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LOS PRIMEROS
HABITANTES.
Los
nómadas que se dirigían al sur.
Las tierras que actualmente pertenecen al
municipio de Ascensión fueron de las primeras de todo el país, en ser ocupadas
por seres humanos. Por su ubicación al norte y cercanas a la Sierra Madre, estas
llanuras y serranías con sus entonces casi desbordantes ríos, sus preciosas lagunas y numerosos ojos de agua, y la
enorme cantidad y la variedad de animales que podían ser cazados, vieron
pasar desde hace miles de años, oleadas tras oleadas de pequeños grupos humanos.
Personas nómadas, que avanzaban hacia el sur, buscando más alimento, mejor
clima, siguiendo manadas de animales o tal vez empujados por su curiosidad
y por otros grupos que disputaban sus tierras.
Lomeríos y
llanuras ascensionenses. Resulta difícil pensar que durante milenios, en
lugares como éste vivieron indígenas. Sólo un conocimiento pleno de los recursos
que podía ofrecerles la magra naturaleza y el total aprovechamiento de los
mismos podía asegurar su supervivencia. Necesidades como alimento, habitación,
vestido y resistencia contra el extremoso clima no podrían ser resueltos de otra
manera.
Comunidad primitiva.
Cuchillo de piedra.
Sus primeros habitantes no debieron ser muy
distintos a los de toda Norteamérica: combinaban de acuerdo a la época del año y
a su desarrollo tecnológico, la cacería, la recolección de plantas y la
pesca. Algunos historiadores han llamado a estos primitivos pueblos “Culturas
del Desierto”, que fueron lentamente evolucionando y dando origen a otras culturas regionales con
algunos rasgos particulares. En pequeños grupos con relaciones familiares y
dirigidos por el más anciano, el más fuerte o el más hábil, dormían a la
intemperie, cubriéndose con ramas o en zanjas y tapándose con pasto seco en las
frías noches. Su inteligencia poco a poco los hizo ir creando sencillas
herramientas de madera, hueso y piedra –principalmente instrumentos de molienda
y puntas de proyectiles- e ir
conociendo las propiedades de las raíces, semillas y frutos, a aprovechar el abundante pasto y las
plantas que podían suministrarles líquidos, a cómo organizarse para cazar
animales y aprovechar carne, pieles y huesos de los mismos, y también
desarrollaron elementales cultos a fuerzas de la naturaleza. Posteriormente las
denominadas Culturas Cochise, Llano, y Mogollón hicieron sentir su influencia en
esta área.
En algún momento los indígenas elaboraron petroglifos (inscripciones en
las rocas) y pinturas rupestres, huellas que aún pueden apreciarse
en algunos sitios del municipio. Es
difícil la travesía para llegar a estas pinturas rupestres y petroglifos, se
requiere al igual que nuestros antepasados indígenas, tener una buena condición
física y muy bien desarrollada la habilidad de observación –-; deben llevarse consigo alimentos y agua
y algunos recursos más para supervivencia,
es posible también que sea necesario acampar y soportar otras
incomodidades, en caso de que el visitante tenga marcha lenta o se desee
realizar otras observaciones en los terrenos que cruzará en su ruta, ya que se
encuentran estos elementos artísticos lejos de rancherías y carreteras.
Estas obras arqueológicas son
propiedad de la nación. Su remoción, alteración o destrucción es un delito
federal.
Abajo, dos fotografías interesantes
de pinturas rupestres similares a algunas encontradas en Arizona, Nuevo México y
Arizona, en una cueva localizada en el Cañón de Boca Grande, en las cercanías de
Ejido Josefa Ortiz de Domínguez. Obsérvense algunos detalles en ellas. En
la fotografía superior, algunas personas(?) y animales de distinto tamaño. En la
fotografía de abajo, seres antropomorfos o quizá lagartijas en un domo en el
techo de la cueva. Al igual que en los petroglifos de la fotografía superior, es
difícil calcular la antigüedad de
este elemental arte rupestre y atribuirla a un grupo indígena específico en
particular. Corresponde a nosotros conservar estas joyas arqueológicas para
beneficio de las futuras generaciones.
Miles de años más tarde se desarrolló en lo que es ahora el vecino
municipio de Casas Grandes la denominada Cultura Paquimé. Por las actuales
llanuras ascensionenses hubo en ese momento caminos de los hombres de
Paquimé, rutas bien definidas que los llevaban a comerciar a poblaciones
ubicadas en territorios que conocemos ahora como Nuevo México y Arizona, y aún
más al norte.
Una
nota interesante es que a la llegada de la expedición dirigida por Francisco de
Ibarra a la entonces ya abandonada ciudad de Paquimé en 1565, los indígenas que habitaban en los
alrededores de la ciudad le hicieron saber a los exploradores españoles que
quienes habían antiguamente habitado Paquimé, vivían en esta época a seis
jornadas de camino río abajo. Esto ubicaría a las viviendas de los descendientes
de los paquimeños en lo que ahora llamamos municipio de Ascensión, ya que una
jornada de camino por mal que se realizara sería recorrer una distancia al
equivalente actual de 20 kilómetros, y si se encontraban los mencionados
indígenas a seis jornadas.
También cabe anotar las observaciones del antropólogo noruego Karl
Lumholtz, que recorrió estudiando esta región a finales del Siglo XIX, y
menciona para esta área la abundancia de montículos o pequeñas lomas circulares
artificiales con restos de construcciones en su parte superior, y que él
determinó como obras realizadas por los indígenas en la antigüedad, tal como la
escribe en su magnífica obra “El México Desconocido”.
Posible aspecto de los indígenas locales a la llegada de los españoles a esta región. Obsérvese el color de la piel, quemada por el sol en el verano y el viento frío del invierno, la complexión física propia de un habitante de las llanuras y de un medio de pocos recursos naturales.
Sumas, Jácomes, Jumanos y
Janos.
A la llegada de los exploradores
españoles españoles al noroeste de Chihuahua, durante el Siglo XVII, habitaban
esta región municipal los grupos indígenas denominados sumas,
janos, jumanos y jácomes. Posiblemente -y tomando como base las descripciones de
los primeros exploradores españoles y diversas obras de investigadores
contemporáneos nuestros sobre estos temas-, encontramos que los sumas
habitaban desde Casas Grandes hasta Paso del Norte –hoy Ciudad Juárez-, por lo
que puede afirmarse que los sumas fueron la cultura prehispánica más importante del
municipio. Se asentaron los sumas
junto a los entonces numerosos ojos de agua, ríos y lagunas, que les proporcionaban
no solo agua, sino también algunos alimentos. Otros grupos indígenas locales
fueron los janos, que se asentaban
en el suroeste; los jácomes en el
sureste y los jumanos (un grupo de ellos fue denominado más tarde
“mansos”) en el noreste, identificando sus áreas donde se asentaron en la
actual y extensa jurisdicción municipal. Aunque no se han hecho estudios
profundos sobre la vida cotidiana de estos antiguos habitantes, es de suponerse
que su vida era parecida a la de otros habitantes de regiones cercanas en esa
misma época, si consideramos que esas regiones tienen clima, flora, fauna y
relieve similares. No es aventurado entonces decir que llegaron a practicar ya
una incipiente agricultura -que no era su única ni más importante actividad
económica- y esto les permitía ocasionalmente se establecerse más tiempo en un
lugar. Por ejemplo, siempre en pequeños grupos, en alguna época del año se asentaban
junto al río para sembrar maíz, calabazas, etc., después iban a las faldas de las sierras
resecas a recolectar frutos silvestres, en otra estación del año se iban a la
sierra boscosa donde pasaban el invierno recolectando piñones y otros alimentos,
y al iniciar la primavera volvían a los llanos a la cacería y la pesca, pues en
primavera disminuye considerablemente la cantidad de agua en el río y esto
facilita no solo pescar, sino que es más fácil acosar a los animales que deben
ir a buscar agua. Elaboraban sencillas piezas de cerámica y de tejido a
base de palma o yuca , y construían viviendas con algunos de estos materiales:
troncos, ramas, piedra, lodo, y sobre todo las pieles de bisonte que debían de
tratar para que les duraran más tiempo. Esto requería al mismo tiempo la
existencia de una organización social más compleja. De los sumas, que al
parecer se encontraban más atrasados tecnológicamente que sus vecinos, su idioma
pertenecía a la familia Taracahíta, del grupo Yutoazteca, al que pertenecen
también otras lenguas como el náhuatl, el rarámuri y el idioma de los
yaquis.
Diversos utensilios de piedra, localmente llamados "pedernales", similares a los encontrados en esta región.
El desarrollo de estas sociedades fue
frenado por dos extraños y poderosos grupos que llegaron casi simultáneamente al
norte de Chihuahua. El primero de ellos, proveniente del norte, era
aparentemente una desorganizada masa humana, destacándose en ella los
guerreros fuertes y belicosos, tecnológicamente más atrasados, pero
hábiles para apoderarse de los conocimientos de otras culturas, de sus tierras
con cuanto había en ellas y de los sobrevivientes de los pueblos a los que
se enfrentaban. En el originalmente pequeño segundo grupo, que llegó desde el
sur, predominaban los hombres bancos, que traían armas de hierro y de fuego,
caballos y cruces; y tenían intenciones similares a las del primer grupo.
Así, sumas, janos, jácomes y jumanos se vieron encerrados entre dos grupos que
serían enemigos desde su primer encuentro, y durante siglos: los llamados
apaches que venían del norte, y los novohispanos que llegaron del sur. Poco a
poco los individuos de estas sociedades indígenas fueron exterminados por ambos
bandos o integrándose a ellos, perdiéndose, quizá para siempre, su idioma,
sus creencias, su primitivo modo de vida, en general toda su cultura.
Reconstrucción de una habitación de varas y pieles.
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El autor de esta página, junto a "tinajas" o agujeros
en piedra, en las cercanías de Col. Guadalupe Victoria. Este tipo de
perforaciones en piedras, abundantes en el noroeste de Chihuahua, sirvieron a
los indígenas que habitaron esta región, que los usaron como molcajetes:
introducían en los agujeros carne, zacate, semillas de mezquite y otros
alimentos, para molerlos usando algún tipo de piedra alargada o pieza de leña.
En las cercanías de Col. Modelo se encuentran en una gran masa rocosa y plana,
en La Piedra de Don Valente, más de 40 tinajas, lo que indica que en cierto
momento existió aquí un numeroso y bien organizado grupo indígena.
Más al sur, al pié de las serranías cercanas a Col. Benito Juárez, se ven
numerosas tinajas dispersas y algunas cuevas, entre ellas destaca la Cueva de
los Mendoza. Es difícil considerar que esta y otras cuevas dispersas en
las colinas y montañas hayan servido como viviendas, posiblemente solo se usaban
como refugios temporales en casos de emergencias, tormentas o ataques de otros
indígenas, como almacenes de alimentos o para la realización de ciertos
rituales.
Ir al siguiente capítulo de la historia local: El heroico pueblo nde.
Ver fechas de algunos acontecimientos locales.
Conocer sobre la geografía de la región.
Ver fotos del municipio de Ascensión.
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