Parroquia Santo Toribio

Pencahue · San Vicente de Tagua Tagua

Región de O´Higgins-Chile

LA VIDA DE S. ANTONIO M. ZACCARIA

 EN PINCELADAS

Cremona, Patria de Antonio María. 

Cremona casi siempre es considerada como una ciudad bonachona hasta la debilidad, cómoda y placentera como su campo o su modo de hablar dialectal; pero considerando su historia - y la del santo de quien queremos reconstruir la fisonomía- no podríamos afirmar esto.

Cremona fue fundada por los Galos de Breno, de colonia romana pasó a ser fortaleza cuando Vitelio y Otón se peleaban por el imperio, luego fue destruida y reconstruida bajo los bizantinos de Ravena y los Longobardos de Agilulfo y Teodolinda. De prisión de Federico Barbarroja pasó a ser la primera sede de los conjurados de Pontida, Carroccio y Torrazzo la hicieron Comuna en competencia con las ciudades vecinas, Cremona se hallaba de repente en manos a Señorías, a tiranos, a mecenas, fue rocafuerte guibelina contra Milán hasta el munífico principado de Blanca María Visconti quien al desposar a Francisco Sforza unió las dos familias ducales, hasta entonces rivales.

Cremona se asoma al '500 más bien como ciudad belicosa que bonachona.

Rodeada de muros y fosos con cinco puentes levadizos que se alzan antes del caer de la noche, Cremona se nos presenta en la historia en continuo acto de defensa: camino a Milán aún se ve el baluarte que constituía el castillo de Santa Cruz, el segundo de Italia, que había hospedado personas ilustres como Lorenzo el Magnífico o el caballero "sin mancha ni miedo" Bayardo, a veces reivindicado por los franceses, imperiales, sforzescos y venecianos. Entre la gran fortaleza del castillo de Santa cruz y el pequeño castillo del Burgo del Santo Espíritu en la otra orilla del Po, se extendía la ciudad con humildes casas de un pueblo mercader o combatiente y los palacios nobles que junto a las formas de clasicismo incipiente mostraban los adornos de terracota local y las estructuras del románico lombardo.

Entre las amplias líneas del Po se proyectaban hacia el cielo torres y campanarios que, en el mapa de la época que hizo Antonio Campi, parecen tantas sartas y velas alrededor de un árbol de una nave; el Torrazzo, esto hizo que Cremona apareciera como una ciudad-barco, la Magna Phaselus.

 

El nacimiento de un cremonés noble y santo

 

En uno de estos palacios, en los albores de 1502, nacía un niño que en la fuente bautismal de S. Donato, su parroquia, recibió el nombre de Antonio María. Su padre, Lázaro, era de la noble familia de los Zaccaría, tal vez derivante de la homónima familia genovesa que en Levante había tenido feudos y reinos, transplantada a Cremona e principios del trescientos. Escudo nobiliar era el lirio de oro en un campo rojo: emblema que había brillado no solo en los birretes de los Zaccaría que habían ocupado los más altos cargos en la ciudad, sino tambien de quienes habian sido cancilleres ducales bajo los Sforza.

También la madre, Antonieta Pescaroli, pertenecía a la noble familia que había dado su nombre a  la ciudad donde tenía casas y terrenos- Pescarolo, aun hoy en la provincia de Cremona- y que desde hacía ya un siglo se había emparentado con los Zaccaría, ya que consta que en 1428 Nicolás Zaccaria tenía por mujer a Filipina Pescaroli.


Una buena familia

 

Los Zaccaría habitaban desde tiempos inmemoriales al fondo de la actual calle Beltrami, en un palacio separado de la iglesia de s. Vital sólo por el camino publico. Vivían al modo patriarcal: el jefe de familia Bernardo con su mujer Elizabeth Pasquali, los dos hijos Lázaro y Pascual con sus respectivas esposas Antonieta Pescaroli y Apolonia Roncadelli, los nietos Antonio Maria, hijo de Lázaro, Bernardo hijo de Pascual, y Venturina hija natural de Lázaro, engendrada por éste antes de contraer matrimonio.

Se ocupaban de un floreciente comercio de paños de lana "Las Traperías" se llamaba la bodega que ellos tenían en la plaza de la catedral, frente al pórtico del palacio comunal. Al lado de la bodega poseían la fonda o negocio, tan grande que era señalado en los documentos como "Palacio".

Los Zaccaría no eran de mucha salud física. El jefe de familia Bernardo murió relativamente joven antes del inicio del siglo, y el hijo de Pascual heredará el nombre. Algunas semanas después del nacimiento de Antonio María, en enero de 1503, una vez más la muerte tocará a la puerta de los Zaccaría y se llevará al papá de nuestro santo, Lázaro de veintisiete años. Un año después, en 1504, le tocará el turno a Pascual. Y en casa Zaccaría quedarán sólo las mujeres y los niños; la suegra con dos nueras y tres nietos...

El hecho que ni Antonieta Pescaroli -de sólo 18 años-  ni Apolonia Roncadelli, se casaran de nuevo, sino que hubieran preferido continuar viviendo en familia, nos da luces acerca del entendimiento y la cohesión que existía en la casa de los Zaccaría, y del temple humano y cristiano de sus componentes. Bajo los golpes de la desventura y de los lutos en cadena, las tres mujeres tendrán que dar en arriendo, primero, y luego vender la bodega y el negocio, pero su unión familiar no será desecha, y sólo en 1528 Antonio María, al ser consagrado sacerdote, se decidirá a dividir con su primo Bernardo los bienes de la familia que estaban sin división: 1600 mangas de tierra, además del capital liquido.

En este ambiente sufrido, pero cálido, creció Antonio María. Era grácil y pálido, y esta palidez lo acompañará durante toda su vida. Dicen que la delicadez de complexión haga más atrayente la belleza de los niños y ponga más en evidencia su inteligencia; La Angélica Paolantonia Sfondrati, que de joven lo conoció durante un año, escribió de él: "Desde su infancia todo aquel que lo conoció dejó testimonio de cierta gracia sobrenatural, aparente incluso al externo, con la que había sido favorecido por el Señor". Los cuidados educativos de la piadosísima madre completaron la obra de la gracia.

A juzgar por los años sucesivos de la vida de Antonio María, no se diría que a su educación le faltase la componente paterna: en sus escritos y obras él nos revela una fuerza de capitán resoluto que entusiasma. Esto indica que su educación fue, más que realista, también profundamente armónica y, a pesar de todo, fundamentalmente serena.

Poco sabemos de su adolescencia: solo el episodio de la capa de terciopelo que le dio a un pobre tiezo por el frio, narrado por primera vez por P. Gabuzio, quien lo había escuchado de voz de cremoneses. También de sus estudios sabemos poco; sólo sabemos que en la división de los bienes con  su primo Bernardo, él se reservó los libros de Humanidades, Griegos, Lógicos, de Filosofía y Teología, comprendemos que los libros habían sido suyos desde la niñez y que desde temprano había seguido, en Cremona, los estudios humanísticos  con Latín y Griego, antes de abordar los superiores de Filosofía, Medicina y, finalmente, los de Teología.

 


Que supiera griego, lo argumentamos del hecho que iniciase sus cartas siempre con la invocación griega de Jesús crucificado, incluida la variante descubierta recientemente en una carta del 13 de Noviembre de 1538 y que se halla en la biblioteca de Guastalla.

 

Tiempos difíciles

 

Conocemos bastante bien la terrible situación de Cremona que, a causa de su castillo, era atacada en ondadas sucesivas por las tropas extranjeras. La nobleza cremonesa asistía impotente a lo que las crónicas contemporáneas llamaban "la extrema unción de la patria". Las milicias marchaban por las calles, entraban a mano armada en las casas llevándose lo que hallaban, y fue una gracia el que las autoridades religiosas lograran evitar en la ciudad el saqueo y el pillaje: sueldo fácil con el que los capitanes extranjeros pagaban a sus tropas. Narrando el ingreso a la ciudad de los "Suizos, fieros e indómitos soldados", las crónicas notan con despechada ironía que los cremoneses fueron obligados a otorgarles servicio: "por las calles debieron prepararse mesas con vino, queso, panes, ensaladas y fritangas, y los Suizos se iban rehaciendo con las buenas cosas cremonesas".

Con la guerra, la peste, traída a la ciudad, como siempre, por las tropas.

 

Es este el ambiente de la niñez y de la adolescencia de Antonio María. Si es verdad lo que escribió Bossuet, esto es "que la vida es una página en blanco hasta que no se haya escrito: He sufrido", podemos afirmar que el sufrimiento familiar y ciudadano haya madurado mucho a este adolescente que, traspasado el umbral de la adolescencia, se pone el problema del propio porvenir.

 

La renuncia a la fortuna

 

La idea de abandonar la casa paterna, puede entusiasmar el espíritu de aventura, a los dieciocho años más si es para continuar el período de estudio en una ciudad famosa por su saber (Padua), cercana a una ciudad lagunar más famosa aún, cargada de historia y de arte (Venecia). Creo que la mayor parte del tiempo debió írsele en el preparar las cosas y no olvidar nada que poner en la maleta, con especial atención al dinero necesario.

En 1520, decidido ya a hacerse médico "por honor de su familia", Antonio María hace exactamente lo contrario. Con la firma del notario Gerónimo Salandi, el 5 de octubre hace testamento en favor de su primo Bernardo, dejando usufructuaria a su madre Antonieta Pescaroli, vita natural durante ; y el 16 sucesivo, siempre ante el mismo notario, hace "donación irrevocable e inter vivos de todos sus bienes a la madre, aquí presente y que acepta para sí y sus propios herederos". Sorprenden algunas claúsulas que allí se expresan, como que la donación no puede ser revocada " por ninguna ingratitud que podría acontecer o por alguna otra razón, incluido el nacimiento de los propios hijos", claúsula ésta, que Zaccaría afirma haber "ponderado plenamente bien". Se reserva cien liras imperiales una tantum, pero esto estaba previsto por el derecho ad validitatem, porque parecía inadmisible una expoliación total e inmediata.

 

 

La medicina en Padua

 

Era una manera extraña de prepararse para la Universidad. No podíamos haber creído a los biógrafos, si el Archivo estatal de Cremona no nos hubiera conservado el documento auténtico. Y Antonio Maria embarcado por el Po con otro compañero de estudios, dejó Cremona para marcharse a Padua.

 


A Venecia le importaba mucho su universidad, pero no la quería en su laguna. Padua está a pocos kilómetros y es muy controlable, aseguraba muchas ventajas y ningún fastidio, especialmente desde cuando aquel bendito Lutero había añadido un nuevo motivo de división a la ya clásica revolución estudiantil. Los estudiantes eran siempre un peligro público y las autoridades hacían siempre bien en no hacer mucho caso, porque si esos muchachos se irritaban podrían emigrar en masa hacia otras casas universitarias; por otro lado ¿acaso Padua no había nacido de una secesión de los estudiantes de Bolonia?.

Acabada la guerra de la Liga de Cambrai, la universidad padovana había reabierto sus puertas y los estudiantes habían alcanzado cerca del millar, divididos en dos facultades: Juristas o estudiantes de Derecho y Artistas o estudiantes de medicina, por entonces muy basada en la filosofía.

Las cátedras específicamente médicas eran: dos ordinarias y dos extraordinarias de Medicina teoréticas, dos ordinarias y dos extraordinarias de Medicina práctica, dos de Res Herbaria (Herboristeria medicinal), dos de comentarios de Avicenas, dos de Cirugía. Esta última era causa de infinitas peleas con la autoridad eclesiástica, a motivos del frecuente hurto de cadáveres por parte de los estudiantes, a causa del "amor por la ciencia".

 

El año escolar comenzaba el 18 de octubre, fiesta de S. Lucas, después de la misa en la catedral y el discurso inaugural, los artistas iban en procesión hasta la iglesia benedictina de S. Justina y rendían honores al cuerpo del evangelista muerto.

Al día siguiente las lecciones comenzaban con ritmo sostenido y gran severidad: cada cátedra tenía dos maestros en competencia entre sí, para que la emulación asegurara el rendimiento. Las clases duraban una hora. Las vacaciones - salvo las extraordinarias por causa de visitas ilustres- no eran muchas: diez días por Navidades, quince por carnaval, diez por Pascuas y ocho en la Ascención, luego hasta la Asunción…clases!

Podemos conocer el nombre de los probables profesores de Antonio María, porque se conservan los rótulos de 1520 y 1524.Con certeza podemos afirmar que él siguió los cursos de Marcantonio Zimarra, conocido por el apodo despreciativo de "bárbaro averroísta" que le puso Bembo, pero importante en cuanto editor de obras de filosofía natural de S. Alberto Magno, de Averroes, de Juan de Jandun y de muchos filosofos medioevales. Su obra mayor -Antrum medicum...ad omnes corporis humani affectus curandos- vio la luz en Frankfurt un siglo después de su muerte. Éste se percató del alumno Zaccaria y tal vez lo invitó a colaborarle en el gran compendio de sentencias y frases de Aristóteles y de Averroes, publicada bajo el título Tabula cum dilucidationibus in dictis Aristotelis et Averrois. Antonio María comenzó su trabajo, pero no lo continuó: el gran cuaderno a rúbrica le sirvió luego parar escribir sus sermones, pero las pocas frases que allí se hallan están incluidas en la obra del maestro.

Poco más sabemos de su vida padovana. Nos interesaría conocer el día exacto de su graduación, pero lamentablemente el registro de 1524, debido a la ineficiencia del notario, está casi todo en blanco, con papeles pro-memoria en su interior, para haber escrito el registro.

Poseemos, sí, un dato equivalente, esto es la inscripción al Colegio de "Médicos Físicos" de Cremona, donde, según los estatutos, sólo podían ingresar los médicos de la nobleza. De todos modos, vuéltose a Cremona, encontró trabajo inmediatamente, dada la peste que había comenzado en la ciudad en el verano de aquel año.  Los biógrafos hablan del palacio Zaccaria convertido en un sanatorio, pero no tenemos documentos de archivo que nos lo demuestren.

 


No es difícil creer que Antonio María, en esos momentos de gran necesidad y con la escasez de médicos activos, se esmerara hacia los que sufrían; como en otro tiempo cuando dio su capa a un pobre.

 

De vuelta a la Patria

 

La madre lo obligó a reasumir toda la administración de los bienes: por ello lo hallamos a menudo con el primo Bernardo en los instrumentos notariales para actos de compraventa, permuta, arriendo, etc., y para la aceptación de la herencia dejada por su tía paterna Giovanna Zaccaria viuda de Giovanni del Pesce; tal vez es esto lo que le permite dar las limosnas a los pobres, como lo refieren sus biógrafos.

Por esta época comenzó a frecuentar los domínicos del Convento de S. Domingo, donde tuvo por director espiritual primero a un tal Fray Marcelo y luego a fray Bautista Carioni de Crema; pero aquí comienza una nueva etapa de su vida.

Camino al sacerdocio

 

El año de 1528 marca un giro importante para Antonio M. Zaccaría: él abandona la medicina y se orienta hacia el sacerdocio. No conocemos la motivación precisa que lo haya llevado a esto, en una momento en que las necesidades sociales de su tierra eran muchas y urgentes, y donde su obra de joven y activo médico hubiera sido preciosa. Quien elige, opta siempre por lo mejor; y dejando a otros el alivio de las plagas sociales de su tiempo, él prefirió sanar las espirituales, no menos graves que las anteriores.

Al parecer el convento cremonés de S. Domingo, donde tenía como propio director espiritual a fray Marcelo, haya sido el ambiente que lo preparó al sacerdocio. Era un ambiente culto, vivaz, en el cual las problemáticas eclesiales eran sentidas y vividas al estado fuerte: baste pensar que en ese mismo año de 1528 el prior del convento, fray Bartolomé Maturi, había abandonado la orden dominicana para pasar a la reforma protestante. En aquel contexto, Antonio María sintió la viva urgencia de la reforma, tan invocada por los concilios pero jamás actuada, porque se la esperaba desde lo alto; él comprendió que debía actuarse desde la base, haciendo lo que era posible, pero haciéndolo todo, de lo demás se ocuparía Aquel que había muerto en la cruz por su Iglesia.

 

 

 

Sacerdote para siempre

 

Biblia, Padres de la Iglesia, ascésis, oración; he aquí las etapas verificables de su preparación sacerdotal. Y cuando al final de aquel fatídico 1528 (¿día de Navidad?), él celebró la primera misa en la pequeña iglesia de S. Vital, que en los años anteriores lo había visto entusiasta catequista de los muchachos de Cremona, apareció un coro de ángeles adorantes  alrededor del altar y del nuevo sacerdote al momento de la elevación de la hostia (aún no entraba en la liturgia la elevación del cáliz). Padre Gabuzio, primer historiador de la orden barnabita, pudo recoger el testimonio de los cremoneses que estuvieron presentes allí.


Y así Antonio María comienza la reforma de su ciudad, después de haberse reformado a sí mismo, como parece indicar la fundación de una beca que quiso intestar a la Conversión de S. Pablo, el apóstol reformador y misionero. Comenzó por quienes ocupaban puestos de responsabilidad: los padres en las propias familias y los profesionales en sus funciones. Era vano soñar con un mundo nuevo si no se partía por la familia y las profesiones: los dos pilares sobre los que la sociedad se construye. En la iglesia de S. Vital, padres y profesionales se reúnen en el grupo llamado "Amicizia" (amistad). Su patrono es san Pablo, "el verdadero amigo de Dios" (sermón tercero); tarea específica del grupo es la reforma (personal, de la propia familia, del propio ambiente profesional); la actividad idónea para conseguirla es la ascésis, la vida sacramental, la meditación, la dirección espiritual, la caridad: Antonio María es el primero a dar ejemplo de una caridad heroica, sin ahorro de tiempo o energía.

Se han conservado dos importantes documentos sobre la "Amicizia"; seis sermones en los que se expone y explica el Decálogo (y que se conservan autógrafos en el Archivo general de Roma) y una carta de dirección espiritual al cremonés Carlo Magni, del 21 de julio de 1531.

Son el espejo que refleja a Antonio María, claridad de ideas y de propósitos, resolución, orientación bíblica y sobre todo una cierta ansia por la prisa, de actuar inmediata y rápidamente, como si hubiera sabido que tenía los años contados.

Además de los "Amigos", Antonio María se preocupó también de la reforma de los monasterios (testigo de ello es el apéndice al primer sermón que dirige a las monjas), orientó en la vida espiritual a algunas damas (Valeria Alieri del Borgo fundará, más tarde, las Angélicas de Santa Marta), coordinó las energías dispersas de algunos reformadores solitarios (por ejemplo fray Bono Lizzari, que luego lo seguirá a Milán y a Vicencia). Fue tan eficaz la acción de Antonio Maria Zaccaria, que Cremona le decretó el título de "Padre de la Patria" ¡Y tenía sólo 28 años!

Pero Dios le pide un gran sacrificio, que Antonio María acepta con cierta reserva: cortar con todo y marcharse al Castillo de Guastalla como capellán de la condesa Ludovica Torelli. Al parecer esto ocurrió a instancias de su nuevo director espiritual, fray Bautista de Crema. Y en Guastalla - en la severa y tétrica fortaleza- Antonio María, además de las funciones propiamente sacerdotales- hizo un poco de todo, incluso de secretario de la condesa. Se documenta la existencia de su "oficina" en la que se retiraba a orar, a pensar y a estudiar. Celebraba Misa en la capilla del castillo: que servía de lugar de culto y de reunión, delante de la estatua de madera de la Virgen con el Niño que hoy se halla en la catedral de Guastalla. En algunos documentos notariales Zaccaría se presentó como testigo o estipulante.

A comienzos de los años treinta se puso en acto la reforma religiosa del pequeño ducado de Guastalla. Pareciera ser que se hizo un poco a la "calvinista", bajo el celo firme de la condesa, de su joven capellán y sobre todo de fray Bautista de Crema, quien vivía en la fortaleza desde 1530, con el permiso de sus superiores y da partir del 10 de Julio de 1531, bajo la autorización de un breve del papa Clemente VII.

Serían más atribuibles a fray Bautista que no a nuestro santo las "órdenes" publicadas por la condesa Torelli contra las malas costumbres, las blasfemias, el trabajo festivo, los juegos de azar y las malas maneras utilizadas por los oficiales públicos (estos documentos se conservan hasta hoy en la Biblioteca Maldotti de Guastalla).

 

"La eterna Sabiduría"

En 1530, Antonio María acompañó a la condesa en su viaje a Milán. Aquí tuvo oportunidad de conocer el "Oratorio (Círculo) de la Eterna Sabiduría": un grupo de laicos que se preocupaban de la reforma, apoyados por el monasterio agustino de Santa Marta. Su fundador, Giannantonio Bellotti, había muerto en 1528, igualmente la Venerable Arcangela Panigarola, quien había sido el alma carismática del grupo, había fallecido, por ello el grupo atravesaba por un período de desorientación. Antonio María quedó encantado por esas fuerzas jóvenes aunque desbandadas, les animó como solía saber hacer y las empujó a seguir su estilo, especialmente con el joven notario Bartolomé Ferrari y con el joven arquitecto Jaime Morigia, estableció una viva amistad espiritual destinada a producir grandes frutos.

Tal amistad se mantuvo en pie no sólo a través de la correspondencia epistolar (nos queda una carta del 4 de enero de 1531), sino que también a través de períodos en los cuales Ferrari y Morigia se establecían en el castillo de Guastalla, huéspedes de la condesa y de fray Bautista. Incluso, fue de sus conversaciones, que nació la idea de vender el feudo de Guastalla al mejor postor y cambiarse a Milán, la gran metrópolis tan necesitada de reavivamiento espiritual, para actuar la reforma.


 

No sabemos cuando, por primera vez,  el santo fundador haya viajado a Milán; probablemente se ha podido encontrar allí con la condesa Torelli en el verano de 1530 y allí conoció la Eterna Sabiduría,  y a los dos cofundadores Bartolomé Ferrari y Jaime Morigia, de otra manera no nos explicaríamos la razón de la carta que éste les escribió, desde Cremona, el4 de enero de 1531.

La Eterna Sabiduría era un "oratorio" de reforma, fundado por Juan Antonio Bellotti en la iglesia del monasterio agustino de S. Marta. Había tenido su período de oro en tiempos de la Venerable Arcangela Panigarola, priora de las agustinas y gran mística, y se había vuelto la guía carismática del grupo, pero luego de su muerte (16 de enero de 1525) y aún más luego de la muerte del fundador Bellotti (27 de octubre de 1528), el grupo había comenzado un período de crisis de la cual parecía muy difícil salir. La llegada de Antonio María a Milán y su providencial encuentro con el grupo marcó un resurgimiento; nació primero un fuerte trabajo de reforma personal y de actividad caritativa, luego también una experiencia de vida común (bajo la santa y sabia guía de fray Bautista de Crema) en el castillo de Guastalla, donde los dos cofundadores (Morigia y Ferrari) estuvieron viviendo varias veces entre 1531-32, y fue aquí que surgió la idea de vender el feudo de Guastalla al mejor postor y cambiarse todos a Milán, para realizar a escala más amplia la muy querida reforma.

Parece que el definitivo cambio a Milán ocurrió a finales de agosto de 1532, porque a primeros de septiembre comienza la serie de instrumentos notariales que atestan en Milán sea la Torelli que Zaccaría y, obviamente, Ferrari y Morigia.

La condesa vivía cerca de la basílica de S. Ambrosio, en la parroquia de S. Pedro en Caminadela, en  dos casas contiguas que desde el 3 de agosto de 1530 había adquirido a Paolo Canobbio y de unos señores Vismara. Con ella estaba Antonio María que era su capellán (al parecer Fray Bautista había permanecido en Guastalla, donde murió la noche del 31 de diciembre de 1533) y allí se reunió, a partir de entonces, el círculo, las cuales, bajo  la guía de Zaccaría, el cual llevó a que luego de una larga incubación se transformara  de un grupo espontáneo en una nueva familia religiosa articulada en tres ramas o "Colegios": "Los hijitos de San Pablo" o Barnabitas, "Las hijitas de San Pablo" o Angélicas, y los "Devotos de San Pablo" o Casados.

Los primeros a "moverse", en sentido canónico, fueron los barnabitas, aprobados por el Papa Clemente VII el 18 de febrero de 1533; Las Angélicas presentaron una súplica análoga, pero debido a la muerte del pontífice, la bula de aprobación sólo fue promulgada por su sucesor el papa Paulo III, el 15 de enero de 1535. Los Devotos o Casados no fueron nunca aprobados canónicamente y continuaron existiendo: en la práctica éstos eran el primer Colegio zaccariano, no siendo más que la natural continuación de la Amicizia (amistad) cremonesa y  de aquella parte de la Eterna Sabiduría que, debido al estado matrimonial, no estaban en grado de vincularse a los votos religiosos.

Aún así los cohermanos de la Eterna Sabiduría continuaron reuniéndose todos, periódicamente en las casas de la Torelli, para las "Colaciones espirituales", la dirección espiritual comunitaria y la organización de la actividad caritativa: nos resulta que ellos se ocupaban de visitar a los presos y asistir a los enfermos terminales del Hospital mayor de Milán (no debemos olvidar que el Venerable Ferrari, en su primer testamento de 1534, dejó como heredero universal al hospital de Milán; y que Buenseñor Cacciaguerra, en 1538 fue enviado por San Felipe Neri a Milán para aprender de los barnabitas su método de asistencia; y sobre todo no se olvide que  el Santo fundador ¡era médico! 

Una institucionalidad 

        Era preciso darse lo más rápido posible una estructura canónica, pero Antonio María no pretendía establecer oficialmente la Congregación si no era en una Iglesia dedicada al Apóstol Pablo…y en todo Milán no existía ni siquiera una.

La única iglesia que tenía una capilla dedicada a Pedro y Pablo era la de Santa Catalina, en la ribera del Naviglio, en la parroquia de San Vicente en Prato.

        Peor que nada, se decidió a aceptarla y el capellán, don Tomás Suardi se mostró contento en cedérsela, junto con la casa, y Antonio María, se comprometió, como cuota de arriendo a celebrar una misa diaria en el altar de esa Capilla.

        Llegó a vivir allí el 29 de septiembre de 1533, junto a p.  Ferrari, porque no se podía vivir en mayor número; con la compra de otras casas a Cristoforo Migliavacca y a Giampietro Galli, y sobre todo con la adquisición de la gran casa con jardín de los Preda, la capacidad se hizo suficiente para otros siete compañeros, que llegaron a vivir allí entre Julio y Agosto de 1534; el primero en llegar fue Morigia y el último, Soresina. 

Fue en esta casa de S. Catalina, junto a otras casas de la condesa Torelli, que se desarrolló la primera actividad religioso-apostólica de la nueva familia religiosa. El fervor que animaba el grupo, formado casi enteramente por jóvenes, irrumpía por las calles de Milán con una práctica religiosa ostentada y pública, con ejemplos de modestia y moderación en los ropajes, pero especialmente con mortificaciones de veras insoportables para la mentalidad altanera de los nobles de aquel tiempo, tanto así que algunos de ellos se lanzaron con espadas desenvainadas contra los penitentes, muchos de ellos propios familiares, para "vengar la deshonra a la casta".

La voz se corre; hay quienes hablan de herejía o al menos de "peligrosa novedad"; desde los púlpitos de los predicadores se criticaba a estos nuevos herejes y se invitaba a los fieles a dar fuego a sus casas. Interviene la curia episcopal y el 5 de Octubre de 1534, en el Senado, comienza el proceso, pero todo acaba con un no ha lugar, porque la conclusión de los tres jueces es ésta: "Necesitaríamos muchísimos de herejes como éstos".

Pero el día anterior, en la fiesta de S. Francisco de Asís, había acaecido un gran hecho: ante sus hijos aterrorizados, Antonio María Zaccaria había mostrado el quid de la propia opción. Tuvieron la valentía de optar por Cristo, dispuestos a todo, y desde aquel día transformaron su vida común en una vida crucificada centrada paulinamente sobre la radicalidad evangélica.

 

Las Angélicas y San Barnaba

        También las Angélicas deseaban contar con una estructura canónica y buscaban desesperadamente un sitio donde construir su monasterio, pero no había un alma que quisiera ceder sus propios bienes a una condesa que tanto había dado que hablar. Recorrieron todas las localidades de Milán y de la periferia, y tal vez fue justo en esa ocasión que el Fundador puso sus ojos en la Iglesia de San Bernabé (S. Barnaba), que esperaba adquirir en 1538, como escribió al padre Ferrari ese año, pero será sólo en 1545 que se comprará el templo, cosa que hizo padre Morigia.

        San Barnaba no servía para un monasterio; estaba demasiado aislada, fuera del recinto de la ciudad, con la que podía comunicar sólo por los puentes levadizos de Puerta Tosa y de Puerta Romana, por ello el proyecto fue desechado.

        Por las Angélicas el Fundador estaba dispuesto incluso a sacrificar los Barnabitas, de hecho sabemos que con el fin de conseguir el monasterio él les había ofrecido la misma casa de S. Catalina con el jardín, así consta en un acta notarial del 3 de abril de 1535, en que resulta que la Torelli había ya fijado, de común acuerdo con las monjas del convento limítrofe de S. Bernardino, las distancias y la altura de los muros por levantar, para no tener ningún contacto. Pero no se hizo nada al respecto.

        Luego de tanto buscar y rezar, finalmente en Puerta Ludovica, en las inmediaciones de la iglesia de S. Eufemia, lograron comprar casi milagrosamente 24 casuchas de mala fama, que en parte adaptadas y en parte abatidas, dieron espacio al nuevo monasterio. Se cumplía así la profecía que sesenta años antes había hecho el beato Amadeo Menes da Silva, fundador del convento y de la Iglesia de S. María de la Paz donde hoy descansa: " estas casas, ahora lugar del pecado, se volverán morada de los ángeles".

Las Angélicas se trasladaron allí en procesión en la tarde  del 5 de Octubre de 1535; y por Navidad el Fundador pudo celebrará allí la primera misa en la capilla provisoria preparada en la gran sala comprada por los hermanos Brasca. El 25 de Enero de 1536 el monasterio fue dedicado a S. Pablo y el 4 de octubre sucesivo, en Capítulo, sobre una propuesta de la joven novicia Isabella Baldironi (de nombre religioso  Inés) las monjas decidieron llamarse Angélicas, haciendo referencia a la Eucaristía de la que se alimentaban cotidianamente.

La vieja casa que se hallaba cerca de S. Ambrosio, caída en inutilidad, fue regalada generosamente por la condesa Torelli a los Barnabitas, quienes se trasladaron desde S. Catalina a finales de 1535 pudiendo organizar mejor la vida regular. De hecho  el 15 de abril de 1536 Antonio María propuso e hizo elegir como superior de la Comunidad a padre Morigia, continuando él mismo a ser llamado "el Mayor". Las casas de S. Catalina, también inútiles, fueron vendidas por dos mil liras a las monjas de S. Bernardino el 9 de febrero de 1537.

 

No cesan los tormentos…la cruz

        Por ese mismo año hubo un reavivamiento de las acusaciones y calumnias en Milán; volvieron a circular las acusaciones de herejía pelagiana y de desviaciones al modo de los "pobres de Lione". Barnabitas y Angélicas estaban listos para asumir su primera misión en Vicencia y no podían iniciar esta importante tarea sin las cartas en regla con la autoridad eclesiástica: por ende fueron ellos mismos quienes pidieron que se reabriera el proceso de 1534 y se llegase a una sentencia formal.

        Inquisidor, Vicario general y Delegado del senado, la emitieron plenamente absolutoria el 21 de agosto, y el 2 de septiembre el santo Fundador pudo partir para Vicencia a inaugurar la misión iniciada ya en Julio: reforma de las  monjas Convertidas, de las Silvestrinas y de la nobleza citadina.

A finales de Octubre había vuelto a Milán en donde lo esperaba la organización y administración de sus tres comunidades. Las actas notariales nos lo muestran ya en S. Ambrosio, ya en el monasterio de S. Pablo; de ida y vuelta: el trayecto a pie no era en realidad un paseo delicioso, especialmente la mañana temprano en invierno, con frío y con la nieve, pero nunca dejó el retorno diario a su comunidad. Antes de partir tocaba la campana del monasterio, reunía a sus monjas, les dirigía unas palabras de exhortación y las dejaba serenas con algún dicho alegre.

        Luego debía asistir al grupo de Casados, ya plenamente crecido, a tal punto que las Colaciones espirituales (según el p. Tornielli) no podían ser realizadas en una sola sala, sino que en varias, para grupos distintos, bajo la guía de diversos padres.

        Seguían los trámites para la venta de Guastalla. Habían hallado al comprador; Ferrante Gonzaga, gobernador de Milán y hermano del Duque de Mantua, Federico. Incluso el Emperador Carlos V había ya concedido su venia en mayo de 1538. El negocio era conducido por Franceso Sfondrati, el mejor abogado italiano de la época y Antonio María se trasladaba seguido a Guastalla para preparar a los súbditos en el cambio de dueño.. Pero en Navidad de 1538 Sfondrati fue golpeado por la desventura; se le murió la mujer Anna Visconti, dejando seis criaturas, dos hombres y cuatro mujeres. ¿Qué hacer? Entonces, la condesa Torelli acogió en su monasterio a las cuatro niñas (la menor de 18 meses) quienes más tarde se hicieron todas Angélicas; los dos niños fueron acogidos por el Fundador, de los cuales Niccoló llegó a ser el papa Gregorio XIV y el otro, Paolo, continuó la familia..

        Pero como  las desgracias no llegan nunca solas, Guastalla, que había sido condenada con el Interdicto por una triste lucha de poderes entre los condes Paolo Torelli de Montechiarugolo y Marcantonio Torelli de Mantua, había obtenido de Paulo III la absolución, subordinada al consentimiento del conde Paolo quien se negaba a darlo. Más encima, el conde Carlo Gonzaga de Novellara, sabiendo que el feudo de Guastalla estaba por ser vendido, ocupó abusivamente una zona donde se captaba  y distribuía agua.

        La condesa Torelli recurrió al Senado de Milán, el Senado ordenó al Prefecto de Cremona de hacer una vista al lugar; la autoridad citó al administrador de Guastalla, Bernardo Zaccaria, primo el fundador y al usurpador Gonzaga…todo esto hizo alargar y complicar la venta del feudo (la que vendrá estipulada sólo el 13 de octubre de 1539, a tres meses de la muerte del Fundador. Se necesitaba como árbitro una persona que resolviera diestramente todas las dificultades; se eligió a Antonio María Zaccaria.

        Él fue con agrado, porque Guastalla le era un lugar querido. Él podía obviar el terrible Interdicto, la prohibición de cualquier sacramento para todo el pueblo, con el privilegio el altar portátil que tenía desde 1535; podía celebrar y administrar los sacramentos como quisiera. Por lo demás tenía buenas relaciones con los contrincantes, esperaba así resolver rápidamente todas las controversias.

        Era Mayo, con los terribles calores del verano padano. Como era de costumbre, Antonio María se prodigó por los cuidados y la asistencia espiritual de los súbditos de Guastalla, se multiplicó para llevar a la paz a los dos contrincantes Torelli, y por el asunto de los canales de agua marchó a Novellara.

       

El final

        Como siempre había sido delicado de pecho, y con todo el ajetreo y el ir y venir, correr y sudar, todo le fue fatal. En la carta al matrimonio Omodei, fechada  el 20 de Junio, él confiesa un "gran cansancio de cuerpo"… Era médico y no se podía hacer ilusiones…Por ello pidió "Llévenme a Cremona a donde mi madre".

        Allí llega justo a tiempo para expirar entre los brazos maternales de Antonieta y de los hermanos llegados desde Milán. San Pablo, apareciéndosele en lo más alto de la fiebre, le había preguntado si quería irse con él. Respondió ¡Con todo gusto!.. Fue su última palabra… 5 de Julio de 1539.

(Reseña en 4 partes publicada por Padre Giuseppe Cagni, barnabita, en los números 1 a 4 del Eco dei Barnabiti, de 1989, con ocasión de los 450 años de la muerte del santo Fundador)

 Traducción de p Miguel Angel Panes.

MARCO HISTORICO CONTEMPORÁNEO>>>>

  [email protected]

DIOCESIS DE LA S. CRUZ DE RANCAGUA

PADRES BARNABITAS

Fono 72-572541 · CASILLA 110 · SAN VICENTE DE TAGUA TAGUA
Hosted by www.Geocities.ws

1