CONTACTADOS
CUBANOS
Enrique
Arias
El segundo encuentro
|
Teniendo
unos 5 años de edad, en la misma casa de mis padres, calle
Virtudes número 410, entre Manrique y Campanario, Ciudad
Habana, altos, estando parado en el balcón que da a la calle
Virtudes, serían aproximadamente las 09:00 horas (de la mañana;
N. del E.) no recuerdo el mes, y era aún durante la Segunda
Guerra Mundial.
De
repente veo que se comienza a formar con un humo rosado, una forma
de "pantalla actual" de un televisor de unas 30 pulgadas.
En aquella época en Cuba no había TV, ni en los EEUU
tampoco (ver figura 2).
En
esta "pantalla" de energía que estaba frente a
mí en el espacio sobre la calle, observé un cubículo
donde habían unos cojines en el suelo, como en los países
árabes, y en el fondo comenzó a incorporarse un individuo.
En
realidad no puedo determinar su estatura porque en un set uno no
puede saber si es chico o grande.
Me
pellizqué la mano inadvertidamente contra el fierro del balcón
y me dolió por lo que estimo que no estuve soñando
despierto.
El
hombre se acercó a mí, las facciones de su rostro
oval, eran asiáticas, como de la Mongolia. El pelo blanco,
canoso le llegaba más allá de los hombros. Ojos oblicuos,
sin pupila, movía su boca y yo en mis oídos escuchaba
en mi lengua.
Estaba
vestido de una larga bata color gris claro, la tez de su piel era
blanca. Tenía una cinta plateada sobre la bata, rectangular,
que rodeaba su cuello, y otras tres sobre la manga del antebrazo.
Comenzó
a decirme consejos, como un padre a un hijo malcriado, que me portara
bien con mi madre y mi padre, que no fuese irrespetuoso con mi madre;
le pregunto quién era él. Me contesta: yo soy... en
ese instante, siento detrás de mí, algo que se desploma,
y al girar veo a mi madre desplomada en el piso. Miro al frente
y veo como la imagen se desvanece en el espacio. Salí disparado
a la cocina y busqué a Isolina Díaz, que era la cocinera,
la que sacó a mi madre de su desmayo. Ella le contó
a mi padre lo que vio. Él a su vez me hizo preguntas.
Continuará...
|