Paleografía del documento
de Agustín de Morfi de la Biblioteca Nacional, relativo al viaje de
inspección que
efectuó acompañando al Caballero Teodoro de Croix, Comandante General de
las Provincias Internas de Nueva España.
Chihuahua 20 de marzo de 1778
Viendo el Sr. Comandante General lo
molesta que hacían la caminata el tren1 y los caballos
cansados, dispuso desde la Villa de Santa Rosa que se anticipase un día a
la salida de SSa. distribuyendo los 100 hombres de nuestra escolta 50 para
custodiar el equipaje al mando del Alférez de Dragones Don Mateo García
y los otros 50 con nosotros. Y aunque los encontramos algunas veces por la
retardación que les inferían las bestias cansadas, siempre se les daba
tiempo para anticiparse, hasta que pasado el Presidio de San Sabá2
y juntos en la orilla del Río del Norte, fue necesario que el 1ero de
este, domingo de Carnestolendas4, saliésemos primero en este orden; Iban
delante 7 indios auxiliares de exploradores, seguía el Capitán Don
Domingo Díaz con 20 soldados de cuera3 de su compañía, luego
el Sr. Comandante General y su familia, detrás 11 dragones con 1 oficial
que lo era Alférez Don Manuel Merino, después las cargas ligeras y
caballadas de buen estado, cerrando la retaguardia el Capitán Borica con
18 hombres de cuera.
Pasamos de este modo el río y unas lomas altas y
entramos en un gran llano aparente, pero cortado por infinitas
barranquitas, arroyadas y zanjas naturales que ofrecían proporciones a la
sorpresa y por las cuales pasaba en muchas partes el camino.
tendría
este llano 4 leguas de diámetro terminando al E por las lomas que
pasamos, al N por el río y sierra de Los Chizos, al sur por unas
serrezuelas de corta elevación y al O por la llamada Muralla de San
Dámaso a donde nos dirigíamos y que no ofrece otro paso que el estrecho
y encumbrado del Cañón de la Tinaja.
Andada pues la mayor parte del
referido llano, se nos excitó la duda de cual sería el paso de la sierra.
Para conjeturarlo buscamos la polvareda de los exploradores que contra lo
que se les mandó se habían adelantado mucho y no la vimos. Porque, o ya
por el natural descuido de los indios, o ya (lo que parece más cierto)
fiados en la tranquilidad con que habíamos hecho el resto del viaje,
luego que se vieron lejos de nosotros y en una arroyada de más de 5 varas
de profundidad, se apearon a descansar, hasta que el ruido de la
avanguardia les advirtiese nuestra cercanía, y lo hicieron puntualmente a
dos pasos de un recodo donde estaba la primera emboscada de los enemigos,
que apenas los vieron apear, cuando cayeron encima de ellos como leones y
a lanzadas hicieron pedazos a los seis. El otro por entre los pies de los
caballos se subió al plan del llano cercado como de 30 de ellos que por
su multitud se embarazaban.
Los vi inmediatamente cerca porque siempre
nos habíamos ido aproximando y los juzgué soldados de la avanguardia y
dije al Sr. Comandante que nuestros soldados andaban revueltos, pero
aun cuando los hubiera conocido sería tarde el aviso, si no hubieran
hallado otra resistencia. Porque luego que los indios se vieron
descubiertos, por la fuga del auxiliar a la loma, se arrojaron como unos
80 sobre la avanguardia; pero el Capitán Don Domingo Díaz los rechazó
con tanto brío que se volvieron con mas prisa que la con que acometieron,
y se volvió a advertirnos nos subiésemos a una lomita por estar el llano
cubiertos de apaches.
En efecto, cuantos estaban escondidos en las
arroyadas y barrancas salieron al llano y se dejaron ver más de 300. Pero
como? con cueras, sombreros blancos, chulos o chupetines de soldados,
lanza y fusil y algunos llevaban hasta tres, de lo que nació mi
equívoco, y aun el de Díaz, que a primera vista los juzgó soldados de
San Carlos5. Al mismo tiempo, las sierras bajas inmediatas a la Muralla de
San Dámaso aparecieron coronadas de apaches. Estos primeros instantes
hicieron mucho fuego tirándonos a mampuesta desde las orillas de los
arroyos,
las balas silbaban con frecuencia, pero luego que se les acercó el
Capitán Díaz hicieron al cerro a juntarse con su campo, bajando de ahí
luego que Díaz se alejaba algo del cerro.
El Sr. Comandante a
representación del Coronel Don Jacobo Ugarte y Loyola, mandó se
esperasen las cargas y caballadas que venían con nosotros. Llegadas que
fueron hizo se pusieran en el arroyo para que no cortasen alguna punta, y
con los 18 hombres de retaguardia dispuso que Díaz con unos y Borica con
los otros les hicieran sucesivamente algunas entradas para contenerlos e
impedir no saliese alguna partida a insultar el tren que esperábamos por
instantes.
Se había despachado aviso al oficial que lo escoltaba,
llegamos a ver el polvo, pero caminaba con tanta lentitud que le juzgamos
atacado y sin poderle dar socorro por los muchos enemigos que teníamos al
frente. Tres horas estuvimos en su espera, sosteniendo la escaramuza de
los indios, aunque siempre se conservaron tan distantes que jamás se
pusieron a tiro de fusil. El Capitán Díaz, por atraerlos, echó pie a
tierra y salió solo a encontrarlos, pero el Comandante despachó 9
dragones a pie a que le sostuviesen, mas ellos, ni aun a número tan corto
y a pie se atrevieron a esperar, y cada paso que los nuestros daban hacia
ellos, se alejaban hacia la sierra con doble prisa.
Llegó por fin el
tren a las 2 de la tarde, y apenas lo vieron llegar se metieron todos
ellos al Cañón de la Tinaja dejando centinelas a caballo en las alturas.
Se mandó entonces formar el cordón y marchar a la sierra a cuyo pie
hicimos alto y se destacó al Capitán Díaz con 20 hombres de cuera y
otros tantos dragones a reconocer La Tinaja y desalojarlos, por suponer se
hubiesen prevalecido de un terreno que les convidaba con mil ventajas. Pero ellos luego que vieron esta maniobra se pusieron con precipitada fuga
en 3 divisiones, 2 siguiendo la falla de la sierra a derecha e izquierda,
y la otra por el cañón mismo, dejando algunas mulas y caballos que no
tuvieron tiempo de lancear, con lo que pasamos tranquilamente un cañón
en que nos hubieran hecho mucho estrago si nos salen en su estrechura y
precipicios. Fuera de los auxiliares no hubo desgracia alguna sin embargo
del mucho fuego, a excepción de un dragón que al apearse se le disparó
el fusil y le lastimó ligeramente la pierna. Ellos computadamente el todo
según los que se pudieron contar con el anteojo, pasaban de 500
excelentemente montados y con duplicadas armas que nosotros. Su cobardía
fue nuestra salud, pues a 30 hombres sorprendidos los hubieran destrozado
con un poco de resolución y de constancia.
Notas:
1.
Se le llamaba "Tren" a las mulas cargadas con los bastimentos
2. San Vicente, ejido al NO de Coahuila, actualmente con el mismo nombre.
Se le nombró San Sabá porque las tropas fueron trasladadas desde ese
lugar.
3. Se le llamaba "Cuera" a un abrigo, sin mangas, color blanco o
piel, hecha con hasta 7 capas de piel, resistente a las flechas.
4. Los días de Carnestolendas son los tres que anteceden al miércoles de
ceniza. Esos días se acostumbraba comer carne.
5. Presidio de la Nueva Vizcaya, hacia el oeste del lugar donde se
encontraban.