Magisterio de la Iglesia

Principi Apostolorum
CARTA ENCÍCLICA (Continuación -3)

Amor a la patria terrenal y amor a la patria celestial.

   Finalmente, Venerables Hermanos, de toda condición, tanto los clérigos como los demás fieles, aprendan esto de San Efrén: el amor a la patria, cuyas necesidades en efecto son parte de la profesión de la sabiduría cristiana misma, no debe estar separado del amor a la patria celestial, ni ser preferido a éste. Hablamos de la patria que no es otra cosa que la más íntima ley de Dios en los espíritus de los justos, iniciada aquí, perfeccionada en el cielo. En efecto, la Iglesia Católica exhibe una imagen mística de ella, pues, trascendiendo toda diferencia de nacionalidad y de lenguaje, acoge a todos los hijos del Señor en una única familia con un padre y pastor común. Efrén enseña también que las fuentes de la vida espiritual están en los sacramentos, en la observancia de los preceptos evangélicos, y en los múltiples ejercicios de piedad que la liturgia provee y la autoridad de la Iglesia propone. Sobre este asunto, noten lo que nuestro santo tiene que decir acerca del sacrificio del Altar: "Con sus manos el sacerdote pone a Cristo en el altar para que se haga comida. Se dirige al Padre como un miembro de la familia diciendo: 'Dame tu Espíritu, para que con su venida descienda sobre el altar y bendiga el pan puesto allí para convertirse en el cuerpo de tu unigénito Hijo'. Le habla de la pasión y muerte de Cristo y le expone sus bofetadas; pero su divinidad no se avergüenza de esas bofetadas. Le dice al Padre invisible: 'mira, tu Hijo está clavado en la cruz, sus vestidos están rociados de sangre, su costado ha sido atravesado por una lanza'. Le recuerda la pasión y muerte de su Amado, como si lo hubiese olvidado, y el Padre, escuchándolo, escucha su pedido" (1). También habla del estado del justo después de la muerte. De un modo singular, estas observaciones enriquecen la doctrina constante de la Iglesia, luego definida en el concilio de Florencia. "El fallecido ha sido tomado por el Señor y ya ha sido introducido al reino celestial. El alma del fallecido es recibida en el cielo e insertada como una perla en la corona de Cristo. El fallecido incluso ahora habita con Dios y con sus santos" (2).  

Su gran amor a la Santísima Virgen.

   Con respecto a su devoción a la Virgen Madre de Dios, ¿quién podrá decir lo suficiente? "Tú, oh Señor y tu Madre", dice en un poema de Nisibi, "son los únicos perfectamente bellos desde todo punto de vista; en ti, mi Señor, no hay mancha, como tampoco hay en tu Madre deshonra alguna" (3). "La lira del Espíritu Santo" nunca sonó más dulcemente que cuando se le pidió que cante las alabanzas de María o que celebrase su perfecta virginidad, su divina maternidad, o toda su obra de misericordia hace el hombre.

Reconocimiento del primado de Pedro 

   Y tampoco es menos entusiasta cuando, desde la lejana Edesa, mira hacia Roma para ensalzar el Primado de Pedro: "Salve, santos reyes, Apóstoles de Cristo", y al coro de los Apóstoles: "Salve, luz del mundo… Cristo es la luz y Pedro la lámpara; el aceite, sin embargo, es la acción del Espíritu Santo. Salve, oh Pedro, puerta de pecadores, lengua de los discípulos, voz de los predicadores, ojo de los Apóstoles, guardián del cielo, el primogénito de los custodios de las llaves" (4). Y en otro lugar: "Bendito eres, oh Pedro, la cabeza y la lengua del cuerpo de tus hermanos, el cuerpo que está unido junto con los discípulos, en el cual ambos hijos de Zebedeo son el ojo. En efecto, benditos son ellos que, contemplando el trono del Maestro, buscan un trono para ellos mismos. La verdadera revelación del Padre distingue a Pedro, quien se convierte en la roca firme" (5). En otro himno presenta al Señor Jesús hablando a su primer vicario en la tierra: "Simón, mi discípulo, te he hecho el fundamento de la santa Iglesia. Te he llamado "roca" para que sostengas todo mi edificio. Tú eres el supervisor de aquellos que construyen una iglesia para mí en la tierra. Si deseasen construir algo prohibido, prevénlos, porque tú eres el fundamento. Tú eres la cabeza de la fuente de la que brota mi doctrina. Tú eres la cabeza de mis discípulos. A través tuyo han de beber todas las naciones. Tuya es esa vivificante dulzura que concedo. Te he escogido para ser el primogénito en mi institución y heredero de todos mis tesoros. Las llaves del reino te las he dado, y he aquí que te hago príncipe sobre todos mis tesoros" (6).

8. Motivos de esta designación: unión con los Orientales.        

   Al haber recordado estas cosas, Nos hemos suplicado humildemente a Dios que la Iglesia oriental finalmente regrese al seno y abrazo de Roma. Su larga separación, contraria a las enseñanzas de sus antiguos Padres, los mantiene lamentablemente lejos de esta Sede de Pedro. Ireneo da testimonio (y él recibió esta doctrina de San Juan Apóstol por su maestro Policarpo) que "es necesario que todos se adhieran a la Iglesia a causa de su gran autoridad, esta es, la de todos los fieles" (7). Mientras tanto, hemos recibido cartas de los Venerables Hermanos Ignacio Efrén II Rahmani, Patriarca de Siria en Antioquía; Elías Pedro Huayek, Patriarca Maronita en Antioquía; y José Emanuel Tomás, Patriarca Caldeo en Babilonia. Ellos han presentado argumentos de peso suplicándonos encarecidamente que otorguemos a Efrén, el Diácono sirio de Edesa, el título y los honores de Doctor de la Iglesia Universal. Sumándose a esos pedidos, un número de Cardenales, Obispos, Abades y Generales de órdenes religiosas de los ritos griego y latino enviaron sus peticiones con su apoyo. Rápidamente decidimos considerar un asunto tan conforme con nuestros propios deseos. Recordamos que esos Padres Orientales han considerado siempre a San Efrén como un maestro de la verdad y un inspirado doctor de la Iglesia Católica. Y no pasamos por alto que su autoridad tuvo un gran peso desde los primeros inicios, no sólo entre los sirios, sino también entre los vecinos caldeos, armenios, maronitas y griegos. De hecho, todos ellos hicieron traducir los escritos del Diácono de Edesa a sus propias lenguas, y los leían ansiosamente tanto en las celebraciones litúrgicas como en sus hogares. Incluso hoy sus cantos pueden encontrarse entre los eslavos, los coptos, los etíopes, e incluso los jacobitas y nestorianos. También recordamos que la Iglesia romana lo ha honrado ya antes. Desde tiempos antiguos conmemoró a San Efrén en el Martirologio de febrero en primer lugar y no sin especial alabanza por su santidad y erudición. Durante el siglo XVI, se construyó una iglesia en la colina Viminal en Roma misma para honrar a la Santísima Virgen y a San Efrén. Nuestros predecesores Gregorio XIII y Benedicto XIV instruyeron primero a Vosio y luego a Asemano a que recolectasen, editasen y publicasen los trabajos de San Efrén en orden a ilustrar la fe Católica y a cultivar la piedad de los fieles. Más recientemente, en 1909, San Pío X aprobó para los monjes benedictinos del priorato de San Benito y San Efrén en Jerusalén, una misa y oficios propios en honor de este mismo santo y diácono de Edesa, con fragmentos en su mayoría tomados de la liturgia siria. Por ello, para dar mayor gloria al gran anacoreta, y a la vez para gratificar a los pueblos cristianos del Oriente, Nos hemos enviado a la Sagrada Congregación para los Ritos una recomendación para proceder en este asunto, en concordancia con las prescripciones de los sagrados cánones y la actual disciplina. El resultado ha sido de lo más gratificante, puesto que los cardenales a cargo de esta misma congregación respondieron a través de su prefecto, Nuestro Venerable Hermano S.E.R. Antonio Cardenal Vico, Obispo de Portuensis y Santa Rufina, que ellos también querían y humildemente nos pedían lo mismo que los otros habían pedido en sus cartas de apoyo.

9. Concesión solemne de su fiesta universal y del título de Doctor.

   Por ello, habiendo invocado al Espíritu Santo, por Nuestra Suprema Autoridad, Nos conferimos a San Efrén de Siria, Diácono de Edesa, el título y los honores de Doctor de la Iglesia Universal. Nos decretamos que esta día de fiesta, que es el 18 de junio, sea celebrado en todo lugar en que son celebrados los aniversarios de nacimiento de los otros doctores de la Iglesia Universal.

   Por ello, Venerables Hermanos, dado que nos alegramos por este incremento de honor y gloria para nuestro santo Doctor, a la vez confiamos que será un cada vez más presente e incansable intercesor para toda la familia cristiana en estos difíciles tiempos. Que este sea también un nuevo testimonio para los católicos de Oriente del especial cuidado que los Romanos Pontífices dan a esas iglesias separadas. Nos deseamos, tal como lo hicieron nuestros predecesores, que sus legítimas costumbres litúrgicas y prescripciones canónicas permanezcan siempre en completa seguridad. Que por la gracia de Dios y el auxilio de San Efrén desaparezcan esos obstáculos que separan una parte tan grande de la grey cristiana de la roca mística sobre la cual Cristo fundó su Iglesia. Que ese feliz día venga tan pronto sea posible, en el cual las palabras de la verdad evangélica serán como "aguijones y clavos hincados profundamente" en todas las mentes, palabras que "por consejo de maestros son dadas por el pastor único" (8).

   Mientras tanto, como signo de los dones celestiales y testimonio de nuestra paternal caridad, Nos les impartimos afectuosamente, Venerables Hermanos, a todo el clero y al pueblo confiado a cada uno de ustedes, la Bendición Apostólica.

Dado en Roma en San Pedro, el 5 de octubre de 1920, séptimo año de nuestro pontificado.

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NOTAS      
(1) Cf. Rahmani, I Festi della Chiesa Patriarcale Antiochena, 8-9. (volver)  

2) Carm. Nisib. c. 6, pp. 24-28. (volver)  

(3)  Carm. Nisib., n. 27. (volver)  

(4) S. Ephrem. Encom. in Petrum et Paulum. (volver)  

(5) Cf. Rahmani, Hymni S. Eprem. De virginitate, p. 45. (volver)  

(6)  Lamy, S. Ephr. Hymn. et Serm., vol. 5, p. 411.  (volver)  

(7)  S. Iren. Adv. haeres., P. 3, c. 3. (volver)  

(8) Eclesiastés 12, 11. (volver)

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