiosidad, podemos ver que detrás de estas preguntas hay un mundo llenó de valores y capacidades (el niño competente). En esta tensión entre la imagen carente y la imagen competente de la niñez, con las consecuencias sociales, culturales y legales, se mueven los imaginarios sociales sobre la infancia.

Los imaginarios actuales de la infancia son el resultado de una construcción histórica- cultural que define las relaciones adultos/ niños en términos de superioridad/ inferioridad y competencia/ carencia, en interacción con otras dimensiones sociales como clase social, género, etnicidad, ubicación geográfica, etc. Esto define lo que podemos llamar un paradigma adulto- céntrico, el cual esta siendo redefinido en al actual contexto de globalización.

Fruto de este paradigma son las imágenes carenciales o negativas que tenemos de los niños, como: el sector más débil, vulnerable y desamparado de la sociedad, víctimas inocentes, seres "movidos" únicamente por pulsiones, inmaduros, deficitarios, sin uso de razón, sin fe o por lo menos que necesitan ser iniciados en la fe, sin capacidad de ejercer sus derechos y deberes al margen de los adultos, ingenuos, que no saben distinguir entre el bien y el mal. En general son tratados más como objetos que como sujetos, más como futuro que como presente. El lenguaje que se usa para hablar de los niños corresponde a esta imagen: pequeños, menores de edad, infantes. Algunas de estas imágenes corresponden a la condición social real a la que han sido reducidos los niños y, por tanto, muestran una cara de la verdad sobre los niños. Pero otras ciertamente no son más que el resultado de una manipulación ideológica que deforma la imagen real de los niños. Lo cierto es que las unas como las otras, no nos permiten ver la otra cara de la verdad sobre los niños: sus valores, sus capacidades, su protagonismo, etc.

Particularmente en el campo bíblico y teológico que nos atañe más en este artículo, hay como consecuencia, de esta imagen, una ausencia casi total del tema de la niñez en las actuales investigaciones. Si leemos algunos artículos que toman el tema de los niños podemos observar que predomina una visión carente. Se habla, por ejemplo, de que el N.T. no ha desarrollado una teología del niño, y que sólo de habla de ellos de pasada, no de una manera temática. Cuando se tienen en cuenta, que son pocas veces, el énfasis se pone en el sentido metafórico ya sea para referirse a los discípulos o a los pequeños. En el segundo caso, se insiste en la inferioridad social, negando su sentido originario. Cuando se toma en cuenta la imagen originaria del niño, esta se limita a las disposiciones interiores, las que a la vez, se reducen a la inocencia y a su calidad moral. La imagen del niño como una persona carente y marginada socialmente, sigue predominando en el imaginario simbólico de los especialistas. Las traducciones y los comentarios reflejan bien esta imagen de los niños. En otras palabras, a la expresión niño no se le da la importancia que tiene en sí misma, en su significación originaria, real y concreta, tanto en el sentido social, espiritual, ético como teológico.

En contra de las imágenes carentes de la infancia, fruto de un paradigma adulto- céntrico, comienza a delinearse desde diferentes ámbitos y puntos de vista, una imagen diferente de la infancia que sirven como fundamento para la construcción de un nuevo paradigma. Se habla entonces del niño como persona, competente, sujeto, protagonista, o como sujeto social. Creemos que esta imagen de la niñez, más positiva, es la clave y la condición necesaria para poder comprender los textos bíblicos de una manera diferente, que nos ayude a visualizar a los niños, que nos ayude a descubrir aquellos sentidos latentes que una lectura adulto- céntrica oculta. Las implicaciones, por tanto, hermenéuticas, pedagógicas, sociales y políticas de este nuevo imaginario sobre la infancia pueden ser muy grandes, pero al mismo tiempo, difíciles de predecir.

Teniendo como horizonte esta tensión, queremos entrar en la comprensión que los textos del N.T. nos presentan de la niñez. Primero, a partir de las expresiones griegas que conservan un significado primario que tienen que ver con los niños, teniendo como trasfondo el contexto social –patriarcal del I siglo d.C. Y segundo, profundizar en algunas de las imágenes bíblicas sobre la niñez, como un aporte propio y válido a la hora de ayudar a recrear nuevas imágenes de la infancia que sean el fundamento de nuevos paradigmas.

1. El significado social de la infancia en el contexto de una sociedad patriarcal

En el N.T. hay varias expresiones griegas que tienen un significado básico relacionado con niños / niñas. Nos interesa analizar dichas expresiones, para profundizar en su significado social y teológico.

Népios: En griego es la expresión utilizada para designar la condición carente de los niños desde el punto de vista legal como cultural, como: desamparados, menores de edad, , ignorantes (Rm 2,20), ingenuos, inmaduros, incapaces de pensar o de juzgar por si mismos (1 Cor 3,1-3), vacilantes e inseguros (Ef 4,14), sin experiencia (Hb 5,12-13), y sin ley. Son protegidos por tutores y administradores hasta alcanzar una "mayoría de edad" o hasta que el padre lo determine (Gl 4,2). Condición que comparten con los esclavos (Gl 4,1-3). La misma partícula ne en griego tiene el sentido de negación. Entonces, el népios es aquel que no es varón (aner) adulto (1 Cor 13,11), ni sabio ni entendido (Mt 11,25). El criterio usado para definir a los niños como carentes es un valor propio de los adultos: la capacidad de razonar.

Pais: Niño mayor de siete años. Por eso mucho veces se puede traducir por muchacho (Mt 17,18), aunque no es una traducción totalmente justa. Pues a diferencia de joven (veanikos), el cual es considerado ya un adulto (liberado de la tutela de sus padres) y, por tanto, sujeto de derecho (Mt 19,20; Hch 7,28), país sigue refiriéndose a un niño, tanto en su condición social como legal. Es decir, el pais sigue entando todavía bajo el cuidado de los padres o de los tutores. La misma raíz griega pau tiene el significado de poco o pequeño. Puede también expresar el significado de hijo (Hch 3,13.26; 4,27.30) o de esclavo (Mt 8,6.13). A diferencia de doulos (esclavo) pais puede señalar más la edad: un esclavo aún niño. De esta misma raíz derivan verbos como jugar, castigar (1 Cor 11,32), instruir (2 Tm 2,25; 3,16), aprender (1 Tm 1,20), o palabras como corrección o disciplina (Ef 6,4; Hb 12,1ss), que reflejan una visión carente y pasiva de los niños en los procesos de aprendizaje.

Paidion: Diminutivo de pais. En griego este sustantivo, es neutro y puede entonces referirse tanto a los niños como a las niñas (Mc 7,24-30), desde recién nacidos (Lc 1,59; Jn 16,21) hasta cumplir los siete años (Mt 2,16). De los textos bíblicos podemos deducir que los niños y las niñas, junto con las mujeres, no son tenidos en cuenta (Mt 14,21; 15,38), lo que nos indica que están excluidos naturalmente de la vida pública y social. Los niños y las niñas son tratados/ tratadas como insignificantes (Mt 25,40.45), rechazados/ das (Mt 18,5), menospreciadas/ dos (Mt 18,10), no tienen palabra (Mt 21,16), incluso dentro de la economía esclavista, pueden ser vendidos/ das (Mt 18,25). También Paidion puede tener un sentido metafórico para referirse a Israel en su relación con su Dios. Israel es como un niño frente a Dios (Lc 1,54). Igual ocurre en las relaciones de Jesús con sus discípulos (Jn 21, 25).

Bréfos: El niño en el vientre o el recién nacido (bebé). Utilizada especialmente por Lucas en los relatos de la infancia (Lc 1,41; 2,12; 18,15).

Teknon: Viene del verbo tíkto, engendrar. De ahí que normalmente se traduzca por hijos o por descendencia (Lc 20,31). Pero por ser también un sustantivo neutro, puede incluir tanto a los hijos como a las hijas. Resalta la idea de que el hijo es aún un niño (el hijo pequeño) y que aún mantiene una relación de dependencia con los padres. Es el niño en cuanto hijo (comparar Lc 2,43 y 2,48; Mt 2,16 y 2,18). Hay que resaltar entonces que bajo esta expresión se encuentran esencialmente los niños o las niñas. Pero a diferencia de las anteriores expresiones, ésta manifiesta una carga de significación más positiva. En los evangelios generalmente se utiliza teknon para hablar de la relación íntima y reciproca de confianza y de afecto entre hijos y padres (Lc 15,31). Podemos hablar entonces de una relación pedagógica recíproca basada en la ternura (1 Tes 2,7). Este tipo de relaciones sirven para caracterizar metafóricamente las relaciones de Jesús con sus discípulos (Mc 10,17; Jn 13,33) y con los enfermos (Mt 9,2), de Dios con su pueblo (Jn 1,12; Rm 8,21), o las que establece el escritor bíblico con su comunidad (1 Jn 2,1.11; Gl 4,19).

No siempre las relaciones entre hijos y padres están marcadas por la afectividad. También se dan relaciones pedagógicas más autoritarias y verticales, donde predomina la dependencia e inferioridad del hijo De acuerdo a los códigos domésticos propios de la época, al padre le corresponde educar a los hijos con disciplina, mientras los hijos corresponden obedeciendo y honrando a los padres (Ef 6,1-4; Col 3,20-21; 1 Tm 3,4).

Para comprender a fondo el significado de teknon es importante contrastarla con uios que se traduce normalmente por hijo. A diferencia de teknon, uios se refiere a hijo en un sentido más amplio y a la vez más específico. Amplio en el sentido que incluye también a los hijos que ya no están bajo la tutela de los padres (Jn 9,20-21; Lc 15,11ss) y, por tanto, su condición es la propia de un adulto libre (Jn 8,35; Gl 4,7). Dejar de ser teknon para llegar a ser un uios es cambiar de condición social radicalmente, es dejar de ser niño con todas las implicaciones culturales y jurídicas que esto tiene. En su sentido específico uios se refiere a los hijos varones. Para hija se emplea la expresión thigater, y puede referirse tanto a una niña (Mt 9,22-24) como a una mujer adulta (Lc 13,16) .

De este análisis de las expresiones griegas podemos inferir o concluir algunas cuestiones sobre la condición y la situación social de los niños en la época en que se escribió el N.T.:

En las culturas de origen semita se llamaba y se considera niño, tanto desde el punto de vista legal como cultural, a una persona que no había cumplido los 12 años, aunque diferencia entre un niño recién nacido (bréfos), un niño pequeño (paidion) y un niño grande (pais). Jesús mismo es considerado a los 12 años como un niño (Lc 2,43, Ver Mc 5,42). En estos casos lo más justo es traducir el texto por niño/ niña. Una vez pasada esta etapa, especialmente el niño varón, entraba al mundo de los adultos, primero como joven (neanikós) y después como hombre adulto (aner). Estas dos "etapas" básicas en la cultura semita estaban determinadas por diferencias legales, simbólicas y religiosas.

Si sumamos todos los pasajes donde aparecen las anteriores expresiones, tenemos que reconocer la presencia significativa que tienen los niños en el N.T. Lo paradójico es que eso normalmente pasa desapercibido, ya sea en las traducciones, en las reflexiones comunitarias o en la exégesis de los textos. El resultado es la invisibilización de los niños y las niñas.

El sentido metafórico que tienen la mayoría de estas expresiones no niega el sentido original de las mismas como pretenden establecer algunos comentaristas y traductores. Creemos, al contrario, que los autores bíblicos, de acuerdo a su propia cultura, se sirven de su significado básico para expresar otras realidades, ya sean sociales o teológicas. Una reflexión sobre estas expresiones tiene que tener en cuenta su sentido original, no lo puede despreciar, bajo el riesgo de traicionar los sentidos metafóricos que esta adquiere. Es imposible entender el sentido de expresiones como pequeños o hijos, sino tenemos en cuenta la realidad de la niñez.

No es fácil comprender el sentido y la importancia de estas expresiones, sino tenemos en cuenta como referencia el contexto social de tipo patriarcal. En este sentido, podemos decir que las sociedades patriarcales se estructuran social y simbólicamente a partir de las relaciones del padre con los hijos y las hijas o de los adultos con los niños/ las niñas, en términos de superioridad e inferioridad. Los niños con relación a los adultos son considerados como inferiores y pequeños.

Las mismas expresiones griegas para referirse a la niñez, como hemos visto, tienen en sí mismas un sentido negativo, que la define como "lo que no es...todavía". Por eso, "Tanto para los judíos como para los griegos y romanos, la infancia era únicamente el peldaño previo hacia la edad adulta y nadie había tenido en cuenta hasta entonces el valor propio de su peculiaridad y diferente conciencia infantil". Los rabinos se interesaban en los niños porque veían en ellos el futuro del pueblo, sus futuros alumnos y futuros sujetos de la ley.

En pocas palabras, desde el punto de vista social como jurídico, los niños eran considerados y tratados como personas "carentes" e inferiores. Sin embargo, la realidad no siempre corresponde con esta intencionalidad. Es posible entonces, ver a los niños también como personas con un valor propio, con valores, capacidades, competencias y con un protagonismo muy singular, que no se mide con los criterios propios del mundo adulto. La peculiaridad de Jesús y de sus seguidores fue la de percibir esta realidad positiva y competente de los niños, que sirvió de ejemplo para hablar del reino de Dios y del mesianismo de Jesús.

Un texto interesante, pero que pasa normalmente desapercibido, que nos ayuda a ver el protagonismo de los niños es el de Mt 21,12-17. Al final de texto nos muestran a los niños/ las niñas (pais) gritando en el templo: ¡hosana, al hijo de David!. En estos gritos los niños están reconociendo en las acciones de Jesús (expulsar a los mercaderes del templo y curar a los enfermos) la misericordia de Dios y, por tanto, el carácter mesiánico y profético de Jesús. Ellos hacen su propia lectura teológica de los acontecimientos y de la escritura, a diferencia de los escribas y fariseos incapacitados para reconocer el carácter salvador de las acciones de Jesús. Jesús confirma y justifica la acción de los niños, ante el enojo de escribas y sumos sacerdotes, citando el Salmo 8: "¿Nunca leyeron: De la boca de los niños y de los que aún maman, fundaste la fortaleza?" (Mt 21,17).

El protagonismo de los niños no se limita a este momento y lugar. Están presentes desde el inicio de la misión de Jesús. La tarea de la exégesis bíblica es precisamente la de destacar esa presencia y protagonismo de los niños, que por regla general se esconde en medio del protagonismo de la gente marginada que sigue a Jesús. Esto explica la presencia de muchos de ellos/ ellas en los momentos importantes en la vida "pública" de Jesús (Mt 14,21).

El protagonismo de los niños y las niñas, y el papel que ellos/ ellas tuvieron en el origen del cristianismo, nos lleva a sospechar de la posible existencia de una tradición que se remonta al A.T., en la que los niños juegan un papel importante, con relación a las culturas vecinas, y en las que es posible encontrar una imagen positiva. Huellas de esta tradición las encontramos en el rechazo que hace Abraham al "sacrificio" los niños (Gn 22,1-14), en el protagonismo de los niños en la tradición profética de Elías y Eliseo, y en tradición mesiánica de Isaías. Jesús, en continuidad con esta tradición y al contrario de su cultura, revela una imagen positiva de los niños y las niñas. Ellos/ ellas son importantes. Por eso, en la propuesta del Reino de Dios, los niños juegan un papel central (Mt 18,1ss). Esta imagen fundamental se traduce en la práctica de Jesús y de las primeras comunidades cristianas, y refleja a la vez una nueva manera de comprender la infancia.

2. Los imaginarios simbólicos sobre la infancia en la cultura semita

Una vez vistas las diferentes expresiones griegas que tienen que ver con los niños, y que dejan entrever una imagen culturalmente dominante y carente, y de destacar aquellas fisuras dentro de esta visión dominante, que nos permiten ver el protagonismo de los niños y otras maneras (tradiciones) de imaginar a la niños, queremos ahora reflexionar sobre algunos de los elementos propios del imaginario simbólico sobre la infancia presentes en la Biblia.

  1. Los niños como "puros" de corazón. Mt 5,8.

El tema de los niños en el evangelio de Mateo hay que leerlo definitivamente a la luz de las bienaventuranzas: Esta es la única manera de destacarlo como un eje de sentido teológico y espiritual que atraviesa todo el evangelio. Viéndolo así, podemos decir que el evangelio de Mateo comprende, en línea de la tradición sapiencial, a los niños como "puros o limpios de corazón".

No hay una frase en la Biblia que explícitamente afirme que los niños/ las niñas son "puros de corazón". A esta conclusión llegamos al relacionar e interpretar los pasajes bíblicos a partir de otros. Hay una construcción literaria muy semejante entre Mt 5,3; 5,8 y Mt 19,14: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos"; "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios", "Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque de los tales es el reino de los cielos». Por pura intertextualidad y sentido común, podemos comprender el significado de "pobres en espíritu" como aquellos que tienen el corazón limpio. La expresión "de ellos es el Reino de Dios" de Mt 5,3 la encontramos también Mt 19,14. Podemos en tal caso, llegar a la conclusión que para Mateo los pobres en espíritu, los que tienen el corazón limpio, son aquellos que hacen como niños, pues de ellos es el Reino de Dios. A esta conclusión también llegamos al comparar el texto de Mc 10,13-16 con el salmo 24,3-5. O al leer textos como el salmo 73, Jeremías 7,3-7; Hch 5,32-5,11.

La imagen de los niños es entonces, la que mejor sirve para mostrarnos quienes son los pobres en espíritu. Lo común de los niños con los pobres en espíritu es el corazón limpio (Mt 5,8). En el conjunto de las bienaventuranzas, el de corazón limpio es aquel que está libre de malicia, de violencia (la mansedumbre) y libres de deseos de grandeza (la humildad).

Mansedumbre (prautes) tiene la significación básica de no-violencia. Esto significa estar libres (limpios) de malicia, de deseos de venganza y de violencia . Positivamente se puede traducir por apacibilidad, bondad o amabilidad. Humildad (tapeinos) significa estar Libre de toda clase de soberbia y ambición, ya sea como consecuencia de los deseos de poder, de riqueza o de prestigio social. En la infancia es donde estos valores se viven con mayor transparencia y naturalidad. Los niños /las niñas son, por naturaleza, apacibles, libres de malicia, de deseos de venganza y de violencia. Son libres de toda clase de soberbia y ambición.

Positivamente, los de corazón limpio son aquellos que también tienen hambre y sed de justicia (Ver la relación con Is 11.1ss; Jr 7,3-7), los misericordiosos y los hacedores de paz. Sólo los que tienen un corazón limpio pueden ser movido a la compasión (sentimiento profundo de solidaridad con los que sufren). De un corazón limpio sólo pueden brotar pensamientos, sentimientos y deseos buenos. Sólo aquellos que tiene un corazón limpio pueden reconocer/ acoger la revelación / manifestación de Dios; así como comprender mejor la plenitud y el sentido del mesianismo de Jesús. (Mt 11,25-ss; 21,25b-26).

b. Volverse y hacerse como niños; una vuelta a los orígenes.

"De cierto les digo, que si no se vuelven y se hacen como los niños pequeños, de ninguna manera entrarán en el reino de los cielos". (Mt 18,3)

"Si no se vuelven". Volverse tiene el sentido de conversión. Esto supone ver (con el corazón lo que está oculto) o comprender. Volverse supone entonces ver o reconocer a alguien, o reconocer en alguien algún valor que lo lleve a cambiar radicalmente y a actuar de una manera diferente, por ejemplo: el amor, la fe, el sufrimiento (Mt 9,22; Lc 7,44; 23,28). Si no hay este reconocimiento no es posible volverse. Volverse supone entonces, en este contexto, reconocer a los niños como personas con todos sus valores (su corazón limpio) necesarios e indispensables para poder entrar en el Reino de Dios.

Volverse también tiene el sentido de dirigirse a los orígenes. Nacer de nuevo tiene un significado semejante: "De cierto, de cierto le digo, que si no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios"(Jn 3,3.5). En los dos casos se hace referencia a los orígenes, al momento del nacimiento. Gráficamente podemos comprenderlo como un cambio radical de dirección. El ideal no está adelante o al final, sino atrás, en los orígenes. La identidad, el ideal, la plenitud siempre se lanza hacia los orígenes. La plenitud del ser humano está por tanto en la niñez, en sus orígenes. La plenitud de la vida está en el nacimiento, por eso hay que volver a ella para recuperar el sentido de una vida plena o eterna. Sólo así se puede comprender el hecho de que Jesús haya colocado a los niños como modelos del reino.

"Y se hacen como los niños pequeños". El verbo en gr. ginomai puede significar llegar a ser. Lo que esta implicado por consiguiente es todo el ser de la persona. La conjunción comparativa "como" nos ofrece un elemento más en la comprensión del pasaje bíblico: llegar a ser como los niños y, no tanto, hacerse niños. "Llegar a ser como" implica asumir aquello que tienen de valor los niños/ las niñas. No se trata únicamente de reconocer a los niños y a las niñas como personas y como modelos de seguimiento y espiritualidad, es necesario "llegar a ser como ellos y ellas". En Hb 6,12 ginomai aparece asociado a mimetai (imitar). En este sentido, llegar a ser como los niños pequeñitos, implica imitarlos como modelos de apacibilidad y humildad (verdadera grandeza).

3. La imagen del niño como un dato teológico

Las metáforas más comunes para hablar de Dios son en su mayoría adultas y masculinas (p.e. la imagen de Dios padre). Sin embargo, las metáforas infantiles también están presentes en el Nuevo Testamento para hablarnos de Dios. Una de las cosas más novedosas del N.T: Dios que se hace niño. El imperativo evangélico hace "volvernos y hacernos como niños pequeños" se fundamenta así en un acontecimiento original o fundante para la comunidad cristiana: Dios que se hace carne en un niño recién nacido.

Para Lucas, la señal (semeion) que identifica la plenitud del mesianismo de Jesús es paradójicamente un bebé envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc 2,12). La señal incluye tres símbolos o imágenes: el bebé, los pañales y el pesebre. El pesebre ha servido de símbolo para mostrar la pobreza que acompañó a Jesús desde su nacimiento y la opción de Dios por los pobres. Es el Mesías pobre. Los pañales simbolizan su plena humanidad. La teología bíblica ha colocado el énfasis en estos dos símbolos o imágenes, como dos de las características fundamentales y esenciales que definen el mesianismo de Jesús. Sin embargo, la imagen del niño ha pasado desapercibida. La señal del niño recién nacido aparece tres veces en este mismo relato (Lc 2,7.12.16), lo que indica el interés del evangelista por resaltarla como algo realmente indispensable para comprender el mesianismo de Jesús. Esta imagen va a ser resaltada aún más, cuando más adelante Simeón y Ana reconocen precisamente en este niño, que apenas tiene ocho días de nacido (v. 21), al Mesías (v. 26), la salvación de Dios para todos los pueblos (v. 28-32), incluso para aquellos que esperaban la liberación de Jerusalén (v. 38). De esta manera la imagen / señal del recién nacido expresa la plenitud del mesianismo de Jesús.

Una lectura detallada del relato en el evangelio de Mateo (Mt 1,91-2,21) nos muestra que la figura central es el niño. La palabra que más repite es niñito, lo que ya indica la centralidad de esta palabra para comprender el relato. Pero la importancia de la imagen del niño va más allá. Podemos decir que los diversos personajes que aparecen en el relato todos, incluso Dios, giran alrededor de la figura del niño. Son los personajes los que están determinados por el niño y no al contrario. Incluso, sus comportamientos y reacciones, son provocadas por su nacimiento. Lo que opone a los magos y a Herodes es su actitud frente al niño Mesías. Mientras los magos reconocen sin reparo alguno al Mesías en el niño que se encuentra junto a su madre, Herodes lo rechaza abiertamente como Mesías, al considerarlo como un peligro para su poder. También se contrapone la imagen de José a la de María. José termina aceptado al niño como el Mesías, luego de un proceso donde las dudas, motivadas por la necesidad de cumplir la ley, caracterizan la relación con él. María, en su silencio, lo acoge sin reparos, por algo Mateo la coloca al lado del niño (Mt 2,12).

En el hecho de acoger o rechazar el niño Mesías, se pone en juego todo el drama del relato y, a la vez, la fidelidad al anuncio del evangelio. Aquí es donde se hace claro el imperativo de Jesús: "Cualquiera que acoja en mi nombre a un niño pequeñito como este, a mí me acoge" (Mt 18,5). "También Jesús y su comunidad rehacen el ejercicio hermenéutico propuesto por Isaías: tener los niños como lugar privilegiado para evaluar la vida", como lugar donde se decide definitivamente la acogida o el rechazo de Jesús el Mesías. La imagen del niño, de cualquiera, sigue siendo fundamental para definir el mesianismo de Jesús. Por eso, acoger a un niño es reconocer y acoger los valores fundamentales del reino, valores que Jesús vivió a plenitud. Jesús es el modelo también de aquel que sabe acoger a los niños: "Y abrazando a los niños, puso sus manos sobre ellos y los bendecía" (Mc 10,16).

Lo anterior queda más evidente al constatar que los textos utilizados por Mateo en su relato (las llamadas citas de cumplimiento) todos hablan del niño o del hijo pequeño (Is 7,14; Miq 5,1-13; Os 11,1; Jr 31,15 y la cita de Mt 2,23). Nos encontramos ante una selección de textos perfecta, capaz de hacer comprender fielmente a la comunidad de Mateo el misterio de Jesús niño. Mateo elige estas citas sencillamente porque todas ellas giran alrededor del núcleo central del relato: el niño.

Después de una lectura detallada de los relatos de la infancia de Jesús nos queda la impresión de que todo esto colocado cuidadosamente con el interés de mostrar que en el centro de los relatos se encuentra la figura del niño recién nacido. La exigencia de Jesús de "volvernos y hacernos como los niños", como condición para entrar en el reino de los cielos, y como expresión que nos lanza a los orígenes como la plenitud del ser humano, tiene su fundamento teológico en los relatos de la infancia.

Por otra parte, para Jesús Dios se revela esencialmente a los que son como niños: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los que son como niños" (Mt 11,25), por que son ellos los que tienen un corazón limpio (Mt 5,8) y, por consiguiente, pueden percibir la acción de Dios en lo que Jesús hace y dice (Mt 21,15). Cuando los discípulos entran en discusión sobre cual de ellos era el más grande (lógica masculina basada en el paradigma superior – inferior), Jesús toma un niño pequeño, lo coloca junto a él, y les dice que cualquiera que recibe a un niño, lo está recibiendo a él y al que lo envió. La razón: "el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande" (Lc 9,47-48). Jesús cambia la lógica, para él los niños están en el centro (lugar importantísimo que en las congregaciones estaba reservada a la torá), son ellos y ellas realmente importantes y, por tanto, hablando teológicamente, imagen/ sacramento de Jesús y de Dios.

Sólo aquellos que se hacen como niños pueden conocer al padre (Mt 11, 27). En otras palabras, hay que hacerse como niños para comprender el significado de Dios como un padre bondadoso. Esto coincide con la expresión abba, propia de los niños pequeños (Mc 14,36; Rm 8,15). Por eso puede afirmar Pablo: "... han recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!». Podemos deducir entonces que Dios Padre es una expresión propia de los niños y de los que son como ellos, y revela una relación amorosa, cariñosa e íntima con los más pequeños de la sociedad. El Dios padre es el Dios de los pobres, y al mismo tiempo el Dios que se hizo niño.

Concluyendo. Podemos afirmar que la práctica y las enseñanzas de Jesús, y de las primeras comunidades cristianas, dejan ver una nueva espiritualidad en la que los niños y las niñas juegan un papel central y esencial, en el contexto de una sociedad patriarcal. Hay, por tanto, una nueva manera de comprender la infancia (tanto del punto de vista antropológico, social como teológico) y una nueva manera de relacionarse con los niños y las niñas. El N.T. nos proporciona entonces una rica y fresca imagen de la niñez que nos puede ayudar a construir un nuevo imaginario sobre la infancia que haga justicia a la realidad de los niños y las niñas, a sus valores, a sus capacidades y a su protagonismo. Imagen que se debe traducir en la práctica, en una actitud diferente de la sociedad y de las personas frente a los niños y a las niñas.

Cuando reconozcamos a los niños como sujetos y personas, como co-protagonistas de su propia historia personal y social. Cuando las leyes y las instituciones protejan realmente a la niñez, faciliten su desarrollo integral como personas con plenos derechos, y ayuden a mejorar sus condiciones de vida. Cuando los niños y las niñas se conviertan en el centro y corazón de nuestras culturas, de las instituciones, de nuestras preocupaciones pastores y sociales, de las políticas económicas y sociales de los gobiernos, de las estructuras sociales y eclesiales. Cuando se erradique la violencia y el maltrato infantil. Cuando estemos dispuestos a recuperar el niño o la niña que todos llevamos dentro, a hacernos como niños. Cuando estemos dispuestos a aprender de ellos, podremos afirmar que el reino de Dios anunciado por Jesús comienza a ser una realidad.

VOLVER AL INICIO

VOLVER A LA PÁGINA ANTERIOR

Hosted by www.Geocities.ws

1