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Gobierno, UMTS y oligopolio

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En las últimas semanas semanas uno de los debates más interesantes al que hemos podido asistir ha sido el que ha enfrentado al gobierno (y en especial a la ministra de Ciencia y Tecnología, Ana Birulés) con los operadores actuales de telefonía móvil, Telefónica Móviles, Airtel y Amena, junto a X-fera que empezara a operar en los próximos meses.
El motivo era la famosa "tasa" sobre el espacio radioeléctrico que impuso el gobierno con posterioridad al concurso en el que se les adjudicó unas licencias a estas compañías.
Los acontecimientos fueron, aproximadamente, así: el gobierno convocó un concurso público para que las compañías pudieran desarrollar una nueva tecnología, la UMTS. El gobierno, haciendo uso del monopolio que detenta sobre el espacio radioeléctrico ofreció cuatro licencias.
Al concurso se presentaron (también si la memoria no me falla) siete grupos. Tres de ellos ya poseían una licencia para operar con telefonía de segunda generación, conocida como GSM. Teléfonica había sido el operador tradicional, Airtel (con el respaldo de Vodafone -la mayor operadora mundial de tellefonía móvil-, British Telecom y el BSCH), el primer operador que compitió con ella y Amena (filial de móviles de Retevisión, perteneciente al hólding Auna, y que tiene a Telecom Italia, Endesa y Unión Fenosa, si no me equivoco, como principales accionistas), el operador más nuevo, y que aún arrastra enormes pérdidas procedentes de su implantación en el mercado y las inversiones necesarias para el desarrollo de su red.
Pues bien, estos tres grupos, como todo el mundo esperaba, obtuvieron una de las licencias UMTS. Para obtener la cuarta la lucha fue muy reñida, y al final fue para X-fera, consorcio encabezado por Esther Koplowitz y una constructora, creo que ACS. Fuera quedaron otros grupos como Movil-Web (encabezado por Jazztel) y otros que ahora no recuerdo. Siento estas lagunas, pero ya hace un tiempo del concurso, y esos grupos se disolvieron tras él.
Pues bien, estos grupos pagaron al Estado unos 80000 (ochenta mil) millones por la licencia que les permitirían operar, aparte de comprometer una serie de inversiones que oscilaron entre los 800000 millones y 1,3 billones de pesetas.
Como se puede observar, las cantidades no son ningún juego. A modo de comparación, recordad que el denominado "contrato del siglo", la adquisición del último Talgo, supuso una cantidad de unos cien mil millones de pesetas.
Pues bien, en total y a lo largo de diez años esas diez empresas privadas se comprometían a llevar a cabo una inversión que ronda los cuatro billones de pesetas. Es, por tanto, algo de suma importancia para la economía española.
¿qué ocurrió? El Gobierno convocó el concurso muy pronto, con la esperanza de adelantarse en la implantación de esas nuevas tecnologías. Sin embargo, las previsiones de beneficios que arrojaba el UMTS eran cada vez mayores, y cuando lo convocaron otros gobiernos (Reino Unido y Alemania), las cantidades que pagaron las operadoras por la adquisición de licencias rondaron el billón de pesetas. Las obtenidas por el gobierno español fueron de 80000 millones, por lo que quedó como un infeliz, que no había sabido aprovechar la situación. Además, se originó un gran debate público, acerca de la ineptitud del gobierno para prever el poder recaudatorio de esas licencias.
Pero no era todo tan sencillo. ¿Cómo afectó a las compañías los pagos por unas licencias tan elevadas? Las compañías de telecomunicaciones europeas incurrieron en un endeudamiento altísimo. Esto perjudicó su seguridad financiera, lo que se vio reflejado en una caída de las cotizaciones bursátiles. Los inversores empezaron a desconfiar de la enorme rentabilidad que se le suponía a la UMTS. Fruto de esto, las gigantescas telecos perdieron más de su capitalización bursátil, lo que impulsó el desplome de la bolsa en general. Unido a la crisis estadounidense, se ha producido el hecho de que los capitales no afloran ya con tanta facilidad. Esto dificulta el pago de la deuda.
Así, para hacer frente a sus crecientes gastos, las compañías han tenido que empezar a vender sus participaciones en empresas no estratégicas. El caso más llamativo es sin duda el de British Telecom. El desplome de sus acciones ha sido posiblemente el más intenso, y se está desprendiendo de sus activos con mucha rapidez. Fruto de ello, la venta recientemente de su participación en Airtel a su compatriota Vodafone. 
Esta última compañía ha sido la que más ha invertido en la UMTS. Pero su privilegiada situación de líder absoluto mundial en el mercado de la telefonía móvil le permiten mantener una elevada cotización. De hecho, su capitalización bursátil es de unas 4 veces la que posee Telefónica, la segunda mayor empresa de telecomunicaciones europea por capitalización bursátil. Sin embargo, es cierto que su capitalización bursátil ha caído en picado en los últimos tiempos.

Pues bien, en parte en respuesta al clamor social, en parte por vergüenza ante el ridículo que le supuso al gobierno cobrar sólo 80000 millones de pesetas por las licencias, el Ministerio de Ciencia y Tecnología impuso una tasa por el uso del espacio radioeléctrico, que vendría a compensar la escasa recaudación procedente de las licencias. Pretendía, a fin de cuentas, recaudar una cantidad similar a la obtenidad en Alemania o Gran Bretaña, pero a lo largo de diez años.
Las operadoras pusieron el grito en el cielo. Los términos del concurso habían cambiado, y si finalmente la tasa se llevaba a cabo no podrían cumplir con el calendario de inversiones previsto.

La justificación del gobierno tenía su lógica: no había razón por la que las operadoras sí pudieran pagar grandes cantidades al gobierno alemán (y al de otros países menores) y no al español.
Pero la lógica de las compañías era, cuando menos similar: si habían podido pagar esas sumas era, en parte, porque se habían ahorrado una cantidad muy alta en el concurso español.

Finalmente, las condiciones del mercado cambiaron. Los niveles de endeudamiento eran tan elevados que muchas compañías dejaron de presentarse a los concursos. La recaudación descendió. Las empresas se vieron obligadas a abandonar los consorcios creados para la UMTS al no poder hacer frente a los pagos... El último gran concurso, el francés, fue un rotundo fracaso: había cuatro licencias, y los consorcios se fueron retirando ante las elevadas exigencias del gobierno, hasta que sólo quedaron en liza dos compañías el día que se llevó a cabo. El concurso tuvo que ser suspendido.

Así, arreciaron las protestas de las operadoras móviles españolas contra la tasa. Finalmente el gobierno, en un alarde de humildad reconoció que las condiciones del mercado habían cambiado y que la tasa debía ser revisada. Las compañías respiraron tranquilas.

Sin embargo, el intenso debate producido invita a la reflexión en numerosos aspectos. Por ejemplo, los defectos de los mercados oligopolísticos (y sus ventajas). 
Antes de esto, recordar ligeramente el modelo de concurso llevado a cabo en España. En él, las compañías presentaban sus propuestas, el gobierno las estudiaba y aceptaba las mejores. Ésas quedarían como operadoras en un mercado de reducida competencia, con los beneficios que eso conlleva, a cambio del pago de una cantidad. Con ese dinero se pretende transferir parte de los beneficios extraordinarios que obtendrán las empresas por su situación privilegiada a los consumidores.
Sin embargo, las decisiones del Estado suelen ser rígidas, en forma de ley, y las compañías se van a mover en un entorno que cambia a una velocidad extraordinaria, como es el del mundo en el que vivimos. Así pues, es muy difícil compaginar una regulación efectiva con el mercado. Los gobiernos británico y alemán cobraron en el concurso de las licencias una cantidad extraordinaria de dinero, que correspondía al nivel de beneficio que se esperaba. El gobierno español quiso cobrar una cantidad semejante, suponiendo unos niveles parecidos. Sin embargo, las condiciones del mercado cambiaron. Los beneficios esperados son ahora menores y las compañías van a pagar por las licencias más dinero del que posiblemente les vayan a reportar.
Los gobiernos han de estar ágiles para que su defensa de los intereses comunes no termine perjudicando a todos. Eso es lo que ha hecho el gobierno. Chapeau. Una felicitación desde aquí, después de tantas críticas desde todos lados, y una invitación para que, si quiere regular todos esos mercados, permanezca muy atento a su evolución. Y no permita que unas leyes puedan quedar obsoletas en perjuicio de las empresas, los consumidores (que somos los que vamos a pagar la tasa vía subida de precios en el servicio de telefonía móvil) y de la sociedad en general.

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