Aznar y los enemigos de la Constitución

 

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 EDITORIAL 8 de diciembre de 2001 

 

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Es posible que el Presidente del Gobierno estuviera desafortunado en sus festivas descalificaciones de la oposición en un acto electoral de las juventudes de su partido. Los “fervorines” de partido, sea cual sea éste, nunca suelen producir frutos intelectuales de respeto y los juveniles o efebócratas son generalmente aborrecibles. Tampoco pareció reparar Aznar en que la víspera del aniversario constitucional no era el mejor momento para poner ciertos puntos sobre ciertas íes. En fin, sea como fuere, lo cierto es que el Presidente no estuvo muy oportuno. Ahora bien, tomar como excusa esa inoportunidad formal de Aznar para presentar, justificar o defender la alevosa deslealtad constitucional del PSOE es una tomadura de pelo política y un atraco intelectual. 

Aznar tiene todo el derecho del mundo a decir que Zapatero no tiene ni idea de España o que no tiene una idea de España medianamente clara, y ello por una razón incontrovertible: es cierto. Seguramente hay fechas más oportunas que la víspera del 6 de diciembre para decirlo, pero sólo faltaría que el presidente del Gobierno y jefe del primer partido nacional no pudiera criticar al jefe de la oposición y líder del otro gran partido español cuando éste se pone a jugar irresponsablemente con la legalidad constitucional. Sobre todo cuando lo hace sin más propósito aparente que el de halagar servilmente por criterios de mezquina economía partidista la voluntad liquidacionista de Maragall y compañía.

Es comprensible que el diario de Polanco pretenda camuflar sus connivencias con el PNV y disimular la estrategia felipista contra el PP en una especie de estética renovadora, como si cambiar el marco constitucional fuera algo parecido a cambiar el vestuario en la temporada otoño-invierno. Pero, por mucho que disimule sus oscuros e inconfesados fines, la estrategia no cuela. Si Zapatero quiere reformar la Constitución y El País le respalda en ese propósito, están en su derecho, pero que digan ambos con claridad qué es lo que quieren reformar y por qué. Lo único que no pueden pretender es que creamos que reformar la Constitución es lo normal, lo corriente, lo progresista y lo fetén, y que defender su integridad es lo reaccionario, aburrido y de mal estilo. Es probable que Aznar no tenga el don del sarcasmo, como dice el editorial polanquista. Pero es seguro que Zapatero no está teniendo el don de la claridad conceptual ni exhibiendo la lealtad debida a la Constitución y, lo que es más importante, a la nación española que la fundamenta. Ni Zapatero, ni el PSOE ni el Imperio Prisa. 

Mientras no se demuestre lo contrario, aquí el único líder nacional y el único partido que están defendiendo día a día y coherentemente la nación y su Constitución son Aznar y el PP. Que les quieran dar lecciones Zapatero, Cebrián y los nacionalistas va más allá del sarcasmo. Es la apoteosis de la desvergüenza.

 

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