CUANDO LA SAL PIERDE SU FUERZA

Mateo incluye estas palabras inmediatamente después de alistar las bienaventuranzas que Jesús pronunció en el marco de lo que conocemos como el Sermón del Monte (Mateo capítulos 5, 6 y 7). En el transcurso de aquel memorable discurso Jesucristo pronunció otras palabras que también viene al caso citar aquí y que muy bien harían los testigos de Jehová en tenerlas muy presentes cuando sus líderes les inciten a tener un comportamiento impropio, no ya de un cristiano, sino de alguien con una pizca de humanidad:

Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y los fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. Mateo 5: 20.
 

Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Mateo 5: 47.
 

Guardáos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Mateo 7: 15.

Muchas otras cosas enseñó Jesús en aquella ocasión que han de ser una guía, una luz y un patrón para afrontar toda circunstancia con el espíritu del cristianismo verdadero y, por tanto, han de tenerse en cuenta a la hora de aplicar muchos textos bíblicos con el equilibrio necesario. Toda la vida y las enseñanzas de Jesucristo nos muestran que el amor es la regla suprema. Amor a todos los humanos, empezando por las obligaciones bíblicamente ineludibles del entorno familiar. Acudir a textos bíblicos aislados, prescindiendo de un contexto bíblico más amplio necesariamente en armonía con el sentido común humano y humanitario, y utilizarlos como si del Código Penal se tratase, no es más que una manipulación de la Sagrada Escritura o, cuando menos una interpretación sesgada de la misma. Eso fue lo que en diferentes ocasiones les echó en cara a los líderes religiosos de su día Jesucristo cuando afrontó ante ellos cuestiones como la observancia del sábado. Las objeciones de aquellas personas a las obras de Jesucristo en sábado carecían de toda justificación. Con toda justicia Jesús pudo decir: "No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento". Mateo 5: 17.
 

Contemplamos cómo pervive hoy aquel espíritu servil a la letra, el mal entendimiento y la perversión de la Sagrada Escritura. Y lo vemos en una organización con un registro récord en fallos proféticos y en interpretaciones erradas de la doctrina y que, aún con toda esa evidencia, no quiere reconocer que carece de apoyo divino. Muy al contrario, no se ocupa en otra cosa que en hacer alardes de ser la destinataria "probada" de tal apoyo. Pero no hay más que examinar un poco su trayectoria para darse cuenta de lo descarriados que andan. Así que no hay razones para considerar que en lo que se refiere a no pocos aspectos de la orientación moral que imparte esa organización haya de ser diferente a lo que le sucede en el aspecto doctrinal. Tanto en un aspecto como en el otro le son aplicables las palabras de Pedro con respecto a las cartas de Pablo, especialmente en lo que tiene que ver don la parusía:

"Es cierto que en éstas se encuentran algunos puntos difíciles, que los ignorantes e inestables tergiversan para su propia perdición, lo mismo que hacen con el resto de la Sagrada Escritura". (2 Pedro 3: 16).

Lo grave del caso que constituye el tema que inmediatamente paso a considerar es que afecta al trato debido a las personas, concretamente a la estrecha relación que debería mantenerse en el seno de la familia por el hecho mismo de ser miembros de esa institución que, sin duda alguna, Dios quiere preservar a toda costa.
 

Nuestro Ministerio del Reino correspondiente al mes de agosto de 2002, en un suplemento expresamente dedicado a la cuestión, trae a consideración de los miembros en las familias testigos de Jehová el tema "DEMOSTREMOS LEALTAD CRISTIANA CUANDO SE EXPULSA A UN PARIENTE". El tema es considerado en catorce apartados y rebosa una inhumanidad tal que, de seguirse tal como se requiere de los adeptos, conduce inevitablemente a la destrucción de la relación familiar. Es de hecho, la situación que se da en muchísimas familias de testigos por esa causa. O sea, que muchísimo del mal ya está hecho. Dice el primer párrafo:

Los vínculos familiares pueden ser muy fuertes. Este hecho supone una prueba para el cristiano cuando su cónyuge, un hijo, un padre u otro pariente cercano es expulsado o se desasocia de la congregación (Mat. 10:37). ¿Cómo debe el cristiano leal tratar a ese pariente? ¿Es diferente el trato que se le da si dicha persona vive en la casa del Testigo? Pues bien, repasemos lo que dice la Biblia al respecto, y tengamos presente que sus principios son aplicables tanto a los que han sido expulsados como a los que se han desasociado.

¿En dónde dice la Escritura que los vínculos familiares hayan de constituir una prueba en el sentido de que el cristiano haya de verse obligado a tomar una acción dolorosa en contra de sus familiares, porque alguno de éstos haya emprendido un camino diferente, tal vez guiado por su propia conciencia? Y ¿En dónde se especifica esa distinción en el trato que haya de otorgarse a quienes viven bajo el mismo techo y a los que vivan fuera de casa? Jesucristo reconoció que, por su causa, habría división en el seno de la familia (Mateo 10: 35, 36). Pero dio a entender que serían los familiares no cristianos los "enemigos" del seguidor de Cristo, no que fuera de éste de quien partiera la iniciativa de tomar acción en contra de su familia, constituyéndose él en el "enemigo" de los demás por exigencias de su fe. Se entiende, además, que existiría conflicto, incluso pudiera tratarse de persecución, pero no habla de corte de relaciones por esa causa. Si algo hay claro en el sermón del monte, cumbre en la exposición de la actitud del cristiano ante el mundo exterior, es el aguante ante la injusticia sufrida. Lo que sí estableció con su enseñanza es que: "El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí" (Mateo 10: 37). Eso es algo bien distinto. De ninguna manera supone repudio familiar hacia alguno de sus miembros.
 

Naturalmente que un cristiano, como tal, nada tiene que ver con "fornicadores", "borrachos", "extorsionadores", etc. (1 Corintios 5: 11, 13). En ese sentido no considerará hermano en la fe a quien esté dominado por esas prácticas. Lo lógico es que sus amigos no sean personas de esa clase debido a sus creencias, principios y estilo de vida. Pero eso nada tiene que ver con las relaciones que se derivan de los vínculos familiares. Por muchos motivos, incluso de orden espiritual, éstas podrán debilitarse, pero la tendencia del cristiano habrá de ser siempre la de mantenerlas a flote en lo que de él dependa. Es su obligación como cristiano dentro del círculo familiar. También son ciertas las palabras de Jesucristo (Mateo 18: 17) con respecto a la consideración de las personas que definitivamente optan por desatender toda instancia para permanecer en la senda correcta. Pero el propio Jesús, que invitó a considerar a esas personas como consideraban a los gentiles y a los recaudadores de impuestos, no puso objeciones para reunirse él mismo y comer con tales recaudadores de impuestos. También hizo lo propio con samaritanos. El hecho de que Jesucristo reflejara en sus palabras la actitud de la gente de su tiempo para con ciertos grupos de personas no quiere decir que incitara a marginarlos por completo y a excluirlos hasta del saludo y de conversar con ellos. El no promovió algo así ni actuó de esa manera. Lo que Jesús pudo dar a entender es que el mundo de quien se mantiene como seguidor suyo es diferente del de aquel desecha las exigencias cristianas. No cabe duda alguna de que la visión de la vida del creyente es muy distinta del que no lo es. Las exigencias no son las mismas, tampoco las aspiraciones y las expectativas, de modo que las consideraciones son diferentes y el cristiano encuentra su afinidad entre sus hermanos en la fe. Pero, de ahí hasta llegar a la conclusión que de todo el razonamiento descrito en el apartado dos de ese suplemento extraen, hay todo un abismo. Dicha conclusión la refleja el apartado tres en estos términos:

Eso significa que los cristianos leales no tienen trato espiritual con nadie que ha sido expulsado de la congregación. Pero hay más implicado. La Palabra de Dios dice que 'ni siquiera comamos con tal hombre' (1 Cor. 5:11). De modo que también evitamos el trato social con tal persona, lo que descartaría ir con ella a una comida campestre, a una fiesta, a un partido, al centro comercial, al cine o sentarnos a comer con ella, sea en el hogar o en un restaurante.

Privar a los miembros de la familia de que, como tal familia, gocen de salidas al campo, tengan juntos una comida en casa o cenen en un restaurante es introducir la discordia en el seno de la misma. Da escalofríos pensar que una madre y una hija o dos hermanos que se quieren profundamente hayan de verse obligados a poner restricción a sus sentimientos por el hecho de que alguno de ellos deje de creer en las enseñanzas de la Watchtower y lo haga público. Lo normal es que hablen entre sí y traten de los mutuos puntos de vista con respecto a sus creencias con toda naturalidad y confianza. Pero eso es lo que la Organización trata de impedir al precio que sea. Este apartado tres está moralmente emponzoñado. La Sagrada Escritura no se puede tomar con esa ligereza. Pablo está considerando aquí un caso de incesto consentido entre la congregación corintia (1 Corintios 5). Es evidente que eso no se tolera en la práctica cristiana. Seguro que la congregación en Corinto tomó conciencia de aquella situación y trabajó para corregirla. Pero no hay evidencia alguna de que se emitiera algún tipo de anuncio oficial para que se negara la palabra a tal persona. Los principios no tienen por qué degenerar en reglas estrictas que ahogan el espíritu cristiano. Bastaría con dicho espíritu para resolver, no ya el caso concreto del incestuoso citado por Pablo como ejemplo extremo, sino el hecho de que la congregación estuviera contaminada por inmoralidad y expuesta a la relajación de costumbres comunes en la cultura dominante en la Corinto de la época. Hay que tener en cuenta, además, el hecho de que hubiera fricción y divisiones entre ellos (1 Corintios 1: 11; 2 Corintios 12: 20, 21). Todo ello formaba parte del enfado de Pablo que se expresó en un lenguaje claro y rotundo para transmitir el espíritu de la fe cristiana pura, al margen de la expresión concreta "con esos, ¡ni comer!" (1 Corintios 5: 11). Aquella persona fue restablecida sin que haya constancia de haberse seguido un proceso de prueba estricto en el que se le negara la palabra y el saludo a la manera de lo diseñado por la Sociedad Watch Tower para los testigos de Jehová. Es muy importante leer la Sagrada Escritura, el Nuevo Testamento en especial, con la sencillez y la naturalidad con la que está escrita, ya sea para impartir doctrina como para establecer normas de moralidad y comportamiento. Se trata de extraer la enseñanza fundamental y no dejar que "los árboles nos impidan ver el bosque", extrayendo una sola palabra o expresión para quedarse atrapado en ella y cargar sobre la misma toda la fuerza de la letra, ignorando el espíritu con el que está escrita. En este caso concreto remitiría al lector a que leyera con calma este asunto en una (o varias) buena versión de la Biblia para hacerse un cuadro no restringido por la estrechez de miras de la Sociedad Watch Tower. Creo que son interesantes los pasajes de 1 Corintios capítulos 1, 3 y 5; 2 Corintios capítulo 1: 12 a capítulo 2: 11; 2 Corintios capítulo 7: 5-13, entre otros. A todo esto no quisiera pasar por alto algunas de las palabras concretas de Pablo que arrojan mucha luz en todo este asunto:

"No porque pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino porque queremos contribuir a vuestro gozo por vuestra firmeza en la fe". 2 Corintios 1: 24.

Pablo no pretendía un dominio (qué tendrían y qué no tendrían que hacer con todo detalle) sobre la fe de los corintios, sino una contribución a su fortaleza con el gozo consiguiente. Las sentidas palabras de Pablo al optar por el perdon distan mucho de un restablecimiento reglamentado como el que se lleva a cabo en la Organización Watchtower:

"Si alguno me contristó, no me contristó a mí, sino en cierto modo, para no exagerar, a todos vosotros. Bástele a ese la corrección de tantos, pues casi habríamos de perdonarle y consolarle, para que no se vea consumido por excesiva tristeza. Por eso os ruego que públicamente le ratifiquéis vuestra caridad". 2 Corintios 2: 5-8.

De modo que el paso de la tolerancia a la censura y la reprobación de su conducta por buena parte de la congregación de Corinto, algo doloroso para el interesado, fue suficiente y se le debería restablecer el amor que corresponde a todos los miembros de la congregación. Censurar o reprobar la conducta de alguien no implica obligación de negarle la palabra. Un hijo puede ser objeto de reprensión sin que por ello le sea negada la palabra dentro de la familia. Eso sería una injusticia aún mayor, no solo para ese hijo, sino para la familia entera.
 

He aquí el texto de los párrafos cuatro y cinco:

¿Se puede hablar con un expulsado? Aunque la Biblia no menciona todas las situaciones que pudieran surgir, 2 Juan 10 nos ayuda a comprender cómo ve Jehová el asunto: "Si alguno viene a ustedes y no trae esta enseñanza, nunca lo reciban en casa ni le digan un saludo". La Atalaya del 15 de noviembre de 1981, página 19, comenta: "Decir un sencillo '¡Hola!' a alguien puede ser el primer paso que lleve a una conversación y tal vez hasta a una amistad. ¿Quisiéramos dar ese primer paso respecto a una persona expulsada?".
 

El mismo número de La Atalaya, en la página 25, agrega: "La realidad es que cuando un cristiano se entrega al pecado y se le tiene que expulsar, pierde mucho: la posición aprobada que tenía delante de Dios; [ ... ] el grato compañerismo de los hermanos, que incluye mucha de la asociación que tenía con parientes cristianos".

El apóstol Juan está describiendo en este pasaje a los anticristos, aquellos que no reconocen al Mesías en la persona de Cristo. Las palabras de Juan en todo su contexto son éstas:

"Muchos seductores han salido al mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el Seductor y el Anticristo. Cuidad de vosotros, para que no perdáis el fruto de nuestro trabajo, sino que recibáis abundante recompensa. Todo el que se excede y no permanece en la doctrina de Cristo, no posee a Dios. El que permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no es portador de esta doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda se hace solidario de sus malas obras". 2 Juan 7-11.
 

continúa

Hosted by www.Geocities.ws

1