088_14_02_KK3-(572_02-04-'95)                                                                                        Manuel C. Martínez M.

SADELAS

Sociedad Amigos de la Salud

88_14_02_KK3

La gravedad esculpe la vida

Observe usted un árbol cualquiera: Se dará cuenta que en su infancia temprana brota espigadamente; que luego, su engorde celulósico se traduce en unas frágiles ramas que van simétricamente doblegándose ante la atracción de gravedad, con lo cual el árbol empieza a conificarse  y adoptar la forma de una manzana mordida o de reloj de arena; esto es, con una  frondosa copa sostenida por un enfatuado tallo, alimentados por su invisible raigambre, y que, por cierto,  representa uno de los ejemplos de alta productividad vegetal, habida cuenta que se alimenta a sí misma con un mínimo de ingesta, y cede  el resto de los nutrientes del subsuelo que a nosotros llega por su intermediación.

Entonces, el árbol que vemos es coposo, hemisférico y esbelto porque la atracción gravitacional ejercida sobre él desde su nacimiento moldea su morfología de ramas, ramillas, frutos, tallos, hojas y hojuelas. Tal vez por la misma causa, nuestros propios brazos y algunos otros órganos vitales suelen sentirse bien gravitacionalmente colgados.

Bien, es de esa manera natural de nacer, crecer y desarrollarse de los árboles que la   fuerza de gravedad  da cuenta,  cual virtuoso escultor, de  esas  precisas y preciosas  medidas.

Otro sabroso y oloroso ejemplo del carácter escultórico que nos ofrece esta diligente fuerza lo hallamos en la voluminosa hierba o mata de cambur. Su inflorescencia, o <<manitas>> de cambures, nace empaquetadamente en un fuerte ramo, alrededor del cual y espiraladamente brotan las  manitas  dirigidas con sentido Tierra - Sol, o de abajo hacia arriba. Ocurre que, en la medida que sus dedos van engordando y cargándose  de materia celulósica, su masa in crescendo provoca  su caída por gravedad, se castiga así la posición original de nacimiento y dichas manitas van abriendo sus radiales dedos, única manera de no entorpecerse entre sí hasta que estos frutos estén <<jechos>>. Así, pues, la gravedad nos esculpe una manos de cambures cuyas palmas miran al Sol como si le dieran a este las gracias por la energía recibida.

Las figuras piramidales se obtienen con sólo arrojar arena en caída libre. Tal vez, por esos los arquitectos egipcios y mayas no resultaron tan originales como pudiera pensarse.

Las agrecadas aspilleras de las viejas y medievales fortalezas  y muros defensivos, deben esa configuración al hecho de ser la figura ideal para disparar contra el enemigo y estar protegido al mismo tiempo.

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