Magisterio de la Iglesia

Principi Apostolorum
CARTA ENCÍCLICA (Continuación -2)

La modestísima casa en una colina de las afueras de la ciudad en la que vivía parecía una ilustre academia por el gran concurso de hombres ansiosos de estudiar los libros divinos. A ella acudieron eruditos intérpretes y estudiantes de Escritura, incluyendo a Zenobio, Maraba y San Isaac de Amidea, quien adquirió el título de el Grande debido a la profusión e importancia de sus escritos (1). A causa de su erudición y santidad, la fama de Efrén se difundió desde su retiro. Por ello, cuando viajó a Cesarea a ver a Basilio el Grande, Basilio, sabiendo de su dedicación a la divina revelación, lo recibió reverentemente y habló con él sobre cuestiones divinas (2). Según lo que se sabe, fue entonces que Basilio consagró a Efrén como diácono (3)    

   Efrén no dejaba nunca la soledad en Edesa salvo en los días en que tocaba predicar. Durante su prédica, defendía los dogmas de la fe de las crecientes herejías. Si, consciente de su bajeza, no se atrevía a aspirar al presbiterado, se mostró a sí mismo como el más perfecto imitador de San Esteban en el rango menor del diaconado. Dedicó todo su tiempo a enseñar la Escritura, a predicar y a instruir a las monjas en la sagrada salmodia. Diariamente escribía comentarios a la Biblia para ilustrar la fe ortodoxa; iba en ayuda de sus conciudadanos, especialmente de los pobres y afligidos. Lo que quería enseñar a otros, él primero lo vivía absoluta y perfectamente. Así, el podía servir como el ejemplo que Ignacio Teóforo propone a los diáconos cuando los llama "cargas de Cristo" (4) y afirma que ellos expresan "el misterio de la fe en una conciencia pura" (5) .           

   ¡Oh cuán grande y cuán activa fue la caridad que mostró a sus hermanos en un tiempo de hambruna, incluso estando desgastado ya por la edad y la fatiga! Dejó la casa donde había vivido por muchos años una vida celestial más bien que humana, y se dirigió a Edesa. Por medio de esa elocuencia que Gregorio Niseno describió como "una llave labrada por virtud divina" (6), para abrir las mentes y los cofres de los ricos, castigó a aquellos que estaban atesorando el grano y demandó vehementemente que alimentasen a los pobres con sus excedentes. Y fueron tocados no tanto por el hambre de los ciudadanos como por la sinceridad de Efrén. Con el dinero que mendigaba, él mismo proveyó de camas a aquellos torturados por el hambre, repartiéndolas en los pórticos de la ciudad de Edesa. Allí cuidaba de los enfermos y recibía a los peregrinos que venían a la ciudad desde los alrededores en busca de alimentos (7). ¡Verdaderamente este hombre fue puesto ahí por la providencia divina para ayudar a su país! Y no regresó a la soledad hasta que el siguiente tiempo de cosecha los proveyó en abundancia.

   El testamento que dejó a sus conciudadanos --memorable por su fe, humildad, y singular patriotismo-- es el siguiente: "Yo, Efrén, estoy muriendo. Con miedo, pero también con reverencia, les suplico, ciudadanos de Edesa, que no me entierren bajo el altar o cualquier otro lugar en la casa de Dios. No corresponde que un gusano hormigueando con la corrupción sea enterrado en el templo y santuario de Dios. Entiérrenme vistiendo la túnica y el manto que usé diariamente. Acompáñenme con salmos y oraciones. No tuve ni bolsa ni bastón, ni cartera ni plata ni oro; tampoco compré o poseí nada más en esta tierra. Trabajen diligentemente según mis preceptos y doctrinas; como discípulos míos, no se aparten de la fe Católica. En lo que se refiere a la fe, sean especialmente constantes. Estén en guardia ante los adversarios, es decir, los que obran el mal, los jactanciosos y los que tientan al pecado. Y que sea bendita su ciudad; pues Edesa es la ciudad y madre del sabio". Y así murió Efrén, pero su memoria pervive, para bendición de la Iglesia Universal. Por eso cuando su nombre empezó a ser mencionado en la sagrada liturgia, Gregorio Niseno pudo decir: "El esplendor de su doctrina y vida iluminó toda la tierra, pues es conocido en casi todo lugar en el que brilla el sol".

5. Obras de San Efrén.

   No hace falta enumerar sus muchos escritos. "Se dice que escribió tres mil poemas si se los cuenta todos juntos (8). Sus escritos abarcan casi todas las doctrinas eclesiásticas. Existen comentarios a la Sagrada Escritura y a los misterios de la fe; sermones sobre las obligaciones de la vida interior; estudios sobre la sagrada liturgia, himnos para las fiestas de nuestro Señor y de la Santísima Virgen y de los santos, para las procesiones de los días penitenciales y de oración, para los funerales de quienes han partido. En todos estos, la pureza de su espíritu brilla como la lámpara evangélica que "arde y alumbra"(9). Al explicar la verdad nos hace amarla y abrazarla. En efecto, cuando Jerónimo dio en sus días su testimonio acerca de los escritos de Efrén, nos cuenta que eran leídos en las asambleas litúrgicas públicas junto con los trabajos de los Padres y Doctores ortodoxos. También afirma que reconocía "la sublimidad del genio de Efrén incluso en las traducciones" 10 de estos mismos trabajos del siríaco al griego.

6. Supo aprovecharse del arte para el apostolado: la liturgia, la música y cánticos

   Efectivamente, es justo honrar al santo diácono de Edesa por su deseo de que la predicación de la palabra divina y la preparación de sus discípulos se apoyasen en la pureza de la Sagrada Escritura. También adquirió honor como un músico y poeta cristiano. Era tan diestro en ambas artes que fue llamado la "lira del Espíritu Santo". A partir de eso, Venerables Hermanos, pueden aprender qué artes promueven lo sagrado. Efrén vivió entre gente cuya naturaleza era atraída por la dulzura de la poesía y de la música. Los herejes del segundo siglo después de Cristo usaban estos mismos atractivos para hábilmente diseminar sus errores. Por ello Efrén, a semejanza del joven David matando al gigante Goliat con su propia espada, opuso arte con arte y revistió la doctrina católica de melodía y ritmo. Estas las enseñó a niños y niñas, de modo que de pronto todo el pueblo las aprendió. De esta forma no sólo renovó la educación de los fieles en la doctrina cristiana y apoyó su piedad con el espíritu de la sagrada liturgia, sino que también alegremente mantuvo a raya a la herejía.

   El desarrollo artístico introducido por San Efrén añadió dignidad a los asuntos sagrados, como resalta Teodoreto (11). El ritmo métrico, que nuestro santo popularizó, fue ampliamente propagado tanto entre los griegos como entre los latinos. En efecto, ¿parece probable que el antifonario litúrgico con sus canciones y procesiones, introducido en Constantinopla por obra del Crisóstomo (12) y en Milán por Ambrosio (13) (desde donde se difundió a lo largo de toda Italia) fuese obra de otro autor? Puesto que la "costumbre del ritmo oriental" movió profundamente al catecúmeno Agustín en el norte de Italia, Gregorio el Grande lo mejoró y ahora lo usamos en una forma más avanzada. Los críticos reconocen que ese "mismo ritmo oriental" tuvo sus orígenes en el antifonario sirio de Efrén.     

7. Autoridad de San Efrén. Se nos presenta como Doctor y modelo.

   No es pues sorpresa que muchos de los Padres de la Iglesia acentúen la autoridad de San Efrén. El Niseno dice de sus escritos: "Estudiando el las Escrituras Antiguas y Nuevas con la mayor minuciosidad, las interpretó con precisión, palabra por palabra; y lo que estaba escondido y encubierto, desde la misma creación del mundo hasta el último libro de gracia, lo iluminó con comentarios, valiéndose de la luz del Espíritu" 14). Y Crisóstomo: "El gran Efrén (es) azote del perezoso, consuelo del afligido, educador, instructor y exhortador de la juventud, espejo de monjes, guía de penitentes, aguijón para los herejes, reservorio de virtudes, y hogar y alojamiento del Espíritu Santo" (15). Ciertamente nada más grande puede ser dicho en alabanza de un hombre que, sin embargo, se veía tan pequeño a sus propios ojos que decía ser el menor de todos y el pecador más vil.

   Por eso, Dios, quien ha "exaltado al humilde", otorga gran gloria a San Efrén y lo propone a su época como un doctor de sabiduría celestial y ejemplo de las más selectas virtudes. Y este ejemplo es apropiado hoy de una manera verdaderamente singular. La horrorosa guerra ha terminado y hay un cierto nuevo orden para muchas naciones, especialmente en Oriente. Nos, junto con ustedes y con todos los hombres de buena voluntad, hemos de esforzarnos por restaurar en Cristo lo que queda de la cultura humana y civil, y atraer a la equivocada sociedad de los hombres a Dios y a su Santa Iglesia. Pese a que las instituciones de nuestros antepasados fracasaron, los asuntos públicos están en tumulto, y todo lo humano se halla confundido, sólo la Iglesia Católica no vacila nunca, sino que por el contrario mira confiadamente al futuro. Sólo Ella ha nacido para la inmortalidad, confiando en las palabras dirigidas a San Pedro: "sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (16).

Modelo de los maestros de la verdad. 

   ¡Ojalá que aprendan de él los maestros eclesiásticos cuán diestramente, cuán diligentemente deben trabajar para predicar la doctrina de Cristo! Y en efecto la piedad de los fieles no tiene nada estable y provechoso excepto adherirse enteramente a los misterios y preceptos de la fe. Aquellos que legítimamente enseñan las Sagradas Escrituras son advertidos por el ejemplo del edesino a no distorsionar las Sagradas Escrituras según el capricho de sus propias inclinaciones, ni separarse ni por un dedo de la interpretación constante de la Iglesia al investigarlas. "Ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios" (17). Y el Espíritu que ha hablado a los hombres por medio de los profetas es el mismo que a los Apóstoles "abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras" (18) y el mismo que constituyó su Iglesia para que anuncie, interprete y preserve la revelación, para que sea "columna y fundamento de la verdad" (19).

El modelo de todos los religiosos.

   Honorables hombres, en la tradición de Efrén --hijo ilustre de las órdenes monásticas-- preservemos la dignidad que surgió en Oriente con Antonio y Basilio. Esta fue propagada luego por sus hijos en Occidente, y de muchas maneras ha sido notable para la comunidad cristiana. Por eso, que estos buscadores de la perfección evangélica no cesen nunca de mirar e imitar al anacoreta de Edesa. Pues un monje aprovechará más a la Iglesia cuando ejemplifique lo que su hábito significa para Dios y para los hombres, esto es, de acuerdo a un dicho de los antiguos Padres de Oriente, debe ser "un hijo de la alianza", y también "un Ángel cuya misión es misericordia, paz, y el sacrificio de alabanza", como San Nilo el Joven hermosamente lo define (20).

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NOTAS      
(1) Sozom., Hist. Eccles., 1. III, c. 15. (volver)

2) S. Greg. Nys., Vita S. Ephr. C. 4, n. 12. (volver)  

(3)  Vit. S. Basil Magni quae atrib. S. Amphilochio. (volver)  

(4) S. Ignat. Epist. ad Thrall., n. 3. (volver)  

(5) I Tim., 3, 9. (volver)  

(6)  S. Greg. Nys. Vita S. Ephr. c. 4 n. 23.  (volver)  

(7)  Sozom., Hist. Ecles., 1. 3, c. 15. (volver)  

(8) Sozom., Hist. Ecles., 1. 3, c. 15. (volver)  

(9) Juan, 5, 35.  (volver)  

(10) S. Hier. De Script. eccles., c. 115. (volver)  

(11)  Theod. I. 4, c. 27. volver)  

(12)  Sozom., Hist. Ecles., 1. 3, c. 8. (volver)  

(13) S. Aug. Confess., I. 9, c. 7. (volver)  

(14) S. Greg. Nys. Vita S. Ephr.  (volver)  

(15)  S. Juan Chrys., Orat. de consum. saec.  (volver)  

(16)  Mat. 16, 18.  (volver) sexto

17)  II Petr. 1, 20-21. (volver)  

18)  Luc. 24, 45. (volver)  

(19) I Tim. 3, 15. (volver)  

(20) S. Barthol. Crypt. abb. in Vita s. Nili Iun.   (volver)


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