Indice General

Dictadura Revolucionaria del Proletariado

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La primera edición de este libro, por razones de seguridad, fue publicada bajo el seudónimo de “Darioush Karim”, pero en realidad su autor fue Nahuel Moreno

 

Nahuel Moreno

 

Secretariado Centroamericano —SECA—

Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo —CITO—

http ://www.geocities.com/obreros.geo/

mail : [email protected]

Edición electrónica Diciembre 2001

(Publicado por el Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia, en Junio de 1979)



 

Indice

V.- El fetichismo soviético

1.- Los soviets: ¿un “principio” organizativo?

2.- ¿Qué deben ser los soviets?

3. -Trotsky y el futuro de los soviets en la URSS

4.- Los Soviets y la Comuna de París según Trotsky

VI.- El papel del partido revolucionario y de la IV Internacional.

1. ¿Qué representan los partidos políticos?

2.- Dos tipos de partidos obreros

3.- Unipartidismo o pluripartidismo soviético. Una vez más el rol del partido revolucionario

4.- Una revisión del programa trotskista para la URSS

5.- El futuro del partido revolucionario y la lucha contra su burocratización

6.- El papel de la IV Internacional

VII.- Una supuesta autocrítica de Trotsky

1.- Mandel interpreta a Trotsky

2.- ¿Tenían razón los mencheviques?

3.- El fatídico año 1921

4.- La posición de Trotsky a comienzos de la lucha contra el stalinismo

5.- Trotsky sigue defendiendo sus posiciones

6.- La supuesta autocrítica de Trotsky

7.- La posición teórica de Trotsky

VIII.- ¿Qué es la dictadura del proletariado?

1.- Una definición normativa y antediluviana

2.- La URSS y China, ¿son dictaduras proletarias?

3.- La única definición correcta: superestructura estatal de una economía de transición o de los estados obreros

4.- Las dos dictaduras proletarias: la burocrática-reformista y la revolucionaria

5.- Los nuevos estados obreros burocratizados

6.- Los gobiernos obreros y campesinos

7.- La defensa de las dictaduras proletarias existentes

8.- ¿Cuál debe ser nuestra posición ante las posibles guerras entre los estados obreros?

IX.- ¿Construcción socialista en un solo país, o revolución socialista internacional?

1.- Stalinismo consecuente

2.- Los maestros del marxismo y la transición al comunismo

3.- Pero las cosas ocurrieron de otra manera

4.- ¿Socialismo en un solo país o revolución permanente?

5.- La dictadura del proletariado, ¿se debilita o se fortalece?

6.-El análisis de Trotsky para la URSS

7.- El Problema del Imperialismo

8.- Nuestro análisis: Hay dos etapas de la dictadura del proletariado

9.- Tres programas para la etapa de transición del capitalismo al socialismo

X.- Trotskismo y trotskismo vulgar. Resumen de nuestras diferencias

1.- Trotskismo vulgar (algunas consideraciones teóricas y de método)

2.- Resumen de nuestras diferencias

3.- Las siete características esenciales de la dictadura revolucionaria del proletariado

Bibliografía

V.- El fetichismo soviético

1.- Los soviets: ¿un “principio” organizativo?

La insistente sobre valoración de las formas organizativas soviéticas que hace el SU, dejando prácticamente de lado el papel fundamental del partido revolucionario y de la movilización de masas, es un fenómeno previsto por el marxismo. Tanto la Revolución Rusa como la alemana hicieron reflexionar mucho a nuestros maestros acerca de esa desviación, que llamaron “fetichismo organizativo” (hablando específicamente del fetichismo soviético) y sobre cuyos peligros alertaron.

En Lecciones de Octubre , Trotsky dice: “ Pero los partidos jóvenes europeos que han aceptado más o menos los soviets como ‘doctrina’, como ‘principio ‘, estarán siempre expuestos al peligro, de un concepto fetichista de los mismos en el sentido de considerarlos factores autónomos de la revolución. Porque, a pesar de la inmensa ventaja que ofrecen como organismo de lucha por el poder, es perfectamente posible que se desarrolle la insurrección sobre la base de otra forma orgánica (comités de fábrica, sindicatos) y que no surjan los soviets como órganos del poder sino en el momento de la insurrección o aún después de la victoria ”.

Desde este punto de vista, resulta muy instructiva la lucha que emprendió Lenin contra el fetichismo sovietista luego de las jornadas de Julio. Como en Julio los soviets, dirigidos por socialistas revolucionarios y mencheviques se tomaron en organismos que impulsaban francamente a los soldados a la ofensiva y a la persecución contra los bolcheviques, podía y debía buscarse otros caminos al movimiento revolucionario de las masas obreras. Lenin indicaba los comités de fábrica como organismos de la lucha por el poder ”. (1924) [80] .

Mandel dice que es posible que los partidos oportunistas se integren a los soviets, y en este sentido son correctas sus críticas a la ultra izquierda que afirma lo contrario. Nosotros también pensamos que, justamente por oportunistas, es posible que traten de ingresar a estas organizaciones tan pronto comprueben que adquieren un carácter masivo. Pero Mandel se queda a mitad de camino. ¿Qué harán los oportunistas en el soviet? Evidentemente irán allí para tratar de transformarlos en oportunistas y contrarrevolucionarios. No hay otra posibilidad. Y Mandel no puede continuar porque, para impedir eso, debería transformar a sus soviets en revolucionarios, con lo que dejarían de ser de toda la población.

Por eso repetimos con Trotsky que, “ es necesario ” “ evitar la caída en el fetichismo organizativo”, que no debemos transformar a los soviets en “ un principio ” y que “ el mero reconocimiento del sistema soviético no aclara nada ”, porque “la forma soviética de organización no posee poderes milagrosos”. Estamos por los soviets, pero para transformarlos en soviets revolucionarios. Esto es lo que él quiso decir y también Lenin cuando planteó independizarse de los soviets dirigidos por los mencheviques y social revolucionarios y atacarlos sin misericordia para tomar el poder, porque habían comenzado a actuar como correa de trasmisión de la política contrarrevolucionaria de Kerensky.

Nosotros luchamos para que las organizaciones de masas (cualesquiera que fueren) sean revolucionarias. No caemos en la política ultra izquierdista de ignorarlas si no coinciden con nosotros, ni en el oportunismo de seguirlas siempre. No forjamos ningún fetiche y recordamos que los soviets, al igual que los sindicatos, pueden ser dirigidos hoy por los oportunistas y mañana por los contrarrevolucionarios. Las predicciones de Trotsky para Austria en un futuro, pueden ser válidas para otro país: “ ... existe la posibilidad no sólo de que la consigna de soviets pueda no coincidir con la dictadura del proletariado, sino incluso de que se contrapongan, es decir, que los soviets lleguen a trasformarse en un bastión contra la dictadura del proletariado” (Trotsky, 1929) [81] . Con esas palabras, Trotsky hace también un llamado de alerta para después de la toma del poder.

2.- ¿Qué deben ser los soviets?

¿Les parece bien, camaradas del SU, que para responder a esta pregunta acudamos a Trotsky? Suponemos que sí, y vamos a citar nada menos que El Programa de Transición de la IV Internacional. ¿“Cómo se armonizarán todas esas demandas distintas y todas esas formas de lucha, aunque sólo sea en los límites de una ciudad? La historia ya ha respondido a esta cuestión: a través de soviets, que reunirán a los representantes de todos los grupos en lucha  ..... a través de sus puertas pasan representantes de todos los estratos llevados en el torrente general de la lucha  ..... los soviets, actuando como un pivote alrededor del cual millones de trabajadores se unen en su lucha contra los explotadores...” (Trotsky, 1938) [82] .

Nada originales, creemos que los soviets son organismos de lucha y de los que luchan, que sólo pueden surgir “ cuando el movimiento de masas entra en una etapa abiertamente revolucionaria” (Idem) [83] .

Pero, ¿quiénes son los que luchan? No es todo el pueblo. “Porque en el seno de todo el pueblo, que sufre permanentemente y de la manera más cruel, las brutalidades de los Avrámov, existen seres acobardados físicamente, atemorizados; seres moralmente intimidados, por ejemplo, por la teoría de no resistir al mal mediante la violencia o simplemente por el prejuicio, la costumbre, la rutina, seres indiferentes, aquellos que son llamados pequeño burgueses o filisteos, que prefieren apartarse de la lucha intensa, quedarse a un lado y hasta esconderse (¡No sea que me toque algo en la refriega!). Es por esta razón que no todo el pueblo ejerce la dictadura, sino sólo el pueblo revolucionario”. (Lenin, 1920) [84] . Debemos disculparnos desde ahora por traer una cita tras otra, pero es que, hablando de soviets, creemos que Lenin y Trotsky tienen alguna autoridad.

La pregunta que surge ahora es: ¿Quién es el pueblo revolucionario? Básicamente el proletariado industrial, lo más avanzado de él. Por eso, en la única dictadura revolucionaria de que tenemos noticias, el proletariado tenía delegación más numerosa, y la forma de votación no era secreta, sino por mano levantada. Este método típico de las asambleas obreras, coercitivo, se usó para impedir que los obreros o trabajadores contrarrevolucionarios se acerquen. Esto se hacía para asegurar que los soviets fueran de los luchadores y no de todo el pueblo, pero para ello los jefes de la Revolución de Octubre, tenían la misma manía que nosotros: confiar básicamente sólo en el proletariado. “ El poder revolucionario está dentro del proletariado mismo. Es necesario que éste se levante a conquistar el poder: entonces y sólo entonces la organización soviética revela sus cualidades como el instrumento irremplazable en las manos del proletariado.” (Trotsky, 1920) [85] .

Si Lenin y Trotsky ponían tanto empeño en mantener la mayoría obrera dentro de los soviets, si creían que estos sólo podían surgir en épocas revolucionarias, y sólo debían admitir a los que luchaban, aunque le parezca increíble al SU, debemos llegar a la siguiente conclusión: cuando los soviets son necesarios, es porque hay lucha. Y esto quiere decir que hay dos bandos, el de la revolución y... el de la contrarrevolución (aunque este último esté compuesto por los agentes directos de la burguesía y el imperialismo o indirectos como la burocracia y la aristocracia obrera).

Esto se puede comparar a dos ejércitos enfrentados, o dos piquetes en una huelga (el de los rompehuelgas y el de los huelguistas). ¿Cómo es posible que los enemigos entren a nuestro bando? (como quiere el SU cuando dice que todos pueden entrar en el soviet). ¿Cómo los huelguistas van a admitir en su piquete armado a los rompehuelgas armados, si justamente nos hemos organizado para ver quién aplasta a quién? Misterios de la revisión.

Nuestros camaradas del SU no necesitan soviets que luchen contra la contrarrevolución imperialista, simplemente porque ésta no entra en sus cálculos . Sus nuevos soviets tendrán como tarea prioritaria la “construcción socialista”. Si se trata de una tarea constructiva, no está mal que los contrarrevolucionarios colaboren. Considerar la “construcción” como objetivo fundamental y negar la necesidad de desarrollar la lucha de clases a escala mundial y nacional es, dicho sea de paso, una claudicación a la teoría del socialismo en un solo país.

Aclarado qué son los soviets (¡después de que hicieron triunfar a la única dictadura revolucionaria y después de haberlos estudiado durante más de 60 años!), veamos qué dice el documento del SU. Sencillamente, parece que ya no están de acuerdo con la concepción leninista. Primero, en su sentido político, no deben ser organismos para la lucha ni de los que luchan: no, deben ser revolucionarios . Refiriéndose a la función de los futuros soviets, los conciben como organismos tan democráticos como jamás se ha visto, con libertades totales para tendencias, grupos y partidos políticos, incluidos los contrarrevolucionarios. ¿O sea que cada individuo tendrá plenas libertades por el hecho de ser trabajador? Eso es lo mismo que decir que un delegado elegido por una asamblea sindical, que es agente de la patronal, tiene libertad de hacer propaganda contra una huelga.

El segundo aspecto de la definición leninista trotskista, es el sociológico: “el pueblo revolucionario” era, para la dirección de Octubre, esencialmente el proletariado industrial. Para el SU, los soviets no deben ser esencialmente del proletariado industrial, en ellos debe estar todo el pueblo . “Finalmente, la participación de millones de personas en el proceso de construcción de una sociedad sin clases, no sólo mediante el voto más o menos pasivo, sino también en la gestión real, a diversos niveles, no puede quedar limitada de manera obrerista únicamente a los trabajadores comprometidos en la producción . Lenin precisó que, en el estado obrero, la inmensa mayoría de la población deberá participar directamente en la administración del estado. Eso significa que los concejos de trabajadores en los cuales se fundará la dictadura del proletariado no serán comités de fábrica, sino órganos de autoorganización de las masas en todas las esferas de la vida económica y social, incluidos evidentemente las fábricas, las unidades de distribución, los hospitales, las escuelas, los centros de telecomunicaciones y transportes, y los barrios. ” (SU, 1977). [86]

Esta concepción es popular y territorial. Lenin decía que “ la Constitución soviética lleva también al aparato del estado más cerca de las masas por el hecho de que no es el distrito territorial sino la unidad de producción, (fábrica o empresa) la que forma la unidad electoral y la célula básica del estado” (1919) [87] . Lo mismo afirma Trotsky cuando dice que esa célula básica está fundada “ en los grupos de clase y de producción.” (1936) [88] .

Esta discusión sobre los soviets y la dictadura revolucionaria no es nueva en el marxismo. Los antecesores del SU son todas las corrientes pequeño burguesas, que siempre han querido quitarle el monopolio del poder al proletariado industrial para dárselo al pueblo. Un trotskista no puede decir “pueblo”, porque pueblo quiere decir todos, cualquiera, basta que sea trabajador. En ese saco entran los pequeño burgueses, los trabajadores reformistas o contrarrevolucionarios, y el SU los hace entrar ¡para que intervengan en la conducción del estado!

Esto es una consecuencia directa del fetichismo organizativo en que incurren al intentar oponer al parlamento burgués, una forma de soviet ideal y abstracta que no es... otra cosa que una nueva forma parlamentaria. Este ha sido siempre el objetivo del reformismo, y no hay nada que pueda hacerlo entrar en un programa trotskista. “ El sistema soviético no es un principio abstracto que los comunistas oponen al principio del parlamentarismo. El sistema soviético es un aparato de clase cuyo objetivo es liquidar al parlamentarismo y reemplazarlo durante la lucha y como resultado de la lucha dice Trotsky (1920) [89] . Si en el parlamento burgués puede haber alguna representación de los que están en contra del sistema que éste construye y desarrolla, es porque la burguesía se ha encargado previamente ‑-con la invalorable ayuda del reformismo‑- de que dicho organismo sea un freno para la lucha obrera y popular. Y cuando hay peligro de que coadyuve al combate de los explotados, la patronal no vacila en liquidarlo, hasta que pueda volver a montar las garantías que permitan el restablecimiento de sus funciones tradicionales. Es todo lo contrario del soviet, que cuando ha dejado de luchar pierde su razón de ser.

Pero la revisión del SU con respecto a los soviets va más allá y tiene consecuencias funestas. Al negar su verdadero carácter y tratar de convertirlos en parlamentos democráticos, los coloca ante el peligro de que sean arrastrados por el sinfín de tareas administrativas que surgirán. Y con eso fomenta que los soviets terminen convertidos en bastiones de la burocracia, que es lo mismo que decir en frenos institucionalizados para el combate permanente de las masas.

Y terminan haciéndole una gran concesión a Kautsky, aunque por su contrario. Kautsky decía que los soviets no podían ser órganos estatales por ser de lucha (si son órganos de lucha deben seguir luchando, inclusive contra el propio estado y el partido gobernante; si no, pierden su carácter). El SU contesta “son estatales, no de lucha”. Ambos coinciden: “estatales” y “de lucha” son opuestos.

Nosotros contestamos órganos de lucha del estado obrero , porque hablarnos de una dictadura revolucionaria del proletariado. Y creemos que una de las tareas fundamentales del partido revolucionario es evitar que dejen de luchar, porque los necesita para vincularse al movimiento revolucionario permanente de las masas y dirigirlo. Para eso, “no se puede concebir una forma mejor” que el soviet. Si se burocratizan o se hacen enemigos de la movilización, buscaremos nuevas formas organizativas. En el mejor de los casos, dejarán de existir cuando se hayan extinguido las clases y con ellas el estado.

Nuestra Internacional es el único partido capaz de cumplir, en lo inmediato, con el objetivo histórico del proletariado. Lo seguirá siendo en la medida en que deje de dar bases teóricas para destruir a los soviets revolucionarios.

3. -Trotsky y el futuro de los soviets en la URSS

Durante sus últimos años, y fundamentalmente en El Programa de Transición y en los artículos elaborados alrededor de su discusión, Trotsky no hizo más que reafirmar esta definición de los soviets no sólo para antes de la toma del poder sino también para después. Esto se hace particularmente manifiesto cuando nos habla de cuál debe ser el futuro de los soviets en la URSS para volver a la dictadura revolucionaria de los primeros años y acabar con la degeneración burocrática.

Así como antes de la toma del poder la constitución de los soviets está sujeta a la existencia de una situación claramente revolucionaria, “ el régimen soviético ” podrá “revivir”, en la URSS, “ únicamente” en la medida que exista “un levantamiento victorioso revolucionario de las masas oprimidas ” (Trotsky, 1938) [90] . ¿Y cómo deberán ser esos soviets? ¿Cómo estarán constituidos? “Es necesario devolver a los soviets no sólo su libertad democrática formal, sino también su contenido de clase. De la misma manera que antes la burguesía y los kulakis no eran admitidos en los soviets, así ahora la burocracia y la nueva aristocracia deben ser echadas de ellos. (Subrayado en el original.) En los soviets no hay lugar más que para los representantes de los obreros, los koljosianos de base, los campesinos y los soldados rojos ” (Idem) [91] , que como afirmó antes, están en “la lucha”.

Trotsky se vio obligado a sostener, sobre esta cuestión, numerosas discusiones con camaradas del movimiento. Una de ellas determinó que escribiera un artículo ampliando y enfatizando su punto de vista sobre la lucha por la expulsión de la burocracia y la aristocracia obreras de los soviets. Un camarada le objetaba su posición casi en los mismos términos en que hoy lo hace el SU: “No parece haber ninguna razón políticamente válida para establecer una privación de derechos políticos a priori de todo un grupo social de la actual sociedad rusa. La privación de derechos debería basarse sobre actos políticos de violencia de grupos o individuos contra el nuevo poder soviético . Como vemos, parece una frase extraída de la resolución que hoy criticamos. Sólo se podrán coartar las libertades democráticas más absolutas a aquellos que se embarquen en actos violentos comprobados contra el poder soviético. En esa ocasión, Trotsky criticó que su polemista “ le expresara una actitud formal, jurídica, puramente constitucional sobre una cuestión que debe ser encarada desde un punto de vista político revolucionario. No se trata de ver a quiénes le quitarán su poder los nuevos soviets una vez que ellos estén definitivamente establecidos. Podemos, tranquilamente, dejar la elaboración de la nueva constitución soviética para el futuro. La cuestión es cómo arrojar a la burocracia soviética” “Verdaderos soviets de obreros y campesinos pueden llegar a constituirse solamente en el curso del levantamiento contra la burocracia”. “No es cuestión de una determinación ‘constitucional’ , la cual es aplicada sobre la base de calificaciones jurídicas fijas, sino de la real autodeterminación de los campos en lucha . (Subrayado en el original). Los soviets pueden surgir solamente en el curso de una lucha decisiva. Ellos serán creados por aquellos sectores de trabajadores que sean arrastrados al movimiento. La importancia de los soviets consiste precisamente en el hecho de que su composición está determinada no por criterios formales sino por la dinámica de la lucha de clases”. (Trotsky, 1938) [92] .

No pudo ser más claro. Primero, los soviets “le quitarán los derechos” a sectores sociales de la población rusa, incluidos sectores del movimiento obrero, y estarán en su derecho al hacerlo. Segundo, en el futuro también se le “quitarán sus derechos” a sectores de la población, aunque debemos “dejar tranquilamente la elaboración de la nueva constitución soviética al futuro”. Tercero, “no es cuestión de una determinación constitucional” el fijar quiénes intervienen en los soviets, ya que de ellos no forman parte todos los trabajadores, sino “aquellos sectores de trabajadores que sean arrastrados por el movimiento y serán esos sectores, y sólo ellos, los que resolverán a qué partidos y sectores sociales legalizan y a cuáles ilegalizan. Esta posición es igual a la que sostenemos nosotros: no hay ningún principio marxista que obligue a darle la más absoluta legalidad a todos los sectores y partidos; mucho menos a los contrarrevolucionarios. Trotsky estaba por la ilegalidad de los partidos que defienden a esa burocracia y aristocracia obreras, no por la legalidad para todos los partidos y todos los habitantes. Lo contrario es caer en el fetichismo organizativo, respecto a los soviets; es una concepción formalista y jurídica. Es ver al soviet no como un organismo para la lucha y de los luchadores, sino como un aparato de la administración estatal para el cual la lucha revolucionaria ha cesado y un quiste donde se desarrollará a sus anchas la burocracia que tanto se dice combatir.

4.- Los Soviets y la Comuna de París según Trotsky

La mayoría del SU atribuye a sus soviets y a su dictadura del proletariado ‑-no a los verdaderos-- las características superdemocráticas de la Comuna de París. Sin embargo, es muy extraño que autores que conocen tanto a Trotsky no hayan señalado, aunque sólo sea para criticarlo, la revisión que hizo del análisis clásico de Lenin de la Comuna de París. Esta ausencia se hace más notoria aún por el hecho de que los autores dan como características esenciales de la dictadura del proletariado la codificación de lo actuado por la Comuna de París y lo que posteriormente escribió al respecto Lenin en El estado y la revolución , sin señalar que Trotsky modificó esa interpretación de la Comuna para subrayar desde entonces, como sus características esenciales, los rasgos dictatoriales y de lucha y no los democráticos populares. Y criticó como su defecto más grave que no existiera un partido revolucionario disciplinado que acaudillara el proceso.

Esta modificación comenzó a principios de los años veinte. En la resolución que escribió sobre el partido comunista francés en 1922 para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, comenzaba esa revisión: “La página más gloriosa en la historia del proletariado francés ‑- la Comuna de París-- no fue otra cosa que un bloque entre todas las organizaciones y matices dentro de la clase obrera francesa, unidas contra la burguesía. Si, a pesar de la constitución del frente único, la Comuna fue rápidamente aplastada, la explicación de esto debe encontrarse sobre todo en el hecho de que el frente único no tuvo en su flanco izquierdo una organización genuinamente revolucionaria, disciplinada y resuelta, capaz de ganar rápidamente la dirección en el fuego mismo de los acontecimientos . (Trotsky, 1922) [93] .

Trotsky no toma como elemento esencial de la Comuna ni el voto ni la revocabilidad, ni el salario medio, sino la unidad de acción de los partidos obreros que tomaron el gobierno, y como su carencia esencial, la ausencia de una “organización genuinamente revolucionaria, disciplinada, resuelta” que la dirigiera. Y para la misma época, también en nombre del CEI de la Internacional Comunista en una carta a la Federación del Sena del PC francés, decía que “las razones más importantes para la derrota de la Comuna fueron los principios federalistas, pequeño burgueses y democráticos, la ausencia de una mano fuerte que guiara la revolución, que la unificara, la disciplinara y la centralizara (Idem) [94] . Estas citas podrían no haber tenido importancia si Trotsky, a través de los años, no hubiera reflexionado sobre este problema y no hubiera llegado a hacer una revisión completa de la concepción clásica de la Comuna.

En la década del treinta, polemizando con la tendencia de los trotskistas franceses que editaba el periódico La Commune , él negó por primera vez a la Comuna como dictadura del proletariado y la definió como una institución burguesa. Contra la concepción aceptada de que lo extraordinario en la Comuna, lo verdaderamente revolucionario era el funcionamiento democrático, el voto, la revocabilidad, el salario obrero para los funcionarios, contra todo lo que se había escrito y que Kautsky había reivindicado tanto (aunque ya Lenin había señalado que el voto universal era sólo para los que quedaron en París, es decir, para los trabajadores), Trotsky señala que la dictadura del proletariado estaba en otra organización, en la Guardia Nacional , en el órgano de lucha. Contra el fetichismo ultra democrático, dijo que éste no es el elemento fundamental para definir a la dictadura del proletariado y a los verdaderos soviets. La dictadura obrera fue la organización de los que luchaban y no la de todos los trabajadores de París. La Comuna, la organización de todos los trabajadores, con mecanismos superdemocráticos, fue una organización burguesa, no la dictadura revolucionaria del proletariado; en cambio, la organización de los que luchaban, eso sí fue “soviet” y dictadura del proletariado. Nosotros acogemos completamente esta concepción revisionista y revolucionaria de la Comuna de París que Trotsky hace, pero no engañamos a nadie y decimos con claridad que es una revisión del análisis tradicional leninista. Aunque sea un poco extenso, citemos a Trotsky en estos párrafos aparentemente desconocidos por los autores de la resolución: “ Cuando nosotros decimos “Viva la Comuna”, nos referimos a la heroica insurrección, no a la institución de la Comuna, es decir, a la municipalidad democrática . Incluso su elección fue una estupidez (véase Marx) e incluso esta estupidez fue sólo posible después (subrayado en el original) de la conquista del poder por el Comité Central de la Guardia Nacional, que era el “comité de acción” o el soviet de ese momento ” (Trotsky, 1935) [95] . “En el mismo párrafo, ustedes dicen, entre paréntesis: Comuna de París, soviets... En toda una serie de cartas he insistido en el hecho de que es ilícito, cuando se habla de la forma organizativa de gobierno, identificar a la Comuna con los soviets. La Comuna fue la municipalidad democrática . Es entonces necesario elegir entre la Comuna y los soviets. Los revolucionarios de 1871 quisieron combinar (subrayado en el original) su “soviet”de ayer (el Comité Central de la Guardia Nacional) y la Comuna (la municipalidad democrática). Con esta combinación sólo hicieron una mescolanza. En 1917, en Petrogrado, después de la conquista del poder, nosotros tuvimos el soviet y la municipalidad democrática. A pesar del hecho de que el partido bolchevique dominaba de manera absoluta la comuna, la disolvimos en favor del soviet. Es La Commune quien habla de un gobierno basado en las comunas locales. Esta formulación de un federalismo democrático‑municipal es más acorde a los bakuninistas o a los proudhonistas. No tiene nada en común con la dictadura del proletariado y los soviets como su instrumento” . (Trotsky, 1936) [96]

Los soviets del SU son las comunas municipales pequeño burguesas de los proudhonistas y no los soviets por los que luchan los verdaderos trotskistas.

VI.- El papel del partido revolucionario y de la IV Internacional.

1. ¿Qué representan los partidos políticos?

Con este título la mayoría del SU encabeza una de las tesis más importantes de su resolución. Y su alejamiento de la realidad es tal que en ella no se nombra ni una sola vez a la IV Internacional. Como tampoco se dice una palabra de la socialdemocracia y del stalinismo, se ignoran consecuentemente las relaciones de estos partidos de carne y hueso con el trotskismo y con la dictadura revolucionaria del proletariado.

Desde el punto de vista marxista, escribir un capítulo sobre los partidos políticos sin mencionar a los existentes, principalmente a los obreros, es lo mismo que hacer un caldo de gallina con un par de medias viejas.

La tesis empieza señalando que los partidos “ aparecieron con la emergencia de formas de gobierno en las que un número relativamente elevado de personas (opuesto a pequeñas comunidades de pueblo o asambleas tribales) participaban de una manera u otra en el ejercicio del poder político (por ejemplo, en la democracia de la antigüedad)” (SU, 1977) [97] .

O sea, que para la mayoría del SU, la primera razón del surgimiento de los partidos es que de pocas personas se pasó a muchas personas . Subrayamos lo de persona para destacar que, si cambiamos esa palabra por individuos, surge claramente la concepción democrático burguesa de una sociedad formada por personas o individuos y no por clases. Y esta definición se completa así: “ De hecho, tan pronto como las decisiones políticas superan un pequeño número de problemas rutinarios que pueden ser discutidos y resueltos por un pequeño grupo de personas, cualquier forma de democracia implica la necesidad de opciones estructuradas y coherentes sobre una gran cantidad de problemas ligados unos a otros (subrayado en el original); es decir, una elección entre líneas políticas y programas de recambio. Eso es lo que representan los partidos ”. (Idem) [98] . ¡Esta es una definición demográfica!: ¡cuando hay muchas personas surgen los partidos! E intelectual: cuando hay muchas personas son indispensables “opciones estructuradas y coherentes”, es decir, los partidos.

¿Qué fenómenos ocurrieron en el paso de la tribu primitiva a las ciudades que impiden las propuestas individuales? La clave no está en el mayor número de personas, sino en el surgimiento de las ciudades, las clases y el estado. Ellos aparecen cuando estas personas se han agrupado en clases y sectores antagónicos que tienen que disputarse, para imponer sus intereses, una nueva institución que surgió en el proceso histórico: el estado.

Los partidos políticos son organizaciones de clase y de sus diferentes sectores en lucha por el poder del estado. Esto significa que sin clases y sin sectores de clase, por más personas que haya, no existirían ni el estado ni los partidos políticos, porque no habría luchas para ganar el poder político. En pocas palabras: sin clases no hay estado, sin estado no hay política y sin política no hay partidos políticos.

Los partidos políticos no dan respuestas estructuradas para satisfacer una necesidad intelectual, porque sea imperioso presentar un todo coherente de propuestas estructuradas en un sistema, como una teoría o una escuela científica, ante “muchas personas”. Lo hacen porque es necesario dar respuesta a cada problema político, económico o social, desde el punto de vista de los intereses generales político‑económicos de sectores de clase. Lo que les da coherencia y los hace un todo estructurado son precisamente esos intereses comunes.

Fueron las grandes revoluciones democrático burguesas las que dieron origen a los partidos. Su, historia es distinta a la de la defensa política de los intereses sectoriales de clases, es decir, a la política. Primero fue ésta y muchos siglos después, desde las grandes revoluciones inglesa y francesa, los verdaderos partidos políticos. Debemos distinguir entre una lucha política entre senadores romanos o una guerra política civil entre sectas religiosas durante la Edad Media, por un lado, y la lucha entre los partidos políticos modernos, por otro. La lucha de clases tuvo que desarrollarse plenamente, alcanzar su culminación en la sociedad burguesa, para llegar a expresarse al nivel superestructural en la formación de partidos políticos.

El SU no sólo ignora el método marxista para definir los partidos políticos, sino que llega a sostener que no sirve para ello.

“Si se dice que sólo los partidos y organizaciones que no tienen programa o ideología burgueses (¿y pequeño burgueses?), o que no están ‘comprometidos con la propaganda y/o la agitación antisocialista y antisoviética’ pueden ser legalizados, ¿por dónde se va a trazar la línea de demarcación? ¿Se prohibirán los partidos que tengan una mayoría de sus miembros de extracción obrera pero que al mismo tiempo tengan una ideología burguesa? ¿Cómo se puede conciliar tal posición con el concepto de elección libre de los concejos de trabajadores? ¿Cuál es la línea de demarcación entre el ‘programa burgués’y la ‘ideología reformista? ¿Se deben prohibir, entonces, también los partidos reformistas? ¿Se suprimirá la socialdemocracia?” (Idem) [99] . La mayoría del SU se pregunta por dónde se va a trazar “la línea de demarcación”. Para ella no hay manera de establecer una distinción estricta entre los partidos. Y no puede ser de otra manera, dado que acuden a los métodos demográficos e intelectuales para hacerlo, renunciando al marxismo. Sin embargo el marxismo cuenta con todas las herramientas conceptuales necesarias para distinguir con claridad los partidos burgueses de los obreros. Y, con los aportes de Lenin y Trotsky, podemos diferenciar a los partidos obreros en dos tipos antagónicos; a lo que habrá que agregarle, cuando lleguen la revolución y la dictadura, un nuevo parámetro decisorio: ¿por o contra la revolución?

2.- Dos tipos de partidos obreros

Lenin y Trotsky han insistido en que hay dos tipos de partidos obreros claramente delimitados, tan disímiles entre sí como el reino animal y el vegetal.

Al lado de los partidos obreros revolucionarios están los partidos obreros reformistas o burocráticos, los cuales además, pueden llegar a ser contrarrevolucionarios. Estos reflejan políticamente a la aristocracia y a la burocracia obreras, principalmente de los países metropolitanos y de los estados obreros, donde esos sectores privilegiados se alimentan de las migajas que reciben de la explotación imperialista los unos, de la administración del estado, los otros. Son, por lo tanto, la expresión superestructural de un enorme sector de la clase obrera y de la moderna clase media, que también podemos incluir, con mucho cuidado, dentro de la clase obrera. Estos partidos son la socialdemocracia y el stalinismo. Ellos siguen siendo reformistas y, en general, contrarrevolucionarios, agentes del imperialismo, directos o indirectos, aun cuando tomen el poder al frente de una revolución obrera, ya que su papel será impedir que se extienda internacionalmente. La existencia de estos partidos obligó a la fundación de la Tercera Internacional y, posteriormente, al producirse su burocratización, a fundar la Cuarta Internacional.

La importancia de hacer esta distinción radica en que ella es la única que nos da una explicación válida al hecho de que no haya triunfado ninguna dictadura revolucionaria después de la de Lenin y Trotsky. Como el carácter del estado obrero depende del partido que dirija la revolución y tome el poder, el estado podrá ser revolucionario o burocrático. Es decir, no hemos visto más dictaduras revolucionarias porque ninguna revolución ha sido dirigida por un partido trotskista.

Pero en lugar de elaborar una definición categórica, siguiendo el ejemplo de Lenin y Trotsky, el SU nos dice que no se puede negar “ que diferentes partidos, con orientaciones y métodos diferentes para encarar la lucha de clases entre el capital y el trabajo y las relaciones entre los fines inmediatos y los fines históricos del movimiento obrero, puedan surgir y hayan surgido en el seno de la clase obrera y representen realmente sectores de la clase obrera (aunque más no fueran intereses puramente sectoriales, presiones ideológicas de clase adversas, etcétera)”( Idem) [100] . Es decir, dejan en la indefinición, sin analizar, la división existente entre los partidos obreros contemporáneos y se niegan a definir a los partidos socialistas y stalinistas como agentes del imperialismo dentro del movimiento obrero, por ser, justamente, representantes de la aristocracia y la burocracia obreras. En su tesis sobre los partidos políticos no encontraremos una sola palabra referente a la influencia del imperialismo y de las capas aristocráticas obreras en la definición de los partidos.

En su afán de esquivar esta definición, el SU utiliza otro argumento, estableciendo una apreciación abusiva del razonamiento hecho por Trotsky para atacar a Stalin, cuando éste sostenía que cada clase tiene su partido y que la clase obrera tiene uno solo, el stalinista.

En La Revolución Traicionada , Trotsky señala: “ En realidad, las clases son heterogéneas, desgarradas por antagonismos interiores, y solo llegan a sus fines comunes por la lucha de las tendencias, de los grupos y de los partidos. Se puede conceder con algunas reservas que un partido es una ‘fracción de clase’. Pero como una clase está compuesta de numerosas fracciones ‑-unas miran hacia adelante y otras hacia atrás-‑, una misma clase puede formar varios partidos. Por la misma razón, un partido puede apoyarse sobre fracciones de diversas clases. No se encontrará en toda la historia política un solo partido representante de una clase única, a menos que se consienta en tomar por realidad una ficción policíaca ”.

El proletariado es la clase menos heterogénea de la sociedad capitalista. La existencia de capas sociales, como la aristocracia obrera y la burocracia, basta, sin embargo, para explicarnos la de los partidos oportunistas que se transforman, por el curso natural de las cosas, en uno de los medios de la dominación burguesa . Que la diferencia entre la aristocracia obrera y la masa proletaria, sea desde el punto de vista de la sociología staliniana, “radical” o “superficial”, nos importa poco; en todo caso, de esa diferencia nació, en su época, la necesidad de romper con la socialdemocracia y de fundar la Tercera Internacional.” (Trotsky, 1936) [101] .

En su interpretación abusiva, el SU dice: “ ... la idea de una clase obrera homogénea, exclusivamente representada por un solo partido, está en contradicción con toda la experiencia histórica y con todo el análisis marxista, materialista, del crecimiento y desarrollo concretos del proletariado contemporáneo, tanto bajo el capitalismo como después de su derrocamiento. A lo sumo, se puede defender la tesis según la cual el partido revolucionario de vanguardia representa , en el plano programático, los intereses históricos a largo plazo del proletariado”. (Subrayado en el original) (SU, 1977) [102] .

Para el SU, los partidos stalinistas y socialdemócratas, ¿qué representan si no son “los intereses históricos a largo plazo del proletariado”? ¿Representan a los sectores privilegiados, agentes directos o indirectos de la burguesía dentro del movimiento obrero como sostenía Trotsky? Si es así, ¿por qué no lo dicen? Y la Cuarta Internacional,¿qué representa? ¿Es un partido político? ¿Pertenece a esos misteriosísimos “partidos revolucionarios de vanguardia”? Esos partidos, ¿dónde militan y qué ideología tienen? ¿Son marxistas? ¿Acaso trotskistas?

Y, ¿cómo define el documento a nuestra Internacional? Explícitamente no lo hace. Pero en compensación, aparentemente, nos da una definición implícita: “A lo sumo, se puede defender la tesis según la cual el partido revolucionario de vanguardia representa , en el plano programático , los intereses históricos a largo plazo del proletariado” . Esta es la definición óptima de nuestra internacional ya que “a lo sumo” es eso. Lo menos que podemos decir es que esa definición está emparentada, tanto por su forma como por su contenido, con la bujarinista‑stalinista que Trotsky tanto criticó, por ejemplo, cuando se refirió al programa stalinista: “ El proyecto se limita a dar una definición del partido desde el punto de vista de la forma (vanguardia, teoría del marxismo, encarnación de la experiencia, etc.) que no produciría ninguna disonancia en el programa de la socialdemocracia de izquierda de antes de la guerra. Actualmente todo eso es absolutamente insuficiente” (Trotsky, 1928) [103] .

Nuestra Internacional es exactamente (no “a lo sumo” ni como mínimo) la única internacional existente y sus partidos son los únicos que luchan por la revolución permanente; es decir por un programa de transición hacia la sociedad socialista; por una revolución obrera que imponga una dictadura revolucionaria del proletariado que siga luchando por desarrollar la revolución internacional. Los otros partidos obreros existentes (socialdemócratas y stalinistas), sí toman el poder obligados por las circunstancias objetivas, impondrán una dictadura burocrática, nacionalista, reformista a escala mundial, ya que su programa es y será la construcción del socialismo en un solo país. Nuestra Internacional no sólo refleja, entonces, “a lo sumo”, los “intereses históricos a largo plazo” del proletariado, sino las necesidades inmediatas, principalmente de los sectores más combativos y consecuentes en la lucha contra la explotación, que son generalmente los más miserables y atrasados, como así también los más modernos y concentrados.

Esto se manifiesta en el hecho de que es el único partido mundial que lucha por la revolución socialista internacional.

Esta definición ultrageneral, pero imprescindible, de los partidos obreros, no significa negar la existencia de formaciones centristas, intermedias, que van de un polo a otro; que de revolucionarias pasan a reformistas y burocráticas, y viceversa. Así ocurrió, por ejemplo, con el Partido Comunista de la URSS, que pasó de revolucionario, bajo Lenin y Trotsky, a reformista y burocrático bajo Stalin. O con la izquierda del Partido Social revolucionario en Rusia, que de pequeño burgués reformista pasó a revolucionario cuando pactó con los bolcheviques para hacer la Revolución Rusa, y después volvió al campo de la contrarrevolución. También en Alemania tenemos el ejemplo de la fracción centrista del Partido Socialista Independiente que se integró al Partido Comunista. Pero a estos fenómenos, híbridos entre las dos grandes categorías de partidos obreros existentes en el mundo, se los define por su dinámica con respecto a ellos. Su centrismo, ¿los lleva hacia el trotskismo o, por el contrario, hacia el oportunismo, nacionalismo y reformismo? Esta diversidad de posibilidades podrá explicar el día de mañana el que un partido que todavía no se defina como trotskista, debido posiblemente a la debilidad de nuestra Internacional, tome el poder e instaure una dictadura revolucionaria. Será una etapa fundamental en su transformación de partido centrista en trotskista. También explica, como veremos, la posibilidad de que partidos soviéticos y revolucionarios se unan al partido trotskista ‑-sin que ellos lo sean‑- en la acción de defender la revolución y la dictadura revolucionaria.

3.- Unipartidismo o pluripartidismo soviético. Una vez más el rol del partido revolucionario

En el capítulo IV hemos aclarado, en gran parte, el papel que juega el partido revolucionario en la lucha por el poder y la dictadura del proletariado. Pero lo hemos hecho en tomo al problema de cuál es la institución fundamental en ese proceso: el soviet o el partido. Sin embargo, se hace necesario insistir sobre ese punto capital; ahora, alrededor de otro de los temas claves del documento del SU: ¿partido único o pluripartidismo?

La mayoría del SU defiende a ultranza el “pluripartidismo soviético”. Pero en su boca ese “pluripartidismo soviético” no significa legalidad para los partidos autorizados por el soviet revolucionario, sino legalidad para todos los partidos políticos existentes en el país, inclusive los contrarrevolucionarios. En ese sentido, el documento es explícito: “ ... los concejos de trabajadores realmente representativos y democráticamente elegidos, sólo pueden existir si las masas tienen el derecho de elegir en ellos a todos los que ellas escojan, sin distinciones ni condiciones previas restrictivas en cuanto a las convicciones ideológicas y políticas de los delegados elegidos . Y continúa: “ los concejos de trabajadores sólo pueden funcionar democráticamente si todos los delegados elegidos ”, independientemente de sus convicciones ideológicas y políticas, “gozan del derecho de poder constituir grupos, tendencias o partidos, si tienen acceso a los medios de difusión masiva... Y por si quedara alguna duda, un poco más adelante nos dice que la “democracia obrera” sólo es posible en la medida en que exista “el derecho de las masas de elegir a todos los que escojan y la libertad de organización política para quienes han sido elegidos (incluidas las personas con ideologías o un programa burgués o pequeño burgués)” [104] . (SU, 1977) [105]

Aquí, una vez más, nos encontramos con la trampa de tener un programa individualista, democrático‑burgués disfrazado de marxismo. El SU está por “la libertad política ilimitada” para todos los partidos. En lugar de decirlo abiertamente, así su argumentación es digna de Lincoln o de Bernstein, se esconden detrás de los “delegados elegidos”. No son los soviets, no es la clase como clase la que resuelve, sino individuos, los delegados, en forma completamente independiente de lo que la clase y el soviet, democráticamente, resuelvan por mayoría. Esto significa que, si se aplicara en estos momentos a Irán, el partido del Sha sería completamente legal en los soviets, ya que es imposible que haya un país donde no sea elegido, como mínimo, un delegado partidario de la contrarrevolución. En Rusia hubo organizaciones sindicales de masas que democráticamente resolvieron pelear a favor de los ejércitos blancos contra el Ejército Rojo.

El soviet es un frente único de masas para la acción revolucionaria y sólo pueden estar en él aquellos partidos que están de acuerdo con ese frente único.

Puede haber obreros y delegados confundidos, que ideológicamente sigan apoyando a partidos contrarrevolucionarios. Pero como partidos sólo pueden estar los que coinciden con el frente único revolucionario que significa el soviet. Ocurre lo mismo que en un sindicato: sólo pueden estar aquellos partidos y afiliados que, de hecho, coincidan en la necesidad de defenderse de la explotación capitalista en el terreno económico. En líneas generales e históricas el trotskismo está por el pluripartidismo soviético, pero siempre que se lo entienda como el derecho de reconocer, por parte del soviet, a los partidos que considere conveniente.

Esto es lo contrario de lo que afirma el SU en su resolución. El pluripartidismo soviético no es una norma absoluta, sino relativa. Por eso, dialécticamente, el pluripartidismo soviético puede transformarse, en determinadas circunstancias, en su contrario: unipartidismo soviético. Como son los soviets revolucionarios los que resuelven en cada momento qué partidos son legales, esto puede llevar a que, en determinadas circunstancias, uno solo de ellos lo sea, o apenas dos o tres. Y para resolverlo debe considerarse el hecho concreto de si los partidos son revolucionarios o contrarrevolucionarios. Por principio, no estamos obligados a darle legalidad a los partidos contrarrevolucionarios, pero sí a los revolucionarios.

Este es el verdadero concepto trotskista. Lenin, en un momento de la Revolución, señalaba con toda claridad que: “cuando se nos acusa de haber establecido la dictadura de un solo partido y, como habrán oído ustedes, se nos propone un frente unido socialista, nosotros respondemos: ‘¡Sí, es una dictadura de un solo partido! Eso es lo que sostenemos, y no nos apartaremos de esa posición...” (Lenin, 1919) [106] .

Esto no es más que otro ejemplo de que para los trotskistas no hay normas fijas. Estamos completamente en contra de la norma stalinista que establece que bajo la dictadura del proletariado sólo es legal el partido que ejerce la dictadura; como asimismo nos oponemos al principio eurotrotskista que plantea el pluripartidismo para todos los casos, sin excepción. Nosotros afirmamos que esa decisión depende del proceso de la lucha de clases y de las necesidades de la revolución, así como del tipo de relaciones que se establezcan entre los partidos en los primeros años de la dictadura revolucionaria. No podemos decir cuáles serán las normas que en esta primera etapa reglamentarán las relaciones entre los partidos oportunistas burocráticos y los partidos revolucionarios del movimiento obrero, porque esto dependerá de las relaciones que se impongan por la fuerza, y no por mecanismos constitucionales, entre los dos sectores principales del movimiento obrero y sus superestructuras políticas. Si hay movilización permanente de los trabajadores, los partidos revolucionarios serán predominantes e, incluso, surgirán nuevos partidos revolucionarios. Si hay pasividad y tranquilidad, lo serán los sectores burocráticos, la aristocracia obrera. Y de esta ley general surgirán las distintas posibilidades de relaciones entre la dictadura del proletariado y los partidos obreros.

Por eso insistimos en que lo fundamental no es la disyuntiva uni o pluripartidismo. Ninguna norma puede sustituir el proceso vivo de la movilización permanente y el papel que en ella desempeña el partido revolucionario. Esos dos factores están ausentes en las tesis del SU. Plantear las cosas en los términos que lo hace la resolución es poner la carreta delante de los bueyes. Que el soviet sea uni o pluripartidista dependerá, en último término, del grado de movilización de los trabajadores y de la existencia o no de un partido revolucionario capaz de darle carácter permanente a esa movilización; jamás puede ser a la inversa.

Si la situación no es crítica y la fuerza de la contrarrevolución no es grande, si los partidos aristocratizantes y burocráticos aceptan a regañadientes el curso revolucionario del proletariado, es posible que sean totalmente legales o tengan cierto margen de legalidad. Pero si no es así, si la contrarrevolución es todavía muy poderosa, es muy posible que se los deba ilegalizar relativa o totalmente. Lo mismo, puede ocurrir con respecto a los partidos oportunistas que logren dominar el poder obrero y que, sintiéndose muy seguros, en una situación de relativa estabilidad, le den cierta legalidad al partido revolucionario. Aunque lo más probable es que, debido al ascenso, se vean obligados a hacer concesiones democráticas. No descartamos que en determinada etapa del proceso revolucionario se dé esta posibilidad, a pesar de que creemos que la tendencia firme de la burocracia ‑-esté en un sindicato, en un partido o en el estado obrero-‑ sé orienta al dominio burocrático total y, por lo tanto, al unipartidismo.

A medida que se desarrolle la revolución socialista mundial todo irá cambiando. Es muy posible que el debilitamiento de los partidos oportunistas origine el surgimiento de grandes fracciones o partidos revolucionarios que estarán incondicionalmente con la revolución, pero que reflejarán diferentes sectores obreros o políticos. Lógicamente estos partidos deberán ser completamente legales.

4.- Una revisión del programa trotskista para la URSS

Al no comprender la dialéctica que se establece entre la movilización de las masas, los partidos revolucionarios y los oportunistas en los soviets, ni el carácter de estos, la mayoría del SU modifica todo el programa de la Cuarta Internacional para la URSS y los otros estados obreros deformados. El programa trotskista para esos estados no comprende la total y absoluta libertad para todos los partidos. El Programa de Transición dice categóricamente: “La democratización de los soviets es inconcebible sin la legalización de los partidos soviéticos (subrayado en el original). Los obreros y los campesinos mismos decidirán por medio de su libre sufragio cuáles partidos reconocen ellos como partidos soviéticos” . (Trotsky, 1938) [107] .

Es decir que para Trotsky no se debe legalizar ningún partido en forma automática porque algunos delegados soviéticos resuelvan construir ese partido, sino que los obreros y campesinos resolverán, a través del mecanismo democrático y centralista del voto mayoritario en los soviets, cuáles son legales, soviéticos, y cuáles no. Más aun: “ De la misma manera que antes la burguesía y los kulakis no eran admitidos en los soviets, así ahora la burocracia y la nueva aristocracia deben ser echadas de ellos. (Subrayado en el original ) En los soviets no hay lugar más que para los representantes de los obreros, los koljosianos de base, los campesinos y los soldados rojos” (Idem) [108] que están en “la lucha” y son ellos los que resolverán cuáles son los partidos legales y no alguna norma preestablecida.

No nos extrañaría que los redactores de las tesis intentaran hacer una defensa formal de sus posiciones, diciendo que el eje de su programa para las dictaduras proletarias es el mismo que el de Trotsky: “que la democratización de los soviets es imposible sin la libertad más absoluta para cualquier delegado de organizar el partido que quiera”.

Aquí está precisamente la trampa del SU. Aparentemente dicen lo mismo que Trotsky, cuando en realidad están diciendo lo opuesto. ¿En qué consiste esa trampa? En el contenido democrático burgués individualista que le dan a la expresión “legalización de los partidos soviéticos”. Y esto en dos sentidos. Uno de ellos tiene que ver con la sustitución del derecho de clase por el derecho individual. Mientras que para la mayoría del SU la legalidad de cualquier “partido soviético” depende automáticamente del derecho individual de cada delegado del soviet a constituir su partido o tendencia, para Trotsky esa legalidad está sujeta a lo que decidan las masas en lucha con su voto mayoritario, es decir, al derecho de la clase con sus soviets revolucionarios a decidir por mayoría.

El otro, tiene que ver con la dinámica de la revolución, no con una ampliación de la democracia burguesa. La posición de Trotsky sobre la URSS y todas las futuras revoluciones obreras sólo puede comprenderse cabalmente en la medida, que tengamos presente que el ascenso revolucionario originará, entre otros cambios radicales, también el de los propios partidos políticos. Cuando Trotsky habla de “partidos soviéticos” se está refiriendo a nuevos, hipotéticos partidos, que serán los que surjan al calor de la lucha, y no a todos los partidos existentes, como dice el SU. Por eso no menciona a esos partidos. Jamás dice “legalidad al partido menchevique, social revolucionario o cadete” o “por el derecho a que sus dirigentes en el exilio vuelvan y se pongan a la cabeza de su partido”. Tampoco hace referencia alguna a la necesidad de que exista libertad de organización y propaganda para el partido Cadete, que se le den los espacios por radio que le corresponden de acuerdo a su número de afiliados, o al de delegados al soviet que pudieran tener. Tratándose de una persona tan meticulosa en la definición de sus posiciones y un polemista que no dejaba detalle sin precisar, ¿por qué no dijo nada de esto? Si su posición hubiera sido la misma que la actual del SU, no habría dejado de explicitarla, fundamentalmente cuando se trata de consignas para la acción. Trotsky no dice nada de eso, porque sencillamente tiene una posición opuesta a la del SU. Cuando dice “soviéticos” piensa en aquellos partidos que van a estar por la revolución contra la burocracia y, por lo mismo, no menciona ni a los mencheviques ‑- quienes, llegado el momento, posiblemente estarán con la burocracia -‑ ni a los cadetes, por ser abiertamente contrarrevolucionarios.

Para Trotsky el hecho de devolverle a los soviets, “su libertad democrática”, está indisolublemente unido a devolverle “su contenido de clase”. Por eso, la pelea por la democracia soviética comienza, no por la legalización de los mencheviques y cadetes, sino por echar de los soviets nada menos que a sectores de la propia clase obrera, a la “burocracia y a la aristocracia obreras”, “de la misma manera que antes la burguesía y los kulakis no eran admitidos en los soviets”. Por eso, la que elabora Trotsky es una consigna condicional e hipotética que va a ser llenada por el proceso de la lucha de masas, que dirá qué corrientes o tendencias de viejos o nuevos partidos se inclinan por la revolución, como ocurrió con los socialistas revolucionarios de izquierda. Este proceso se abortó en la URSS como consecuencia del retroceso revolucionario y de la guerra civil. Si no hubiera ocurrido esto, estamos seguros de que las tendencias o partidos revolucionarios, o que se inclinaban por la revolución, habrían florecido.

Esto plantea otro problema más general. Nosotros creemos que, formalmente, estas revoluciones políticas, van a seguir en general las mismas etapas que la Revolución Rusa. Es muy posible que se den dos grandes revoluciones o dos grandes etapas en la revolución política, sucesivas o en cierta medida continuadas. La primera será de lucha popular, general, que va a tener como eje central el enfrentamiento al totalitarismo burocrático. Es a partir de esta lucha que irán surgiendo los soviets, como un frente único de todos los sectores que quieran derrotar al totalitarismo burocrático. Incluso es muy posible que entre estos sectores haya algunos engañados por la iglesia o por la propia propaganda imperialista a favor de las libertades democráticas. Pero todos podrán intervenir en la lucha general contra la burocracia. A esta etapa de lucha general, popular, la seguirá otra, en la cual se impondrá la necesidad de ganar el poder para estos nuevos soviets y de combatir el peligro de restauración capitalista. Dicho de otra forma, la caída o el debilitamiento de la burocracia bonapartista de todos los estados obreros deformados agudizará las contradicciones entre el ala revolucionaria del movimiento obrero y de masas y el ala restauracionista de la burocracia, que hasta puede arrastrar a algunos sectores de trabajadores agrupados detrás de las consignas democráticas. Será una revolución de Octubre la que tendrá que imponerse.

5.- El futuro del partido revolucionario y la lucha contra su burocratización

Para los compañeros que redactaron el documento en cuestión, el pluripartidismo es sinónimo de democracia, mientras que el unipartidismo lo es de burocracia. Este razonamiento infantil es una expresión más de la claudicación de la mayoría del SU al pensamiento liberal burgués. Y en el fondo es un producto directo de la manera idealista e institucionalista con la que enfrentan sus soviets al parlamento burgués, sin tener en cuenta para nada el proceso de la lucha de clases. Ese es un mecanicismo simplista: un solo partido, igual a dominio burocrático; varios partidos, igual a imperio de la democracia más absoluta. Podría ocurrir hasta lo contrario: que se produjera un control revolucionario unipartidista, en una etapa determinada de la dictadura revolucionaria del proletariado, que permitiera un mayor desarrollo de la democracia directa y revolucionaria qué un régimen pluralista. El que la dictadura obrera sea burocrática o revolucionaria dependerá, fundamentalmente, no de si hay uno o varios partidos en el soviet, sino de que la movilización de las masas se frene o continúe con una dinámica permanente, y del partido que las dirija. Por eso, evitar en todo momento la burocratización del partido revolucionario se convierte en una tarea de vital importancia.

La lucha contra la cristalización de sus cuadros en los puestos dirigentes del partido y posteriormente en el de las nuevas instituciones que se dará el estado obrero se plantea como una exigencia ineludible, si queremos que el objetivo número uno del partido siga siendo, en todo momento, la movilización permanente de los trabajadores. Para eso será necesario que el partido revolucionario sea cada vez más obrero, un verdadero partido de masas donde la clase obrera industrial no sólo tenga el peso específico de la organización, sino que además tenga su dirección.

Sabemos que en el proceso de la construcción del partido, sobre todo en sus primeros pasos, los intelectuales, los funcionarios, los obreros privilegiados, pueden cumplir un papel de primera importancia. Pero si el partido no se proletariza, si la inmensa mayoría de sus militantes no son obreros en actividad, si su dirección no es tomada por los elementos más capaces de la clase, difícilmente podrá postularse con éxito como la dirección del proceso revolucionario que lleve a los trabajadores al poder, y mucho más difícil aun le será dirigir revolucionariamente la dictadura proletaria. Todos aquellos que ocupen puestos de dirección sin venir de la clase obrera o sin haberse probado como dirigentes en sus luchas, deberán retirarse de los mismos y despejar el camino para que sean los obreros industriales los que tengan el timón del partido y dominen por su número y orientación. Porque ellos son los más organizados, los más concentrados, los más ricos en experiencia de lucha y sobre los cuales recaerá el mayor peso de las grandes transformaciones económicas y del despiadado enfrentamiento con la contrarrevolución imperialista que se darán en el nuevo estado. Sin embargo, esto no sería suficiente.

Una vez tomado el poder, el partido revolucionario deberá enfrentarse a la necesidad de disponer de decenas y decenas de sus cuadros dirigentes ‑-los de mayor confianza y capacidad‑- para los puestos claves del gobierno, tal como le sucedió al Partido Bolchevique durante la Revolución Rusa. Esto encierra un grave peligro. Tal vez el más grande una vez instalada la dictadura revolucionaria del proletariado. Su solución sigue siendo un desafío para los partidos trotskistas que dirijan los próximos procesos revolucionarios, como se desprende de la burocratización del partido más grandioso de la historia, el de Lenin y Trotsky. Sin embargo, por evitar otro proceso de “stalinización”, el partido revolucionario no podrá eludir la responsabilidad de asumir las funciones que demande el nuevo estado obrero sin traicionar la revolución misma, como tampoco la eludieron Lenin y Trotsky. Será necesario entonces que el partido tome la dirección del proceso tanto desde el aparato del estado, como desde los centros mismos de producción a través de los organismos que se vayan dando las masas trabajadoras para ejercer su poder. Eso sólo será posible en la medida que sus cuadros no dejen de ser obreros, no se desliguen del resto de los trabajadores como tales. Por eso, deberán combinar en todo momento sus tareas de gobierno con el trabajo directamente productivo, del cual podrán obtener, entre otras cosas, su propio sustento, evitando en la medida de lo posible que sus funciones estatales sean remuneradas. La proporción en que deberán combinarse sus labores en las instituciones que adopte el nuevo estado obrero y en los centros de producción, dependerá en cada momento de las circunstancias concretas, pero podemos decir que históricamente se verán facilitadas por la reducción de la jornada de trabajo que les dejará cada vez más tiempo libre. Y será precisamente esa combinación de tareas la que mantendrá al partido con sus oídos pegados a las masas trabajadoras, sin ignorar nunca cuáles son sus verdaderas necesidades, nutriéndose constantemente de sus experiencias y a la cabeza de su movilización permanente.

De esta forma, el propio partido revolucionario irá preparando su desaparición, “como contrapartida de la desaparición de los antagonismos de clase, de la política, de todas las formas de burocratismo, y fundamentalmente, de la reducción de las medidas coercitivas en las relaciones sociales”. Sus militantes se irán incorporando cada vez más de lleno a las tareas de la producción, desde donde ejercerán directamente su poder como cualquier otro productor socialista hasta disolverse por completo en la sociedad comunista, donde no se distinguirán de los demás hombres y mujeres más que por sus cualidades libremente desarrolladas.

6.- El papel de la IV Internacional

La resolución no se detiene a analizar y definir el papel fundamental que tiene que jugar la IV Internacional en la imposición de la dictadura revolucionaria del proletariado y en el desarrollo de los soviets. Tampoco toma en cuenta la relación de los partidos oportunistas con los mismos fenómenos. No se trata de excluir sectariamente la posibilidad de que los partidos oportunistas, en determinado momento, se plieguen a los soviets para desviarlos de su dinámica de ir contra el poder estatal burgués. Pero el hecho contundente que demuestran los sesenta últimos años de historia contemporánea es que, en líneas generales, los partidos oportunistas se niegan a desarrollar formas soviéticas u otras formas amplias del movimiento de masas. Porque han aprendido de la experiencia del movimiento soviético ruso y alemán de la primera postguerra que, por su propio carácter, estas formas organizativas facilitan el proceso revolucionario.

Esto tiene implicancias de enorme trascendencia para la IV Internacional: nuestro partido mundial es el único que tiene como objetivo programático fundamental desarrollar estas organizaciones para impulsar la revolución socialista. Es decir, no hay posibilidad de desarrollo soviético y de que estas formas destruyan el aparato estatal burgués en ningún país del mundo si en la actualidad no se desarrolla, paralelo a ellos y fecundándose mutuamente, un partido trotskista revolucionario de masas. “ Mientras que los concejos sólo pueden surgir a condición que exista un fermento revolucionario entre las masas multitudinarias, la Internacional es necesaria siempre...” (Trotsky, 1935) [109] .

Es decir, entre los soviets, como soviets revolucionarios, y el partido trotskista se tiene que establecer un vínculo, una relación dialéctica muy estrecha. Sólo el desarrollo de fuertes partidos trotskistas de masas puede garantizar el surgimiento y desarrollo multitudinario de soviets que se planteen la revolución obrera.

Pero este papel fundamental de la IV Internacional tiene otros dos aspectos de igual o mayor importancia. Uno es la lucha contra las corrientes ultra izquierdistas que hacen un fetiche de los soviets. Y el otro, decisivo, es la lucha implacable contra los partidos oportunistas para desarrollar los soviets y para ganarles la dirección de éstos o de cualquier otra organización del movimiento de masas.

Esto significa que la IV Internacional, sin dejar de luchar por los soviets, comprende que el proceso histórico, al haber fortalecido a los grandes partidos oportunistas de masas, hace que las perspectivas próximas de surgimiento de grandes organizaciones soviéticas “típicas” sea muy difícil de concretar. Y aun en el caso de concretarse es muy difícil que tengan una rápida dinámica hacia la revolución obrera. Lo más probable es que, por la influencia de los partidos oportunistas, languidezcan y desaparezcan, tal como lo señala correctamente el SU.

La consecuencia de esto es que la IV Internacional tiene que luchar contra las corrientes ultra izquierdistas, descubriendo, en la realidad de la lucha de clases, aquellos organismos mucho más embrionarios, primarios y tradicionales que los soviets que se da el movimiento obrero, los cuales, debido a estas circunstancias, pueden jugar el papel de organismos movilizadores revolucionarios del proletariado y los trabajadores en la lucha por el poder. En ese aspecto consideramos que pueden desarrollar una actividad muy importante las organizaciones sindicales, los comités de fábrica y los piquetes o comités de defensa de los trabajadores, sobre todo los de frente único para enfrentar la contrarrevolución imperialista antes de la toma del poder. Con esto queremos decir que la IV Internacional debe esforzarse por descubrir organismos de ese tipo, como en su momento lo fueron las milicias armadas de la Central Obrera Boliviana en 1952, la Asamblea Popular en 1971 o los sindicatos peronistas en 1956‑57, y como pudieron ser las Comisiones Obreras en España. Sería un crimen que por el fetichismo soviético del SU, la IV Internacional, a causa de la tradición de cada país y la funesta influencia de los partidos oportunistas de masas, en vez de empujar por estos organismos que nos da la realidad de la lucha de clases, los intente reemplazar por soviets irreales. Es muy posible que en muchos países sólo después de la toma del poder por el partido revolucionario se desarrollen organismos soviéticos y que, como hemos demostrado, aun estos mismos organismos soviéticos estén sometidos a los flujos y, reflujos del proceso revolucionario posterior a la toma del poder.

Todas estas consideraciones las exponemos para llegar a la conclusión más importante de nuestro documento: la forma organizativa en que se exprese la dictadura revolucionaria del proletariado tiene enorme importancia, pero no es decisiva. Lo decisivo es que no habrá dictadura revolucionaria del proletariado en ningún país del mundo si no es dirigida por una organización trotskista o trotskizante. Es decir, la dictadura revolucionaria del proletariado en las próximas décadas será sinónimo, no de organizaciones soviéticas, sino de dictadura revolucionaria de los partidos trotskistas o trotskizantes.

VII.- Una supuesta autocrítica de Trotsky

1.- Mandel interpreta a Trotsky

Para justificar sus postulados revisionistas, Mandel dice que las posiciones de Trotsky de los últimos años eran autocríticas:

“Dado que Trotsky escribió en 1921 que la democracia soviética no es un fetiche y que el partido puede ejercer el poder no solamente en nombre de la clase obrera, sino también contra la mayoría de la clase obrera en ciertas circunstancias, entonces nosotros debemos ser infinitamente más prudentes antes de retomar fórmulas de este género porque la experiencia nos enseña que, en una situación tal, es más bien una burocracia que una minoría revolucionaria la que ejerce el poder contra la mayoría de la clase, cosas que los mismos Lenin y Trotsky comprendieron un año más tarde. El año 1921, creo, es el año más malo desde el punto de vista de la elaboración teórica en la historia de los bolcheviques y Lenin y Trotsky mismos cometieron un cierto número de errores”.

“Es suficiente leer los escritos posteriores para comprender que, a destiempo, Trotsky tomó conciencia de esos errores. Cuando Trotsky dice al fin de su vida que no quiere discutir para saber si la prohibición de fracciones era o no inevitable, pero no puede menos que constatar que ella ha ayudado al establecimiento del régimen stalinista y de la dictadura de la burocracia en la URSS, se trata de una autocrítica de hecho. Y cuando, en el Programa de Transición , Trotsky dice que está por un sistema de libertad de múltiples partidos soviéticos, es indudable que sacó la conclusión de que, desde que no hay en la Constitución el derecho de constituir muchos partidos, se va a utilizar el argumento ‘representa un partido en potencia’ contra cualquier fracción, y ‘es una fracción en potencia’ contra cualquier corriente o tendencia... De esta manera se sofoca no solamente la democracia socialista sino también la democracia dentro del partido. Hay una lógica interna en esta cuestión, que el Trotsky de 1936‑38 asume plenamente. Nosotros debemos continuar esta reflexión, sin dejarnos limitar por consideraciones de defensa a todo costo de cada una de las decisiones tomadas bajo la dirección de Lenin y Trotsky. Creo, en fin, que en la fórmula de “libertad de los partidos soviéticos”, hay una autocrítica mucho más seria de parte de Trotsky” [110] (Mande1,1976) [111] .

Como vemos, Mandel interpreta que Trotsky se ha efectuado una autocrítica casi completa, en tres oportunidades de su vida. En 1922, junto con Lenin, sobre el rol del partido y el fetichismo democrático soviético; al “fin de su vida”, “una autocrítica de hecho” sobre la prohibición de las’fracciones en el partido bolchevique; y en El Programa de Transición cuando “dice que está por un sistema de libertad de múltiples partidos soviéticos”, “hay una autocrítica mucho más seria por parte de Trotsky”.

A estas supuestas autocríticas, Mandel le agrega una conclusión que extrae por su propia cuenta: fue un error la política bolchevique, desde 1921 a 1923, de prohibir los “partidos mencheviques, las organizaciones anarquistas y la pluralidad de listas en las elecciones soviéticas”. Con mucha discreción y delicadeza, Mandel nos está diciendo que la política de Lenin y la de Trotsky, desde la muerte de Lenin hasta el año 1934, sobre estas cuestiones fundamentales del Estado soviético, fue completamente equivocada. Y con la misma discreción afirma que, durante esos quince años, los mencheviques y los ultra izquierdistas tuvieron razón contra Lenin y Trotsky. Se impone ver qué hay de cierto en esta revisión completa de la historia del trotskismo.

2.- ¿Tenían razón los mencheviques?

Es una lástima que el compañero Mandel no arranque del año 1919, cuando los mencheviques de izquierda, encabezados por Martov, levantaron su Programa para la Rusia soviética. Es el mismo programa que el SU defiende hoy día y que según Mandel debieron haber tenido los bolcheviques y el que supuestamente terminó planteando Trotsky con su autocrítica.

En el Congreso de los Soviets de toda Rusia en 1919, Martov “Atacó las violaciones cometidas contra la Constitución del Soviet... y acto seguido leyó una declaración pidiendo una restauración del funcionamiento de la Constitución ... libertad de prensa, de asociación y de asamblea ... inviolabilidad de la persona... abolición de las ejecuciones sin previo juicio, de las detenciones administrativas y del terror oficial”.

Lenin respondió violentamente a Martov, acusándolo de sostener una posición burguesa y haciendo una defensa incondicional del terror rojo y de la Cheka. “ ... si se le quita su envoltura de frases democráticas generales y de expresiones parlamentarias ( ... ) y vamos a la raíz del asunto, entonces toda la declaración [de Martov] dice: volvamos a la democracia burguesa, y nada más”. Y agrega Lenin: “ Nosotros decimos: Sí, el terror y la Cheka son absolutamente indispensables” . Y continúa más adelante: “Ustedes no observan la Constitución: pero nosotros sí lo hacemos cuando reconocemos libertad e igualdad sólo para aquellos que ayudan al proletariado a vencer a la burguesía” (Lenin,1919) [112] .

En el fondo, esta polémica entre Martov y Lenin es metodológica: arranca con la famosa discusión de Kautsky con Lenin y Trotsky. Kautsky fue el primero que quiso, por todos los medios, imponerle al proceso revolucionario, antes de la toma del poder, determinadas normas inviolables: el respeto al sufragio universal y a la Asamblea Constituyente. Martov fue, en ese sentido, un consecuente kautskista, con la diferencia de que él se esforzó por imponer normas democráticas absolutas a la dictadura obrera, en lugar de las normas democrático burguesas de su maestro Kautsky al movimiento de masas bajo el capitalismo. Pero el método normativo de ambos es el mismo. Esta metodología la tienen también los ultra izquierdistas, inclusive Rosa Luxemburgo, que en el Programa del Partido Comunista Alemán puso una cláusula contra el terror rojo. Esta ha sido una discusión de siempre entre el ala revolucionaria ‑- que defendió constantemente las necesidades objetivas de la revolución y todos los métodos para satisfacerlas, mientras sean útiles -‑ contra el ala pequeño burguesa, normativa, y sus esquemas jurídicos, organizativos o políticos, característico de los centristas y ultra izquierdistas. Los intelectuales pequeño burgueses intentan abstraerse de la realidad de la lucha de clases más implacable, apelando a términos medios, a normas imperativas que la codifiquen y reglamenten. ¡Vano intento intelectual de codificar lo incodificable! Desgraciadamente, los actuales miembros del Secretariado Unificado que escribieron la resolución pasarán a la historia como representantes de los picos más altos a los que ha llegado el pensamiento normativo pequeño burgués.

3.- El fatídico año 1921

Revisemos la temeraria afirmación de Mandel y de todos los ultra izquierdistas del mundo : “1921 es el año más malo desde el punto de vista de la elaboración teórica en la historia de los bolcheviques y Lenin y Trotsky cometieron un cierto número de errores”. Nos limitaremos a señalar que ese año es el del III Congreso de la Internacional Comunista, que es el que dio el análisis, programa y teoría para ganar las masas oportunistas para el Partido Comunista y la revolución obrera; es el Congreso que define la línea de frente único obrero, uno de los hallazgos más importantes del marxismo revolucionario. Y la elaboración de esa táctica fue posible porque había una unidad de comprensión en cuanto a las grandes dificultades que planteaba, al desarrollo de la revolución, la existencia de los partidos oportunistas de masas en los países capitalistas y el reflejo del mismo fenómeno dentro de una URSS aislada. Es una unidad contradictoria que lleva, en los países capitalistas, a un llamado persistente al frente único, y en la URSS, a la ilegalización y represión de esos partidos. Un formalista podría ver únicamente la contradicción, es decir, la oposición entre la táctica implementada en los países capitalistas y en la URSS, para con esos partidos oportunistas. Y de ahí podría sacar la falsa conclusión de que esa oposición es producto de una contradicción en el análisis de los mismos y de la elaboración teórica, cuando de lo que se trata realmente es de una contradicción de la realidad.

En los países capitalistas, esos partidos oportunistas de masas se habían convertido en el tapón subjetivo de la revolución, y sólo en la medida que las masas hicieran su experiencia con esas direcciones se podrían fortalecer los partidos comunistas y la revolución podría seguir su marcha triunfante, terminando con el aislamiento económico de la URSS. Pero la ofensiva económica que despliega el capitalismo a partir de 1920 sume a las masas de sus propios países en los niveles más brutales de miseria. La única forma que tenían las direcciones oportunistas de mantener su control sobre los trabajadores y de no quedar aislados, era defender a los trabajadores y enfrentar a esos gobiernos, colocándose a la cabeza de la movilización contra la ofensiva capitalista, la miseria y la crisis. Había entonces un claro margen para intentar o proponer el frente único contra los capitalistas y sus gobiernos. Por eso, la táctica de los comunistas de llamar a las masas reformistas para luchar unidas contra el enemigo común, no sólo era posible, sino la única manera de frenar la ofensiva burguesa y que las masas hicieran la experiencia con sus direcciones oportunistas. Pero esa ofensiva capitalista contra los trabajadores de sus propios países tenía su expresión en Rusia en el cerco imperialista y en la ofensiva capitalista que agudizó la miseria, obligó a implementar la NEP e intensificó los conflictos sociales. Y la única táctica posible de frente  único para los comunistas dentro de la URSS no podía ser otra que la defensa de la dictadura del proletariado contra la ofensiva del capitalismo mundial y nacional. Pero los partidos oportunistas y reformistas que se veían obligados a luchar contra los gobiernos burgueses en las metrópolis capitalistas estaban, en la URSS, en un frente único con la burguesía contra la dictadura revolucionaria. En otras palabras, no había ningún margen para una táctica de frente único en la URSS, porque el enemigo para las direcciones oportunistas y reformistas no era el imperialismo o los capitalistas, sino el gobierno obrero y su partido, el partido de Lenin y Trotsky, a quienes hacían responsables de las penalidades económicas y sociales por las que atravesaban las masas que ellos acaudillaban. Mientras en los países capitalistas era posible, por lo menos, llamarlos a luchar juntos, en Rusia, los reformistas enfrentaban armas en mano a los bolcheviques en Kronstadt. “...la insurrección de Kronstadt no fue más que una reacción amada de la pequeña burguesía contra las penalidades de la revolución social y la severidad de la dictadura del proletariado ” (Trotsky, 1938) [113] , en la cual participaron los socialistas revolucionarios y los anarquistas (los mencheviques no lo hicieron porque no tenían ninguna fuerza, pero la apoyaron con su prensa). Aquí la única política posible para con los oportunistas era la ilegalización y la represión.

El año 1921 fue extraordinario en la elaboración teórica bolchevique precisamente porque, tomando en cuenta el distinto comportamiento de esos partidos oportunistas, se rescató la unidad de análisis que los hace parte del mismo fenómeno: la ofensiva capitalista e imperialista. Y más todavía. Que, opuestamente a lo que haría cualquier formalista ‑-extraer una táctica universal, una política única para todos esos partidos cualesquiera fueran las circunstancias-‑, nuestros maestros supieron comprender que la táctica dentro de los países capitalistas era diferente de la que había que aplicar en la URSS para con esos partidos y la reacción capitalista.

4.- La posición de Trotsky a comienzos de la lucha contra el stalinismo

En el año 1924, Trotsky escribe Lecciones de Octubre , en donde analiza exhaustivamente el rol del partido en la revolución socialista, la toma del poder y la dictadura revolucionaria: “ No puede triunfar la revolución proletaria sin el partido, fuera del partido o por un sucedáneo del partido. Tal es la principal enseñanza de los diez últimos años”.

Los sindicatos ingleses pueden, en verdad, tornarse una palanca poderosa de la revolución proletaria y reemplazar a los mismos soviets obreros, por ejemplo, en ciertas condiciones y durante cierto período. Pero no lo conseguirán sin el apoyo de un partido comunista, ni mucho menos contra él, y estarán imposibilitados de desempeñar esta misión hasta que en su seno la influencia comunista prepondere. Harto cara, para no retenerla íntegramente, hemos pagado tamaña lección acerca del papel y la importancia del partido en la revolución proletaria para renunciar tan ligeramente a ella o aun para menospreciar su significación”. (Trotsky, 1924) [114] .

Estas conclusiones de Trotsky levantaron tantas polémicas que dos meses después, en noviembre del mismo año, se vio obligado a publicar un extenso ensayo con el objetivo de reafirmar sus posiciones y que tituló Nuestras Diferencias . En él no se refiere únicamente a la toma del poder, como nos podrían objetar: “Se me dice que el Partido es necesario no solamente para la toma del poder sino para mantenerlo, para construir el socialismo, Para maniobrar en los negocios internacionales. ¿Es que acaso yo no lo sé realmente?” (Trotsky, 1924) [115] .

Yo enfatizo doblemente en mi prefacio ”, es decir, en Lecciones de Octubre , “el hecho de que la burguesía, al tomar el poder, goza de toda una serie de ventajas como clase, mientras el proletariado sólo puede compensar la carencia de dichas ventajas teniendo un partido revolucionario” (Idem) [116] . ... “igualmente las condiciones revolucionarias más favorables pueden no producir la victoria para el proletariado si no es dirigido por un partido revolucionario genuino capaz de asegurar la victoria...” (Idem) [117] . “...el proletariado no puede aprovechar ni siquiera la situación revolucionaria más favorable si en el período previo, preparatorio, la vanguardia revolucionaria del proletariado no se ha estructurado en un partido auténticamente revolucionario, vale decir, bolchevique . Esta es la lección central de Octubre. Todas las demás le están subordinadas.” (Idem) [118] .

Y después de citar y citar el papel fundamental del partido comunista dice: “ Esta es la idea central del leninismo” (Idem) [119] .

5.- Trotsky sigue defendiendo sus posiciones

Ya constituida la Oposición de Izquierda y en plena arremetida de la reacción stalinista. Trotsky sigue defendiendo la misma posición. En las tesis de La Revolución Permanente (1928), vuelve a insistir, ya con carácter de principio y como una de las tesis fundamentales: “ 4. Sean las que fueren las primeras etapas episódicas de la revolución en los distintos países, la realización de la alianza revolucionaria del proletariado con las masas campesinas sólo es concebible bajo la dirección política de la vanguardia proletaria organizada en Partido Comunista. Esto significa, a su vez, que la revolución democrática solo puede triunfar por medio de la dictadura del proletariado, apoyada en la alianza con los campesinos y encaminada en primer término a realizar objetivos de la revolución democrática”. (Trotsky, 1928) [120] . ¡Ni siquiera a los soviets nombra, mucho menos la pluralidad de partidos! La tesis es tajante: la dictadura del proletariado es la dictadura del partido comunista y “sólo” en la medida que sea y siga siendo así, se podrá garantizar la alianza revolucionaria obrero‑campesina. Y no hay excepciones, porque así deberá ser, independientemente de las particularidades de cada revolución y de cada país.

Y en el mismo año, después del VI Congreso de la III Internacional, nos dice : “.. en un país en que los campesinos son una mayoría aplastante y que está cercado por los capitalistas, la dictadura del proletariado no admite la libertad de los partidos. En sí, esta tesis es absolutamente justa (Trotsky, 1928) [121] . Continúa luego afirmando que ella “ exige una política justa y un régimen apropiado en el Partido”. Y diferenciándose claramente del stalinismo, en momentos en que más abusa del unipartidismo, Trotsky insiste en la imposibilidad de la libertad para todos los partidos. Aun a costa de que sus propios trabajos, sobre éste y otros temas, “pasaran de mano en mano” en manuscritos a causa de la censura stalinista y que su divulgación estuviera “castigada con el destierro a los rincones más perdidos de Síberia, e incluso, en estos últimos tiempos, con la reclusión en el presidio de Tobolsk”, como escribe en el prologo de Stalin, el gran organizador de derrotas en 1929 [122] .

Y a cinco meses de su destierro, en septiembre de 1929, en su controversia con el famoso ultra izquierdista alemán Urbanhs, sigue sosteniendo los mismos argumentos. Urbanhs le discutía que “la clase obrera rusa necesita reconquistar ‘ todas las libertades’ (subrayado en el original)” en su lucha contra el régimen stalinista. Trotsky, criticando que Urbanhs concretase sólo una de esas libertades, “ la de organización ”, decía que “...estamos en una situación en que el propio Urbanhs ‘no va lo bastante lejos’. Levantar la libertad de organización como don, signa aislada es una política caricaturesca. La libertad de organización es inconcebible sin la libertad de reunión, la libertad de prensa y todas las demás ‘libertades’a las que la resolución de la conferencia de febrero de la Leninbund se refiere vagamente y sin comentarios. Y estas libertades son inconcebibles fuera del régimen de la democracia, es decir fuera del capitalismo. Hay que aprender a pensar las cosas hasta sus últimas consecuencias” (Trotsky, 1929) [123] .

Y aproximadamente un año después desarrolló otra discusión alrededor de este mismo problema. Los camaradas trotskistas indochinos elaboraron un programa en el cual decían que había que luchar por “la conquista de las libertades democráticas mediante la dictadura del proletariado”. Exactamente lo mismo dice hoy día la mayoría del SU. A este planteamiento Trotsky respondió con vehemencia, diciendo que “esta formulación es, en el mejor de los casos, imprecisa. Para los demócratas vulgares el concepto de libertades democráticas significa libertad de palabra y de prensa, libertad de reunión, elecciones libres, etc. La dictadura del proletariado no pone en manos del proletariado estas libertades abstractas, sino los medios materiales y las herramientas de su propia emancipación (en particular, las imprentas, salas de reunión, etc.)” (Trotsky, 1930) [124] Recordemos las fechas: 1929 y 1930.

Trotsky criticaba como charlatanesco el planteamiento democrático del programa de Souvarine para la URSS, riéndose del mismo y hablando de un comunismo democrático. Si hoy viviera hablaría de un trotskismo democrático.

6.- La supuesta autocrítica de Trotsky

¿Qué nos queda del comentario de Mandel? ¿Es verdad que Trotsky al levantar el programa de revolución política en la URSS, plantea un punto programático que significa una autocrítica (“libertad para los partidos soviéticos”)?

Nosotros afirmamos lo contrario. Esa consigna no solamente no significa ninguna autocrítica de Trotsky, sino que va contra todo lo que dicen Mandel y la resolución del SU.

Ante todo, Mandel parece no darse cuenta de que Trotsky lanza esa consigna a partir del momento en que considera necesaria una revolución política en la URSS. Nunca antes . Esto no es casual, ya que esa consigna es parte de una nueva política general: la de llevar a cabo una revolución violenta contra la burocracia gobernante. Esa nueva política exigirá nuevas consignas, una de ellas, la de la “libertad para los partidos soviéticos”.

No sabemos por qué Mandel la aísla del nuevo análisis y la nueva política de revolución en la URSS como estado obrero degenerado, creyendo que tiene validez histórica para cualquier tiempo, por ejemplo, para los comienzos de la Revolución Rusa. Si así fuera, ¿por qué ‑-volvemos a preguntar-‑ en ningún momento Trotsky planteó la legalidad para el partido menchevique, el retorno de todos los exiliados, la libertad de propaganda y organización para el partido cadete, una división alícuota de los espacios radiales de acuerdo al número de afiliados de cada partido? ¿Por qué no hizo nada de esto? ¿Por qué se olvidó? La memoria es política y este principio rige más que para nadie, para un genio de la talla de Trotsky.

Pero Mandel continúa con su intento de aislar esa consigna del contexto político social que la originó. Y, no conforme con aislarla y trasladarla al pasado, cree que Trotsky, al lanzarla, se está autocriticando por no haberla defendido entre 1921‑23. Volvemos a preguntar: si se autocriticó de no haberle dado legalidad a los mencheviques ¿qué le impedía haber levantado la consigna de libertad para los partidos del pasado, como el menchevique y Cadete, en 1936 o en 1938, cuando escribió el programa de transición y reivindicó la “libertad de los partidos soviéticos”? ¿Y por qué cuando la formula en El Programa de Transición plantea como condición la expulsión de los soviets de sectores de trabajadores, la aristocracia y burocracia obreras? Por cuatro sencillas razones. Primero, porque hasta que no llegó a concebir la necesidad de la revolución política siempre estuvo a favor del monopolio unipartidista en la dictadura concreta de la URSS. Segundo, porque nunca estuvo, ni siquiera en el año 1938, a favor de la libertad de los mencheviques y cadetes; si no, lo hubiera dicho. Tercero, porque la consigna de “libertad para los partidos soviéticos” significa, como ya lo hemos señalado, libertad para todos los partidos que están a favor de la revolución, los nuevos partidos y tendencias que surjan como consecuencia de la movilización revolucionaria que enfrentará a la burocracia y a la aristocracia, y no para los contrarrevolucionarios. Cuarto, porque esa consigna se ubica en un contexto completamente diferente: cuando la URSS se ha convertido en un estado obrero degenerado y el Partido Comunista se transforma en el partido de la burocracia.

Entre los años 1936‑38, Trotsky defendió explícitamente, más de una vez, su vieja posición de prohibir los partidos en la URSS. Polemizando contra los ultras que lo criticaron por esa prohibición, sale en defensa de ella explicando sus razones: “En cuanto a la supresión de los demás partidos soviéticos, no deriva de ninguna ‘teoría’ bolchevique, sino que fue una medida de defensa de la dictadura en un país atrasado, agotado y rodeado de enemigos. Los mismos bolcheviques comprendieron, desde un comienzo, que esta medida, completada con la supresión de las fracciones en el interior del mismo partido dirigente, encerraba un grave peligro. Sin embargo, la fuente del peligro no estaba en la doctrina o en la táctica, sino en la debilidad material de la dictadura, en las dificultades de la situación interior y exterior. Si la revolución hubiera triunfado también en Alemania, habría desaparecido la necesidad de prohibir los otros partidos soviéticos. Es absolutamente indiscutible que la dominación de un solo partido sirvió jurídicamente de punto de partida del régimen totalitario stalinista. Pero la causa de tal evolución no está en el bolchevismo, ni tampoco en la interdicción de los otros partidos, como medida militar temporaria, sino en la serie de derrotas que sufrió el proletariado de Europa y Asia” (Trotsky, 1937) [125] . Más claro, imposible. La prohibición de los demás partidos fue una “medida de defensa” al ser Rusia un país “atrasado, agotado y rodeado de enemigos”, lo que explica que “la fuente del peligro no estaba... en la táctica”, que el punto de partida del régimen totalitario stalinista no está “ ... en la interdicción de los otros partidos”.

7.- La posición teórica de Trotsky

Trotsky hizo su análisis teórico más exhaustivo sobre el tema nada menos que en el año 1937, fecha en la que, según Mandel, se habría autocriticado.

Reafirmando el papel fundamental del partido revolucionario, tanto en el proceso revolucionario y la conquista del poder como en la dictadura del proletariado, nos dice: “ El proletariado sólo puede llegar al poder por intermedio de su vanguardia. La misma necesidad de un poder estatal deriva del insuficiente nivel cultural de las masas y de su heterogeneidad. La tendencia de las masas hacia su liberación cristaliza en la vanguardia revolucionaria organizada en partido. Sin la confianza de la clase en su vanguardia, y sin el apoyo de ésa por aquélla, ni siquiera puede plantearse la conquista del poder. Es en este sentido que la revolución proletaria y la dictadura constituyen el objetivo de toda la clase, pero solamente bajo la dirección de su vanguardia. Los soviets son la forma organizada de la alianza de la vanguardia con la clase. El contenido revolucionario de esta alianza no puede estar dado más que por el partido. Esto está demostrado por la experiencia positiva de la Revolución de Octubre y por la experiencia negativa de otros países (Alemania, Austria y últimamente España)”.

“Nadie ha demostrado prácticamente, ni siquiera ha tratado de explicar en forma precisa sobre el papel, cómo el proletariado puede apoderarse del poder sin la dirección política de un partido, que sabe lo que quiere. Si este partido somete a los soviets a su dirección política, este hecho cambia tan poco el sistema soviético, como cambiaría una mayoría conservadora el sistema parlamentario británico ”. (Idem) [126] .

O sea, sólo bajo la dirección del partido revolucionario puede pensarse en la conquista del poder por parte de la clase obrera y dependerá del tipo de partido que se ponga a la cabeza de este proceso y de los soviets, que la movilización tenga un contenido reformista o revolucionario. Esta es la enseñanza, tanto del triunfo ruso como del proceso austríaco, alemán y español.

Dos meses después, precisaba de esta manera su interpretación de la dictadura revolucionaria: “ La dictadura revolucionaria de un partido proletario no es para mí una cosa que uno puede libremente aceptar o rechazar : es una necesidad objetiva impuesta a nosotros por las realidades sociales de la lucha de clases , la heterogeneidad de la clase revolucionaria, la necesidad de una vanguardia revolucionaria seleccionada con el objetivo de asegurar la victoria. La dictadura de un partido pertenece a la prehistoria bárbara como el estado mismo, pero no podemos saltar sobre este capítulo, el cual puede abrir (no de un salto) la verdadera historia humana ( ... )”.

El partido revolucionario (vanguardia) que renuncia a su propia dictadura entrega a las masas a la contrarrevolución. Esta es la enseñanza de toda la historia moderna. En términos abstractos, sería muy bueno si la dictadura del partido pudiera ser reemplazada por la dictadura de todo el pueblo trabajador sin ningún partido, pero esto supone tan alto nivel de desarrollo político entre las masas que nunca puede ser logrado bajo las condiciones del capitalismo . La razón de la revolución viene de la circunstancia que el capitalismo no permite el desarrollo material y moral de las masas” (Trotsky, 1937) [127] .

La dictadura revolucionaria de un partido proletario ‑-no del pluripartidismo soviético ni de los soviets-‑ es una necesidad objetiva impuesta por la realidad social: la existencia de distintos sectores obreros y trabajadores, como del bajo nivel político y cultural de la mayor parte de esos sectores. Por eso es imposible la dictadura de “todo el pueblo trabajador”.

VIII.- ¿ Qué es la dictadura del proletariado?

1.- Una definición normativa y antediluviana

La definición de la dictadura del proletariado según los autores del documento, no da lugar a la menor duda: “ ... la clase obrera sólo puede ejercer el poder de estado en el marco de instituciones estatales de un tipo diferente a las del estado burgués, es decir, instituciones fundadas en concejos de trabajadores (soviets) soberanos y democráticamente elegidos y centralizados, con las características fundamentales precisadas por Lenin en El Estado y la Revolución : elección de todos los funcionarios, jueces, dirigentes de las milicias obreras (u obreras y campesinas) y de todos los delegados representantes de los trabajadores en las instituciones de estado; rotación regular de los electos; limitación de sus ingresos a los de un obrero especializado; revocabilidad de todos los electos según la voluntad de los electores; ejercicio conjunto de los poderes legislativos y ejecutivos por instituciones de tipo soviético; reducción radical del número de funcionarios permanentes y transferencia progresiva de las funciones administrativas a órganos directamente constituidos por los trabajadores” (SU, 1977) [128] .

Y resumiendo dicen: “ La dictadura del proletariado, por lo tanto, no es otra cosa que la democracia obrera ” (Idem) [129] .

Esta categórica definición es sacada de los escritos de Lenin inmediatamente anteriores o posteriores al triunfo de la Revolución Rusa en Octubre de 1917 y de las primeras resoluciones de la Tercera Internacional. Las primeras expectativas de Lenin y Trotsky indicaban que el proceso de la revolución socialista sería equilibrado, armonioso y ascendente; que se daría a través de etapas similares a las vividas en Rusia, y que antes de diez años triunfaría la revolución socialista en toda Europa. El surgimiento y desarrollo de esa nueva forma institucional estatal rusa ‑-los soviets elegidos democráticamente-- los ubicaría como eje del proceso europeo. Y permitirían tanto la destrucción y reemplazo del aparato burocrático estatal (superestructural) de la dictadura burguesa e imperialista, como la realización de la revolución socialista en la estructura económica. Sin embargo, las cosas no ocurrieron así y tanto Lenin como Trotsky (especialmente éste) cambiaron la definición. Pero los autores de las tesis prefieren pegar un salto desde El estado y la revolución (escrito en los meses de agosto y septiembre de 1917) a los teléfonos cibernéticos del futuro antes que detenerse en el estudio de la realidad de los últimos sesenta años y de las modificaciones que ésta impuso a la teoría y la definición de la dictadura del proletariado.

2.- La URSS y China, ¿son dictaduras proletarias?

En varias partes del documento se habla de los estados obreros burocratizados. Pero si nos atenemos de manera estricta a la clara definición que acabamos de citar, aparece una conclusión insólita: ninguno de esos países son dictaduras proletarias. No cuesta mucho trabajo ver que las formas de gobierno existentes en la URSS, China, Cuba, etcétera, no cumplen ni uno solo de los requisitos que exige la mayoría del SU a las dictaduras proletarias. Esta conclusión inesperada toma alas si recordamos que el SU afirma que la China maoísta o Vietnam no ampliaron la democracia proletaria después de la revolución.

Esta “laguna” (ignorar las únicas dictaduras del proletariado existentes) es suficiente para catalogar todas las tesis como fuera de la realidad y del marxismo. Cualquier obrero o joven estudiante que las lea, seguramente se hará esta elemental pregunta: en esos países, ¿existen o no dictaduras proletarias? Si aplica la definición, se responderá que no. Y si este lector tiene algún conocimiento del análisis tradicional de Trotsky, quedará ante un dilema irresoluble: de todo el documento se deduce que no existe hoy día ni una sola dictadura del proletariado; del análisis tradicional de Trotsky y el trotskismo (por ejemplo, numerosos trabajos de algunos de los autores de la resolución), se desprende que sí hay numerosas dictaduras proletarias, aunque burocráticas, degeneradas y deformadas.

¿Quién tiene razón?

Supongamos que, con el mismo método, la mayoría del SU hubiera escrito un documento sobre los sindicatos contemporáneos. Podría comenzar con una primera tesis titulada “¿Qué son los sindicatos?”, en la cual diría que “son aquellos organismos compuestos por obreros que quieren defender su salario y su nivel de vida, en los cuales todos los delegados y dirigentes son elegidos por sus bases, están obligados a rotar en sus puestos, ganan lo mismo que un obrero especializado y son revocables de manera inmediata cuando así lo quieran los obreros electores...” Y resumirían: “ los sindicatos, por lo tanto, no son otra cosa que la democracia sindical”. Esta definición tiene varias ventajas. Por ejemplo, precisa con claridad qué queremos los trotskistas que sean los sindicatos y, seguramente, suena muy bien a los oídos de los obreros sindicalizados. Pero mucho más importante es su desventaja: no define al noventa y nueve por ciento de los sindicatos existentes y, por lo tanto, no puede armar a nadie con una política para actuar en ellos. En síntesis: no sirve para nada.

Como marxistas y políticos revolucionarios, no tenemos otro camino que decir que los sindicatos son las organizaciones de defensa económica de los obreros, aunque hoy día estén dirigidos, en su amplísima mayoría, por burocracias corruptas y contrarrevolucionarias y que nosotros luchamos contra ellas y por la democracia sindical. Algo parecido ocurre con la definición de la dictadura del proletariado. Una cosa es que luchemos con todas nuestras fuerzas para revolucionar a las actuales que son burocráticas, y otra, es reemplazar nuestros deseos por la realidad. Es decir, debemos empezar por definir las existentes, y no dar nuestra fórmula ideal y menos aun repetir mecánicamente lo que dijeron Lenin y Trotsky antes de 1917.

3.- La única definición correcta: superestructura estatal de una economía de transición o de los estados obreros

El fracaso de la revolución europea, el aislamiento de la Revolución Rusa, la necesidad de reconstruir la economía destruida por la guerra imperialista y la civil, modificaron sustancialmente el carácter de la primera dictadura proletaria, del estado obrero ruso. Contra la opinión de Lenin y Trotsky, quienes veían a los soviets avanzando y conquistando los países europeos o, en su defecto, a la contrarrevolución imperialista derrotándolos en la propia Rusia y liquidando al primer estado obrero triunfante, no ocurrió ni una cosa ni la otra. No triunfó la revolución europea pero el estado obrero, aislado, subsistió y comenzó a entronizar un estado burgués sin burguesía, una burocracia gubernamental y tecnocrática que impuso un aparato estatal muy parecido al de los explotadores, aunque asentado en las nuevas bases económicas inauguradas por la Revolución Rusa.

La supuesta armonía revolucionaria entre la superestructura y la estructura, entre la revolución política de los soviets democráticos y revolucionarios y la revolución social en las relaciones de producción, se hizo añicos y se transformó en una contradicción aguda y permanente del primer estado obrero. La revolución política de los soviets no tuvo continuidad, ni se destrozó el aparato estatal burgués en Alemania y Europa, imponiéndose a ellos y comenzando la liquidación del estado. Tampoco la revolución social en las relaciones de producción alcanzó a abrir el paso definitivo a la reorganización socialista de la economía. En lugar de los soviets democráticos y revolucionarios que dirigieran el estado, apareció una burocracia totalitaria y omnipotente, reformista, nacionalista y privilegiada, que dirigía una economía sin explotadores y sin propietarios, una economía de transición al socialismo y no al comunismo, como veremos detenidamente más adelante. La analogía con el proceso de los sindicatos y los partidos obreros social imperialistas se impuso: todos ellos eran organizaciones obreras, pero con una burocracia parasitaria y contrarrevolucionaria a su frente.

Trotsky tuvo la oportunidad de modificar explícitamente la definición que él y Lenin habían levantado hasta un tiempo después del triunfo de Octubre de 1917. Obligado a adecuar la respuesta teórica a los hechos ocurridos, independizó, dándoles una gran autonomía relativa, esas dos categorías fundamentales que no se habían combinado en forma armónica: la superestructura política y la estructura económica, dando a esta última una importancia decisiva.

Esta operación teórica fue una vuelta a las fuentes del pensamiento y la teoría marxistas, el materialismo histórico, que define la superestructura política tomando en cuenta esencialmente la estructura económica de la sociedad, es decir, la base social de clase del estado (“La política es economía concentrada”), aunque esa superestructura tenga una relación dialéctica con la estructura y pueda tener una autonomía muy grande. Así fue como Trotsky invirtió o, mejor dicho, culminó la inversión que ya había comenzado a hacer con Lenin en vida de éste en lo que respecta a la relación entre superestructura y estructura, para definir la dictadura del proletariado. A partir de la experiencia concreta, abandonó la primitiva definición superestructural del estado basado en soviets revolucionarios y democráticos , para tomar como parámetro fundamental el social y no el político y definirla como la superestructura estatal de relaciones de producción transicionales , no capitalistas. Dicho en otros términos, la superestructura de los estados obreros.

Decía Trotsky: “La dificultad terminológica surge de que a veces se utiliza la palabra dictadura con un sentido restringido, político, y otras con un sentido sociológico, más profundo. Hablarnos de la “dictadura de Mussolini” y al mismo tiempo declaramos que el fascismo no es más que el instrumento del capital financiero. ¿Cuándo estamos en lo correcto? En ambas ocasiones, pero en planos diferentes. Es indiscutible que Mussolini concentra en sus manos la totalidad del poder ejecutivo. Pero no es menos cierto que lo que determina el contenido real de la actividad estatal son los intereses del capital financiero. La dominación social de una clase (su dictadura) se puede expresar a través de formas políticas sumamente diversas. Así lo atestigua toda la historia de la burguesía, desde la Edad Media hasta el día de hoy.

“La experiencia de la Unión Soviética permite extender esta misma ley sociológica, con todos los cambios necesarios , a la dictadura del proletariado. En el lapso que se extiende desde la conquista del poder hasta la disolución del estado obrero en la sociedad socialista, las formas y métodos del gobierno proletario pueden sufrir marcados cambios, determinados por el curso interno y externo de la lucha de clases” (subrayado en el original). (Trotsky, 1935) [130] .

4.- Las dos dictaduras proletarias: la burocrática-reformista y la revolucionaria

La dialéctica niega de un modo relativo las leyes de la lógica formal. Las utiliza y las pone en movimiento, superándolas y señalando sus contradicciones y limitaciones. Esto es lo que hizo Trotsky, por ejemplo, con una de las aplicaciones de la lógica formal, la de la definición por género próximo y diferencia específica. La operación teórica que realizó cuando modificó la definición clásica de Lenin fue una genial aplicación dialéctica de esta ley aristotélica, ya que buscó los puntos comunes de las dictaduras de Lenin y la de Stalin, es decir, su género próximo. Y encontró que sólo tenían un aspecto común: ambas se asentaban en la expropiación económica de los capitalistas, en una economía de transición; en todo lo demás eran radicalmente diferentes. Al señalar esto, logró la única definición marxista de dictadura del proletariado: el poder estatal en aquellos países donde se ha expropiado al capitalismo, es decir, en los estados obreros.

Pero Trotsky señaló, también, que este punto común en las relaciones de producción no eliminaba las diferencias específicas entre ambas dictaduras. Y precisó que las grandes diferencias de funcionamiento (ideológicas, programáticas, de política nacional e internacional) eran la expresión superestructural de las diferencias entre los distintos sectores del proletariado que ambas representaban.

La de Lenin fue la expresión de los sectores más explotados de los obreros, de su vanguardia internacionalista, revolucionaria, y de la movilización permanente de las masas. La de Stalin, la de los sectores privilegiados, la burocracia y aristocracia obreras, y de la pasividad de las masas. De ahí surgen las definiciones de ambos estados o países: obrero u obrero revolucionario el de Lenin; obrero degenerado el de Stalin; obrero por su estructura económica, degenerado por su superestructura estatal.

Esta definición de Trotsky, que permite diferenciar cualitativamente la URSS leninista de la stalinista, puede simétricamente trasladarse a la dictadura del proletariado como el contenido de clase del estado obrero. Bajo Lenin tenemos una dictadura revolucionaria del proletariado, volviendo una vez más a la definición de Marx, y bajo Stalin, otra degenerada, reformista o, como preferimos definirla, burocrática.

Si Trotsky se hubiera contentado tan solo con hacer esa nueva definición del estado stalinista, no habría sido dialéctico. Pero todos sus últimos años los dedicó a señalar los efectos que la superestructura política contrarrevolucionaria stalinista tenía sobre la estructura económica, sus contradicciones cada vez más agudas, su probable dinámica y los peligros que encerraba. Fue el único que explicó que el gobierno stalinista debilitaba sistemáticamente a la dictadura del proletariado, al socavar su economía y el apoyo del movimiento obrero.

Estas definiciones de Trotsky y el método que las sustentan fundamentan la razón de ser del trotskismo. Todo intento de definir la dictadura del proletariado a partir de la superestructura y no de la estructura, como hace la mayoría del SU, aunque se cobije en citas de Lenin y Trotsky de los primeros años de la revolución, tiene consecuencias funestas para la política revolucionaria: capitular, por la ultra izquierda o por el oportunismo, a la opinión pública imperialista y a los partidos socialdemócratas.

Por otra parte, el olvido de las diferencias específicas, superestructurales, lleva a capitular al stalinismo. Así como la definición genérica estructural es indispensable para defender incondicionalmente a esos estados obreros burocratizados de todo ataque imperialista o de todo intento contrarrevolucionario burgués dentro del propio país, la precisión específica de los rasgos burgueses y burocráticos de la superestructura es esencial para impulsar la revolución política.

5.- Los nuevos estados obreros burocratizados

En esta postguerra casi todas las revoluciones triunfantes (Yugoslavia, Europa del Este, China, Corea, Vietnam) inauguraron estados obreros semejantes al de la URSS, y no al de Lenin: monopolio unipartidista del poder de carácter reaccionario, influencia determinante de la burocracia y tecnocracia, totalitarismo, falta total de libertades y represión implacable a los opositores y a los sectores más explotados del proletariado y del campesinado. Este nuevo problema teórico solo ha sido resuelto satisfactoriamente por nuestro movimiento mundial.

En El Programa de Transición, al referirse a la consigna de “gobierno obrero y campesino”, Trotsky decía: “De abril a septiembre de 1917, los bolcheviques pedían a los social revolucionarios y mencheviques que rompieran con la burguesía liberal y tomaran el poder en sus manos. Con esta condición los bolcheviques prometieron a los mencheviques y a los social revolucionarios, representantes pequeño burgueses de los obreros y campesinos, su ayuda revolucionaria contra la burguesía; renunciando categóricamente, sin embargo, tanto a entrar en el gobierno de los mencheviques y social revolucionarios como a asumir cualquier responsabilidad política de él. Si los mencheviques y los social revolucionarios hubieran roto realmente con los Kadetes (liberales) y con el imperialismo extranjero, el “gobierno obrero y campesino” creado por ellos no habría podido menos que facilitar y acelerar la instauración de la dictadura del proletariado. Pero fue precisamente por esto que los líderes de la democracia pequeño burguesa se opusieron con todas sus fuerzas a la instauración de su propio gobierno. La experiencia de Rusia demostró, y la experiencia de España y de Francia de nuevo lo confirman, que aun bajo las condiciones más favorables los partidos de la democracia pequeño burguesa (social revolucionarios, socialdemócratas, stalinistas, anarquistas) son incapaces de crear un gobierno obrero y campesino, es decir, un gobierno independiente de la burguesía”. [...]

“La consigna de ‘gobierno obrero y campesino’ sólo es aceptable para nosotros en el sentido que tenía en 1917 en boca de los bolcheviques, es decir, como una consigna antiburguesa y anticapitalista, pero en ningún caso en el sentido ‘democrático’ que posteriormente le dieron los epígonos, transformándola de puente a la revolución socialista en la principal barrera en su camino”.

“Exigimos a todos los partidos y organizaciones que se apoyan en los obreros y campesinos y hablan en su nombre, que rompan políticamente con la burguesía y entren al camino de la lucha por el gobierno de los obreros y campesinos. “ [ ... ]

“¿Es posible la creación de un gobierno tal por las organizaciones obreras transicionales? Las experiencias anteriores nos muestran, como ya lo hemos dicho, que es por lo menos altamente improbable. Sin embargo, es imposible negar categóricamente por adelantado la posibilidad teórica de que, bajo la influencia de una combinación completamente excepcional de circunstancias (guerra, derrota, quiebra financiera, ofensiva revolucionaria de las masas, etcétera), los partidos pequeño burgueses, incluyendo a los stalinistas, puedan ir más lejos de lo que quisieran en el camino del rompimiento con la burguesía. En todo caso, una cosa está fuera de toda duda: incluso si esta variante altamente improbable se realizara en alguna parte y en algún momento, y ‘un gobierno obrero y campesino’ en el sentido indicado más arriba se estableciera de hecho , no representaría más que un corto episodio en el camino de la verdadera dictadura del proletariado”. (Trotsky, 1938) [131] .

Esta variante, según Trotsky “altamente improbable”, es la única que vimos en los últimos treinta y cinco años. Todas las revoluciones obreras triunfantes se dieron a través de “gobiernos obreros y campesinos”. Dicho de otro modo: partidos pequeño burgueses y burocráticos‑stalinistas como los de Mao, Tito, Enver Hoxa y Ho Chi‑Minh o demócratas nacionalistas como el de Fidel Castro y el Che Guevara fueron los que rompieron políticamente con la burguesía y el imperialismo, tomaron el poder y llegaron hasta la expropiación de todos los explotadores.

A partir del año 1949, Pablo, Hansen y Moreno profundizaron y ampliaron esa hipótesis “altamente improbable “de Trotsky del gobierno obrero y campesino que se transforma en dictadura del proletariado y se la combinó con la muy elaborada para la URSS stalinista, de “estado obrero degenerado”, para comenzar a dar la nueva categoría de “estado obrero deformado”. Es un mérito imperecedero de nuestra Internacional el que haya aceptado sin mayores sobresaltos esta nueva categoría.

Ocurrido esto, el país o estado se volvió obrero y su superestructura estatal, dictadura del proletariado. La IV Internacional definió los nuevos estados o países obreros como deformados, porque su carácter burocrático no era consecuencia de una expropiación política del proletariado por parte de la burocracia, como la que produjo la degeneración de la Revolución de Octubre, sino que desde el mismo triunfo revolucionario, la burocracia y los sectores privilegiados de los trabajadores fueron dominantes. Pero la analogía era evidente: un gobierno obrero y campesino que daba origen, sin solución de continuidad, a un estado obrero burocratizado como el de la URSS.

6.- Los gobiernos obreros y campesinos

Volvamos a los gobiernos obreros y campesinos. Bajo esa denominación se ocultan varios fenómenos y conceptos. Es una táctica y consigna dirigida a los trabajadores reformistas para educarlos llamando a los partidos que los dirigen a que rompan con la burguesía y tomen el poder contra ella (si no lo hacen, quedan desenmascarados ante las masas que los siguen). Define a un tipo de gobierno: el de los partidos pequeño burgueses que rompen con la burguesía y se los llama así y no dictadura del proletariado para subrayar que social y económicamente sigue dominando la burguesía, es decir, la base económica de la sociedad ‑-la propiedad y las relaciones de producción-‑ sigue siendo burguesa. Caracteriza una etapa de la lucha de clases, un corto período altamente contradictorio, que va desde la ruptura con la burguesía y la toma del poder por parte de los partidos reformistas hasta su transformación en dictadura del proletariado, cuando se expropia a la burguesía. Ese período se caracteriza por tener un gobierno anticapitalista, obrero‑campesino, sobre una base económica capitalista. Es exactamente lo opuesto del estado obrero deformado, que tiene un aparato gubernamental parecido al de la burguesía con una base económica obrera, transicional, asentado en la expropiación de la burguesía.

Ese corto período que va desde la ruptura política con la burguesía por parte de los partidos reformistas, hasta su expropiación económica también se dio en la Revolución Rusa.

“No es más afortunada la referencia a la primera época de la Revolución de Octubre. No  solo hasta la paz de Brest‑Litovsk, sino hasta el otoño de 1918 el contenido social de la revolución se limitaba a un cambio agrario pequeño burgués y al control obrero de la producción. Esto significa que, en la práctica, la revolución no había superado los límites de la sociedad burguesa. Durante esta primera etapa, los soviets de soldados gobernaron hombro a hombro con los soviets obreros, y a menudo los hicieron a un lado. Tan solo en el otoño de 1918 la elemental marea de soldados y campesinos retrocedió un poco hacia sus límites naturales y los obreros tomaron la delantera con la nacionalización de los medios de producción. Tan sólo se puede hablar de la instauración de una verdadera dictadura del proletariado a partir de ese momento ”.( Trotsky, 1933) [132] .

¿Qué nombre ponerle a ese período de la Revolución Rusa? ¿Dictadura del proletariado formal o gubernamental, para distinguirla de la “dictadura verdadera” ‑-a partir de la expropiación de la burguesía-‑ de la que nos habla Trotsky? Este es un serio problema teórico. Si durante ese período hubiera triunfado una contrarrevolución burguesa, habría tenido que actuar esencialmente sobre la superestructura política y no sobre las relaciones de producción y de propiedad, ya que las fábricas seguían siendo propiedad de la burguesía rusa.

Visto como etapa hay un hecho que resalta: todos los estados obreros, desde el de Lenin al de Mao, han vivido, han pasado por una etapa similar. ¿a revolución obrera o socialista en todos los países en los que triunfó pasó por dos momentos diferentes: el primero, político, de toma del poder y de rompimiento con la burguesía y el imperialismo, sobre la liase económica y social de subsistencia del régimen burgués; otro, más distante, de expropiación económica de la burguesía y liquidación de su régimen.

¿Debemos definir esta etapa, de manera generalizada, como de gobiernos obreros y campesinos? Nosotros creemos que es posible, o que en su defecto habrá que darle otro nombre específico, ya que esa etapa existe y define un fenómeno histórico comprobable. También es cierto que durante esa etapa común a los gobiernos de Lenin o Mao nos encontraremos con las mismas diferencias especificas que hemos encontrado en la definición de dictadura del proletariado: el de Lenin es internacionalista y revolucionario y el de Mao es nacionalista y reformista. ¿Cómo lograr una definición lo más exacta posible? Haciendo lo mismo que hicimos con la definición de dictadura del proletariado, pero en lugar de dictadura empleando el término gobierno: uno sería gobierno obrero u obrero‑campesino revolucionario y el otro oportunista, burocrático.

Se nos puede objetar aquí que entre el período leninista y el maoísta no sólo existían diferencias en el carácter del partido que acaudillaba el gobierno obrero y campesino ‑-marxista revolucionario el de Lenin, reformista nacionalista el de Mao‑- sino también en la institución o forma organizativa en los que ambos se apoyaban: los soviets democráticos revolucionarios, el primero; el control burocrático del movimiento de masas, el segundo. Si bien esto es cierto históricamente, no lo es en cuanto a la posibilidad teórica. La categoría de “gobierno obrero y campesino” fue creada para impulsar el gobierno de los partidos pequeño burgueses, mencheviques y social revolucionarios, asentado en los soviets. Si los social revolucionarios y los mencheviques hubieran tomado el poder y roto con la burguesía, como lo proponían los bolcheviques, lo habrían hecho para que “todo el poder pasara a los soviets”, y a ese gobierno soviético Lenin y Trotsky lo habrían llamado “obrero y campesino”.

Es diciente que, para precisar todas estas categorías, tengamos que apelar a los dos polos más extremos de la realidad social: la estructura económica, por un lado y los gobiernos y los partidos políticos ‑-las más superestructurales de las instituciones-por el otro.

7.- La defensa de las dictaduras proletarias existentes

Es curioso ver cómo algunos de los máximos dirigentes de nuestra Internacional han pasado de la posición de la guerra mundial inevitable al abandono de la defensa de los estados obreros. Las tesis de la mayoría del SU plantean la defensa de un estado obrero, de una dictadura, de la contrarrevolución interna, sin señalar la posibilidad de una guerra imperialista. Esto es verdaderamente curioso, porque tanto el compañero Mandel como Pierre Frank, a partir del año 1951, desarrollaron la tesis que dividió al movimiento trotskista mundial, de la inevitabilidad, (a seis meses para el compañero Mandel, y a unos años más para Frank y Pablo) de la guerra del imperialismo contra la URSS y los otros estados obreros. En aquel entonces se hacían eco de la moda que indicaba que la guerra fría se transformaría, de manera inevitable, en guerra caliente. Nosotros combatimos siempre contra esta concepción de guerras o guerrillas inevitables a meses o años. Pero hoy día nos encontramos con una concepción diametralmente opuesta a la anterior. Se habla de la autodefensa de los estados del futuro, y no se dice una sola palabra sobre la posibilidad de guerras de los países imperialistas contra los actuales estados obreros (degenerados) en las próximas décadas. El documento no dice una sola palabra sobre la obligación número uno del proletariado mundial, que es la de tener el patriotismo de clase más consecuente hacia esas dictaduras proletarias, educando al proletariado mundial en que las tiene que defender. Jamás el documento señala como las máximas conquistas del proletariado en lo que va del siglo a los actuales estados obreros burocratizados ni levanta la bandera de su defensa intransigente. Por el contrario, alienta todos los prejuicios democrático burgueses de los trabajadores occidentales contra esas dictaduras proletarias. Y para ignorar la necesidad de ese patriotismo, no puede ser una justificación el hecho de que la burocracia con su política repela a las masas occidentales. Ni tampoco puede ser un pretexto el que esos prejuicios democrático‑burgueses de los trabajadores europeos y norteamericanos tengan aspectos positivos que van objetivamente contra el totalitarismo burocrático. Pero esos prejuicios hacen que esas masas sean manipuladas por las burocracias sindicales y por los partidos socialdemócratas, en favor del imperialismo y en contra de las dictaduras proletarias existentes. Es una situación muy parecida a la que se da con los obreros que se resisten a sindicalizarse, prestándose a la campaña burguesa de que los sindicatos están al servicio de los burócratas y no de los obreros. Con este argumento, que se basa en un hecho cierto ‑-los inmensos privilegios de la burocracia sindical-‑, los obreros que odian al sindicato se transforman en los agentes del capitalismo dentro del movimiento obrero. La posición marxista frente a esos obreros es ya tradicional: somos los más ardientes defensores de la organización sindical masiva de los trabajadores; tratamos de que todos los obreros se sindicalicen y denunciamos la campaña burguesa que se desarrolla para desprestigiar a los sindicatos, apoyada en la corrupción de sus jefes. A partir de esa defensa apasionada, hacemos la crítica más intransigente a la burocracia.

En relación a los sindicatos, como a toda otra organización o conquista obrera, practicamos el más consecuente patriotismo de clase. Si el lema de todo burgués que se precie es “equivocada o no, estoy incondicionalmente con mi patria burguesa”, el de todo obrero consciente, no digamos ya marxista revolucionario, sigue siendo “equivocado o no, estoy con mi sindicato, con mi estado obrero”. Este patriotismo proletario, de clase, de defensa hasta el final de las organizaciones obreras existentes a nivel internacional, se concreta en la defensa intransigente de las dictaduras proletarias existentes, contra la campaña de desprestigio del imperialismo y, llegado el momento, contra el ataque militar del propio imperialismo.

Si algo campea en toda la resolución del SU es justamente esta falta de patriotismo de clase, de defensa de las dictaduras proletarias existentes de la nefasta campaña de la socialdemocracia y el imperialismo mundial. No se insiste nunca, no se señala jamás que estas dictaduras proletarias son un millón de veces superiores a la democracia burguesa existente en los países imperialistas. Toda la resolución está hecha para demostrar que no es así, que en los estados obreros deformados hay menos democracia obrera que en los países capitalistas. Si la China de Mao tiene los mismos “derechos democráticos” que la de Chiang Kai‑Shek eso quiere decir que tiene mucho menos democracia obrera que Venezuela o Estados Unidos. Por lo tanto, el documento del SU prepara la conciencia de los obreros occidentales para defender la democracia imperialista contra el totalitarismo de los estados obreros burocratizados, aunque explícitamente no sea así.

Pero no debe ser así. Una de las tareas más importantes del trotskismo es justamente la de educar a la clase obrera mundial en el reconocimiento de las dictaduras proletarias existentes, en demostrar que son mucho más democráticas para los trabajadores que cualquier democracia imperialista, en el carácter inevitable de las guerras contrarrevolucionarias de los países capitalistas e imperialistas contra los estados obreros y en la defensa de los mismos.

8.- ¿Cuál debe ser nuestra posición ante las posibles guerras entre los estados obreros?

Las tesis son tan estratosféricas, están tan alejadas de las inevitables luchas militares del porvenir que ni siquiera reparan en uno de los hechos más espectaculares de las últimas décadas en r elación a las dictaduras proletarias existentes: la invasión de una dictadura proletaria a otra, de la URSS a Hungría y Checoslovaquia. Esto planteó un hecho nuevo que, a juzgar por el silencio de la resolución, parece que nunca más se volverá a plantear.

Nosotros creemos que, desgraciadamente, ésta es una perspectiva cierta y que hemos entrado en las décadas en las cuales, muy posiblemente, se vuelvan a repetir guerras entre dictaduras proletarias, entre estados obreros.

Estas posibles guerras entre estados obreros u ocupaciones de unos por otros adquirirán una nueva dimensión apenas surja la próxima dictadura revolucionaria del proletariado. Hasta ahora hemos visto dos invasiones de estados obreros por la URSS, provocados por el temor de la casta burocrática soviética de que estos estados se transformen en revolucionarios, como consecuencia del comienzo de la revolución política y del surgimiento embrionario de formas concejistas o soviéticas. Para nosotros es muy lícito pensar que estas burocracias obreras entrarán en estado de desesperación crónica cuando vean surgir dictaduras revolucionarias del proletariado, que auguren su liquidación como casta privilegiada.

Pero tampoco está descartado que, debido a intereses económicos nacionalistas, estallen guerras parecidas a la que se comenzó ahora entre Camboya y Vietnam. Sin entrar en la discusión de si son o no dictaduras proletarias, se plantea el hecho nuevo de la posibilidad de guerras entre estados obreros sin que uno de los que guerrean se asiente en una dictadura revolucionaria. Por otra parte, la campaña que desde hace años adelanta China contra el “social imperialismo ruso” es la preparación ideológica de una posible guerra entre estos dos súper estados obreros burocratizados.

Este grave problema teórico de la posibilidad de guerras entre estados obreros burocráticos, o entre un estado obrero burocrático y un estado obrero revolucionario, tiene importancia capital y nos obliga a comenzar a discutir para darnos un curso de acción marxista ante estas posibilidades. Sin querer agotar el tema, consideramos que es mucho más importante que la influencia de los teléfonos cibernéticos en la futura dictadura proletaria.

Una variante de esta posibilidad es el inevitable levantamiento armado de las nacionalidades oprimidas por estas dictaduras burocráticas, que nosotros apoyaremos incondicionalmente.

Si la guerra se da entre uno de los dos estados obreros gigantes contra uno pequeño, creemos en principio, que se establece una lucha que entra dentro del derecho a la autodeterminación de las pequeñas naciones proletarias y que esa guerra es provocada por el afán hegemónico de tipo nacionalista de la gran nación contra la pequeña nación obrera. En ese caso, creemos que hay que luchar contra el gran chauvinismo ruso o chino, por el derecho a la autodeterminación nacional del pequeño estado obrero.

Supongamos, por el contrario, el caso de una guerra entre dos estados burocratizados de fuerzas relativamente parejas. Digamos, por ejemplo, Camboya y Vietnam, suponiendo que sean estados obreros. Nuestra política más general será de fraternidad entre todos los estados obreros y por el arreglo pacífico y democrático de la disputa. Esta posición debe ser acompañada de una campaña permanente por la federación democrática de las repúblicas obreras existentes. Esta consigna es decisiva y debe ser la más importante de nuestra Internacional a partir de la fecha. En lugar de los teléfonos cibernéticos esa campaña apunta a la necesidad programática más importante en la actualidad para el proletariado mundial y el de los estados obreros. Tiende a superar el atraso actual del desarrollo de las fuerzas productivas de los estados obreros y a pegarle el más fantástico golpe al imperialismo. Sirve también para impedir que éste maniobre con las diferencias entre los estados obreros, oponiéndole una férrea unidad. Al mismo tiempo, evitará la explotación económica de los estados obreros menos desarrollados por los más desarrollados a través del intercambio comercial. Esta consigna de Federación de los estados obreros existentes tiene mucha más importancia que la que en su momento lanzó Trotsky de Federación de Repúblicas Socialistas Europeas. Como esa consigna, es propagandística pero fundamental. También apunta a la revolución política, porque los actuales gobiernos burocráticos jamás aceptarán esa Federación, ya que va contra la fuente de sus privilegios, los estados obreros actuales con sus fronteras.

Pero esta línea es esencialmente propagandística y no podemos quedarnos allí en el caso concreto de una guerra, de choques militares. En principio, estudiando cuidadosamente si alguno de los estados tiene ambiciones de hegemonía sobre el otro, tendremos una política de defensa del estado obrero que fue agredido y en contra del responsable de haber comenzado la agresión. Cuando la guerra se produzca entre un estado obrero burocratizado y uno revolucionario, los trotskistas apoyaremos incondicionalmente al revolucionario, sea o no el agresor.

IX.- ¿ Construcción socialista en un solo país, o revolución socialista internacional?

1.- Stalinismo consecuente

La tesis medular del documento del SU es simple: hasta antes de la toma del poder la tarea esencial es hacer la revolución pero, en cuanto el proletariado se ha adueñado del gobierno, la tarea esencial pasa a ser la construcción socialista. Y se acabó la revolución. De esa tesis surgen otras dos: primera, que después de la toma del poder, la lucha revolucionaria y de clases tiende a disminuir; segunda ‑-como consecuencia de la anterior-‑ “la dictadura del proletariado comienza a debilitarse casi desde su nacimiento.”

Hay una multitud de citas que así lo demuestran. Se dice, por ejemplo, que cualquier restricción a la democracia “sólo lleva a impedir la emergencia de un consenso mayoritario en torno a las soluciones que serían más eficaces y más correctas para estos problemas candentes desde el punto de vista de la construcción del socialismo...” (subrayado en el original) (SU, 1977) [133] . Y podríamos seguir: “[la] construcción de una sociedad sin clases...” (Idem) [134]

Para ser más precisos, son quince las veces en que serían más eficaces y más correctas para estos problemas candentes “ desde el punto de vista de la construcción del socialismo...” (subrayado en el original) (SU, 1977) [135] . Y podríamos seguir: “... la construcción de una sociedad sin clases...” (Idem) [136] . Para ser más precisos, son quince las veces en que aparecen estas expresiones, sin contar las veces que se habla del tema empleando otras palabras.

En contraste con esta abundancia de afirmaciones, encontramos silencios no menos categóricos: jamás se habla de que recién después de la toma del poder se inicia la verdadera revolución socialista. Es evidente que, para el SU, con la dictadura del proletariado se cierra la revolución social, para entrar en su etapa de paulatina desaparición. Tampoco es una casualidad que la resolución jamás nombre a la contrarrevolución imperialista. Surge claramente de la lectura que cada burguesía nacional, una vez que el proletariado haya tomado el poder en un país, estará sola, en retroceso, “desarmada y expropiada”, en una decadencia definitiva. No surgirán en ella nuevas tendencias ligadas a la contrarrevolución imperialista; no tendrá ninguna otra posibilidad que la nostalgia del “pasado burgués”.

El SU falsifica al stalinismo, y es interesante detenerse en la original crítica que le hace: “ e) otra hipótesis que subyace en toda esta concepción es la intensificación de la lucha de clases en el curso del proceso de construcción del socialismo ...” (Idem) [137] . ¿Qué hacen camaradas? ¿Además de confundir todo le atribuyen al stalinismo una posición revolucionaría? Trotsky lo criticó siempre por lo contrario; porque sostenía que después de la toma del poder la revolución terminó y la lucha de clases comienza a languidecer. Decía que el stalinismo tenía “un sistema de ideas más concreto: la revolución ha terminado definitivamente; las contradicciones sociales tendrán que atenuarse progresivamente; el campesino rico será asimilado poco a poco por el socialismo; el conjunto de la evolución, independientemente de los acontecimientos exteriores, seguirá siendo regular y pacífico ” (1936) [138] . De paso, la crítica de Trotsky sirve para el SU.

Es que, realmente, la actual posición del SU es la misma que hasta la fecha ha sostenido el stalinismo. Sólo que la usa de premisa para llegar a conclusiones diferentes. Ambos dicen que la lucha de clases desaparecerá inmediatamente. Para luchar contra los mezquinos restos de la ideología burguesa, el stalinismo sostuvo que había que fortificar cada vez más el estado. El SU, más consecuente, saca del mismo falso principio una conclusión pertinente: si cada vez hay menos contradicciones, puede haber cada vez más libertad, y así, “ la dictadura del proletariado comienza a debilitarse casi desde su nacimiento”.

2.- Los maestros del marxismo y la transición al comunismo

Es por todos conocido que los marxistas, empezando por Marx, consideraron que ni bien se hiciera la revolución socialista en un país y el proletariado se adueñara del poder, se abriría una etapa de transición del capitalismo al comunismo. Esta se caracterizaría por la paulatina desaparición del estado y fue denominada socialismo por algunos autores.

Hablaban, por lo tanto, de dos etapas históricas Posteriores al capitalismo: la transicional o de construcción socialista, y la comunista. Ambas fueron definidas a través de fórmulas muy breves e hipotéticas, sin mayores detalles y se mantuvieron sin modificación desde el nacimiento del marxismo hasta los primeros años de la Revolución Rusa.

Según Marx, el comunismo sería una sociedad que, desde el punto de vista económico‑social, se caracterizaría por recibir de “cada cual según su capacidad” y dar “a cada cual según sus necesidades”; y desde el punto de vista político, por la desaparición del estado. La fórmula económica indicaba que en la sociedad comunista nadie estaría obligado a dar más de lo que quisiera, sino que cada individuo podría desarrollar todas sus potencialidades de acuerdo a su libre arbitrio y recibiría de la sociedad todo lo que necesitara. En cuanto a la desaparición del estado, iba a ser una consecuencia de la desaparición de las clases.

Entre el capitalismo y la sociedad futura, sin clases, habría una sociedad transicional, caracterizada por estar “emergiendo” precisamente de la sociedad capitalista y que por ello tendría, como dice Marx “las señales o marcas de nacimiento de su procedencia”. Como consecuencia de eso, cada uno recibiría de la sociedad “un resguardo de que ha contribuido con tal y tal cantidad de trabajo (después de la deducción que se hace de ella para el fondo común) y con este resguardo o vale sacaría del almacén social tanta cantidad de medios de consumo como corresponda al costo de la misma cantidad de trabajo”. En síntesis: en la etapa socialista, a cada cual según su trabajo, menos lo que se deduce para el fondo común. Como se advierte, continúa la distribución burguesa de lo producido, ya que se hace en base al trabajo aportado y no a la necesidad del trabajador. Pero no significa ningún tipo de explotación u opresión, porque lo que se le quita para el “fondo común” es también para aumentar la producción social y para lo que podríamos llamar salarios sociales. Desde el punto de vista político, esta etapa estaría caracterizada por la subsistencia del estado y de la dictadura del proletariado; pero ese estado sería de nuevo tipo, ya que tendería a desaparecer, pues al comenzarse la construcción socialista se irían suprimiendo las clases y por lo tanto la dictadura del proletariado, una dictadura de clase. En este esquema, la revolución socialista terminaba de hecho, con la toma del poder. Esta es la actual posición del SU: primero la revolución y la toma del poder; inmediatamente después la construcción del socialismo. Como vemos, más marxistas que Marx.

Pero la concepción de Marx y Engels partía del supuesto de que la revolución socialista triunfaría en los países capitalistas más avanzados, con un gran desarrollo de las fuerzas productivas y una clase obrera mayoritaria (Inglaterra, Francia, Alemania). El enemigo de clase eran las burguesías nacionales. Nunca creyó Marx en la posibilidad de que la revolución socialista se pudiera producir en países agrarios atrasados. Por lo tanto, para ellos, la etapa transicional iba a ser mucho más avanzada que la capitalista, porque combinaría desde un principio, el más alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado por el capitalismo con un nuevo y superior régimen de producción y propiedad. Como consecuencia de ello, la tarea que enfrentaría el proletariado dominante sería “construir el socialismo” y por esa vía iría incorporando, sin mayores sobresaltos, a todos los habitantes a la producción socialista.

Lenin y Trotsky antes de 1917, y los marxistas ortodoxos al comienzo de la Revolución de Octubre, defendieron el esquema clásico de Marx con dos modificaciones. Una, que el enemigo esencial ya no era la burguesía nacional sino el imperialismo, fase superior del capitalismo. La otra (¡genial modificación!) la posibilidad de que la revolución europea y mundial estallara y comenzara por el eslabón más débil de la cadena imperialista, un país atrasado como Rusia. Pero esto no hizo que Lenin y Trotsky cambiaran la concepción de Marx.

La mantuvieron porque creían inminente la extensión de la revolución socialista a los demás países europeos, fundamentalmente a los más adelantados. En pocos años Alemania, Francia y Europa harían la revolución, la clase obrera tomaría el poder, comenzaría la construcción socialista en Europa y la dictadura obrera empezaría a debilitarse. El que la revolución comenzara por Rusia era sólo un problema coyuntural, táctico, porque inmediatamente lo harían los países industrialmente más desarrollados.

Para el Lenín de antes e inmediatamente después de la Revolución de Octubre, ‘la quiebra del imperialismo europeo” podía producirse “cualquier día, incluso hoy o mañana”. “El estado proletario comenzaría a extinguirse inmediatamente después de su triunfo”. Para reprimir a los explotadores bastaría con “una máquina muy sencilla, casi sin máquina, sin aparato especial, por la simple organización de las masas armadas”. “Destruir de golpe la antigua máquina burocrática y comenzar a construir inmediatamente otra” no era entonces una “utopía”. Y no habría más que “derrocar a los capitalistas” “para organizar la economía nacional como lo está el correo” y dar paso así a la construcción inmediata del socialismo. En fin, el estado, les clases y las fronteras nacionales comenzarían a desaparecer casi desde el principio y habría un proceso de ampliación ilimitada de las libertades para los ciudadanos y productores socialistas, prácticamente todos los habitantes del país. Por lo tanto, para Lenin, la construcción socialista y la derrota del imperialismo mundial se darían juntas en el tiempo, en la misma etapa histórica de dos o tres décadas. El pensaba que en diez años o a lo sumo en veinte, se estaría viviendo en la construcción del socialismo, en la transición al comunismo.

Hay que subrayar, sin embargo, que Lenin y Trotsky tenían un programa de extensión de la revolución a Alemania, a los países más avanzados de Europa y a todo el mundo. Su actividad abría, efectivamente, la posibilidad de conjugar en presente la revolución mundial, la construcción socialista y el comienzo de extinción de la dictadura del proletariado. Su único error fue de cálculo, no teórico: creer que la revolución mundial triunfaría al poco tiempo.

3.- Pero las cosas ocurrieron de otra manera

Con todo el grandioso significado que ha tenido y tiene para la humanidad, la Revolución de Octubre no significó el triunfo de la revolución socialista europea internacional, como habían vaticinado los marxistas. La Rusia proletaria quedó aislada y la revolución socialista siguió triunfando en países atrasados a partir de la segunda guerra mundial. Por eso dirá Trotsky, veinte años después de Octubre que “..la Unión Soviética no se ajusta a las normas de un estado obrero tal como está expuesto en nuestro programa. ( ... ) Nuestro programa contaba con un desarrollo progresivo del estado obrero y por lo tanto con su gradual extinción. Pero la historia ( ... ) no siempre actúa de acuerdo a un programa...” (Trotsky, 1937) [139] .  Y “ el período que para Lenin y sus compañeros de armas debía ser una corta “tregua”, se convirtió en toda una época de la historia ”. (Trotsky, 1936) [140] .

Entonces, en lugar de una federación de estados obreros altamente industrializados que han derrotado al imperialismo, nos encontramos en la actualidad con estados obreros que, aislados, tienen que enfrentar a un enemigo mucho más poderoso que el capitalismo nacional, el imperialismo. Esos países son superiores al capitalismo en cuanto a las relaciones de propiedad y producción (la burguesía expropiada), pero son muy inferiores al imperialismo en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas. Esta aguda contradicción, esta combinación inesperada para los marxistas, tiene consecuencias mucho más graves que el mero hecho de arrastrar “las señales o marcas de nacimiento”.

Ese atraso en el desarrollo de las fuerzas productivas, combinado con la subsistencia de las fronteras nacionales, tuvo como consecuencia que la dictadura del proletariado se viera obligada a fortificarse y a emplear instituciones y personal burgueses para defenderse del imperialismo y sus agentes nacionales. En lugar de “comenzar a debilitarse casi desde su nacimiento” tuvo que apelar a todo para fortalecerse.

Por eso en la actualidad todas las dictaduras proletarias existentes se atrincheran en sus fronteras con ejércitos, policías, burocracias estatales que recuerdan a los peores regímenes capitalistas. El hecho de que la burocracia y la aristocracia obreras ominen al gobierno hace que este proceso se haya degenerado, haya llevado a un régimen totalitario, de fortalecimiento y dominio de la burocracia, de opresión a la base obrera y campesina, en lugar de fortalecer el estado a través de la movilización y organización revolucionarias de los trabajadores. Pero al mismo tiempo, el hecho de que en todos esos países veamos el mismo fenómeno de un “estado capitalista sin capitalismo” nos debe hacer pensar que hay profundas razones objetivas que hacen que en todos los estados obreros aislados el fortalecimiento de la dictadura sea una necesidad. La satisfacción de esta necesidad, sin embargo, corre por dos caminos opuestos: uno, el burocrático, y otro, el revolucionario. El primero fortalece cada vez más al gendarme y a los sectores privilegiados de la clase obrera. El otro, a la movilización de los sectores más explotados y concentrados del proletariado. Este segundo camino lleva al desarrollo de la revolución mundial y al enfrentamiento y derrota definitiva del imperialismo. En cambio, el primero propicia el aislamiento del estado obrero dentro de sus fronteras e impone la coexistencia con el imperialismo, un imposible histórico ya que esa coexistencia lleva nuevamente a un enfrentamiento inevitable. Dicho de otra forma: es un fortalecimiento momentáneo que a la postre debilita al estado obrero y a la dictadura del proletariado.

4.- ¿Socialismo en un solo país o revolución permanente?

Como ya hemos visto, el planteo del SU y el del stalinismo tienen varias premisas teóricas comunes: la construcción del socialismo en un solo país, el debilitamiento de la lucha de clases y revolucionaria y la clausura de la revolución socialista, a partir de la toma del poder por el proletariado. Contra esta concepción, Trotsky levantó su segunda formulación de la Teoría de la Revolución Permanente . La primera ‑-anterior a la Revolución Rusa‑- gira alrededor de la combinación de tareas democráticas y socialistas, de la función de la dictadura del proletariado como ejecutora de la revolución democrática en los países atrasados. La segunda es para responder a la teoría stalinista de la construcción del socialismo en un solo país, y a las tareas que se presentan, no sólo en los países atrasados, sino en cualquier país después de la toma del poder. Su tema es la dinámica de una revolución socialista nacional triunfante que se transforma en internacional. Con esta nueva teoría Trotsky cambió definitivamente la concepción que tenían los marxistas hasta entonces, acerca de las relaciones que se establecerían entre revolución socialista, toma del poder, construcción socialista y debilitamiento de la dictadura. Su nueva teoría establece otra secuencia, no lineal: la revolución socialista nacional y la toma del poder plantean la revolución socialista internacional, que tiene como principal tarea derrotar al imperialismo y no la construcción socialista, lo que obliga a fortalecer la dictadura del proletariado.

El marxismo enseña que toda época revolucionaria se origina cuando el desarrollo de la técnica o de las fuerzas productivas choca contra las relaciones de producción y propiedad. Para Trotsky, bajo el imperialismo, las fuerzas productivas chocan, además, con los estados nacionales. Esto es evidente; ellas requieren de todo el planeta para seguir desarrollándose. Una traba tanto o más grande que la propiedad burguesa privada son, por lo tanto, los estados nacionales burgueses. Constituyen, a escala histórica y mundial, un freno al desarrollo de las fuerzas productivas como en su momento lo fueron los feudos. La revolución socialista mundial es una necesidad objetiva vigente para adecuar toda la tierra al desarrollo de las fuerzas productivas, porque es la única que destruirá no sólo la propiedad privada, sino también las fronteras nacionales. En el imperialismo monopolista este desarrollo está al servicio de la conservación de los estados nacionales (máxima expresión de la propiedad burguesa), que es lo mismo que decir que está al servicio del atraso. Por eso es el factor contrarrevolucionario decisivo.

Los países capitalistas atrasados eran explotados por el imperialismo en forma directa, a través de las inversiones capitalistas. Pero ocurrió que, al triunfar la revolución obrera no perdieron su condición de atrasados: las fuerzas productivas del imperialismo seguían teniendo un desarrollo superior, lo que le permitió seguir explotándolos, pero ahora de un modo indirecto, a través del mercado y la economía mundial que domina. Por eso Trotsky dice que el proletariado de la URSS es dominante dentro de la URSS en un sentido, pero al mismo tiempo es explotado por el imperialismo. Lo que ha sucedido con la Revolución Rusa y las que le siguieron, es ‑-salvando las distancias-‑ como si la revolución francesa hubiera triunfado en Provence, Marsella, pero no en el resto de Francia, y el feudalismo hubiera seguido siendo dominante en París y Lyon, donde había mayor desarrollo de las fuerzas productivas. Esto hubiera dejado muy fuerte a la monarquía, ya que la Provence sola no hubiera podido derrotarla, y el capitalismo siempre necesita, como mínimo, el mercado nacional para lograr un desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas.

Lo mismo ocurre hoy día con los estados obreros a escala mundial. Sólo deben ser considerados como avances tácticos de la revolución mundial. Por la presencia de problemas graves o de coyunturas muy especiales el imperialismo no ha podido aplastarlos por el momento. Los nuevos gobiernos obreros burocráticos están aislados, preocupados fundamentalmente por la defensa de sus fronteras nacionales y la superación de su atraso económico. Pero tarde o temprano, debido al escaso desarrollo de sus fuerzas productivas comparado con el del capitalismo mundial, se verán obligados a comerciar con el imperialismo con lo cual volverán a ser explotados por éste, aunque ahora en forma indirecta a través del comercio o de los préstamos.

La realidad nos muestra que la revolución mundial ha tenido un desenvolvimiento “anormal” hasta la fecha, ya que no se asienta en un mayor desarrollo económico que el capitalismo, sino en un gran atraso. Aunque a su vez es la expresión, a escala mundial, de que ese desarrollo de las fuerzas productivas no cabe dentro de las fronteras nacionales. Esta contradicción se manifiesta en el hecho de que las revoluciones han estallado en los eslabones más débiles del capitalismo.

Mientras subsista el imperialismo, todo país que haga la revolución dentro de sus fronteras nacionales y partiendo de un desarrollo inferior al alcanzado por aquél, seguirá siendo explotado de la misma manera porque “... el criterio fundamental [es] el nivel de las fuerzas productivas” (Trotsky, 1936) [141] .

De este análisis, tanto Lenin como Trotsky sacaron la justa conclusión de que con la toma del poder no se había liquidado al imperialismo y de que, por lo tanto, se aceleraba la lucha de clases y revolucionaria a todas las escalas, hasta su derrota definitiva. “Después de derrocar a la burguesía y de conquistar el poder político...” deberá aplastar “la resistencia cada vez más tenaz de los explotadores”. “La clase de los explotadores, los terratenientes y capitalistas no ha desaparecido ni puede desaparecer de golpe bajo la dictadura del proletariado. Los explotadores han sido aplastados, pero no destruidos. Aún tienen una base internacional, el capital internacional del cual son parte porque fueron derrotados aumentó cien y mil veces la fuerza de su resistencia. El ‘arte’ de saber dirigir el Estado, el ejército y la economía les da una superioridad muy grande, de modo que su importancia es muchísimo mayor que su proporción numérica dentro de la cifra global de la población. La lucha de clase que libran los explotadores derrocados contra la vanguardia victoriosa de los explotados, es decir, contra el proletariado, se ha vuelto incomparablemente más encarnizada . Y no puede ser de otro modo cuando se trata de una revolución, a no ser que se reemplace este concepto (como lo hacen todos los héroes de la II Internacional) por ilusiones reformistas”. (Lenin,1919) [142] .

Y Trotsky en La Revolución Permanente insiste en el mismo sentido: “La contención de la revolución proletaria dentro de un territorio nacional no puede ser más que un régimen transitorio, aunque sea prolongado, como lo demuestra la experiencia de la Unión Soviética. Sin embargo, con la existencia de una dictadura proletaria aislada, las contradicciones interiores y exteriores crecen paralelamente a los éxitos. De continuar aislado, el estado proletario caería, más tarde o más temprano, víctima de dichas contradicciones. Su salvación está únicamente en hacer que triunfe el proletariado en los países más progresivos. Considerado desde este punto de vista, la revolución socialista implantada en un país no es un fin en sí, sino únicamente un eslabón en la cadena internacional (Trotsky, 1928) [143] .

Y en la tesis novena sintetiza todo esto de una manera magistral, diciéndonos: “La conquista del poder por el proletariado no significa el coronamiento de la revolución, sino simplemente su iniciación. La edificación socialista sólo se concibe sobre la base de la lucha de clases en el terreno nacional e internacional. En las condiciones de predominio decisivo del régimen capitalista en la palestra mundial, esta lucha tiene que conducir inevitablemente a explosiones de guerra interna, es decir, civil, y exterior, revolucionaria . En esto consiste el carácter permanente de la: revolución socialista como tal, independientemente del hecho de que se trate de un país atrasado, que haya realizado ayer todavía su transformación democrática, o de un viejo país capitalista que haya pasado por una larga época de democracia y parlamentarismo”. [144]

5.- La dictadura del proletariado, ¿se debilita o se fortalece?

Con la aparición de la indiscutible necesidad de fortalecer a la dictadura del proletariado en toda una etapa, quedó desechada una de las premisas teóricas fundamentales del marxismo. Cuanto más ortodoxo parece ser el SU, por ejemplo al ignorar esta modificación que introdujo la experiencia histórica, tanto más se aleja del marxismo.

En cambio Lenin, que sostuvo durante varios años el esquema clásico, fue el primero en rectificarse a medida que la URSS iba quedando aislada. Apenas un año después de, la toma del poder por los bolcheviques, decía: “No podemos dar un salto a1 socialismo de una vez... No me hago ilusiones con respecto al hecho de que no hemos hecho más que empezar el período de transición al socialismo”. “Los antiautoritarios piden que se destruya sobre la marcha el Estado político autoritario... ¿Ha visto esta gente alguna vez una revolución? Una revolución es, sin duda alguna, la cosa más autoritaria que pueda imaginarse. [145] . Siguiendo sus enseñanzas, Trotsky describió claramente este fenómeno y nos dijo categóricamente: “ ... el período de transición del capitalismo al socialismo exige un fortalecimiento externo de la función del estado (dictadura del proletariado). Esta dialéctica histórica del estado ha sido muy estudiada por la teoría marxista (....) la idea del fortalecimiento inevitable del poder del estado en la etapa de transición que media entre el capitalismo y el socialismo” es una “idea de Marx que Lenin desarrolló para explicar la necesidad de la dictadura proletaria...” (Trotsky, 1933) [146] .Como vemos, la posición que tenía Trotsky sobre esta cuestión crucial, es la opuesta a la del SU.

Bajo Lenin y Trotsky, esto significó la restricción de libertades, el monopolio del poder por el Partido Comunista, la fundación del ejército rojo, la cheka, etcétera. Después, cuando los demás triunfos se siguieron dando en países atrasados y con direcciones oportunistas y burocráticas, este fortalecimiento degeneró hasta transformarse en un régimen totalitario con los crímenes que todos conocemos y de los que los trotskistas fuimos las primeras víctimas. Pero, que una dirección burocrática lo haya agravado y degenerado, no quiere decir que una dirección revolucionaria lo hubiera podido evitar. Y lo mismo ocurrirá con los futuros estados proletarios mientras no se derrote al imperialismo. Existe una ley que se puede contrarrestar pero no anular: durante la actual etapa de la dictadura del proletariado, de enfrentamiento mortal con el imperialismo y en la que siguen existiendo las fronteras nacionales, es inevitable el fortalecimiento de la dictadura obrera, del estado proletario. En esta conclusión hay una ‘coincidencia’ entre Stalin y Trotsky. Pero sólo Trotsky, al analizar las relaciones existentes entre el imperialismo y el capitalismo mundial con las dictaduras obreras nacionales, da una explicación científica de esa necesidad, aunque ésta no es la única diferencia: la coincidencia entre ambos se rompe ni bien cada uno da su programa y aclara su concepción del fortalecimiento de la dictadura.

Ocurre lo mismo que cuando un gremio, dentro de un país capitalista, obtiene una gran victoria a través de una intensa movilización. Ese triunfo le permite al gremio construir un poderoso sindicato y fortalecerse. Pero a partir de ahí surgen tres líneas claramente delimitadas y antagónicas. Una es la del SU, que proclama el debilitamiento inmediato del sindicato (la dictadura del proletariado), independientemente de que el resto de los trabajadores del país siga sufriendo la más terrible explotación por parte de los capitalistas y sin tener en cuenta los próximos y seguros embates con los que la patronal de conjunto intentará arrebatar las conquistas alcanzadas por ese gremio y sindicato. Otra será la de la burocracia, la que se esforzará por fortalecer a su sindicato y sólo a su sindicato. Pondrá todo su empeño en tener mejores clínicas, edificios, hoteles de veraneo. Este sendero lleva inevitablemente a un régimen autoritario dentro del gremio, ya que al abandonar la lucha, el sindicato se burocratizará. Es la posición stalinista que, llevada al nivel de un país, significa el fortalecimiento burocrático de la dictadura obrera, a través de la imposición de un gendarme totalitario que obligue a los trabajadores a “construir el socialismo en un solo país”.

Como ya hemos dicho repetidas veces, este fortalecimiento burocrático va contra los trabajadores en forma inmediata y debilita a la larga a la dictadura del proletariado, acelerando sus contradicciones interiores y exteriores.

Y por último, estará la línea de los trotskistas, que sin dejar de lado el intento de obtener todas aquellas mejoras que se plantea la burocracia para el gremio, pondrá el énfasis en desarrollar la lucha de clases en todo el país, tratando de movilizar a todos los gremios y a todos los trabajadores. Sólo así podrá fortalecerse el sindicato sin caer en la burocratización de sus dirigentes y de sí mismo. Este es el correlato del programa que proponía Trotsky para el fortalecimiento de la dictadura del proletariado: desarrollar, intensificar la movilización revolucionaria, principalmente la revolución socialista internacional. Para él, dicho fortalecimiento pasaba por ampliar y ampliar la movilización de los trabajadores del mundo y del propio país, logrando organizaciones revolucionarias multitudinarias del movimiento de masas que cuestionen al imperialismo y a la burguesía.

Pero ésta no es sólo una cuestión teórica sino la salida correcta impuesta por la realidad. Porque, ¿qué sucede si la revolución mundial no avanza, o si avanza objetivamente a través de triunfos nacionales que se estancan y congelan dentro de las fronteras nacionales, tratándose de construir el socialismo en cada uno de esos países? Sucede lo que nos muestran estos últimos sesenta años: el imperialismo sigue siendo dominante a escala mundial, el proletariado de esos estados obreros sigue siendo explotado indirectamente por aquél, y la consolidación de la dictadura obrera, inevitablemente, adquiere un carácter burocrático, totalitario, al tratar de contener en una camisa de fuerza las terribles contradicciones que esa misma situación provoca. Esas terribles contradicciones, que se vuelven cada vez más agudas, van minando y debilitando a la dictadura obrera dominada por la burocracia. A otro nivel, sería lo mismo que, si después del triunfo del gremio de nuestro ejemplo no se hubieran dado otros, o hubieran triunfado unos cuantos más, pero cada uno estuviera dedicado exclusivamente a fortificar su sindicato sin importarle la lucha de clases en el país. Independientemente de los logros de cada uno por separado, la burguesía seguiría dominando al conjunto del país, ellos seguirían siendo explotados ‑-tal vez en una medida menor al resto-‑ y las burocracias se irían haciendo cada vez más sólidas y fuertes en sus sindicatos, tratando de mantenerse en sus puestos y negociando permanentemente con la patronal. Así como para los trabajadores de estos sindicatos y de todo el resto de ese país su enemigo principal ya no sería la patronal de aquellos gremios sino la burguesía en su conjunto, para los trabajadores de los estados obreros y del mundo entero ya no son las burguesías nacionales sino el imperialismo.

6.-El análisis de Trotsky para la URSS

Trotsky concretó todos sus análisis sobre la URSS, tomando como punto de referencia la existencia del imperialismo y el desarrollo de las fuerzas productivas.

El proletariado de la Unión Soviética es la clase dirigente en un país atrasado donde todavía no se satisfacen las más vitales necesidades. El proletariado de la Unión Soviética sólo gobierna a una doceava parte de la humanidad. El imperialismo gobierna a las once parte restantes. El gobierno del proletariado, mutilado ya por la pobreza y el atraso del país, es doble y triplemente deformado por la presión del imperialismo. El órgano del gobierno del proletariado ‑-el estado-‑ se vuelve un órgano de presión del imperialismo (la diplomacia, el ejército, el comercio exterior, las ideas y las costumbres)” (1937) [147] .

Y más aún: “...la progresión de las fuerzas productivas, es decir, la verdadera progresión socialista no comenzará en nuestro país hasta después de la victoria del proletariado de los países avanzados de Europa...”. Con estas palabras de Bujarin, que Trotsky reivindica, se sintetiza una parte importante del pensamiento marxista ya enriquecido por las enseñanzas de la Revolución Rusa. Como el mismo Trotsky lo señaló, ésa fue “precisamente la idea contra la cual” estuvieron “dirigidas todas las actas de acusación formuladas contra el ‘trotskismo’ “en la séptima reunión plenaria del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista ”, por parte del stalinismo. (l928) [148] .

Y es precisamente esa inferioridad económica la causa fundamental del surgimiento de la burocracia lo que caracteriza a todos los estados obreros actuales. En un comienzo “el régimen soviético tuvo un carácter indiscutiblemente más igualitario y menos burocrático que ahora. Pero esa igualdad fue la de la miseria común”. “ La pobreza de los artículos de consumo ” y “ la lucha de todos contra todos”, que originaba su distribución, son la base de “la autoridad burocrática ”. “Cuando hay bastantes mercancías en el almacén, los parroquianos pueden llegar en cualquier momento; cuando hay pocas mercancías, tienen que hacer cola en la puerta. Tan pronto como la cola es demasiado larga se impone la presencia de un agente de policía que mantenga el orden. Tal es el punto de partida de la burocracia soviética. Sabe a quién hay que dar y quién debe esperar.” (Trotsky, 1936) [149] .

Y aunque, a primera vista, pareciera que el mejoramiento de la situación material y cultural dentro de sus propias fronteras debería llevar a la paulatina desaparición de esa burocracia, sucede lo contrario: “ el crecimiento de las fuerzas productivas ha sido acompañado, hasta ahora, de un extremo desarrollo de todas las formas de la desigualdad y de los privilegios, así como de la burocracia .” Porque a pesar de los avances “[se] está muy lejos aún de proporcionar a todos lo necesario ”, pero en mejores condiciones de hacer importantes concesiones a una minoría y “ hacer de la desigualdad un aguijón para la mayoría” . (Idem) [150] .

La burocracia “ surge primeramente como órgano burgués de la clase obrera ”, como producto de las necesidades de la sociedad cerrada y cercada por el imperialismo. Pero “ al sobrepasar en mucho su función social necesaria, se transforma en un factor autónomo, así como en fuente de grandes peligros para el organismo social.” La pobreza y el estado inculto de las masas se materializan... bajo las formas amenazadoras del jefe provisto de un poderoso garrote,” En las estrechas fronteras de sus estados nacionales la burocracia se transformó, de servidora de la sociedad, en su dueña ”. (Idem) [151] .

Pero si en vez de haber triunfado Stalín con su programa del socialismo en un solo país, hubiera triunfado la oposición encabezada por Trotsky con su política de desarrollo de la revolución permanente, aun así el fortalecimiento de la dictadura del proletariado se hubiese justificado plenamente, hasta haber derrotado al imperialismo, haber liquidado las fronteras nacionales y permitido la expansión de las fuerzas productivas a nivel mundial. “En términos objetivos: la sociedad soviética actual no puede pasarse sin el estado y aun ‑-en cierta medida-‑ sin la burocracia” . Porque “no son los miserables restos del pasado, sino las poderosas tendencias del presente las que crean esta situación. La justificación del Estado soviético, considerado como mecanismo coercitivo es que el período transitorio actual aún está lleno de contradicciones sociales que en el dominio del consumo ‑-el más familiar y el más sensible para todo el mundo-‑ revisten un carácter extremadamente grave, que amenaza continuamente surgir en el dominio de la producción. Por tanto, la victoria del socialismo no puede llamarse definitiva ni asegurada” (Trotsky, 1936) [152] . (Subrayado en el original).

7.- El Problema del Imperialismo

Los camaradas que redactaron las tesis desconocen completamente la realidad de estos últimos sesenta años. Nos dicen que Marx y Engels “ no pudieron analizar el fenómeno del imperialismo” y que Lenin no pudo ver “ el retroceso de la revolución proletaria en los países avanzados” ni “ la degeneración burocrática del primer estado obrero” . Pero lo que no nos dicen, es qué es lo que les impide a ellos hacer ese análisis. Aunque, según afirman, el marxismo, “ es un pensamiento crítico por excelencia” siguen teniendo la misma perspectiva que nuestros maestros a fines del siglo XIX y comienzos de éste.

Por eso, no hacen otra cosa en su documento que repetir profesoralmente las predicciones de Marx, Lenin y Trotsky y, en general de todos los marxistas ortodoxos hasta 1917. No obstante, lo hacen omitiendo la concepción fundamental subyacente en esos pronósticos.

Este error político obedece a una razón teórica: los autores no le dan ninguna importancia a la existencia del imperialismo. De ahí que en su documento, contra quince formulaciones explícitas sobre la “construcción socialista” sólo aparezca dos veces la palabra imperialismo, jamás se nombre como tal a la contrarrevolución imperialista y se mencione únicamente de pasada el peligro de la intervención militar imperialista, pero siempre para relativizar o minimizar al máximo su importancia. Y esto es más grave aún si tenemos en cuenta para qué menciona esas dos únicas veces al imperialismo. La primera, para decirnos que “ Marx y Engels no pudieron analizar fenómeno del imperialismo ”.  Y la segunda, como argumento contra el stalinismo que “ abusó sistemáticamente de acusaciones calumniosas de colusión con el imperialismo” .

Para nosotros, el surgimiento del imperialismo, con su explotación de los países atrasados, es un fenómeno global que ha afectado el curso de la revolución mundial y que ha originado todas las “anormalidades” no previstas por el marxismo, ni por Lenin y Trotsky. Y es este fenómeno nuevo, precisamente, el causante directo e indirecto de los otros que señala el SU: “el retroceso de la revolución proletaria en los países avanzados” y “la degeneración burocrática del primer estado obrero”, y de muchos otros que el SU no indica y que son tan decisivos como los anteriores. Ellos son: la degeneración de la Segunda y Tercera Internacional, el carácter burocrático de los nuevos estados obreros, así como su aislamiento. Pero sus dos consecuencias más espectaculares han sido, justamente, la aparición de una aristocracia y burocracia obreras por un lado, y el triunfo de la revolución obrera en los países atrasados, por el otro.

A través de su explotación a los países atrasados, el capitalismo en su fase superior, el imperialismo, ha logrado aristocratizar a sectores importantes de la clase obrera y sostener una fuerte clase media en las metrópolis. Dicho de otra manera, ha originado una división de la clase obrera y de los trabajadores de todo el mundo en dos sectores claramente diferenciados y muchas veces antagónicos, uno privilegiado y el otro, el más explotado. El capitalismo, por su fabuloso enriquecimiento y por su dominio económico bajo el imperialismo, se retira de la escena histórica cómo entró: ganando a un sector de la clase enemiga. Así lo hizo con respecto al clero y los señores feudales, en su ascenso y lucha por el poder. Así lo está haciendo ahora con la clase obrera. Y ha sido esta división en las filas obreras la causa social de todos los otros fenómenos.

La otra cara de esta división de la clase obrera es lo que ocurre en los países atrasados. Allí, la penetración imperialista destruye las formas arcaicas de producción, provoca un desarrollo capitalista y al mismo tiempo lo frena y distorsiona. Debido a ello, en los últimos treinta o treinta y cinco años se han producido contradicciones objetivas de una agudez insoportable para la casi totalidad de los trabajadores que llevó a varios países atrasados, aunque dirigidos por la burocracia, a una revolución socialista triunfante. El imperialismo tiene que explotar más a los obreros de una parte del mundo, para poder otorgar las ventajas que les da a los de las metrópolis. Pero con esto, la revolución que alejó de sus puertas, se le coló por los fondos.

Si bien a escala mundial todas estas revoluciones no son más que partes de la revolución socialista contra el imperialismo, por otra parte, es el propio imperialismo el que las provoca destruyendo las formas arcaicas de producción, acelerando el proceso de producción capitalista de los países atrasados y al mismo tiempo, frenando el desarrollo acelerado y constante del mismo desenvolvimiento capitalista de conjunto. Porque el imperialismo no sólo exporta sus capitales y sus mercancías a los países dependientes, sino sus crisis capitalistas, transformando en crisis crónicas las de los países atrasados.

Es así como se produjeron las grandes revoluciones coloniales de esta postguerra que se transformaron en socialistas. Pero estas ventajas de los países atrasados, ni bien se imponen las dictaduras proletarias, se transforman en desventajas. La contradicción más aguda tiene que ver con el estado nacional. La independencia y unificación del estado nacional de un país atrasado es un gran progreso histórico, un triunfo democrático antiimperialista. Le permite a ese país alcanzar rápidamente a los grandes países capitalistas que hace uno, dos, tres siglos, lograron lo mismo. Pero ni bien se logra ese objetivo por medio de la revolución obrera, comienza a ser una rémora, ya que, aunque gobierne el proletariado, el estado nacional no deja de ser una institución burguesa. Progresiva hasta el siglo pasado, progresiva por un momento en relación con el imperialismo, pero en última instancia, regresiva en relación a las necesidades del desarrollo mundial de las fuerzas productivas. Esta conquista democrático burguesa se transforma en una camisa de fuerza impuesta por el régimen capitalista mundial al proletariado de ese país. La gran defensora de esa camisa de fuerza es la aristocracia obrera, que por medio del control del estado nacional tiende a aumentar sus privilegios. Siendo su otro gran defensor el imperialismo, que sabe que el estado nacional atrasado, aunque obrero, le permite maniobrar y seguir dominando la política y economía mundial.

Vayamos a un ejemplo, al análisis de la degeneración de la URSS donde ambos fenómenos se combinan con toda claridad. ¿Qué sucedió con la revolución Rusa? La causa fundamental de su degeneración fue el retroceso de la revolución mundial que permitió que el monopolio del poder haya caído en manos de la aristocracia y burocracia obreras. Debido a esto las diferencias entre la aristocracia y la base obrera en los marcos nacionales de la URSS se han ampliado en relación a los países capitalistas, porque en Rusia esos sectores privilegiados utilizan el dominio estatal para auto privilegiarse. De ahí la posición de Trotsky al reivindicar el poder sólo para la base obrera de la Unión Soviética, al exigir la expulsión de un sector importante de la clase obrera, como lo es la aristocracia y la burocracia, de los soviets revolucionarios. Esta diferenciación en dos sectores del proletariado es tan brutal y antagónica que justifica el llamado a una revolución violenta, política, de un sector obrero, el más miserable, contra otro de la misma clase, el privilegiado. El SU parece no comprender este aspecto de la revolución política. Justamente es tal, porque no es una revolución social de una clase --la obrera‑- contra otra clase ‑-la burguesa-‑, sino de un sector obrero contra otro.

La existencia del imperialismo hace que toda la dinámica de la revolución mundial haya cambiado, ya que la derrota de una burguesía o régimen capitalista nacional, con toda la importancia que tiene, no significa su derrota a escala mundial. Sigue subsistiendo y dominando, lo que significa que sigue planteada la tarea histórica de derrotarlo como la única forma de arrancar de raíz la principal fuente de explotación de clase en el mundo.

8.- Nuestro análisis: Hay dos etapas de la dictadura del proletariado

Transcurridos sesenta años de la Revolución Rusa, podemos ver que lo que se anticipaba como una sola etapa en el tiempo durante la dictadura del proletariado ‑-la construcción socialista, la extinción de las clases y de la propia dictadura-‑ se transformó en dos etapas o tareas históricas bien delimitadas. Una primera etapa , en la cual vivimos des e hace sesenta años, donde la tarea esencial es política, de lucha implacable contra el imperialismo y que exige un fortalecimiento del estado obrero, es decir de la dictadura de clase (que puede ser burocrática o revolucionaria). Y una segunda etapa , posterior a la derrota del imperialismo, donde la tarea fundamental es económica, cultural, de construcción del socialismo y en la que, tal como lo previeron nuestros maestros, el estado se irá extinguiendo, la dictadura del proletariado se irá debilitando y dejando su lugar al florecimiento más completo e inimaginable de las libertades.

En esta primera etapa, los estados obreros viven una aguda contradicción. El imperialismo sigue siendo dominante a nivel de la economía y la política mundiales, y sigue explotando en forma indirecta a la clase obrera de esos países debido a la subsistencia de las fronteras nacionales y a la superioridad antes señalada. Como consecuencia de ello la clase obrera sufre además una opresión por vía directa, como costo de la necesidad de defender al estado obrero y del surgimiento de una burocracia que se queda con un sobreproducto. Esta opresión puede ser coercitiva, para mantener y aumentar los privilegios y la vida parasitaria de los funcionarios, si el régimen es burocrático. Pero también puede ser una entrega voluntaria y democrática de un sobreproducto por parte del proletariado, un sacrificio para pagar los gastos de enfrentamiento al imperialismo, de desarrollo de la revolución socialista nacional e internacional, y a sus funcionarios, si el régimen es democrático revolucionario. En esta etapa, la subsistencia de normas burguesas de distribución está ligada a una opresión basada en razones políticas, funcionales y no en una explotación de clase.

Si según Marx la etapa socialista se caracterizaba por dar a cada cual según su “trabajo”, menos lo que iría al “fondo común”, en la actual etapa -- la primera de la dictadura del proletariado -- se le dará a cada cual según su “salario”, el que le quede de acuerdo al grado de opresión o sacrificio que se imponga. Es decir, tiene que producir un sobreproducto muy importante que arranca a su trabajo y que no vuelve a la clase obrera, no va al “fondo común”, por lo tanto sufre una opresión o un sacrificio. “Por consiguiente, el gobierno del proletariado asume un carácter mezquino, restringido y distorsionado. Se puede decir con toda razón que el proletariado, gobernando, en un país atrasado y aislado, continúa siendo una clase oprimida.” (Trotsky, 1937) [153] .(Subrayado en el original). Esta situación sólo podrá cambiar con la derrota definitiva del imperialismo.

Desde el triunfo de la Revolución Bolchevique la etapa histórica que vivimos es la de la guerra implacable del proletariado de los países adelantados, de las masas coloniales y los estados obreros contra el imperialismo. La construcción de la economía transicional, con toda su importancia, está subordinada a esta lucha. Es por lo tanto, la etapa de transición al socialismo, de transición a “la transición al comunismo”. La política nacionalista, reformista y burocrática de los estados obreros y de los partidos de masas en el mundo es lo que ha permitido, al imperialismo transformar sus derrotas en meros retrocesos y aún contrarrestar y mantener su dominio mundial.

Esta situación plantea, a nivel internacional, una etapa de guerra civil y poder dual entre los estados obreros y las masas proletarias de todo el mundo y el imperialismo. Esta guerra civil y poder dual son latentes a escala de cada país, ya que sólo salen a la luz en los momentos críticos, revolucionarios; pero a escala mundial existe desde 1917. “ La revolución socialista no sólo es posible sino inevitable en cada país. Lo que yo afirmo es que es imposible construir una sociedad socialista en el marco del mundo capitalista.” (Trotsky, 1939 ) [154] . “El imperialismo universal y la marcha triunfal de la revolución social no pueden coexistir”. [155]

La segunda etapa histórica de la dictadura del proletariado, que se iniciará una vez derrotado el imperialismo, será la del comienzo de la construcción de la sociedad socialista, del comienzo de extinción del estado, de transición al comunismo . “ El socialismo significa la igualdad progresiva y la abolición progresiva del Estado ”. Esta sí tendrá las características que señalaban Marx y Lenin antes de la Revolución de Octubre. En este período, aunque cada cual recibirá de acuerdo a su trabajo, aunque sobrevivirán normas de distribución burguesa y existirán muchos resabios del capitalismo, habrá terminado la opresión del hombre y su fuente principal actual: la explotación de la humanidad por el imperialismo. Esta será una etapa de enriquecimiento sistemático de la sociedad y de desarrollo de las fuerzas productivas que se iniciará, ahora sí, desde un nivel más elevado del que tenía el capitalismo. Será este desarrollo superior lo que evitará que existan contradicciones agudas y lo que le dará un carácter reformista y no revolucionario, pues el enfrentamiento de distintas posiciones no será violento.

La construcción del socialismo o la transición al comunismo estará asentada en la movilización permanente de toda la población. Y junto con la desaparición de la explotación irán desapareciendo las clases y el propio estado y surgirán los productores y consumidores socialistas, habitantes con la misma ubicación económica.

Resumiendo entonces, ahora podemos decir que las dos etapas posteriores al capitalismo que hemos manejado desde Marx (transicional y comunista) se transformaron en tres: 1.- la transicional del capitalismo al socialismo , 2.- la socialista o de transición al comunismo , y 3.- la comunista .

9.- Tres programas para la etapa de transición del capitalismo al socialismo

Al comienzo de la revolución, Lenin creía que la coerción a los contrarrevolucionarios sería directamente proporcional a la liberación y autodeterminación democrática de toda la población trabajadora. De ahí partía su concepción programática inicial. Esto era lógico, ya que siguiendo las enseñanzas de Marx, Lenin creía que a unos pocos años comenzaría la construcción socialista. Pero debido a la subsistencia del imperialismo y al aislamiento de la URSS, aún bajo el régimen de Lenin y Trotsky, esos dos aspectos tuvieron un desarrollo desigual y contradictorio. Las medidas dictatoriales, coercitivas, revolucionarias, para defender e imponer la dictadura obrera fueron mucho más necesarias que las libertarías, de autodeterminación democrática de la población y de los trabajadores para comenzar la construcción socialista. Entre lo inmediato ‑-la urgencia de imponer y defender la dictadura y extender la revolución mundial contra el imperialismo‑- y los objetivos de la construcción del socialismo ‑-la ampliación de la democracia directa, las libertades democráticas y la extinción del estado‑- se produjo un hiato, una brecha, que luego se fue ampliando cada vez más.

El programa de la democracia directa y la extinción inmediata del estado proletario, desde el inicio mismo de la revolución, quedó como la norma a lograr, como una tendencia, esbozada en elementos que se combinan con las otras necesidades urgentes de la dictadura. Es que, mientras el capitalismo siga siendo dominante a escala mundial, lo que implica el peligro permanente de contrarrevolución imperialista, las enseñanzas de la Revolución Rusa nos dicen claramente que las tareas inmediatas de cualquier dictadura del proletariado ‑-sea burocrática o democrática revolucionaria-‑ no pueden ser otras que la coerción de sus enemigos como la única forma de resistir la contrarrevolución imperialista, imponer la dictadura y desarrollar la revolución socialista mundial. Sólo el logro de estos objetivos inmediatos nos permitirá, una vez lograda la derrota histórica del capitalismo, comenzar a encarar plenamente las tareas programáticas de extinción del Estado, y de obtención de la democracia y libertades más completas para todos los habitantes, que comenzarán a construir por fin el socialismo.

Durante estos últimos sesenta años podemos ver que, de hecho, hay tres orientaciones distintas, tres programas para esta etapa de transición del capitalismo al socialismo.

El stalinismo, el nacional‑comunismo, generalizó y dio características históricas a las necesidades inmediatas (la supresión de las fracciones en el partido comunista, el monopolio del poder, el unipartidismo y la represión), transformándolas en normas absolutas y generales para toda la etapa. De esa manera trata de justificar la represión burocrática al movimiento de masas y la opresión de la clase obrera en beneficio de una casta privilegiada dentro del estado obrero y del propio imperialismo mundial.

Ese “programa” es el justificativo burocrático para impedir que en los estados obreros se den cada vez más libertades científicas, artísticas, culturales de todo tipo, de prensa, de opinión, y por último políticas, para poder así controlar, disminuir y frenar la opresión que sufre la clase obrera. Es el programa de la burocracia de coexistencia permanente con el imperialismo, de mantenimiento de las fronteras y de freno al desarrollo de la revolución mundial, que, en última instancia, va contra la propia dictadura del proletariado.

La mayoría del SU , por su parte, con su típico enfoque profesoral, formal, confunde esta etapa de transición al socialismo, de guerra a muerte con el imperialismo, con la otra, la de la construcción socialista. Lo que en este período no puede ser otra cosa que un objetivo, una tendencia, una norma mediata, el SU lo transforma en su programa sin tomar en cuenta lo concreto, lo inmediato, en lo cual los aspectos de represión, coerción y fortalecimiento de la dictadura no pueden ser dejados de lado. De esta confusión surge un programa máximo de construcción del socialismo, de comienzo de la extinción del estado, de otorgamiento de las libertades más absolutas para toda la población, incluida la contrarrevolucionaria. Y como siempre sucede con los programas superdemocráticos, máximos, libertarios, cuando hay una lucha mortal entablada entre clases enemigas, sirven a los explotadores.

Como trotskistas consecuentes opinamos que, en esta etapa de transición del capitalismo al socialismo, el único programa que se puede oponer al burocrático reformista es... un programa de transición y no el programa máximo del SU. Y, consecuentes con el método de Trotsky, tenemos que decir que ese programa no puede ser otro que la combinación de todos los elementos socialistas que se puedan incorporar a las tareas inmediatas que nos plantea el fortalecimiento de la dictadura del proletariado. Una dictadura revolucionaria trotskista tenderá siempre a otorgar más y más libertades y, aun en los momentos de mayor necesidad del empleo de la fuerza y de las medidas coercitivas, otorgará amplias libertades a los científicos y a los artistas, así como a los revolucionarios.

El programa trotskista es realista y busca llegar lo antes posible al inicio de la verdadera construcción socialista. Por eso está obligado a levantar un programa transitorio que combine, incluso contradictoriamente, una multiplicidad de tareas. Ni bien la clase obrera tome el poder tiene que combinar y armonizar dos tareas disímiles: continuar la lucha revolucionaria contra el imperialismo mundial y comenzar a desarrollar los elementos de una nueva economía y una nueva sociedad, superiores al capitalismo. A su vez, estas tareas exigen una combinación altamente contradictoria de instituciones y tareas. Si es un país atrasado, se impone combinar medidas directamente democrático burguesas con socialistas. Y, sea o no atrasado, mientras se mantengan las fronteras nacionales y el imperialismo siga siendo dominante, se tienen que combinar leyes económicas e instituciones políticas burguesas con transicionales. Por ejemplo, en el terreno económico eso significa la combinación de una distribución burguesa de los productos de consumo con el pago de un salario (basado en una cierta opresión de los trabajadores) con la industria y el comercio exterior nacionalizado y la planificación estatal. Es decir que existe una aplicación de la ley del valor en la fijación del precio de la mercancía y en el mantenimiento de una moneda estable, y subsiste un sobreproducto que no va al “fondo común”, que se le quita al trabajador para fijar los jornales, junto con la planificación y las relaciones de producción no capitalistas. Y en el terreno político social seguramente habrá que combinar los esfuerzos más espléndidos para fortificar la dictadura del proletariado industrial y para desarrollar la revolución socialista nacional e internacional con posibles concesiones a técnicos burgueses, e inclusive al imperialismo, y con la imperiosa necesidad de acuerdos con el campesinado y la clase media urbana. En la cuestión superestructural de las instituciones, habrá que combinar aparatos y sectores característicos de la burguesía, como las burocracias estatales, el ejército y la policía como aparatos especializados, con el aliento y desarrollo de la intervención de las masas y la clase obrera en sus horas libres o por rotación en la administración del estado, a fin de ir eliminando a la burocracia especializada y sus aparatos. Algo parecido ocurrirá con el desarrollo de la milicia obrera y popular, el armamento de los trabajadores, que subsistirá junto con un ejército revolucionario regular. Es decir, que habrá que combinar órganos típicos del aparato burgués con los específicos y dominantes del proletariado industrial y sus aliados (los soviets), que apunten, como tendencia, a la destrucción del propio Estado y de aquellos aparatos burocráticos burgueses. Parecido problema se plantea con respecto a la relación entre la democracia directa e indirecta. En esta primera etapa, la dictadura del proletariado tiene que llevar a cabo una combinación altamente contradictoria entre esos dos tipos de democracia. Pero desde ningún punto de vista puede eliminar la democracia indirecta. El mejor ejemplo de ello es que siguen subsistiendo los partidos políticos, la máxima expresión de la democracia indirecta.

La dictadura revolucionaria del proletariado deberá tener un programa, como el de Lenin y Trotsky, de severos controles obreros democrático revolucionarios sobre las tareas y aparatos burgueses, así como sobre las medidas coercitivas de “fortalecimiento de las funciones del estado” proletario. Es decir, combinar distintos métodos y tareas en su desarrollo. En toda esta primera etapa, la combinación de esas actividades, tendencias, leyes y aparatos estará determinada por las necesidades revolucionarias, por el grado de atraso en el desarrollo de las fuerzas productivas, por el peso de la clase obrera, por el avance en la economía de transición y, principalmente, por las relaciones entre la contrarrevolución imperialista y la revolución socialista mundial.

El programa de transición adquiere una magnitud mucho más importante en los comienzos de la dictadura del proletariado que bajo el dominio capitalista. La resolución del SU lo abandona para dictar un programa máximo.

Para definir el carácter ‑-burocrático o revolucionario democrático-‑ de una dictadura obrera se requiere, como siempre, definir la tendencia, el elemento dominante en la dinámica de esas combinaciones. ¿Hacia el otorgamiento creciente de libertades, hacia el socialismo, hacia la democracia directa, la supresión del estado y, fundamentalmente, hacia el desarrollo y triunfo de la revolución socialista mundial? ¿Hacia una nueva explotación capitalista imperialista? ¿Hacia la búsqueda de un equilibrio, inestable y burocrático, entre ambas tendencias que necesariamente se irá a romper en beneficio de alguna de ellas?

X.- Trotskismo y trotskismo vulgar.
Resumen de nuestras diferencias

1.- Trotskismo vulgar (algunas consideraciones teóricas y de método)

El método del documento del SU es la negación del marxismo. Su razonamiento está basado en vulgaridades unidas rectilíneamente por silogismos y el principio de identidad; se apoya en el sentido común y no en la dialéctica.

En lo que respecta a la dictadura no se señalan contradicciones. Ninguna de sus características o tendencias están relativizadas; todo es absoluto, idéntico a sí mismo; no hay excepciones ni condicionamientos. Formula un programa que es el mismo para todos los países, en todos los tiempos, desde su inicio. “Libertad política ilimitada” (y para Mandel, con “voto universal”) y pretende que el mismo código penal, libérrimo y superdemocrático, sirva para todas las guerras civiles.

Sabemos, al menos desde Heráclito, que todo es relativo, “limitado”, mediado, excepto los cambios y las contradicciones. Para el SU todo es absoluto, menos la existencia del movimiento y sus contradicciones. Por eso podrá haber “libertad política ilimitada”, es decir, no condicionada por nada ni por nadie. Ni la lucha de clases ni las perentorias necesidades de la guerra civil podrán atentar contra el código penal del SU. ¡Qué se hunda la dictadura y se pierda la guerra civil si es necesario, pero que se salve nuestro código penal y nuestro programa de “libertad política ilimitada”! parece gritarnos la resolución.

Este predominio de lo absoluto y esta ausencia de dialéctica, que terminan por ocultar las contradicciones de la realidad, no le sirven al SU para evitar las serias contradicciones ‑-no precisamente dialécticas-‑ en las que incurre en esta resolución. Más bien lo llevan a ellas. Esto resulta particular y peligrosamente claro cuando manifiesta sus preocupaciones ‑-por cierto dignas de respeto-‑ acerca de cómo evitar los abusos y la degeneración burocrática, quién garantiza que una persona o tendencia acusada de burguesa o contrarrevolucionaria lo sea. ¿El stalinismo no ha utilizado, acaso, las denuncias del peligro de la contrarrevolución imperialista para justificar su dictadura represiva del movimiento obrero y de los trabajadores? ¿Cómo combatir esa política stalinista? Aquí es necesario tocar dos aspectos. El primero, el más visible, es que precisamente en ese punto, y únicamente en él, es donde se rompe la secuencia que domina todo el resto de la resolución. Lo único que el SU no puede determinar con certeza es quiénes son los revolucionarios y quiénes los contrarrevolucionarios una vez que el proletariado haya tomado el poder. “Si se dice que sólo los partidos y organizaciones que no tienen programa o ideología burgueses (¿y pequeño burgueses?) o que no están ‘comprometidos con la propaganda y/o la agitación antisocialista y antisoviética’ pueden ser legalizados, ¿por dónde se va a trazar la línea de demarcación?” “¿ Cuál es la línea de demarcación entre el “programa burgués” y “la ideología reformista?”. Cuando se trata de definir “por dónde se va a trazar la línea de demarcación”, para el SU todas son dudas y su documento abandona el terreno de lo absoluto para sumergirse en un relativismo total.

El segundo aspecto del problema: ¿Cómo sale el SU de esa situación? ¡Sencillísimo! Dándole a sus preocupaciones una solución jurídica, normativa, retornando nuevamente el carácter absoluto y abstracto que nada tiene que ver con la lucha de clases: “libertad política ilimitada” para todo el mundo y el código penal más liberal de la historia frente a la guerra civil. Como vemos, a nuestros camaradas, que por un instante llegaron a dudar de todo, lo único que no se les ocurrió, en ningún momento, fue cuestionar si, existiendo desde un principio “libertades políticas ilimitadas” para todo el mundo será posible mantener el poder siempre en las manos de los trabajadores.

Esas garantías absolutas de tipo jurídico no sirven para nada, ni jamás servirán. Las normas absolutas de la mayoría del SU, de la más absoluta democracia para los partidos capitalistas y reaccionarios, de los códigos penales y constituciones superdemocráticos para juzgar a los contrarrevolucionarios alzados en armas contra el poder obrero, no sirven más que a la burguesía y a la contrarrevolución en su afán de combatir a la burocracia. La única garantía para los trotskistas radica en el desarrollo de la lucha de clases y en la movilización permanente de los trabajadores. Como en cualquier sindicato, a los abusos burocráticos sólo se puede oponer la movilización obrera. No hay estatuto que valga para impedir las maniobras y abusos burocráticos, sólo derrotables por la movilización.

En toda esta cuestión hay una serie de aspectos teóricos y de método que la mayoría del SU parece ignorar. La dictadura revolucionaria del proletariado no es ajena a una serie de leyes dialécticas como la relación entre fines y medios, entre el todo y las partes, y entre necesidad y libertad.

El fin de la dictadura revolucionaria del proletariado no es otorgarle “libertades políticas ilimitadas” a los contrarrevolucionarios, como se desprende de la resolución del SU, aunque ese planteo se cobije bajo el manto de las libertades para todo el mundo, sino aplastar a los contrarrevolucionarios y desarrollar la revolución socialista a escala nacional e internacional. Las libertades que se otorguen son medios, muy importantes, pero medios al fin, que están supeditados al fin último de imponer la revolución y destrozar a la contrarrevolución. Entonces entre los fines revolucionarios y los medios, la democracia y las libertades, se establece una relación muy contradictoria, que hay que reconocer y tratar de dominar, pero que no se puede eludir. La mayoría del SU elimina de su programa esa contradicción; jamás habla de que los fines revolucionarios obligan necesariamente a recortar las libertades democráticas.

Algo parecido ocurre con la famosa ley que el marxismo heredó de Hegel por la cual “la libertad es conciencia de necesidad”. Como nos enseña Trotsky, esta ley fundamental de la dialéctica explica que la libertad absoluta no existe; que por el contrario, toda libertad significa la comprensión, aceptación y desarrollo de las necesidades. Alguien que sabe de la necesidad provocada por la sed bebe concientemente las bebidas que mejor le pueden hacer al organismo, y esa es la única libertad real y humana. Ningún hombre normal practicaría la libertad ridícula y absoluta de tomar cualquier clase de líquido para calmar la sed, para demostrar que es libre. Esa sería la libertad de un demente. La dictadura revolucionaria del proletariado, como una huelga o toda lucha obrera, no ignora o no debe ignorar esa relación dialéctica entre libertad y necesidad. Ningún marxista que se precie de tal va a plantear una “libertad política ilimitada” para todos, especialmente para los contrarrevolucionarios, sin tomar en cuenta el otro polo fundamental de la relación: las necesidades urgentes de la dictadura revolucionaria del proletariado. Se otorgarán aquellas libertades que tomen en cuenta (hagan conscientes) las necesidades urgentes de la dictadura. Toda libertad que no establezca ese vínculo con las necesidades revolucionarias sería como la libertad del loco que toma orines o agua estancada para demostrar que es libre.

Y, por último, la dictadura revolucionaria del proletariado está sometida a la ley marxista de que el todo supedita y condiciona a las partes, sin negar que la parte en determinados momentos puede revolucionar o superar al todo. Eso significa que la dictadura revolucionaria obrera supedita y condiciona a las partes (los obreros como individuos, los sectores de la clase, etc).

Estas tres leyes de la dialéctica que se aplican a la dictadura obrera las podemos combinar para formular otra, mucho más general: la utilización de los medios y la libertad de las partes (individuos, tendencias y sectores obreros) están condicionados al fin de defender y desarrollar la revolución socialista, a la necesidad imperiosa de derrotar a la contrarrevolución burguesa e imperialista y de imponer la dictadura revolucionaria del proletariado. En síntesis: pueden aspirar a la democracia y libertades más generales solamente aquellos sectores que aceptan y reconocen la imperiosa necesidad de defender la dictadura revolucionaria y derrotar a la contrarrevolución.

Pero el SU prefiere no complicarse con la dialéctica; su forma de razonar es muy simple: toma categorías ‑-socialismo, democracia y dictadura del proletariado-‑ les pone atributos similares y las identifica a escala histórica. Socialismo y democracia significan ambos “libertades ilimitadas” para todos los habitantes y una nueva civilización con un código penal muy superior a todo lo conocido por las sociedades bárbaras de clase. Ergo, hablar de socialismo es para nuestros camaradas lo mismo que hablar de democracia absoluta. Como la “dictadura del proletariado “es condición necesaria para el surgimiento de una “democracia socialista”, “ Democracia Socialista y Dictadura del Proletariado ” ‑-como se titula su resolución-‑, son idénticas, y es precisamente esa identidad lo que se trata de demostrar en todo el documento del SU.

Pero toda la concepción marxista en este siglo se asienta justamente en el descubrimiento teórico de que la “democracia socialista” es una categoría opuesta, contradictoria a la de “dictadura del proletariado”. Son dialécticamente opuestos e históricamente relacionados. La dictadura obrera engendrará a su opuesto, la “democracia socialista”, como la semilla engendra la planta, negándose a sí misma. Pero que una categoría engendre a su opuesta no quiere decir que sean idénticas, como sostiene el SU.

El error de identificar la “democracia socialista” con la “dictadura del proletariado” se extiende a la manía de manejar únicamente el principio de identidad: “democracia soviética” es “democracia socialista”, con solo una diferencia de aditamentos.

En éstos, como en otros tantos conceptos, el SU recae en el stalinismo. Fue justamente Stalin quien afirmó lo mismo en 1936 . Al tratar de definir a la URSS dijo lo siguiente: “ la organización social que hemos creado, llámese soviética o socialista no está completamente terminada, pero en el fondo es una organización socialista de la sociedad ”. Esta afirmación de Stalin, que ponía ‑-como el SU‑- un signo igual entre “soviética y socialista” (el SU le agrega democracia pero identifica también los mismos términos), fue criticada por Trotsky con los mismos argumentos que utilizamos para criticar la resolución: “la organización social es calificada de “soviética socialista”. Pero los soviets representan una forma de estado y el socialismo es un régimen social. Lejos de ser idénticos, estos términos, del punto de vista que nos ocupa, son opuestos: los soviets deben desaparecer a medida que la organización social se haga socialista, así como los andamios se retiran cuando la construcción está terminada” (Trotsky, 1936) [156] .

El SU comete todos estos errores porque es incapaz de comprender que la dictadura del proletariado es una etapa de transición que combina los viejos métodos bárbaros de la sociedad de clase, de la opresión clasista y revolucionaria, con los objetivos de la liberación humana. Dicho de otro modo, se ve obligado a utilizar métodos bárbaros de coerción, represión a sectores de la sociedad, los agrupados política y socialmente en la contrarrevolución, para abrir el camino a una sociedad humana, socialista, sin coerción ni represión.

Los autores de la resolución no han entendido a Trotsky ni, en general, al marxismo. Trotsky nos enseñé que el régimen socialista o comunista futuro con libertad ¡limitada para todos es “otra cosa” completamente diferente al “régimen transitorio”. La dictadura expresa la barbarie pasada y no la cultura futura. Impone necesariamente rudas restricciones a todas las actividades, comprendida la actividad espiritual. El programa de la revolución veía en ello, desde el principio, un mal necesario, y se proponía alejar poco a poco, a medida que el nuevo régimen se consolidara, todas las restricciones a la libertad .” (Idem) [157] .

La dictadura del proletariado, ese régimen bárbaro no puede dar “libertad política ilimitada” desde un principio, como dice el SU. Sino que, por el contrario, deberá aplicar “rudas restricciones a todas las actividades” para “alejar poco a poco... todas las restricciones a la libertad”.

2.- Resumen de nuestras diferencias

No es extraño, entonces, que semejante metodología tan ajena al marxismo ‑-y de la que hace gala la mayoría del SU en su documento -‑ sea el soporte de una sistemática revisión del trotskismo.

Para que no queden dudas de esta afirmación, y al mismo tiempo, para que cada militante o simpatizante sepa a qué atenerse, es necesario, antes de terminar nuestro trabajo, resumir y enumerar las diferencias prácticamente totales que mantenemos con los compañeros del SU. Según hemos tratado de explicar en nuestro documento esas diferencias de principio son las siguientes:

1. La primera y principal diferencia es nada menos que sobre el método del programa de transición. Ese método se caracteriza por ser una combinación sistemática de tareas diferentes que responden a las distintas situaciones concretas por las que pasa la lucha de clases a escala nacional e internacional. Esa es la razón por la cual el programa transicional jamás gira alrededor de una sola consigna, tarea o método, sino que es siempre una combinación dinámica, cambiante, un sistema de tareas que se va modificando con la situación concreta. Es la encarnación de la ley del desarrollo desigual y combinado; es un programa que se mueve tanto como la realidad; es dinámico y sistemático.

Por eso, el programa de transición, tanto como la teoría de la revolución permanente o la del desarrollo desigual y combinado, son atacados desde dos frentes: el burocrático‑oportunista, que solamente lucha por tareas mínimas o democráticas con métodos de presión; y el ultra izquierdista que sólo plantea tareas máximas como las únicas inmediatas y abandona a su suerte las otras; preconizando siempre los métodos más extremos, (huelga general, guerrillas, etc.).

A sí como jamás históricamente se dan dos situaciones concretas iguales tampoco hay dos programas de transición idénticos para dos etapas o dos países. La unidad de los programas está dada por el objetivo de desarrollar la movilización permanente de los trabajadores, la toma del poder por el proletariado dirigido por los partidos trotskistas a través de una revolución obrera y el desarrollo de la revolución socialista nacional e internacional. Sacando esos objetivos históricos, que son los de la teoría de la revolución permanente, los programas cambian de un país a otro y de un momento a otro de la lucha de clases. El SU en su documento, al darnos un programa estricto e idéntico para todos los países del mundo: “libertades políticas ilimitadas” para los partidos contrarrevolucionarios, está negando el método del programa de transición tanto como el stalinismo que preconiza el unipartidismo. Un verdadero trotskista no se casa con ninguna consigna absoluta ya que por eso tiene el método del programa de transición, que lo obliga a modificar, sistematizar, mediatizar y relativizar las consignas de acuerdo a la situación concreta de cada etapa de la lucha de clases. Si decimos, como el SU, que desde los primeros días de la dictadura del proletariado, si no hay guerra civil, les daremos las más amplias libertades a los partidos contrarrevolucionarios, estamos reemplazando el programa de transición por un programa máximo de libertades democráticas que no sabemos si se ajustará a las distintas etapas de la lucha de clases. De consignas “episódicas e incidentales” se transforman en absolutas y permanentes, no relativizadas a las necesidades de la lucha de clases y a la defensa de la dictadura del proletariado.

2. Este atentado al método del programa de transición obliga a la mayoría del SU, aunque no lo diga, a cuestionar la teoría de la revolución permanente. Al fijarse para todos los países del mundo exactamente el mismo programa, pluripartidismo absoluto, libertades totales para los partidos contrarrevolucionarios y aplicación estricta de un código penal libérrimo e inviolable cuando los contrarrevolucionarios inician la guerra civil, el SU no sólo tira abajo el método del programa de transición. También niega el concepto más importante de la teoría de la revolución permanente, que sostiene que no hay norma programática, constitucional, penal, ni institución fija, inamovible y absoluta, a la cual tenga que supeditarse o constreñirse la movilización permanente de los trabajadores. La teoría de Marx y Trotsky es justamente la opuesta: la movilización permanente de los trabajadores no se detiene ante ninguna norma o institución de cualquier tipo que fuere; por el contrario hace saltar todas las normas e instituciones por los aires.

3. De esta modificación sustancial de la teoría de la revolución permanente surgen otras dos revisiones de extrema gravedad.

La primera es el abandono de la revolución socialista internacional contra el imperialismo y de la dictadura proletaria a escala mundial como la única premisa válida de construcción del socialismo, que será a escala de todo el orbe o no será. La resolución gira alrededor de una revolución y construcción socialista nacional en lucha contra un capitalismo del mismo signo, que imponen y desarrollan dictaduras proletarias que construyen el socialismo dentro de fronteras nacionales. Nada demuestra mejor esta caída en la teoría stalinista de “construcción del socialismo en un solo país” que la eliminación del vocabulario de la resolución de conceptos trotskistas imprescindibles como “imperialismo”, “revolución socialista internacional”, “contrarrevolución imperialista”, “dictadura del proletariado mundial”, “liquidación de todas las fronteras nacionales como el prerrequisito indispensable para la construcción socialista”.

4. La segunda es el olvido, la subestimación, del papel decisivo de la Cuarta Internacional, tanto antes como después de la toma del poder, en el proceso de llevar a cabo la revolución socialista internacional contra el imperialismo.

El imprescindible papel de nuestra Internacional y de todos los partidos trotskistas o trotskizantes que a través de una lucha implacable contra los partidos socialdemócratas y stalinistas logren imponer las dictaduras revolucionarias del proletariado, es ocupado en la resolución por soviets y misteriosos partidos soviéticos, que toman el poder y desarrollan la dictadura del proletariado. Se revisa así la teoría leninista, enriquecida y complementada por Trotsky, que afirma que el único organismo que puede llevar a cabo una revolución social en los países capitalistas y una revolución política en los estados obreros, que desemboque en una dictadura revolucionaria del proletariado, es un partido bolchevique, siendo --por lo tanto -‑ nuestra Internacional, la única organización que puede dirigir la revolución socialista internacional contra el imperialismo.

5. No se señala como eje cardinal de la política trotskista la lucha sistemática contra el imperialismo, como la única forma válida de poder comenzar la construcción socialista, después de que haya sido derrotado. El imperialismo no existe para la resolución ni como política, ni como contrarrevolución, democracia, economía ni como nada.

6. Al no comprender que después de la toma del poder el proletariado debe encarar la lucha contra el imperialismo, es decir, que se intensifica la lucha de clases, el SU recae en la teoría de la construcción del socialismo en un solo país. Debido a ello la resolución no delimita las dos etapas de la dictadura del proletariado: la primera, de revolución socialista a escala mundial, de derrocamiento del imperialismo y de fortalecimiento del gobierno obrero; y una segunda etapa, de construcción socialista y de debilitamiento de la dictadura cuando el imperialismo haya sido derrotado. Tampoco se señala que en la primera etapa el desarrollo de la revolución socialista se combina con tareas de construcción socialista. El SU todo lo disuelve en la tarea de construir el socialismo en un país y se olvida de la revolución socialista internacional.

7. Al ignorar el mortal enfrentamiento con el imperialismo, el SU todo lo enmarca en la perspectiva de desarrollo pacifico de la revolución en las próximas décadas, contraponiéndolo a la perspectiva de una época de “guerras, revoluciones, crisis” cada vez más aguda, como ha vaticinado el marxismo revolucionario.

8. No se orienta al trotskismo para que cumpla con una de sus obligaciones políticas más importantes: ser la vanguardia en la lucha armada que deberá enfrentar a la contrarrevolución imperialista antes y después de la toma del poder. De ahí el abandono del terror rojo.

Se revisa totalmente la concepción leninista-trotskista de la insurrección armada del proletariado que, debiendo ser preparada y dirigida por un partido bolchevique, es la única forma de lograr la dictadura revolucionaria del proletariado. En lugar de la insurrección armada, se presenta una revolución socialista abstracta y pacífica, sin lucha armada previa y durante la toma del poder, acaudillada por soviets con dirigentes sin nombre, que se adueñan del gobierno gracias a los efectos de demostración y pedagógicos de las bondades de la democracia obrera más absoluta.

9. En su afán de defender la vía pacifica debe ser la primera vez que en un documento marxista dedicado a la dictadura del proletariado y la guerra civil, no se toma como principal analogía las etapas de Cromwell y Robespierre. Por el contrario se toma como ejemplos, aunque sin dar sus nombres, a los tratadistas burgueses de derecho penal como la máxima expresión de la política proletaria en tiempos de guerra civil. Esto lleva al SU a querer constreñir el juzgamiento de los contrarrevolucionarios que se levanten en armas contra el poder obrero, y la guerra civil, a un libérrimo código penal que prohíbe recurrir a los conceptos de “delincuencia retroactiva” y de “responsabilidad de grupos sociales, etc.”, en lugar de la política marxista revolucionaria de coerción y juzgamiento por razones políticas y sociales, dando rienda suelta a la iniciativa de las masas.

10. Se opone a la definición leninista y trotskista de dictadura revolucionaria del proletariado, como un régimen basado en la fuerza, para enfrentar a la contrarrevolución en una guerra frontal contra ella, para defender la “libertad política ilimitada” para los contrarrevolucionarios.

11. Se modifica la concepción de Lenin y Trotsky de los Soviets y de la dictadura, como organizaciones de los luchadores y revolucionarios, y del proletariado industrial, para definirlos como órganos estatales donde entra toda la población, incluida la contrarrevolucionaria.

12. Se abandona por completo la propaganda de defensa de los Estados y Dictaduras obreras existentes ‑-infinitamente más progresiva que la democracia burguesa -‑ para afirmar, capitulando ante la opinión pública democrático burguesa, que la “democracia proletaria” en la China de Mao ha sido igual a la existente en la China de Chiang Kai‑Shek y que en Vietnam ocurrió lo mismo: la democracia obrera bajo la ocupación francesa y yanqui era la misma que existe actualmente bajo la dictadura proletaria. No conforme con ello, se afirma que hay más “derechos democráticos” en los países imperialistas que en los Estados Obreros deformados y degenerados.

13. Se abandona el programa trotskista de Revolución Política en la URSS y los estados obreros burocratizados, que defiende el pluripartidismo únicamente para los partidos soviéticos, es decir, los partidos que el Soviet haya resuelto por mayoría legalizar; a cambio de ello, propone darle a todos los partidos, incluidos los contrarrevolucionarios, la más absoluta libertad y legalidad política.

14. Se deja definitivamente de lado, y como una consecuencia más del hecho de ignorar al imperialismo, la definición leninista de la democracia burguesa como democracia imperialista para recaer en la definición ultra izquierdista de la democracia burguesa en general, categoría que confunde o iguala la democracia de los países imperialistas con la de los países coloniales y semicoloniales.

15. Se abandona, para antes de la conquista del poder, la combinación de tareas e instituciones democrático burguesas y obreras en la movilización y revolución proletaria en lucha contra la contrarrevolución imperialista, característica del trotskismo, para levantar la posición ultra izquierdista de la defensa de las instituciones y tareas obreras exclusivamente.

16. Se abandona la definición marxista de los partidos políticos como representantes de clases o sectores de clases, para dar una definición de tipo demográfico y racionalista.

17. Se tira a la basura la teoría de la Internacional Comunista y del trotskismo, que sostiene que los partidos obreros se dividen esencialmente en dos tipos: los oportunistas y reformistas, representantes de sectores burocráticos y privilegiados del movimiento obrero, agentes directos o indirectos del imperialismo por un lado; y los trotskistas, los únicos partidos obreros auténticamente internacionalistas y revolucionarios, por el otro. En su lugar, se abre un abanico indeterminado de partidos obreros de sexo indefinido. Al no precisar tajantemente esos dos polos políticos del movimiento obrero, se pierde toda posibilidad de caracterizar correctamente a las organizaciones ultra izquierdistas y centristas, a las que definimos como progresivas si se orientan hacia el trotskismo y regresivas si se inclinan hacia los partidos obreros contrarrevolucionarios.

18. Se cae así en una resolución que enmascara el siniestro papel contrarrevolucionario de los partidos socialdemócratas y stalinistas, tanto en la actualidad como en las primeras etapas de la dictadura revolucionaria del proletariado. Como consecuencia de ello no se prepara a nuestros partidos para la batalla frontal, en todos los terrenos, con las burocracias contrarrevolucionarias. Y este hecho resulta tanto más grave cuanto que esa lucha se producirá inexorablemente y es la más importante que debemos realizar en el seno del movimiento obrero.

19. Se tira por la borda el método dialéctico al preconizar normas e instituciones absolutas en lugar de relativizarlas a los fines y necesidades de la dictadura revolucionaria del proletariado y al desarrollo de la revolución socialista internacional contra el imperialismo. Así, se desechan las leyes fundamentales de la dialéctica marxista en lo que hace a las relaciones contradictorias entre fines y medios, necesidad y libertad, todo y partes, forma y contenido. En su lugar, se utiliza un método formal, donde todo es consecuencia del desarrollo de las libertades y, derechos más absolutos para todo el mundo, sin ninguna relación con los fines y necesidades de la dictadura proletaria.

20. Se cuestiona, sin decirlo abiertamente, toda la política que aplicaron Lenin y Trotsky en el poder, ya que ellos hicieron todo lo contrario de lo que la resolución prescribe como norma obligatoria para la dictadura del proletariado.

21. Se reniega en los hechos, de la política que levantó Trotsky para la URSS hasta 1934. El eje de esa política era la defensa incondicional del monopolio del poder estatal por el partido comunista, el régimen unipartidista y la ilegalidad de mencheviques y social revolucionarios. Contra esta posición histórica de Trotsky y los trotskistas, la resolución sostiene que siempre, en todo momento, bajo la dictadura del proletariado debe regir un sistema pluripartidista. La única excepción aceptada ‑-para las épocas de guerra civil -‑ debe estar reglamentada por un estricto y libérrimo, código penal.

3.- Las siete características esenciales de la dictadura revolucionaria del proletariado

La concepción de tipo jurídico, formal, que caracteriza a las tesis lleva a que en ninguna parte se señale cuál es el contenido de la dictadura del proletariado, su función. ¿Para qué la queremos? O, más precisamente, ¿la necesitamos?

Para el SU, después de la toma del poder, desaparece la movilización y revolución permanente como el objetivo supremo. Es así como los autores de la resolución dibujan una dictadura del proletariado sin un objetivo político preciso y determinante. Para ellos lo más importante es el mecanismo automático de la democracia más absoluta de tipo soviético, las tareas defensivas de “impedir que se restablezca la propiedad privada” y el objetivo, reiterado sistemáticamente de “construcción socialista”. Ni una vez dice el SU que hay que seguir luchando por la revolución socialista internacional contra el imperialismo.

Nosotros sostenemos con toda claridad que la dictadura revolucionaria del proletariado es la organización y el dominio del estado por parte de la clase obrera para seguir desarrollando la revolución socialista nacional e internacional. Para eso la queremos y la necesitamos; para desarrollar la movilización permanente de los trabajadores hasta el triunfo de la revolución socialista a escala de todo el orbe.

Con base en todo lo que hemos dicho, podemos resumir muy brevemente las siete características esenciales de la dictadura revolucionaria del proletariado y, que para nosotros surgen de este objetivo y de las críticas que hemos efectuado:

1. La dictadura revolucionaria del proletariado, acaudillada por un partido trotskista o trotskizante, en su primera etapa de enfrentamiento con la contrarrevolución imperialista tiene como tarea principal impulsar la revolución a escala mundial contra el imperialismo. Con esta tarea principal se combina y a ella está subordinada la tarea de sentar las bases del socialismo con la planificación de la economía, un impetuoso desarrollo de las fuerzas productivas y del consumo de las masas, por medio de los soviets, el control obrero y/o cualquier otra forma de autoorganización de los obreros y las masas, la que educa a las masas en la gestión de la nueva sociedad y en la movilización permanente contra el imperialismo y la influencia de los explotadores.

2. Esta autoorganización arranca de la estructura económica, productiva; tiene como eje las fábricas más grandes y modernas y el proletariado industrial, sin ningún carácter territorial o popular en su organización básica.

3. No es de todo el proletariado, ni de todas las masas trabajadoras sino de la mayoría de los proletarios y los trabajadores que se movilizan para impulsar la revolución y los soviets revolucionarios.

4. Impera la más estricta disciplina de clase, que impone deberes y obligaciones severas, a tal punto que aquellos que no acaten, aunque sean obreros, serán reprimidos para obligarlos a cumplir las resoluciones del poder obrero.

5. Tiene a su frente un partido marxista revolucionario internacionalista, que está dispuesto a todo a fin de lograr el triunfo de la revolución mundial. En ese sentido podemos decir que tiene que ser un partido trotskista o trotskizante.

6. Existe la más amplia democracia sólo para el proletariado industrial y los trabajadores revolucionarios, es decir, para todos los que acatan y luchan por las resoluciones que adopta la clase obrera revolucionaria en el poder. Sólo esos sectores tienen el derecho más absoluto, como obreros o trabajadores individuales, a criticar en todos los organismos y reuniones del movimiento obrero y revolucionario cualquier resolución política sin que se los pueda coartar o reprimir. Este derecho individual de todo obrero o trabajador revolucionario es absoluto y total. Dependerá de la situación de la dictadura obrera que ese derecho individual absoluto se transforme en derecho de tendencia, o en pluripartidismo revolucionario o soviético, aunque el principio general programático es el del pluripartidismo soviético, lo que significa que el soviet revolucionario es quien legaliza o ilegaliza por mayoría los partidos que reclaman su legalidad.

7. Las seis características anteriores no significan bajo ningún concepto que siempre y en todo momento los opositores, burgueses y obreros, de la dictadura revolucionaria del proletariado serán reprimidos o se les aplicarán medidas coercitivas. La tendencia opuesta es la verdadera: sin que siente precedentes, ni sea un  “imperativo categórico”, la dictadura revolucionaría del proletariado tenderá a dar las más amplias libertades de prensa, opinión, reunión, ideológicas, propagandísticas y políticas, siempre que las tremendas condiciones de la lucha revolucionaria contra el imperialismo mundial lo permitan. Esa tendencia debe acentuarse respecto a todos los sectores del movimiento obrero y de los trabajadores, aunque objetivamente sirvan a partidos contrarrevolucionarios.

Bogotá, julio de 1978

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[80] Lecciones de Octubre, p. 67.

[81] “La crisis austriaca y el comunismo”, Escritos, Tomo 1, Vol. 2, P. 547

[82] El Programa de Transición, pág. 36.

[83] Idem, pág. 36.

[84] “Para la historia del problema de la dictadura”, Obras Completas, Tomo XXXIV, pp. 51‑52.

[85] “Manifesto of the Second World Congreso”, The First 5 years of the IC, Vol. 1, p. 130.

[86] “Democracia Socialista y Dictadura del Proletariado”, p. 3.

[87] The Trotsky Papers, Tomo 1, p. 287.

[88] La revolución traicionada, p. 214.

[89] “Manifesto of the Second World Congress”, Idem p.131.

[90] El programa de transición, p. 48.

[91] Idem, p. 47.

[92] “It is necessary to drive the bureaucracy and aristocracy out of the soviets”, The Transitional Program for Socialist Revolution, pp. 148‑149.

[93] “Resolution of the enlarged plenum of the ECCI”, The First 5 Years of the IC, Vol. 2, p. 147.

[94] Idem,  pág. 158.

[95] “Critical Remarks of Revolution”, The Crisis in the French Section 11935‑1936), p. 111.

[96] “The Appeal To Revolutionary Organization and Groupe”, The Crisis in the French Section (1935‑1936), pp. 129‑130.

[97] “Democracia Socialista y Dictadura del Proletariado”, Pág. 3.

[98] Idem, Pág..3.

[99] Idem, pág. 2.

[100] . Idem, pág. 6.

[101] La revolución traicionada, pág. 219.

[102]   “Democracia Socialista y Dictadura del Proletariado”, pág. 5‑6.

[103] Stalin, el gran organizador de derrotas, pág. 151.

[104] “Democracia Socialista y Dictadura del proletariado”, pág. 2.

[105] Mandel descubre la idea que el SU trata de disfrazar cuando dice abiertamente que está por la libertad de todos los partidos. Consecuente hasta lo último, como es su costumbre, no se complica la vida con el problema de si son los individuos, como individuos o como delegados dentro del soviet, los que tienen las “libertades políticas ilimitadas” para constituir cualquier tipo de partidos que automáticamente tendrían que ser legales. Dice: “ Coherentes consigo mismo, los trotskistas han reclamado, desde el Congreso de Fundación de la IV Internacional, la pluralidad de partidos políticos en la URSS” (En respuesta a Shirley Williaras, ministra de educación del gabinete de Callaghan, publicado en Inprecor, 16‑2‑77, p. 12) Cosa que, como demostraremos más adelante, es absolutamente falsa.

[106] “A los trabajadores de la educación y la cultura”, Obras Escogidas, Tomo XXXI, P. 405.

[107] El programa de transición, pág. 47.

[108] Idem, p. 47

[109] “The ILP and the Fourth International”, Writings (1936‑36), p. 147.

[110] ”Sur quelques problemes”,  Critique Communiste, numero especial, pp. 163‑164.

[111] Esta parte no figura en la traducción de la revista trotskista española Comunismo. Talvez por verguenza los editores decidieron retirarla

[112] VII Congreso de toda Rusia de soviets”, Obras Completas, Tomo XXXII, pp. 223 y 231

[113] “Alarma por Kronstdat”, Escritos, Tomo IX, vol. 1, p. 210

[114] Lecciones de Octubre, pp. 70‑71.

[115] “Our differences”, Challenge of the Left Opposition,p.272.

[116] Idem, p. 269.

[117] Idem, p. 269.

[118] Idem, p. 273.

[119] Idem, p. 274.

[120] La revolución permanente, p. 216.

[121] Stalin, el gran organizador de derrotas, p. 215

[122] Idem, p. 5.

[123] “Defensa de la República Soviética y de la Oposición”, Escritos, Tomo 1. vol. 2, pp. 401 y 404.

[124] “Sobre la declaración de los oposicionistas indochinos”, Escritos, Tomo II, vol. 1, p. 43.

[125] Bolchevismo y Stalinismo, p. 24.

[126] Idem, p. 24.

[127] “Dictatorship and Revolution”, Writings (1936‑37), pp.513‑514.

[128] “Dictadura del Proletariado y Democracia Socialista”, pág. 1.

[129] Idem, pág. 1.

[130] “El estado obrero, termidor y bonapartismo”, Escritos, Tomo VI, vol. 1,p.266.

[131] El programa de transición”, pág. 33 y siguientes.

[132] “La naturaleza de clase del estado soviético”, Escritos, Tomo V, vol. 1, p. 162.

[133] “Democracia Socialista y Dictadura del Proletariado”, pág. 4.

[134] Idem, pág. 4.

[135] Idem, pág. 5.

[136] Idem, pág. 5.

[137] Idem, pág. 5.

[138] La revolución traicionada, pág. 242.

[139] “¿Ni un estado obrero ni un Estado burgués?”, Escritos, Tomo IX, Vol. 1, p.94.

[140] La revolución traicionada, p. 58.

[141] The Revolution Betrayed, pág. 60. Nota: Habiendo constatado en el pasaje de la obra una pequeña diferencia entre las traducciones española (Andrés Nin) e inglesa (Max Eastman), en este caso nos hemos inclinado por esta última versión.

[142] “Economía y Política en la época de la dictadura del proletariado”, Obras Completas, Tomo XXXII, pág. 95.

[143] La revolución permanente, pág. 55

[144] Idem, pp. 217‑218.

[145] La Revolución Bolchevique (1917‑1923), Tomo 1, p. 255.

[146] “La degeneración de la teoría y la teoría de la degeneración “, Escritos, Tomo IV, Vol. 2, pp. 322 y 330.

[147] “¿Ni estado obrero ni estado burgués?”, Escritos, Tomo IX, Vol. 1, pp. 102‑103.

[148] Stalin, el gran organizador de derrotas, p. 112.

[149] La revolución traicionada, pp,. 98‑99.

[150] Idem, p. 99.

[151] Idem, pp. 99‑100.

[152] Idem, pág. 98.

[153] “¿Ni un estado obrero ni un estado burgués?”, Escritos, Tomo IX, Vol. 1,p.104.

[154] “En vísperas de la Segunda Guerra Mundial”, Escritos, Tomo XI, Vol. 1, pp. 23‑24.

[155] Stalin, el gran organizador de derrotas, p. 88.

[156] La revolución traicionada, Pág. 62

[157] Idem, pág  150.

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