Nicholas O'Halloran

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Como Dios

No miento si digo que follo como Dios. Cuando me meto entre las piernas de una mujer, sé que va a experimentar algo que desconoce y que no va a encontrar en ningún sitio que no sea mi polla. Porque esa es otra: follo como Dios, y por tanto no necesito tirarme una hora de precalentamiento y otra de coitos variados. Yo la hundo en su coño y... bueno, qué os voy a contar. Ya os he dicho que follo como Dios.

Soy la caña follando en misionero, de lado, debajo y ella de frente, debajo y ella de espaldas, ella a cuatro patas y yo arrodillado detrás, o de cuclillas... Haciéndoles la carretilla o el helicóptero soy la caña. Pero la caña de España. Joder, ya os he dicho que follo como Dios.

Soy el amo bombeando dentro de una mujer. Soy el amo, porque controlo cada centímetro de mi sexo que, os lo aclaro ya, es pequeño, apenas trece centímetros en erección. Pero qué demonios... no hace falta más porque follo como Dios.

La hundo despacio y empujo con las caderas. Les doy el típico mete-saca, la hundo y la dejo quieta, la muevo en círculos, la saco entera y vuelvo a clavarla, y de nuevo fuera y de nuevo dentro... Si acelero, no hay cacharro que pueda medir las embestidas por minuto que alcanzo. Si es que follo como Dios, qué más se puede decir.

Y por no hablar de los lugares. La cama es ideal, claro. Pero ahí está también el sofá, el sillón, la alfombra, el suelo, el retrete, las mesas de comedor, de cocina, de estudio, de ordenador, las bañeras y las duchas, los asientos de atrás de los coches, y los de delante, y los de los cines, teatros y todo tipo de eventos. ¿Qué más me da donde sea, si Dios es omnipresente, y yo follo como Dios?

¿Y qué me decís de la variedad? No recuerdo con cuantas mujeres he tenido sexo. Pueden haber sido... ¿ciento cincuenta, doscientas, doscientas cincuenta? Si es que es normal, tampoco me tengáis envidia. Si ya os he dicho que yo follo como Dios.

Sólo me hace falta que ellas se den cuenta. A lo mejor, así consigo repetir con alguna.

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