Carlos H. von der Becke sobre ideas de Godofredo Guillermo von Leibniz
Fuera de la Nada 1

von LEIBNIZ (1646 - 1716) : NUESTRO DESTINO

Intento de reelaboraci�n actualizada del texto original Del Destino - Von dem Verh�ngnis de GW von Leibniz

La cadena �urea, tan misteriosa.

Nada es realmente fortuito. Todo fluye del destino. Los procesos que configuran el destino est�n mutuamente enlazados en el tiempo, as� como los eslabones de una cadena est�n formando una continuidad.

Cadena �urea la ha llamado Homero y la imagen la usan otros poetas de la antig�edad. J�piter la va dejando caer del cielo; la cadena no se interrumpe. Ella consiste en la sucesi�n temporal de una causa plena y de un efecto pleno.

Si cada requisito (o peque�a causa), parte integrante de la causa plena, estuviese solo, como se busca en los laboratorios, producir�a un efecto regular y f�cil de identificar, salvo que el requisito proveniese de una cadena ca�tica y as� casi misteriosa. Los efectos plenos que surgen en la realidad son resultado de la cooperaci�n y antagonismo de muchas leyes lineales y no-lineales (estas �ltimas pudiendo generar soluciones ca�ticas) y de muchos requisitos peque�os, no de uno s�lo. Estas leyes, entonces, no parecen claras. El efecto pleno es combinaci�n de muchas fuerzas en juego. No son ni dos ni diez los mecanismos que participan en el destino presente. Casi todas las part�culas del cosmos y sus movimientos, casi todas las leyes vigentes, lineales y no-lineales, son requisitos para la evoluci�n de cualquier evento, salvo en el laboratorio, donde se disminuye artificialmente el n�mero de causas, aumentando la regularidad con nuevas leyes claras o restricciones superimpuestas.

La realidad es el resultado, ordenado o ca�tico, predecible o impredecible, claro o complejo, de requisitos y causas plenas, que plasman el mundo de ahora y de aqu�.

Imposibilidad de predecir el futuro

Este mundo que nos rodea, muestra en su destino actual, las leyes f�sicas que rigen y, adem�s los esfuerzos o desatinos de nuestros antepasados. La matem�tica es capaz de darnos un atisbo de estas cosas. Un esquema de la naturaleza est� circunscripto a la masa, la energ�a y la cantidad de movimiento. Un esquema del hombre agrega la informaci�n y la acci�n. Ambos esquemas completan el conjunto de requisitos. El sistema multivariables resultante es de muy dif�cil dominio.

De esto se desprende que se necesita una memoria prodigiosa y un entendimiento excepcional para conocer infaliblemente el acaecer futuro del mundo que nos rodea, as� como de entender la realidad.

Nadie puede ser profeta. Nadie - aunque conociera el presente - veria en �l al futuro como en un espejo.

Resulta imposible que una comprensi�n limitada prevea las cosas futuras circunstanciadamente. El cosmos tiene demasiadas part�culas. Cada part�cula tiene infinitos estados posibles. Las mediciones con precisi�n son dificultosas.

Sin embargo, ninguna mutaci�n de los fen�menos estudiados, ninguna perturbaci�n, puede ocurrir fuera de la envolvente que rodea a las part�culas del cosmos. Suponemos que no hay nada material fuera de dicha envolvente. En principio se puede afirmar que un perfecto conocimiento con infinita precisi�n de todos los requisitos del presente, servir�a de semilla para la predicci�n del futuro. Pero ese ut�pico infinito conocimiento no lo puede exhibir el ser humano para reconocer las causas pasadas de los efectos presentes, ni las causas presentes de los efectos futuros.

Azar o racionalidad en nuestro destino: dependen de nuestro modelo mental

Un t�bano puede cambiar la historia de un continente. Al zumbar frente a la nariz de un gobernante, sumido en cavilaciones sobre la estrategia a emplear, puede desbalancear el peso de dos opciones alternativas.

Una chispa en el polvor�n puede mostrar como peque�as causas pueden provocar grandes efectos.

Los expertos en armas de fuego reconocen que una peque�a incisi�n en un proyectil modifica la trayectoria esperada.

Si en la batalla de San Lorenzo le hubiese tocado morir ya sea al coronel San Mart�n o ya sea al sargento Cabral, las consecuencias ser�an diferentes.

La gente simpatiza con argumentos de esta �ndole. Interpreta que los acontecimientos ocurren por azar y no por esa cadena �urea de causas y efectos lineales y no-lineales que el an�lisis educado identifica con el destino. La diferencia de c�mo percibimos la realidad observada, est� en nuestro entendimiento educado, nada m�s. Por educaci�n, tenemos que entender que cada efecto de la cadena �urea comprende una gran cantidad de requisitos peque�os que la provocan. Los puntos de los dados tirados sobre el tapete son funci�n de las condiciones iniciales para la trayectoria que han descripto. Al no conocer nuestros dados y nuestra fuerza en la mano con infinita precisi�n, usamos de sus trayectorias para divertirnos o para sufrir. Entonces lo aleatorio (de alea, dado) es algo determin�stico o predeterminado que escapa a nuestras habilidades. Con un moderno aparato de fotograf�a enfocando el dado, se podr�a acertar bastante bien el resultado de tirar dados en laboratorios.

Principio de raz�n suficiente y realidad

�Todo es impredecible para el hombre como analista? A veces se halla desconcertado frente a la cadena de causas y efectos, otras veces el fen�meno f�sico o la evoluci�n socioecon�mica, en tanto que sea lineal, le resulta predecible. El hecho es que existen razones, las razones suficientes, para esa realidad. Esto es tan cierto como que tres por tres son nueve. Sigue siendo cierto, para el analista educado, que nada hay sin raz�n a priori.

Frente a los fen�menos sin explicaci�n aparente, podemos sosegar nuestro �nimo. Si hemos puesto dos veces seguida un d�lar en nuestra billetera, estar�amos locos si luego nos quejamos al encontrar en ella dos d�lares en lugar de los tres que necesitamos. Las leyes de cambio de la naturaleza lo contabilizan todo, si se conocen con precisi�n las condiciones iniciales en el caso no-lineal.

Uno se podr�a lamentar: "me enfurezco porque solamente introduje dos d�lares en la billetera; de haber introducido otro, tendr�a lo que necesito.".

Por analog�a, apreciamos que la naturaleza y la acci�n humana tambi�n tienen sus l�mites. El resultado de las leyes, a veces claras y otras turbias, consiste en que el destino nos muestra la realidad que est� ocurriendo y omite mostrarnos la posibilidad que qued� eliminada de antemano. Lo que no est� provisto, no ocurre. Es tan absurdo reclamarlo como exigir de la billetera cuanto no se meti� en ella.

Ese reclamo adopta formas aparentemente racionales.

Si momento a momento, la realidad obedece a causas preexistentes, �no estar� todo en semilla ya en el momento inicial de la creaci�n?

�No podr�a el presente ajustarse m�s a nuestro gusto?

�Se podr�a conseguir que ning�n ni�o sufriera?

Cuando la evoluci�n de un proceso sigue una dada trayectoria temporal y no otra alternativa, hay siempre una causa plena, a veces sutil para nosotros, que la determina a ello. Sin embargo, la educaci�n consiste en saber que las causas, a veces sutiles, infaliblemente est�n presentes y las leyes, superponiendose en conjunto, a veces entran por la ruta hacia el caos, donde el camino seguido es fuerte funci�n de las condiciones iniciales.

Primera categor�a - el optimista filos�fico

En este punto concreto hay dos tipos de humanos. Uno est� en equilibrio con el estado presente de las cosas y goza con alguna alegr�a de este presente, en tanto que tiene su raz�n suficiente de mostrarse como se muestra; y otro que est� en desequilibrio y enemistado con el presente y sufre con �l.

En la primera categor�a se acepta que todo el pasado, globalmente, es un bien por ser real. Tal ser humano est� razonablemente optimista y feliz, aunque no paralizado.

La par�lisis es la negaci�n de la quietud espiritual din�mica. Por consiguiente, emprende algo todos los d�as, en actitud de servicio hacia la comunidad y para aumentar las relaciones familiares, ingresos, amigos, poder, placer de vivir, informaci�n. El pasado est� cristalizado y es inamovible. El futuro puede ser modificado. Cree que hay que modificarlo pues depende de nosotros. Ve claramente nuestra tarea pind�rica: ser�s lo que hay que ser o no ser�s nada. Acepta un pasado igual. Pero no un futuro igual. Lucha por mejorarlo. El esfuerzo debe ser sostenido. Como se�alan las Sagradas Letras (Mt.24.13) s�lo tendr�n buen �xito los perseverantes.

Si nuestra acci�n no tiene buen �xito, despu�s de un perseverante esfuerzo sostenido en el tiempo, es porque el desarrollo de las cosas presenta a�n inmadurez para incorporar el cambio por el cual hemos perseverado. La sociedad ideal absoluta no coincide, es obvio, con la sociedad real resultante de lo factible. Pero la sociedad factible es "mejor", por ser real, por tener m�xima "cantidad de esencia", que la ut�pica, que carece de realidad y de esencia.

Segunda categor�a - el pesimista

En la segunda categor�a de seres humanos, somos enemigos del estado de las cosas y de nuestro particular destino. Estamos optando por otra f�sica, por otra sociolog�a, por otro ser humano, por otras leyes m�s claras que generen otras realidades m�s queribles, por un dios diferente que seleccione de otra forma las leyes que, as� como est�n, no nos convencen.

Por cierto que no podemos ver con nitidez cu�l es el correcto marco de referencia, el correcto sitio de observaci�n, para apreciar lo que nos sucede y disgusta.

Para estas idiosincrasias humanas, siempre se les podr� hacer ver otro marco de referencia m�s adecuado para visualizar el sentido oculto de la cadena �urea, de la realidad donde estamos. Pero entre los humanos de la segunda categor�a muchos no aceptan que haya sentido oculto alguno en la cadena �urea. Tenemos que mirar, a este respecto, con los ojos de la mente all� donde no podemos estar con los ojos del cuerpo.

Esto se clarifica con un ejemplo. Cuando se contempla el curso de las estrellas, resulta un dibujo intrincado. Los astr�nomos demoraron siglos en reducirlos a reglas adecuadas. Son tan dif�ciles e inc�modas que Alfonso el Sabio, rey de Castilla, afirm�, despu�s de considerarlas, que si Dios lo hubiese convocado al crear el cielo, �l le hubiera dado buenos consejos para simplificar las trayectorias astrales.

Con el pasar del tiempo, nuestro Cop�rnico averigu�, por fin, que los ojos del observador deben mirar desde el sol. As� las predicciones resultan simpl�simas. Resulta visible el sentido oculto de los movimientos planetarios. Laudable quien investiga el mejor marco de referencia para las leyes combinadas del rompecabezas de los fen�menos naturales y humanos. Ser�a triste y absurdo que al final hubiese que reconocer que la falta de conocimiento confiere ventajas al ignorante frente al investigador. La acci�n guiada por el conocimiento siempre resulta m�s positiva que la inoperancia por desconocimiento. A medida que el investigador se acostumbra a dilucidar conflictos y procesos, palpa cada vez m�s la condici�n extra�a y casi misteriosa de la realidad positiva, sujeta frecuentemente a leyes no-lineales.

La armon�a final

El conocimiento "perfecto" es la comprensi�n del efecto resultante de todas las causas que obran sobre un sistema en estudio, sobre la realidad. Cuanto m�s causas incorpora uno para que concilien con las anteriormente consideradas, tanto mayor es la perfecci�n entendida. La perfecci�n es la comprensi�n de la realidad positiva. Nos acercamos a ella con cada nueva causa colaborante descubierta. Hay disonancias en la cadena �urea. Est� hecha de orden y de caos, que en conjunto, forman una estructura superior, anypejthynos, la armon�a final. El orden es, a veces, est�ril, porque puede semejar a un prolijo cementerio; el caos disipativo es, a veces, f�rtil, porque promueve las autoorganizaciones. Como Dios prefiere las leyes simples y f�rtiles, que maximicen la variedad de fen�menos, necesita apelar al caos, a�n al precio de conspirar contra la regularidad de la naturaleza. En el caos est� la disonancia.

Muy misteriosa es la respuesta humana a la m�sica. No le place al humano ni la cacofon�a muy desordenada, ni la pobreza musical del orden regular. Esto es peque�a muestra de la arquitectura de la evoluci�n de procesos. No conviene ni un orden sin caos ni un caos sin orden. No conviene ni unas pocas leyes solo lineales sin no-linealidad, ni unas pocas leyes solo no-lineales sin linealidad. La mezcla es la mejor posibilidad.

Dos reglas finales

Nuestra posible actitud frente a la armon�a final, a la armon�a de orden superior que caracteriza a los eslabones de la cadena �urea, se plasma en apenas dos reglas.

    Primera, que tengamos por explicables en principio todas las cosas y explicables, tambien, todos los acontecimientos del pasado, como si los estuviesemos viendo desde el punto de mira correcto.

    Segunda, que tratemos de enderezar todos los procesos donde podamos actuar y que apuntan al futuro, en cuanto de nosotros depende y segun nuestra mejor noci�n individual, buscando el escurridizo punto de mira correcto.

La primera regla nos acerca por ahora a una quietud espiritual tentativa. La segunda nos pone en marcha, en el camino hacia una condici�n m�s valiosa para todos nosotros, en tanto en cuanto que estamos contribuyendo como requisito a ella.

Leibniz, GW - Del destino - en G.W. Leibniz, Escritos Filos�ficos, editados por Ezequiel de Olaso, editorial Charcas, 1982.

Art�culo publicado en Holding, A�o 1, No1, 1990, p.38
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    Actualizado 29 ago 1999

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