Tomado de https://medium.com/revista-alma-mater/homeopat%C3%ADa-b7a7e5ab80ab

 

Homeopatía

Toda persona puede acudir a lo que estime para mejorar su salud; pero las instituciones oficiales sólo deberían invertir en lo basado en métodos científicos

 

Redacción Alma Mater

Apr 10 · 7 min read

 

 

Foto: Rationalis

Por Jorge Sariol

«La diligencia en escuchar es el más breve camino hacia la ciencia».

Juan Luis Vives

(1492–1540)

Humanista y filósofo español

 

En medio de las incertidumbres que ha provocado la pandemia, la polémica sobre la promoción de medicamentos como PrevengHo-vir puso una vez más a la homeopatía en la mirilla.

Hace un año, páginas de calibre como www.sld.cu, portal de la Red de Salud de Cuba, lo recomendaba como preparado homeopático contra la influenza, enfermedades gripales, el dengue e infecciones virales emergentes, aunque no se recomendaba como sustituto de otras medidas para enfrentar la COVID-19.

El prestigioso Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed), lo registraba — ¡advirtiendo! — su carácter homeopático, en forma de tintura, a partir de las Reglas de preparación Hahnemannianas.

Parte de la comunidad científica se puso en guardia y acudió a los argumentos ya asentados, que descalificaban a la homeopatía y de paso a los homeópatas, a la magnetoterapia, la medicina natural y tradicional, la ozonoterapia, la terapia floral, cromoterapia, la energía piramidal y «a todo el retablo de pseudoterapias».

Desde páginas como Rationalis se fustiga con fervor estás prácticas, desde la lógica irrefutable del método científico. El PrevengHo-vir continúa recibiendo descarga cerrada en la sección La Esquina vernácula y bajo el fuego graneado también caen también otros ámbitos y protagonistas.

 

Homeopatía, homeópatas y otras hierbas

Se dice que la homeopatía fue ideada por el médico alemán Christian Friedrich Samuel Hahnemann en los albores del siglo XIX y desde entonces va sustentada sobre dos principios: la similitud e infinitesimalidad. El primero aduce que lo similar cura lo similar: sustancias que provocan síntomas similares a los que pretenden curar. El segundo principio, el de la infinitesimalidad, establece que, cuanto más diluida se encuentre la tintura madre, más eficaz será el remedio obtenido a partir de ella.

Sobre ambos, sobre sus conexiones y falsas perspectivas se aboca Rationalis. En el desmontaje se desarticulan los postulados homeopáticos como ajenos al desarrollo de la física, la química, la biología y las ciencias médicas de los últimos doscientos años.

Pero la homeopatía subsiste y, lejos de morir, parece sumar adeptos que la elevan a categoría superior.

En tales circunstancias pareciera que la seudociencia se alimenta de una falta de cultura en la percepción de la ciencia y la tecnología.

Esto es algo muy complejo en una sociedad como la nuestra, con un muy fuerte componente religioso, mitad animista de origen africano, mitad llena de fe en religiones de origen cristiano, tan en boga en los últimos años.

Tal vez sea que, desde la confrontación, poco y lento será el avance, en el fomento y desarrollo de una conciencia «sobre los problemas que afectan a la comunidad», así como la participación activa de los ciudadanos en la solución acertada de los problemas sociales.

 

Los contextos y las presunciones

En busca de opiniones, Alma Mater acude — vía virtual — al Doctor en Ciencias Físicas, Arnaldo González Arias, Profesor auxiliar de Física Aplicada, de la Facultad de Física de la Universidad de La Habana. El Dr. González Arias es uno de los sustentadores de Rationalis y el más tenaz discrepante de la seudociencia y de la homeopatía.

En el ámbito curricular de los estudios superiores de la universidad cubana ¿hay suficientes enfoques que desestimen la homeopatía?

«Hasta donde conozco, no hay estrategia alguna en el país para combatir, ni siquiera denunciar, la falsa ciencia. Los sistemas educativos de muchos países no establecen una distinción clara entre ciencia y seudociencia en ninguno de sus niveles educativos; mucho menos esta distinción es un tema recurrente en la docencia, como debiera serlo. De aquí que un gran número de personas adopten y/o promuevan prácticas seudocientíficas simplemente por su total desconocimiento sobre el tema».

Pareciera que entre ciencia y seudociencia los límites son a veces muy difusos.

«Seudociencia significa falsa ciencia, y no alguna otra cosa, tales como “igual”, “similares”, o “futuro”. Tampoco existe algo parecido a la ciencia local o regional; la ciencia siempre ha sido universal, y más en la actualidad, gracias a los medios de comunicación de masas contemporáneas e internet. Para saber qué es la seudociencia, primero es necesario tener una noción clara sobre qué es la ciencia.

«La cuestión no es algo trivial; no existe un consenso universal sobre la definición formal de ciencia. De hecho, la cuestión es parte del llamado “problema de la demarcación” en la filosofía, que consiste en establecer claras fronteras entre qué es conocimiento científico y qué no lo es, entre la ciencia y la metafísica, entre la ciencia y la seudociencia, y entre la ciencia y la religión.

«La ciencia analiza resultados favorables y desfavorables. Duda de sus propios logros. Es escéptica y racional. La crítica es su forma normal de progresar. Describe y analiza objetos y procesos por medio de magnitudes y conceptos bien definidos (químicos, físicos, biológicos); referencia siempre revistas científicas arbitradas y reconocidas, y muestra resultados numéricos o estadísticos y reproducibles.

«La ciencia trabaja para encontrar teorías que explican los hechos, basadas en los experimentos y el conocimiento científico anterior. Es ajeno a los criterios políticos o la opinión de “personalidades”. Los conceptos cambian y mejoran, para adaptarse a los nuevos avances en su campo y en otros relacionados. Es multidisciplinaria y colectiva.

«En terapias y fármacos siempre se tiene en cuenta el efecto placebo.

«La seudociencia en cambio, se satisface a sí misma con ejemplos anecdóticos aislados. Si hay experimentos, están sesgados o no son concluyentes; no hay reproducibilidad. No propone teorías. Si lo hace, no se basan en conocimientos previos, sino que se extraen de la nada».

¿Es posible fomentar una cultura de percepción de la ciencia, desde la docencia?

«No basta con enseñar las cosas correctas, también es necesario enseñar las incorrectas cuando la evidencia científica ha demostrado su falsedad. Las prácticas seudocientíficas han causado, están causando y causarán mucho daño en el futuro, si no se critican a todos los niveles. La experiencia dice que siempre habrá gente confundida. Hace más de 2500 años Cleóbulo de Lindos, uno de los 7 sabios de la Antigua Grecia (600 a.n.e.) nos dejó la siguiente afirmación, que se mantiene en la actualidad: “No hay nada tan común en el mundo como la ignorancia y los charlatanes”. Sin embargo, podemos reducir notablemente las cifras negativas advirtiendo oportunamente a los estudiantes.

 

 

«Por lo tanto, los programas educativos en todos los niveles deberían al menos incluir el método científico y la crítica de las seudociencias más populares. Los problemas relacionados con las seudociencias son lo suficiente importantes como para no dejar el tema desatendido. Estos van desde el daño directo a las personas hasta la pérdida de tiempo, esfuerzos y valiosos recursos económicos».

 

Las bases, los basamentos y las dudas razonables

Hace algunos años las Sociedades Cubanas de Matemática y Computación, de Física y de Química emitían una Declaración acerca de la Necesidad de Promover el Método Científico, en la que sostenían que «aunque toda persona puede utilizar los medios que estime convenientes para mejorar su salud y bienestar, las instituciones oficiales sólo deberían patrocinar, financiar, invertir recursos del estado o respaldar de cualquier forma la reproducción a escala social de conocimientos, conductas y hábitos, si y sólo si, se hace evidente que están basados en el método científico».

En las acciones contra la pandemia, otro medicamento entraba recientemente en escena, — según notas aparecidas en Cubadebate y también en el diario Granma — , bajo el nombre de Nasalferón — una formulación de IFN-alfa-2b-humano recombinante para administración nasal con propiedades inmunomoduladora y antiviral, que a su paso por el torrente sanguíneo — a los 30–45 minutos de la administración nasal — mostraba certezas de respuesta antiviral e inmunitaria innata «a nivel de la mucosa orofaríngea y en linfocitos de sangre periférica».

El Nasalferón fue creado por Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), está validado por el CEDMED, e indica que debe administrarse bajo prescripción médica.

El Nasalferón se sustenta sobre resultados de métodos científicos; no está relacionado de ningún modo con la homeopatía o prácticas de la medicina holística o alternativa. Sin embargo, produjo suspicacia en algunos que intentaron cargar la mano para desestimar el nuevo medicamento.

La duda razonable pudiera sacar cuentas, pero siempre deberá hacerlo desde la argumentación responsable; la malsana va siempre detrás, más lejos, más superficial y más siniestra. Y esa precisa, también, de comunicación desde el método científico.