Indice General

“La Existencia de una Tendencia Trotskista Ortodoxa es un hecho”

 

Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.geocities.com/obreros.geo/

mail : [email protected]

Edición electrónica Diciembre 2001

(Tomado de Correo Internacional # 3, Febrero de 1982, Bogotá, Colombia)



Indice

“La existencia de una tendencia trotskista ortodoxa es un hecho”

“El centro del revisionismo es el SU”

“Frente Obrero: origen de una táctica”

Surge una nueva táctica

Una táctica para cada situación

“Bonapartismo sui generis y frentepopulismo”


“La existencia de una tendencia trotskista ortodoxa es un hecho”

Por Nahuel Moreno

Entre los que hemos trabajado estos dos proyectos, el balance y las tesis, resolvimos que era mejor abrir esta discusión con una rápida presenta­ción. En realidad, se trata de dos resolucio­nes íntimamente ligadas. Queremos saber qué objeciones hay, qué polémicas, qué experiencias sobre el CORCI y la crisis de la CI(CI). Queremos escuchar a los com­pañeros Napurí, Alberto o a los compañeros que vienen del healismo. Que todos aporten sus experiencias y sus críticas. Nosotros nos reservaremos el derecho de responderles con un poco más de tiempo.

Ahora sólo quiero señalar algunas pocas cuestiones. Lo primero son dos hechos que se pueden sintetizar en una sola frase. Hace años –muchos-‑, logramos que la Lógica de Lefebvre, que había sido prohibida por el PC, nos llegara de París, a través de copias. Al leerla nos sorprendió una frase: el conoci­miento es un hecho. Infinidad de corrientes filosóficas discuten si el conocimiento existe o no, y Lefebvre comenzaba diciendo que no sólo existe sino que es un hecho. Así de sencillo. Comenzaba no admitiendo siquiera que se cuestionara su existencia.

Equivocados o no, nosotros arrancamos en forma parecida: La existencia de una sola corriente o tendencia mundial ortodoxa, enemiga frontal del revisionismo del SU y de la OCI(u), es un hecho. Y ese hecho, que esa corriente existe y es única, se ve corroborado por otro: esta Conferencia, que es la de esa tendencia única. Ese es el trasfondo, a mi modo de ver, de lo que hemos planteado en esta Conferencia, y específicamente en los dos documentos que pusimos a consideración de ustedes. Dicho de otro modo, esta Conferencia es un hecho político que refleja la existencia de una sola corriente trotskista conse­cuente a escala mundial, formada por la ex FB, enriquecida y fortificada por la pre­sencia de compañeros de otras vertientes, principalmente del ex CORCI. Como todo nuevo hecho, es producto de una combina­ción.

De modo que la primera pregunta que de­bemos respondemos es si estamos reunidos los únicos trotskistas organizados (débiles o fuertes, llenos de errores o aciertos en su pasado) que están por la defensa intransi­gente del trotskismo. Es decir, debemos comenzar por definir el carácter y el signi­ficado de esta reunión. Parafraseando a Lefebvre decimos: el trotskismo consecuen­te es un hecho expresado en esta reunión.

Lo segundo es algo que hemos dicho antes de esta conferencia: no queremos retroceder de la CI(CI) a la Fracción Bol­chevique. Era un deseo. Hoy esa aspiración se ha concretado. Estamos ante algo cualitativamente superior a nivel de direc­ción, y de organización, a la Fracción Bol­chevique. No hemos regresado a la FB, de ninguna manera. ¿Por qué? Primero, por los compañeros norteamericanos, que a pesar de ser un pequeño grupo debemos reivindicarlos, porque son parte de la rica experiencia histórica de construcción del trotskismo en ese país. Es un grupo de compañeros muy capaces y experimenta­dos, que han recorrido ya un largo y acci­dentado camino. No casualmente están aquí.

Más sintomática aún es la presencia de los compañeros Napurí y Franceschi. ¡Cuidado con engañarse! Reflejan de lejos lo mejor del fenómeno altamente contradictorio que es el CORCI y la OCI(u). Son la punta de un iceberg. La contradicción del CORCI era entre su ritual corno trotskistas y su política. Estaban llenos de trotskistas que odiaban, al revisionismo y lo com­batían.

De esa corriente tenemos aquí a dos de sus dirigentes más representativos. Eso hace que sea cualitativo. Una dirección y una organización con Napurí y Alberto ya no es lo mismo que la FB.

Cuando días atrás me encontré con ellos y les afirmé lo mismo que estoy haciendo ahora ante ustedes, Alberto dijo: “¿Viste Napurí? Lo que estábamos hablando”. Los dos compañeros habían llegado a la misma conclusión. La Conferencia es cuali­tativamente superior a la ex FB. Si no fuera así mi informe tendría que comenzar dicien­do que estamos ante una situación desgra­ciada: hemos tenido que retroceder a la vieja FB. Pero ésta no es la conferencia de la FB, ya que está conformada por la amplia mayo­ría de la ex CI(CI) y por los militantes, di­rigentes y organizaciones que no aceptan el revisionismo de la OCI(u).

El tercer problema: si debemos o no cons­tituir una organización internacional, con estatutos, dirección y con las normas del centralismo democrático. Como todo infor­me oral, el mío es esquemático. La forma escrita, si es política o teórica, permite otra sutileza y nivel de abstracción. El informe oral, en cambio, tiene que ser esquemático. Lo importante es si ese esquematismo pone en negro y en blanco lo que de verdad tiene que estar en negro y en blanco. En forma tajante afirmamos que, de acuerdo al trots­kismo, cuando hay un programa debe haber una organización y una dirección. Y cuando no hay programa no debe haber organización sino frente, movimiento o grupo de amigos.

Queremos discutir este axioma. Nosotros creemos que tenemos un programa: las tesis de la CI(CI) actualizadas en relación a los gobiernos frentepopulistas. Debemos dotamos entonces de la organización bolchevique Internacional que defienda y aplique ese programa.

Que Lambert y Mandel puedan hacer lo que están haciendo en Francia se debe a que nuestra corriente internacional no es muy fuerte, pero no a que no sea necesaria. Al contrario, es indispensable. No se puede aplicar una política trotskista conse­cuente en Francia o en Perú por la debilidad de la Internacional y de su dirección y por el revisionismo de Lambert y Mandel Para responder a estos desafíos es necesaria más que nunca una organización y una direc­ción internacional.

Y ahora pasemos al problema de los errores. Muchos dicen: “Se equivocaron mucho, ¿quién nos garantiza que no se van a equivocar nuevamente”?. Miremos los hechos porque, como todo marxista, arran­camos de ellos. Nos equivocamos mucho, es, un hecho, y nos vamos a equivocar mucho, lo cual también es otro hecho, no una hipó­tesis o futurología. Garantizo que como dirección internacional y como direccio­nes nacionales nos vamos a seguir equivo­cando. Si alguien cree que no será así lo lamentamos por él. Nosotros no hacemos demagogia: nos vamos a equivocar. Menos que antes, pero nos equivocaremos. De eso estoy seguro. Creemos tener una dirección superior a la que teníamos antes, pero no se nos pida la garantía de no equivocarnos bastante. Esa garantía la podrían dar direc­ciones trotskistas que tomen el poder al frente de grandes partidos, pero no noso­tros, productos de la crisis de la Cuarta. Nuestro mérito es haber resistido ‑-mal o bien-‑ la ofensiva revisionista. Somos marxis­tas y no creemos en brujas ni milagros. Tanto para tomar solamente dos lugares del Cono Sur, en Argentina tuvimos grandes posibilidades de hacer un fuerte partido y no pudimos, por los graves errores que cometi­mos; en Perú ocurrió lo mismo. No sé si el compañero Napurí comparte esta opinión. Justamente, el compañero insistió en la fuerza de Vanguardia Revolucionaria. Yo lo corroboro. Si Napurí, cuando dirigía Vanguardia, hubiera sido trotskista y si hubiera habido una verdadera Internacional, ya se habría tomado el poder en Perú. Algo pare­cido habría ocurrido en Argentina si hubié­ramos visto la importancia del partido labo­rista, en los años 45. En ese año hubo cuatro fenómenos sociopolíticos: la liquidación del sindicalismo stalinista y socialista y el surgimiento del sindicalismo peronista; el surgi­miento de un partido laborista, de una iz­quierda socialista y de una gran izquierda estudiantil. De estos cuatro fenómenos decisivos, solo vimos el del sindicalismo peronista y ninguno de los otros tres. Yo estuve contra el partido laborista porque consideraba que se trataba de un partido conservador. Es decir, soy el responsable de no haber visto tres procesos fundamentales, perdiendo así oportunidades decisivas.

Debemos reconocer los errores que cometemos para que los jóvenes trotskistas aprendan a pensar y a criticarnos con su ca­beza, sin dejar por ello de respetarnos. Y, en ese sentido, nos reivindicamos, porque desde jovencitos hicimos una propaganda “subliminal” respecto a esto. Entonces no veíamos los nuevos problemas, salvo excepciones. De hecho, la IV Internacional no existía para apoyarnos y orientarnos. Felizmente nos dimos cuenta de nuestra orfandad e incapacidad para dar respuestas correctas y rápidas. Por eso, a nuestra for­mación y a nuestro trotskismo los hemos llamado “bárbaros”. Nos hicimos en un país semicolonial ubicado en un costado del mun­do, que no era centro revolucionario ni cul­tural, como China y Europa. Pocos libros marxistas en castellano existían cuando co­menzamos. Sea por lo que fuere tuvimos un cierto sentido de las proporciones. Nos veíamos como lo que éramos: una insigni­ficancia en el movimiento trotskista. Quizá lo que más nos asustó fue leer y oír a Posa­das. Este era un ignorante y mediocre mucho más grande que cualquiera de noso­tros, y se daba el lujo de hablar sobre todo, sobre los valores y flamencos o sobre la ley de la relatividad, convencido que tenía una razón absoluta. Nos asustamos y dijimos: debemos tratar por todos los medios de no transformamos jamás en idiotas como Posa­das, que no sabe nada y se cree perfecto.

Después fuimos conociendo a los grandes dirigentes trotskistas. Los del SWP, que admirábamos tanto, nunca mencionaban sus errores. Su historia era la de unos genios, llenos de aciertos, Mandel actuaba en forma similar. Los dirigentes del movimiento trotskista mundial se consideraban colosos que no erraban nunca. Sin embargo, el trotskismo, dirigido por ellos, era lasti­moso.

Resolvimos, entonces, invertir el proble­ma: trataríamos de preparar la mentalidad de los que vienen, enseñándoles nuestros errores, nuestras colosales limitaciones. Cam­biamos por eso la forma de hacer la historia de nuestro partido, para así obligarlos a pen­sar por su cuenta. Los partidos y las direc­ciones hacían su historia para demostrar que siempre acertaban. Nosotros la hicimos mostrando la enorme cantidad de errores cometidos. Por eso los cursos sobre el PST (A) se dividen por errores y no por aciertos: la etapa, centrista pequeño‑burguesa (en el 48); 2ª. etapa, propagandista, sindicalista y sectaria en el terreno nacional. Y así sucesivamente. Definiciones todas negativas, porque creemos que hemos progresado a través de superaciones y negaciones.

Esta aburrida experiencia de andar siem­pre entre genios nos llevó a hacer propagan­da indirecta sobre nuestra base para conven­cerla por todos los medios que nos equivo­camos mucho, que deben pensar y pensar por su propia cuenta ya que nuestra direc­ción no es garantía de genialidades. Quere­mos, por todos los medios, inculcarles espíritu autocrítico, marxista y no unción religiosa hacia una modesta dirección, pro­vinciana por su formación y bárbara por su cultura. Por eso creemos en la democra­cia interna y la vemos como una necesidad tremenda. Hemos vivido y aprendido mucho golpeándonos contra las paredes. Un proce­so muy parecido al de Napurí, pero dentro del trotskismo. Avanzamos a través de errores y de golpes. No tenernos vergüenza de decirlo. Pero por lo mismo, no se nos pida, a la nueva organización ni a su direc­ción, que acertemos siempre, porque nos vamos a equivocar y mucho.

El problema es, cualitativa y cuantita­tivamente, de qué manera se cometen menos errores. A mi modo de ver, la marcha es a cada vez menos errores si se hace dentro de una organización internacional, con una dirección y sobre la base del centralismo democrático. Eso sí para mí es un hecho. Afirmo categóricamente que todo partido nacional que no esté en una organización internacional bolchevique, con una direc­ción internacional, comete cada vez más erro­res y uno cualitativo: por ser trotskista na­cional termina inevitablemente renegando de la IV Internacional y pasándose a posiciones oportunistas o sectarias, para luego desapare­cer. Se es trotskista y se vive entonces en una internacional o se desaparece.

Nin se creía un marxista revolucionario pero, por ser marxista nacional, llevó al POUM a la liquidación. Sus 30 o 40 mil militantes, hoy día, ¿dónde están? En cam­bio, los diez trotskistas españoles afiliados a la Internacional a fines de los 30 se han multiplicado, existen. El trotskismo inter­nacional es una realidad. Débil, con infinidad de errores, pero existe gracias al método, al programa y a la organización. Porque no puede haber programa en abstracto, como no puede haber un ser humano con cerebro y sin cuerpo.

Resumiendo: no puede haber programa internacional sin partido del mismo tipo. La fundación de la LIT(CI) es la más urgente e imperiosa de nuestras necesidades. Si no la fundáramos, eso significaría que el revisionismo internacional está organizado, estruc­turado en el SU o alrededor de Pablo y Lambert, mientras nosotros, los trotskistas orto­doxos, no lo estamos. Sería una forma de facilitar el triunfo del revisionismo y de ase­gurar nuestra derrota, ya que sin organiza­ción centralizada no hay ninguna posibilidad de derrotar a nuestros enemigos revisionistas y mucho menos a los grandes aparatos buro­cráticos.

“El centro del revisionismo es el SU”

(Correo Internacional # 3, Febrero de 1982, Bogotá, Colombia)

Por Nahuel Moreno

Para comenzar, compañeros, quiero hacer dos aclaraciones respecto a los textos de esta conferencia y a los artículos más importantes edita­dos en los últimos meses. Todos ellos están centrados en la polémica con la dirección de la OCI (u) francesa. Esto puede llevarnos a un equívoco: creer que nuestro combate contra el revisionismo trotskista, se centra contra la OCI (u). No es así. El objetivo de nuestra polémica sigue siendo el SU. En ese sentido somos herederos de la CI (CI). El que estuviéramos en la misma organiza­ción provocó, al romper con ella, que el centro de la polémica se desplazara momen­táneamente del SU a la OCI(u). Pero esto es coyuntural mientras terminamos de sepa­rarnos del lambertismo.

Es el SU el que, desde hace tres décadas, está practicando esta política que hoy com­batimos en la OCI (cu). Casi no hay dife­rencias entre ambas organizaciones y Pablo en la política para Francia. Es difícil deter­minar cuál de ellos está más a la derecha o a la izquierda. Pensábamos, en una intro­ducción a mi artículo “La traición de la OCI” o en otro trabajo, señalar cómo hay un acuerdo casi total entre las organizacio­nes lambertista, pablista y mandelista en Francia, y que después de haberse comba­tido entre sí durante décadas, hoy día, ante el gobierno de Mitterrand, las tres tiran juntas, tienen el mismo programa y casi la misma táctica. Por consiguiente, sigue nuestra vieja batalla con el SU, al que se le ha sumado como apéndice la OCI(u).

Una segunda aclaración: como ya diji­mos, teníamos la intención de hacer una introducción al articulo que, por razones de cansancio no hicimos. Queríamos demostrar que la política de la OCI(u) para Francia es cualitativamente igual a la del SU para Nicaragua pero, en vanos aspectos, mucho peor. Es decir, que todo el ataque que llevamos adelante con Lambert, Just y Favre contra la política del SU en Nicara­gua es exactamente la misma que la que llevamos a cabo hoy día contra Lambert en Francia, pero con el agravante de que en Francia se trata de un gobierno frentepo­pulista de un país imperialista que surgió por un proceso electoral. Es decir, no existe la justificación --de todos modos inadmi­sible‑- que se cedió a una revolución como podría argumentarse en el caso de Nicara­gua. Es decir, la capitulación de la OCI(u) es mucho peor; inclusive a los tipos huma­nos a los que capitula. Tomás Borge o cualquiera de las grandes figuras del FSLN no tienen nada que ver con ese repugnante gentleman de Mitterrand y sus socios, preparados por la burguesía francesa durante 40 años para que cumplan su actual rol de agentes gubernamentales de ella.

Hechas estas dos aclaraciones, quiero señalar a la pasada que, en verdad, esta­mos un poco anonadados por la posición de la OCI(u), ya que nunca creímos que traicionara así al trotskismo. Nos hemos encontrado con fenómenos impactantes. Investigando Informations Ouvrieres descu­brimos que nunca, nunca, habían defendido a los presos de la ETA en Francia desde que subió Mitterrand. Pero esto no quiere decir que tengan razón los compañeros que se apoyan en esa imprevisión y sorpre­sa nuestra para llegar a la conclusión de que fue un error haber construido, la CI(CI).

Ayer, el compañero de Suecia señaló que la unidad fue positiva porque nosotros aprendimos el CORCI. Tiene razón, aprendi­mos varias cuestiones, una de ellas fue y es de fundamental importancia: la del aparato del estado y de los regímenes burgueses. La dirección de la OCI(u) había desarrollado más que la FB lo que significa el aparato de estado y los regímenes en el proceso revolu­cionario.

Compañeros, no quiero hacer un informe exhaustivo por la sencilla razón de que para un trotskista los principios básicos de una política revolucionaria ante los gobiernos frentepopulistas son más que conocidos. Es una cuestión más que sabida, requete­sabida. Sigo creyendo que no puede haber trotskista que se reivindique como tal que no opine que, si uno denuncia todos los días como traidores a los partidos socialista y comunista cuando no estaban en el poder, a partir de que suben al gobierno imperialista y contrarrevolucionario se los debe denun­ciar más que nunca: si antes lo hacíamos diariamente, ahora lo deberá hacer a cada minuto del día.

Tratando de ahondar en este problema, nos encontramos con que Lenin y Trotsky respecto a los gobiernos frentepopulistas, habían tenido un análisis y una política idénticos, pero no habían hecho una ela­boración acabada en ningún trabajo. Que este problema, que creíamos tan sencillo, estaba lleno de sutilezas. Por ejemplo, Lenin escribió infinidad de trabajos en los que señalaba que no se daba ningún apoyo a ninguna medida de un gobierno como los de Rusia en el año 1917, y que tampoco se hace el menor acuerdo o frente con los partidos obreros traidores que for­man parte de él. Respecto al apoyo a las medidas de los gobiernos burgueses, de parte de Trotsky hay solo lo que citó el compañero Earl, de la respuesta a Schatman y la política de la sección francesa en rela­ción a las medidas de Blum en 1936, que contó con su apoyo o consejo. Ambas posiciones del viejo son muy claras: apoyar medidas del frentepopulismo es traición. Desgraciadamente no hay ningún folleto de Trotsky, ni trabajo, dedicado específica­mente a este tema. En cambio, en relación a los gobiernos frentepopulistas y a los partidos traidores que lo integran, hay tajantes y categóricos artículos de Trotsky en los que exige su denuncia permanente y la necesidad de movilizar a las masas contra ellos. Debido a ese carácter coyuntural y periodístico de los trabajos de Lenin y Trotsky sobre el frentepopulismo y el kerenskismo, hay problemas teóricos abiertos que debemos discutir.

Por ejemplo, el del frente obrero, que no solo debemos estudiarlo en relación a esta discusión sino a las propias tesis. Hemos elaborado un documento sobre el frente obrero, pero como vemos que los compa­ñeros están muy agotados, lo vamos a pasar a discusión para la próxima conferencia.

A la pasada, el compañero Alberto dijo algo muy importante: ¿en que medida la trasformación por parte de la OCI(u) de la táctica del frente único obrero en un principio y en una estrategia, es una de las claves fundamentales para comprender su capitulación al frentepopulismo? Me inclino a creer que el camarada tiene razón.

Como ese, hay otros problemas. Pero toda esa problemática se asienta en una serie de principios fundamentales del trotskismo que son los que hemos defendido en los tres documentos [1] que ponemos a discusión y en líneas generales a votación. Digo en líneas generales porque ‑-vuelvo a insistir--, hay cuestiones teóricas a discutir. Pero hay principios que siguen siendo inconmovibles, base programática del trotskismo. Esos prin­cipios son los que conocíamos pero, como decía Hegel, era conocido por todos pero no reconocido. En esta reunión van a ser proclamados en forma normativa como principios fundamentales del trotskismo.

Bien, ¿qué es lo que vamos a votar en esta conferencia? El proyecto de tesis de la carta al POSI y el resumen de esos principios gene­rales que pasaré a enumerar.

Vamos a votar que bajo un gobierno frentepopulista, como bajo cualquier otro gobierno burgués, nuestra política de prin­cipios es:

·         Que bajo los gobiernos frentepopulistas, el objetivo central del trotskismo, su primera tarea, sigue siendo la misma ­bajo los otros tipos de gobiernos burgueses: convencer a la clase obrera y a sus aliados de que deben tomar en sus pro­pias manos el gobierno y el poder; de que no hay solución a ninguna de las lacras del capitalismo --desde la miseria hasta el fascismo‑- si los trabajadores no hacen una revolución contra el gobierno y el estado burgués para imponer su propio gobierno y estado. Toda nuestra estra­tegia y tácticas tienen como objetivo enseñarle esas verdades primarias y fun­damentales a los trabajadores.

·         Que, por lo tanto, es nuestro deber denunciar sistemática e implacablemente a los gobiernos burgueses imperialistas y al estado capitalista, esté quien esté a su frente. Las ilusiones de las masas y todos los otros fenómenos que toma­mos en cuenta para la adecuación táctica de esa denuncia, no pueden signi­ficar nunca un cambio en la política de atacar al gobierno burgués minuto a mi­nuto, sea frentepopulista o no.

·         Que todo apoyo a medidas de un go­bierno burgués imperialista, por lo tanto contrarrevolucionario (incluidos los fren­tepopulistas), es una traición al leninismo, cualesquiera fuesen esas medidas. La política de “apoyar las medidas anticapitalistas y rechazar las capitalistas” o “apoyar las progresivas y rechazar las reaccionarias” es menchevismo puro, ya que inculca entre los trabajadores la concepción traidora de que el gobierno no es contrarrevolucionarlo, burgués e imperialista, sino un híbrido que, por momentos puede ser burgués y por momentos anticapitalistas.

·         Que, por el contrario, es nuestro deber denunciar siempre a los gobiernos burgueses y no apoyar nunca una medida de ellos, por progresiva que parezca, pues esto, además de servir para engañar a las masas, darla armas políticas al gobierno para aplicar el conjunto de su política contrarrevolucionaria, del cual sus “medidas progresivas” son parte indisoluble.

·         Que, sin embargo, defendemos las “medidas progresivas” de todo ataque burgués e imperialista que es mirado con simpatía por la clase obrera, cuando las mismas se ven amenazadas por otros sectores burgueses más reaccionarios. También las utilizamos. Esta defensa o utilización las hacemos sin dejar de criticar al go­bierno burgués sea frentepopulista o no.

·         Los trotskistas no “aconsejamos” a un gobierno burgués (aunque sea frentepopulista), ni creemos que pueda tener una política antiburguesa y antiimperia­lista. Pensar lo contrario es una utopía reaccionaria que sirve a la contrarrevolu­ción. Una utopía porque pretende que un gobierno burgués pueda tener una política antiburguesa, y reaccionaria porque desar­ma a la clase obrera al crearle falsas expec­tativas respecto a su enemigo mortal, el gobierno.

·         Los trotskistas hacemos lo contrario: explicamos a las masas la incapacidad crónica, de clase, que tiene un gobierno burgués --aunque sea frentepopulista --para ir en favor de la clase obrera y su inevitable necesidad de defender al capitalismo y al imperialismo, ya sea que se trate de un gobierno de la derecha burguesa o de los partidos obreros pro­burgueses.

·         Nada de lo anterior significa que los trotskistas no intervenirnos en las luchas físicas entre sectores burgueses. La IV Internacional está por la “transformación de toda guerra imperialista en guerra civil”. De la misma forma, la IV Inter­nacional interviene militarmente en la guerra civil en el campo burgués más “progresivo”, en el campo de Kerensky contra Kornilov; en el de la semicolonia china contra la invasión colonialista ja­ponesa; en el de la república española contra Franco. Pero estas intervenciones militares son meras tácticas para lograr que a clase obrera comprenda que debe tomar el poder ya mismo, arrojando de él a Kerensky, Chiang o Negrín.

·         Para cumplir con estas tareas, es impres­cindible la construcción de un partido trotskista, y esto hay que explicarlo sis­temáticamente a las masas: sólo construyendo este partido tendrán una dirección que no las traicione y que las lleve a la toma del poder.

·         Como parte esencial de estas tareas, es imprescindible barrer del movimiento de masas a los partidos obreros traidores y, para ello, debemos inculcar que no se puede depositar ninguna confianza en: ellos y denunciarlos sistemáticamente. Y, cuando uno de estos partidos obreros traidores sube a un gobierno burgués imperialista y administra el estado capi­talista, debemos atacarlo más que nunca. Es en ese momento, cuando las masas pueden creer que la presencia del partido obrero en el gobierno lo hace más suyo, es cuando debemos denunciar que se ha vuelto más contrarrevolucionario que nunca.

Todo esto se concreta en una cuestión metodológica fundamental, que viene desde la discusión con todas las corrientes revisio­nistas. Distinguir entre realidad objetiva y nuestras normas y política. ¿Qué significa esta afirmación? Veamos un ejemplo.

La OCI(u) sólo ha podido recurrir a dos citas de Trotsky en defensa de su posición en Francia: una que dice que a las masas no hay que excitarlas, que hay que explicar­les; la otra, que los trabajadores franceses, en su segunda oleada, «, lucharán contra los enemigos del gobierno de Blum y no contra éste y que, por lo tanto, nosotros tenemos que ponernos al frente de esa lucha. La di­rección de la OCI(u) hace una interpreta­ción falsa, por decir lo mínimo, confun­diendo nuestra política con la adaptación a la realidad.

Supongamos que las masas colombianas deciden luchar contra Belisario Betancourt (conservador) y no contra los liberales que están en el gobierno. Este es un hecho y como tal lo tomamos, pero sin adaptarnos a él, ya que nuestra política no es que las masas luchen contra la burguesía conservadora y se abstengan de atacar a la burgue­sía liberal. Pero si las masas tienden a hacer una gran huelga para expropiar a la burgue­sía conservadora, sería sectario negar ese hecho y no ser los mejores luchadores y dirigentes de esa lucha. Pero la acción de los trabajadores no es nuestra política o, mejor dicho, no agota nuestro programa para esa lucha. Nosotros vamos hacia ese proceso objetivo para llevar a las masas hacia nuestro programa, cuyo eje siempre es político: liquidar al estado y al gobierno. Y todo lo que hacemos tiene un objetivo, educar a las masas en la convicción de que si no tiran abajo el aparato de estado y al gobierno de turno para imponer un aparato de estado y un gobierno de ellas mismas, no hay posibilidad de superación de ningún problema.

Se trata, entonces, de partir de la realidad de que las masas van hacia una huelga gene­ral sólo contra la burguesía conservadora para acercarlas a nuestro programa: la lucha contra todo el sistema burgués, incluida la burguesía liberal, especialmente contra su estado y gobierno.

Esta contradicción entre lo que creen las masas y lo que nosotros creemos que es pri­mero y fundamental, lo solucionarnos por la vía táctica, pero una táctica que sigue rei­vindicando los principios. ¿Qué significa esto? La dirección de la OCI(u) interpreta que Trotsky afirma (en la segunda de las citas mencionadas anteriormente) que no hay que atacar al gobierno frentepopulista de Blum, sino sólo a sus enemigos imperia­listas. Pero tanto para Lenin como para Trotsky, el principio es “siempre se ataca al gobierno burgués, sea frentepopulista o no”. La táctica sólo indica como debemos hacer ese ataque sistemático, tomando en cuenta, entre otros fenómenos, la concien­cia de las masas.

Por ejemplo, si los trabajadores creen que el gran enemigo es la burguesía anti­Mitterrand, anti‑Blum o anti‑liberal en Co­lombia, y que hay que movilizarse solamente contra ella, estaremos al frente de esa lucha, pero sin dejar de atacar por un solo minuto al gobierno de Blum, Mitterrand o liberal. ¿Cómo? Diciéndoles a las masas que con el gobierno de Blum es difícil que derrotemos a de la Rocque porque no nos da armas, porque capitula ante la burguesía, porque no la enfrenta realmente; y respecto a Mitterrand que no confiamos en que enfren­te a la burguesía porque es su sirviente. Eso es lo táctico: atacar sistemáticamente al­ gobierno frentepopulista pero partiendo del hecho de que las masas creen que hay que luchar sólo contra los enemigos de ese go­bierno y no contra éste, planteando el problema del poder y del estado por una vía comprensible para los trabajadores. Diciéndoles. “el gobierno en el que uste­des confían no hará nada contra sus enemi­gos burgueses, sólo vuestra iniciativa y movi­lización derrotará a la burguesía”.

Esta confusión entre realidad objetiva y nuestro programa y principios por parte de la OCI (u) es deliberada y caracteriza a toda corriente revisionista que cree que no hay principios o que, si los hay, son para los días de fiesta. Sin embargo, la lucha por nuestros principios y por nuestro programa es diaria; lo único que cambia todos los días es la táctica, es decir, la forma de expresarlos o explicarlos. Si en lugar de tomar la realidad para desarrollar nuestro programa y prin­cipios nos adaptamos a ese proceso real de las etapas del movimiento de masas, estamos cometiendo una traición: capitular y hacer seguidismo al gobierno frentepopulista o a cualquier gobierno burgués en el que los tra­bajadores creen.

En esta discusión hay problemas de clase que caracterizan tanto a la OCI(u) como a la LCR y a Pablo. El marxismo no tiene sólo una política de clase, sino también un aná­lisis de clase. Si decimos ‑-como la OCI(u) y la LCR‑- que un gobierno constituido por burgueses puede practicar la lucha de clases en favor de los obreros, o adoptar “medidas progresivas” o seguir un “curso anticapita­lista”, estamos cometiendo un crimen político. Toco este punto para rebatir el argumento vulgar, revisionista, de que no hay que cerrar la puerta a la posibilidad o hipótesis de que un gobierno burgués se vuelva antiburgués. Vulgar, porque al pensar así se pierde todo sentido científico, de clase, lo mismo que ocurre con los paci­fistas que nos dicen., “Que lindo que todos nos amemos, que no haya guerras, etc.”, sin ver que hay una clase que odia a los trabajadores y que inevitablemente lleva a cabo guerras y explota a la humanidad. También hay quienes, utilizando un pensa­miento vulgar, piensan que podríamos apoyar las medidas “progresivas” y resistir las que no lo son, porque tal vez el gobierno de Mitterrand tome el camino de la lucha de clases. Desde el punto de vista meto­dológico, del marxismo, esto es el abandono total del análisis y de la política de clase. Revisionismo puro como análisis y como política, porque todo gobierno burgués practica inexorablemente la lucha de clases al servicio de la burguesía y está, por razo­nes de clase, total y absolutamente impedido de practicarla al servicio del proleta­riado. El carácter de un gobierno –burgués o proletario‑- no es un fenómeno amorfo o secundario. Si es burgués practica la lucha de clases al servicio de la burguesía y, por lo tanto, nosotros tenemos que denunciarlo como tal; ya que ofrecerle medios aprobán­dole medidas es una traición a la política de clase. No hay gobiernos de sexo indefinido, o es burgués o proletario. Y cuando la OCI(u) dice que el gobierno de Mitterrand tiene un dilema, “o colaboración de clases o lucha de clases” y que su política es empujarlo hacia la “lucha de clases” está come­tiendo dos crímenes: uno en el análisis y otro en la política.

Quería subrayar este carácter metodo­lógico en la discusión en curso, porque hacer una definición de clase de los go­biernos y, a partir de ahí, elaborar nuestra política, también es una cuestión de prin­cipios. La dirección de la OCI(u) intentará traernos la cita de Trotsky sobre la posibili­dad de que los partidos obreros rompan con la burguesía e instauren un gobierno obrero y campesino, o la historia de todos los partidos comunistas o del castrismo que rompieron con la burguesía en esta posguerra. Insistirá que lo que ellos están practicando es la táctica del gobierno obrero y campesino del programa de transición, de exigirle a los partidos obreros que rom­pan con la burguesía y que constituyan un gobierno obrero y campesino. En nuestro último trabajo ya explicamos que esto es una engañifa de la dirección de la OCI(u) para esconder su revisionismo. Ellos no aconsejan ni exigen a los partidos obreros sino a un gobierno burgués frentepopulista, lo que no es lo mismo, sino lo opuesto.

“Frente Obrero: origen de una táctica”

(Correo Internacional # 3, Febrero de 1982, Bogotá, Colombia)

Por Nahuel Moreno

Antes que nada, debo aclarar que nuestro nuevo enfoque del tema echa por tierra lo que escribimos en las tesis respecto del frente obrero. Nosotros no vamos a hacer la ma­niobra de Lambert y vamos a decir las cosas como son.

En su momento, considerarnos que lo que decían las tesis sobre FUO era correc­to y un aporte de los compañeros de la OCI. Fueron ellos los que insistieron en dicho contenido, y nosotros aprobamos. No estába­mos lo suficientemente maduros.

Ahora es diferente: lo de Mitterrand y Nicaragua nos llevaron a hacer una nueva reflexión sobre esta táctica y lo que escribi­mos ahora es un descubrimiento para noso­tros.

Hace tiempo sospechábamos que en la táctica del frente obrero había problemas. Veníamos trabajando sin encontrarles salida. Hace muchos años creíamos que era una es­trategia. Fue un error que luego corregimos: el frente único es una táctica. Durante la re­volución rusa esta táctica sólo se aplicó unos quince días. Trotsky lo dice categóricamente, según citas que hemos aportado. La lectura de Lenin lo corrobora. El afirma que no hay que hacer ningún acuerdo con los menche­viques y social revolucionarios en toda la etapa, pese a que el frente obrero --como todos sabemos‑- es un tipo especial de acuerdo que se le propone al reformismo. Durante el levantamiento de Kornilov cam­bia, y les propone a los socialtraidores un acuerdo o frente, sólo por quince días, tal como comenta Trotsky.

Es decir, la política bolchevique del año 1917 se llevó a cabo sin utilizar la táctica del frente único. Por el contrario, la gran consigna de Lenin en 1917 es la de “ningún acuerdo” con los partidos oportunistas, porque forman parte del gobierno o lo apoyan.

La táctica del frente único obrero surge entre el III y IV Congreso de la III Internacional. Es, por lo tanto, una táctica posterior a la revolución rusa.

A los que están de acuerdo con la OCI, esto les plantea algunos problemas: ¿Acaso los bolcheviques descubrieron en 1921 una estrategia o táctica permanente, que por ignorancia no utilizaron antes, y que de haberla aplicado hubiera facilitado la revolución rusa?

Nosotros creemos que no. Que es una táctica y como tal se aplica en determinados momentos. Esa táctica surgió cuando la III Internacional descubrió que, debido a que no había triunfado la revolución europea, los partidos socialdemócratas seguían siendo ampliamente mayoritarios. Esto obligó a cambiar las tácticas elaboradas por el primer y segundo congresos de la III Internacional.

Durante esos congresos, la Internacional Comunista había seguido la política, de Marx y Engels, “a una clase obrera un partido”. Todo el marxismo ‑-desde Marx--se desarrolla en la concepción de que nues­tros partidos no debían ser marxistas, sino que toda la clase obrera tenía que tener un solo partido, con su lenguaje e ideología propias, a tal punto que en su famosa carta a Sorge, Marx sostenía que el partido obrero de los Estados Unidos debía hablar y pensar como la propia clase, a pesar de sus con­cepciones semi‑masónicas.

Fue Kautsky, que cuando joven, no era mal político, quien comienza a insistir en que hay que construir partidos marxistas. Reivindica al marxismo para luchar contra el ala intelectual, pequeño burguesa del partido socialdemócrata alemán. Así surgió el concepto de partido obrero marxista, que significa que si no es marxista no es obrero, y que se extendió de Alemania a todos los países adelantados.

Las dos concepciones, la de Marx “una sola clase, un solo partido”, y la de Kautsky ‑-“un solo partido, pero marxista”-‑, son adoptadas por la III Internacional, al fun­darse.

Surge una nueva táctica

El primero y segundo congresos de la III Internacional afirmaban que si triunfaba la revolución en Alemania y en uno o dos países más, la socialdemocracia iba a entrar en una crisis sin salida y que habría un solo partido obrero hegemónico, el comunista. Pero después del II Congreso, cuando fraca­sa la revolución en Europa, Lenin, Trotsky y la III Internacional se enfrentan al hecho de que la socialdemocracia sigue siendo am­pliamente mayoritaria.

Ello se combina con la relativa estabili­zación del capitalismo, el reflujo del movimiento obrero europeo y, por último, que si bien la revolución obrera no había triun­fado, los partidos comunistas se transfor­maron en partidos de masas, aunque mino­ritarios.

Esta nueva situación plantea la imperiosa necesidad de ganar a los trabajadores social­demócratas para poder hacer la revolución socialista. La táctica del frente único surge de esta necesidad coyuntural y específica. Como tal, es parte de la estrategia de barrer de la clase obrera a los partidos socialistas para lograr la hegemonía del partido comu­nista. Es una táctica para debilitar a los socialtraidores a través de la proposición y ejecución de acciones comunes, sentidas por ambos partidos.

La táctica no planteaba una unión ni acuerdos permanentes con los partidos socialdemócratas. Su estrategia y principio era destruirlos. Precisamente la III Interna­cional alerta sobre el peligro de pretender levantar consignas máximas o programas de revolución obrera con los partidos obreros traidores. Sostiene que hacerlo, es traición y no frente único, porque equivale a deposi­tar alguna confianza revolucionaria en ellos.

Cuando el stalinismo aplicó esta táctica con la dirección sindical inglesa diciéndole “hagamos un frente único para ayudar a los huelguistas ingleses”, Trotsky dijo que se trataba de una de las traiciones más grandes, ya que debió haber planteado que los sindi­catos rusos apoyaran directamente la huelga minera a través del ala revolucionaria del sindicalismo inglés, para derrotar a la direc­ción sindical burocrática. Jamás, durante la gran huelga inglesa, debió aplicarse la táctica del frente único, sino la del apoyo a la huel­ga para derrotar no solo a la patronal y al gobierno ingleses, sino también a la burocra­cia sindical.

La táctica del frente único es una invita­ción. Y sólo se puede plantear cuando entre los partidos reformistas y revolucionarios hay puntos en común. Si un partido obrero está a favor de los planes de austeridad que aplica el gobierno, es imposible que haya frente único con ese partidos por aumentos de salarios. La base del frente único es que en un punto determinado las masas refor­mistas (que no creen en la revolución) y sus dirigentes (que quieren reacomodarse), lleva­dos por la lucha de clases, se vean obligados a levantar alguna consigna de lucha contra el capitalismo. Por ejemplo, cuando el gobierno de Isabel Perón, en Argentina, bajó los sala­rios un 40% y la clase obrera, incluso mu­chos dirigentes peronistas, estaban furiosos, nosotros invitamos a la burocracia, y a los obreros que la seguían, a luchar juntos por recuperar el poder adquisitivo. Así se hizo una huelga general impresionante.

¿Qué significa que el frente obrero es una táctica? Que solo es una herramienta, un medio entre otros, para construir el par­tido, ganando sectores de la clase obrera para él. Por lo tanto, decir que es “táctica” o una estrategia, significa que es la única herramienta o medio que el partido tiene para construirse y para lograr una mayor audiencia en la clase obrera. O que, como mínimo, es la herramienta o medio privile­giado.

Nuestra estrategia, nuestra tarea central, a la que todo está supeditado, es transformar a nuestras organizaciones en partidos con influencia de masas, cada vez con ma­yor influencia obrera, con más y mas cua­dros proletarios en sus filas. Esa es la estra­tegia. Y siempre que se habla de táctica hay que referirla a esa estrategia.

La OCI viene diciendo desde hace años que el frente único obrero es una estrategia o táctica privilegiada (lo que es lo mismo). En las tesis se dice que es una táctica, por una concesión que nos hicieron. Les llevamos textos de Trotsky donde escribe que el fren­te único obrero es una táctica. Luego nos buscaron una cita única de Trotsky en la que dice que es una táctica no circunstancial, que se refiere, concretamente, a un momen­to de la lucha de clases en un país: la etapa previa a la asunción de Hitler.

Si tomamos el frente único obrero como una táctica permanente y privilegiada, significa que la forma permanente de construir el partido, o la herramienta o medio privile­giado, es el acuerdo con los partidos obreros traidores. La OCI(u) es consecuente cuando pone, de hecho, un signo igual entre la cons­trucción del partido y la táctica del frente obrero.

Una táctica para cada situación

Para nosotros, cada etapa de la lucha de clases exige diferentes medios o tácticas para construir el partido. Ellas no surgen sola­mente de la lucha de clases, sino de la rela­ción que se establece entre esta y el partido.

Esa relación no es estética ni científica. No estudiamos la realidad solo para conocer­la o emocionarnos. Tampoco precisamos la situación de nuestro partido como historiadores o sociólogos.

Las dos realidades, la lucha de clases y el partido, las estudiamos para buscar los me­dios que fortalezcan al partido. Es un aná­lisis interesado, político. Tan es así que esos medios o tácticas cambian no solo con la realidad objetiva, sino con la realidad del propio partido. Suponiendo dos situacio­nes objetivas parecidas, tendremos tácticas muy diferentes, si nuestra organización esta constituida por veinte estudiantes o por veinte mil obreros metalúrgicos o mineros.

Esto explica, entre otras muchas tácticas, la del entrismo en los partidos socialistas de los años 30. Si hubiéramos sido organizacio­nes obreras poderosas no habríamos hecho entrismo. Esta fue nuestra táctica central du­rante dos o tres años, y no la del frente único obrero porque éramos pequeños grupos. El entrismo fue la táctica privilegiada en un determinado momento del trotskismo, y fue la negación de la táctica del frente único, aunque en Francia sirviera durante un corto lapso, para intervenir en el frente único que habían acordado los partidos socialista y comunista. Era un medio para romper a los partidos socialistas, lo más pronto posible, desde adentro. Se entró a ellos no para desarrollar el frente único con la dirección, sino para denunciarla y hacer que la izquier­da socialista rompiera con ella.

Las tácticas del partido revolucionario son infinitas. Cambian de acuerdo a cada situación. Por ejemplo, el PST(A), cuando se presentó a elecciones, el más grande acierto táctico de su historia, que lo convirtió en un partido nacional y le permitió “apropiarse” de un pequeño sector del movimiento de masas, practicó una táctica opuesta a la del fren­te único: la del polo obrero y socialista. Esto significó unir a los activistas clasistas y socialistas para oponerlos a las organizacio­nes y direcciones obreras que practicaban la colaboración de clases. Si alguien de nuestro movimiento nos hubiera dicho que no nos presentáramos a elecciones porque la táctica correcta era plantear el frente único obrero de la CGT y los partidos obreros, hubiera cometido un crimen.

Por eso, para mí, los sostenedores del frente único como táctica privilegiada o estrategia cometen el grave error de acostum­brar a nuestras direcciones a no pensar las verdaderas tácticas que se imponen. Falsa­mente creen que tienen solucionado el pro­blema para siempre, repitiendo como muleti­lla “Frente único obrero”. Y es un grave error metodológico, que se suma al político, de adaptarse a los aparatos contrarrevolucio­narlos, como únicos interlocutores válidos.

“Bonapartismo sui generis y frentepopulismo”

(Correo Internacional # 3, Febrero de 1982, Bogotá, Colombia)

Por Nahuel Moreno

El compañero mexicano cree que bona­partismo Sui generis de los países atrasados y frentepopulismo no pueden coexistir. Nosotros pensamos que entre ambas categorías no existe ningún antagonismo.

El frentepopulismo es un tipo de gobierno y el bonapartismo un tipo de régimen. El régimen bonapartista semiparlamentario de la V Repu­blica, que existe en Francia, ha cobijado a un go­bierno de derecha, conservador, y ahora a uno frentepopulista. La OCI dice que si hay tal ré­gimen no puede haber tal gobierno; hay compa­ñeros que dicen que si hay bonapartismo sui generis no puede haber gobierno frentepopulista en los países atrasados. Eso es verdad sólo cuando se trata de un régimen totalitario, porque los partidos obreros, ni siquiera los traidores pueden existir legalmente.

Ya antes del surgimiento del imperialismo los regímenes bonapartistas comienzan a ser caracte­rísticos en todos los países. Hay una famosa carta de Engels en la que afirmaba que se habían ter­minado los regímenes que no fueran bonapartistas. Y esto es una ley, aunque tenga excepciones.

Por otra parte, existen distintos tipos de regímenes bonapartistas: con formas parlamentarias o sin ellas, con formas semi parlamentarias, semi­ corporativas o corporativas, venidas del fascismo.

Todo gobierno fascista culmina en el bonapartis­mo, ya que no hay un gobierno fascista permanente: apenas pierde el apoyo de las masas peque­ño burguesas, se transforma en bonapartista.

Veamos ahora las diferencias y analogías que se presentan entre los gobiernos frentepopulistas y kerenskistas.

Creo que la definición de Trotsky y de la III Internacional, según la cual todo gobierno en el que intervienen los partidos reformistas es kerenskista, es unilateral y peligrosa. Considero que kerenskismo es un tipo de régimen que surge cuando el estado burgués se ve conmovido por un proceso revolu­cionario, que lo vuelve extremadamente débil y provoca la aparición del poder dual. Para la direc­ción de la OCI todos los gobiernos frentepopu­listas son kerenskistas, es decir sólo pueden apare­cer sí hay una extremada debilidad del estado capitalista, si éste está al borde del colapso. Yo no lo creo así. Reivindico lo que ya dije en mi artículo: que el frentepopulismo es una forma de gobierno y que, a mi modo de ver, las citas y el análisis de Trotsky de los años 30 confirman esta interpreta­ción. Y digo que esta forma de gobierno puede darse bajo un régimen kerenskista o bonapartista. Y también que bajo un régimen kerenskista puede haber un gobierno frentepopulista, obrero‑burgués o burgués. Es decir, que contra lo que dice la OCI, no siempre coinciden frentepopulismo‑ke­renskismo.

Durante años, desde la revolución portuguesa, he compartido la actual posición de la dirección de la OCI(u) sobre la identidad de kerenskismo y frentepopulismo. Lo que dije en mí informe debe ser considerado una rectificación. Una más, entre las muchas que he hecho en mi vida polí­tica, como la del frente único antiimperialista, ya que también durante años y en repetidas opor­tunidades he tenido posiciones parecidas a las actuales de Lambert y Favre sobre este tema. Mandel se ríe mucho de mi afán permanente de ajustar cuentas en primer lugar conmigo mismo. El hombre que apoyó al MNIR en Bolivia, por ejemplo, escribió que la guerra mundial venía a los seis meses, a principio de los  50; que Mao y Tito avanzaban hacia el marxismo re­volucionario; que se había terminado en el mundo capitalista la miseria y la desocupación y que solo habría alienación; sigue creyendo que no tiene que rectificarse de nada.

Yo creo, en cambio, que la crisis de la IV Internacional, de su dirección, nos influyó a sus dirigentes. Por esa razón, todos sin excepción, hemos sido y somos unilaterales, por no decir bastante mediocres. La diferencia está en que algunos de esos mediocres se creen genios. Y otros, como yo, sabemos y lo proclamamos, para que ningún joven trotskista se engañe, que somos unilaterales, malformados, mediocres, de­bido a la crisis de nuestra internacional.

En fin, el kerenskismo define un régimen y no un gobierno específico; es el régimen capita­lista en crisis como consecuencia del ascenso revo­lucionario. El frentepopulismo es un gobierno constituido por organizaciones obreras y burgueses, y el gobierno obrero‑burgués es aquel en el que intervienen solo los partidos obreros contrarre­volucionarios.


[1] La traición de la OCI unificada”, Nahuel Moreno , Boletín # 1 de Correo Internacional; “El gobierno de Mitterrand, sus perspectivas y nuestra política”, Miguel Capa , Correspondencia Internacional # 13; “Carta al CC del POSI”, Nahuel Moreno, Correo Internacional # 2. Es conveniente aclarar que, en determinados momentos, Nahuel Moreno también utilizaba el seudónimo de Miguel Capa.



Indice general

 

 

Hosted by www.Geocities.ws

1