Sadelas

(Sociedad Amigos de la Salud)

 Manuel C. Martínez M.

 DEVALUACIONES, CARNE MOLÍA y QUESO RALLAO  

Estoy valiéndome de una analogía que subyace en las relaciones de intercambio mercantil de cualquier sociedad contemporánea.

Devaluaciones alude a medidas financieras monetarias que puede tomar desde arriba un ente productor de dinero fiduciario, o que puede ocurrir espontáneamente por causa de un detenimiento retrógrado en la dinámica productiva de una sociedad moderna. Con ellas un mismo puñado de dólares puede equivaler a más o menos unidades de otras monedas. 

La carne molía y el queso rallao, escritos así, con sus des caídas y sin apóstrofos, responden a la folklórica expresión popular, según la cual los pobres perfectamente demuestran en concreto que 1 Kg  de plomo pesa más que 1 Kg de algodón, con todo el irrespeto que supone semejante incongruencia fisicomatemática. Veamos: 

Para ningún pobre u obrero raso es un secreto que el queso rallao es *rendidor*, o sea que con la misma cantidad de queso entero comerían menos personas y hasta  insatisfechas quedarían, y hay quienes afirman que dicho q. r. es la más gustosa manera de saborear este derivado vacuno.   

Por su parte y complementariamente, la carne molía también le resuelve al pobre algunos problemas de bolsillo con sus variedades gastronómicas de albóndigas, frita  término medio, empanadas y pastelitos, etc. De allí que la carne en bistés casi no figura en la mesa de los abandonados de Dios, salvo uno que otro día de cobro quincenal, o una que otra reminiscencia de los tiempos cavernícolas como lo es la carne en varas o de *parrilla*, que  por cierto, muy infatuadamente la gente de la clase media y los ganaderos prósperos usan en sus fiestas para engatusar a los gobernantes que los visitan.

La mortadela, como carne de tercera y mezcla de desechos grasos, muy antihigiénicos, aunque de igual densidad nutricional, encaja perfectamente en la aquella folklórica y aparente inecuación. Con la llegada de las modernas rebanadoras, donde antes comían dos o tres personas, ahora comen muchas más con sólo reducir el diámetro de las rebanadas. 

¿Y cómo ligamos esos valores tan aparentemente heterogéneos, devaluación, carne molía y. queso rallao y mortadela? El intercambio mercantil con sus compraventas nos dará la respuesta: 

Para que los intercambios comerciales se lleven a cabo, es necesario la disposición de determinadas masas de *dinero* circulante que incluye desde cestatickets, vales, fiados de pulperías y tascas,  hasta el moderno dinero  virtual, cheques endosables, bonos  y afines, amén de las monedas convencionales de emisión reservadas a los bancos centrales y a la banca privada debidamente supervisada, ayudados con el circulante falsificado y el alcahueteado e incontrolado  mercado negro de divisas.  

Ocurre que, en los hechos, en el sacrosanto mercado, para un volumen dado de ese circulante dinerario, la cantidad de mercancías comprables durante un periodo económico queda automáticamente predeterminada, lo que significa que con dicha masa de dinero podemos regular la producción u oferta de bienes industriales.  

Así entendidas las cosas, el estado emisor y acuñador se convierte en supremo ente contralor, impulsor, medidor, tasador y regulador de la economía de un país, por encima de todas las atribuciones que constitucionalmente puedan concedérseles al libre comercio, a la libre empresa. El estado, desde el momento mismo que acuña moneditas, e imprime billetitos por su cuenta, da cuenta en buena parte del empleo nacional, independientemente de las supuestas posturas del neoliberalismo o del intervencionismo. De allí el interés de las potencias foráneas por disponer de gobernantes títeres, o sirvientes de librea. 

Ahora bien, si se puede realizar un mismo o menor volumen   de compras con cantidades variables de monedas (caso devaluacionista), y se puede realizar   más transacciones de compraventa con menos dinero circulante (caso revaluacionista), es de Perogrullo que los billetes y las monedas devaluadas de un país son perfectamente asimilables al queso rallao,  a la carne molida y a la mortadela. 

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