Celebrando espias de calles malditas en un lugar donde no hay tiempo.  Tiempo-polvo que hace altos a una luna de cuentos (cajani)  dando vueltas en las circunvulaciones  estudiadas en la oscuridad de los procesos extremadamente complicados para explicarse, que evitan al que en otras partes pasa : ser.
Calles en las que un discurso esquizoide trata de explicar que las formulas dirian que no hay tiempo.  Que lo relativo no existe,  como tampoco los hechos.  Que el ocaso de la literatura es primo del kitch.
Pero aqui,  siempre sordos a los locos,  no ocurre nada.  Y se siguen dibujando (o peor,  esculpiendo) Unicornios de otro siglo que se venden en Padin y 2001 para adornar las casas de las beatas madres de sagitarios sombrios en la busqueda del artificio de la moda.
Victimas,  pobres victimas de no conocer mis /sus ratas de alcantarilla,  los niuyores de soledad durmiendo entre los homeless.  Los sanjuanes de cuneta yorando con Y y exigiendole al destino por que  no haber nacido mas negra,  mas pobre o lesbiana (o escritora)  para saber por que y contra que estoy luchando.
En unas calles en las que la necesidad esta inerte enquistada en los musculos del tiempo,  de una ciudad que no comprende de que carne sale el dolor agudo de las ratas que no ha visto,  mientras poco a poco va muriendo de triquinosis.
A mi segundo nino del lunar en el costado lo tuve menos tiempo que al primero. Pero son tan iguales  como diferentes sus origenes.  El primero era claramente el nino del arte el nino que me enseno que el olor a oleo y perfume era un olor agradable.  El primer nino, traido del ombligo del mundo,  me enseno a ser bruja  y a montar en escoba. a oir la noche y esperar que su magia me llenara de pequenas luciernagas el alma.  Ese primer nino me enseno a esperar y a lograr lo que deseaba.  Y me enseno a dejar ir.
Al segundo nino se le ha movido el lunar a la espalda,  y no me enseno nada,  mas de el aprendi que el olor a oleo lo tengo en mi saliva y en mis manos,  que el perfume es artificio y no huele si no se mexcla con oleo.  El segundo nino, traido del principio de mi patria, me hizo aprender que no soy tan bruja y utilizo mi escoba para barrer su balcon.. Con el  deje de oir a la noche y se apagaron las luciernagas por que me hizo despertar de un letargo en el que yo misma me habia sumergido por cuatro anos.  Ese segundo nino me hizo aburrirme de la espera  y a esperar lo que lograba.  Y se fue sin que yo lo dejara.
Pero los dos eran ninos ,  pequenos e
inseguros,  petulantes y tiernos con ojos que despertaban en los mios un brillo extrano de otras vidas.  Con ambos aprendi que llega un momento en que, por ausencia,  las personas dejan de hacernos falta.
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