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Exploradores, extraviados, aventureros, religiosos y colonos. 

 

Alvar Núñez Cabeza de Vaca.

  

Alvar Núñez Cabeza de Vaca, esclavo de los indios.  

 

   ¿Quién fue el primer no americano que llegó a las ahora tierras ascensionenses? Existe la creencia de que fue el español Alvar Núñez Cabeza de Vaca. De hecho, la Heráldica de Cabeza de Vaca es un elemento muy llamativo en el escudo municipal de Ascensión, escudo diseñado por el Arq. Humberto Murillo Lozano y aprobado por  Cabildo local en 1989.

   Pero una cuidadosa lectura de la obra "Naufragios y Comentarios", escrita por Cabeza de Vaca, más las crónicas posteriores hechas por diversos exploradores novo hispanos y españoles, indican que es poco probable que este viajero haya estado en las tierras que ahora pertenecen a este municipio, sino que el pequeño grupo dirigido por Cabeza de Vaca,  efectivamente sí entró a lo que hoy es el Estado de Chihuahua en 1533, en algún punto cercano donde confluyen los que después serían bautizados como Ríos Bravo y Conchos, pero que siguió este último río corriente arriba y cambió de rumbo al oeste, para atravesar los desiertos y llanuras y después "una gran sierra" -la Sierra Madre Occidental- en una latitud cercana a donde está ahora Ciudad Madera. Esto es, no pasó por esta región, de haberlo hecho hubiera mencionado a alguna de las lagunas, sobre todo si viajó antes por el desierto, y también hubiera mencionado Paquimé o por lo menos los montículos con construcciones de haber seguido el camino del río, que va en la dirección que ellos seguían.        

    Sin embargo, por las consecuencias que tuvo su viaje para esta región,  por aparecer su apellido en el escudo municipal y por la extraordinaria aventura que vivió y sobrevivió -y en verdad es muy difícil encontrar paralelo a esta aventura-, es interesante saber sobre este viaje, que inició en el entonces pequeño puerto de La Habana, Cuba,  en 1528, en búsqueda de la Fuente de la Eterna Juventud y de las ciudades del oro, en dirección hacia la Península de Florida. Cabeza de Vaca que había nacido en Jerez de la Frontera, España, en 1490, ocupó los importantes cargos de Alguacil Mayor y Tesorero en esta expedición que naufragó en las costas norteamericanas. Los expedicionarios que lograron salvarse de morir ahogados fueron exterminados o esclavizados por los indígenas, mientras que los demás  practicaron la antropofagia, o murieron de hambre o ahogados al cruzar el Río Mississippi al intentar regresar. Cabeza de Vaca no les sirvió de mucho inicialmente a los indígenas –ni de alimento les servía- por que estaba tan adelgazado por el hambre y enfermo por las picaduras de los insectos, pero logró sobrevivir al maltrato que le impusieron algunos indígenas, incluso se convirtió en comerciante y curandero y fue de gran utilidad para algunas tribus por su habilidad como diplomático y mercader, ya que los pueblos que se encontraban mutuamente en guerra no podían comerciar entre sí, pero como ellos seguían necesitando los productos de con quienes peleaban, recurrían a Cabeza de Vaca, quien también aprendió varios idiomas de los nativos.

    Después de algunos años logró reunir finalmente a otros tres compañeros de expedición a los que había visto antes ocasionalmente y que estaban esclavizados por otros grupos indígenas. Por fin lograron darse a la fuga, en un viaje que ellos pensaron los llevaría a encontrar otros españoles, hacia la Mar del Sur -Océano Pacífico-, siempre acompañados por algunos indios de las aldeas que iban encontrando en el camino. Después de viajar a pié varios meses y miles de kilómetros, ellos encontraron en 1534 cerca de la costa de Sinaloa a una avanzada de soldados españoles, estos últimos muy sorprendidos de encontrar en el lugar menos esperado, a compatriotas suyos vestidos en forma tan extraña y en compañía de un grupo de indios tan diferentes entre sí. 

    Cabeza de Vaca y sus compañeros narraron en la Ciudad de México algunas historias que les habían contado los indígenas, entre ellas ciertos relatos sobre las ciudades de Cívola y Quibira, relatos que con los años fueron exagerándose y creyéndose cada vez más firmemente gracias a la imaginación de los ambiciosos colonos, hasta asegurar ellos la existencia de esplendorosas ciudades en donde el oro era tan frecuente, que hasta los utensilios de uso común se fabricaban con este metal, y  además las paredes de las casas se adornaban con piedras preciosas. A este territorio inmensamente rico se le denominó Nuevo México, debido en parte al resentimiento de los conquistadores europeos, quienes no habían encontrado las riquezas fabulosas esperadas ni en Tenochtitlan, ni en la nación de los indios tarascos y tampoco en la región maya. El encontrar fácilmente oro en abundancia había despertado una fuerte inquietud por parte de numerosos españoles para viajar cada vez más hacia el norte en las décadas siguientes.

 

Buscando riquezas.

      Los colonos realizaron numerosas expediciones de exploración y conquista. Estos viajes eran difíciles y de larga duración: después de haber superado las trabas burocráticas,  había que recorrer grandes distancias y el clima hostigaba a los viajeros. Por su parte los indígenas norteños eran difíciles de someter,  pues estaban acostumbrados a la pelea y por carecer de sitios fijos donde vivir, era complicado hacerles frente. Pese a todo esto, continuamente nuevos asentamientos españoles dispersos nacían y prosperaban en lugares cada vez más lejanos por todo el extenso norte.

  

Encuentro de grupos de exploradores españoles e indígenas en esa época.  

 

     En 1565 el joven Francisco de Ibarra llegó a Paquimé, siendo el primer europeo que visitó las ruinas de esta ciudad. Teniendo la intención de avanzar hacia el norte –los indígenas del lugar le dijeron que tres días al norte se encontraban los descendientes de los constructores Paquimé- , no pudo avanzar más, en gran parte debido a la resistencia de los expedicionarios a seguir adelante, a causa de las penalidades que les habían tocado vivir en el camino, sin imaginarse que el regreso sería peor. Indudablemente que fue exhaustiva esta expedición, la que más se acercó a estas tierras. Ibarra murió poco después del viaje debido a enfermedades adquiridas por el agotamiento sufrido en esta incursión a tierras desconocidas. De haber hecho caso a los índígenas que habitaban en los alrededores de Paquimé, y de haber seguido como le dijeron, el camino tres días más al norte, Ibarra hubiera sido el primer capitán explorador no indígena en llegar a las tierras que ahora son el Municipio de Ascensión.

     Ninguno de los demás expedicionarios en busca de las ciudades del oro llegó a estas tierras ahora ascensionenses. Por donde pasaron no encontraron fabulosos reinos, solo había pueblos con casas de adobe y muchas tierras fértiles. Desalentados, se establecieron muchos de ellos posteriormente cerca de yacimientos mineros, o se dedicaron a la agricultura y la ganadería.

 

Llegaron los frailes.

  

Pintura que representa una imagen de esta época.  

 

      Posiblemente los primeros europeos que caminaron por estas tierras fueron tres misioneros de la Orden de San Francisco de Asís, deseosos de llevar la religión cristiana a los indígenas de San Felipe del Nuevo México. Es importante aclarar que la actual superficie municipal en esa época se consideraba perteneciente a  Nuevo México y no de Nueva Vizcaya, esta última incluía entre otras partes a casi todo los territorio actuales de Durango y Chihuahua. Quien tomó esta iniciativa fue fray Agustín Rodríguez, nativo de Ayamonte del Condado en Andalucía quien trabaja en ese momento en San Bartolomé del Valle -hoy Valle de Allende-  y junto con fray Francisco López y fray Juan de Santa María, nacidos en Sevilla y Valencia respectivamente, salieron en esta misión. La expedición fue dirigida por Francisco Sánchez Chamuscado, nativo de Arroyo del Puerto de la Provincia de Cáceres, y protegida por ocho soldados y algunos sirvientes indígenas, salieron ellos desde Santa Barbola –hoy Santa Bárbara- el 6 de junio de 1581. Ya en esta región, después de haber visitado algunos pueblos,  los religiosos acordaron quedarse mientras que los soldados regresaban, falleciendo en el camino el jefe del grupo. Poco después los frailes murieron en manos de los indígenas.

     Es sumamente difícil intentar trazar en un mapa, por medio de la lectura de la crónica de este viaje –que por cierto fue escrita posteriormente por un no participante en él, Baltasar de Obregón-  la ruta que siguieron estos viajeros, ya que la descripción de los lugares no tiende a ser muy concisa, mientras que los nombres puestos por ellos, a las montañas, los valles y los ríos simplemente no subsistirían. Aún así, sin los argumentos que se detallan a continuación es bastante posible que esta expedición halla estado aquí.

     En su libro “Origen de la Iglesia en Chihuahua”, Zacarías Márquez Terrazas afirma que estos franciscanos establecieron la misión de Santa María de Carretas y los pueblos de visita que menciona son Nuestra Señora de la Soledad de Janos ,  San Francisco de los Sumas y María Magdalena de los Sumas. Si ubicamos Santa María en los llanos de Carretas al oriente del municipio de Janos y a Santa María Magdalena cerca de la actual Villa Ahumada, entonces debieron ellos cruzar estas tierras alguna vez.

  

La conquista no se llevó totalmente mediante el uso de las armas.  

 

      El 10 de noviembre de 1582, salió una segunda expedición con el fin de auxiliar a los religiosos que habían quedado en Nuevo México. Este grupo, más numeroso y mejor equipado, dirigido por Antonio de Espejo, llegó a Carretas y rescató los restos de los tres misioneros y los llevó hasta San Bartolomé del Valle, en donde fueron sepultados.

 

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