Nicholas O'Halloran

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De intuiciones y conocimientos

Empezaba a intuirlo, pero creo que lo supe cuando me follé a Ariadna. Las mujeres pueden llegar a ser de goma, tomar las más diversas posturas, hacer auténticas acrobacias con tal de satisfacer a un hombre. Casi podía tirármela mientras me la chupaba, de flexible que era. Deberían hacer obligatoria la gimnasia rítmica. Votaré al partido que lo incluya en su programa.

Empezaba a intuirlo, pero quizá lo supe cuando eché aquel polvo con Beatriz. Aquello sí que fue grandioso. Ocho horas de sexo sin contemplaciones. La mujer está diseñada para dejar los huecos justos. Me corrí en su boca -maravillosa lengua-, me corrí en su coño -maravillosa humedad-, me corrí en su culo -maravillosa presión-, me corrí entre sus tetas -maravillosa turgencia. Pero también me corrí en sus pies, me corrí en sus manos, me corrí en la parte posterior de sus rodillas, me corrí en sus sobacos... Fueron sólo ocho horas, pero creo que podría haber llenado una bañera de semen si hubiera escurrido sobre ella a Beatriz aquel amancer.

Empezaba a intuirlo, pero a lo mejor lo supe cuando lo hice con Carol. Si la palabra ninfómana tiene un significado, es el de esa mujer. Cenábamos juntos y me dijo "quiero follarte", sin más contemplaciones. No me dejó responderle. Me tomó de la mano y fuimos al servicio del restaurante. Sacó mi polla por la bragueta del pantalón y se la clavó levantando la falta y apartando las bragas para descubrir el coño. Creo que se me acabó de poner dura ya dentro de ella, cuando tenía el primer orgasmo. Para cuando quise empezar a moverme, le vino el segundo. Le tapé la boca con la mano para que no nos llamaran la atención justo antes del tercero. Llevábamos apenas tres minutos cuando llamaron a la puerta para ver si estaba ocupado. Decidí que debíamos salir o nos detendrían. Al sacársela le vino el cuarto. Yo ni me quedé a medias. Posiblemente ni me quedé a un quinto. Carol era especial, desde luego.

Empezaba a intuirlo, pero puede ser al follarme a Diana cuando lo supe. Diana, la ligera como el viento, no pesaba más de cuarenta y cinco kilos. Era pequeña y, por tanto, aquello de su peso no le impedía tener lo suficiente de todo. Buenas tetas. Era genial que se enroscara a tu cintura y follarla de pie. Pensé que cuando me corría la iba a enviar con la presión de mi semen contra la pared más cercana, de ligera como el viento que era.

Empezaba a intuirlo, pero muy posiblemente lo supe después de correrme con Elvira. Elvira no gastaba sujetador porque no los hacen de su talla. Posiblemente no habría tela suficiente. De haberla, en vez de aros le tendrían que poner rondas de circunvalación. Hundirla entre sus tetas era verla desaparecer para no saber si en algún momento volvería a ver la luz. Y, sin embargo, no eran blandengues, sino duras y potentes. Sus pezones desafiaban a los pararrayos. A Elvira le fabrique una especie de lago de alta montaña con mi semen en el canalillo. Porque, si a juzgar por el tamaño de aquellas tetas podría tener el canal de Panamá entre ellas, lo cierto es que hacían una presión fabulosa.

Empezaba a intuirlo, pero ahora sé que lo supe cuando quise tirarme a Felicidad. Ella me lo decía: "lo bueno de ser una familia numerosa es que hay de todo, y todos distintos". Era cierto. Sus cinco hermanas eran auténticas bestias sexuales... Ariadna, Beatriz, Carol, Diana, Elvira.. Cada una de ellas, única en su género. Y en familias numerosas, hay de todo... Los polvos con sus hermanas aún, al recordarlos, me la ponen dura.

Definitivamente, lo supe cuando quise tirarme a Felicidad. Ella tenía razón. Hay de todo en una familia numerosa. Hay de todo... Y habiendo de todo, va y mi novia es Felicidad: la única que no sabe follar.

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