Yi yi de Edward Yang (Taiwán / Japón, 2000) In the mood for love (Beijin Summer) de Kar-wai Wong (Francia-Hong Kong, 2000). El tigre y el dragón (Crouching Tiger, Hidden Dragon) de Ang Lee (China / Hong Kong / Taiwan / USA, 2000).
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ORIENTALESamores imposiblesNo excluyen la exuberancia, la inquietud formal y narrativa (jalada de orejas para el cine exclusivamente norteamericano), y, sin embargo, la fábula de estas cintas "orientales" redunda en una especie de ascetismo sexual y moral. Como si la precisión artística --que no elude la épica y lo "novelístico", y que amplía y multiplica las perspectivas--, confluyera en una sentencia lírica, un proverbio que equilibra / desequilibra lo rimbombante, el ruido constante y sonante. |
Arriba In the mood for love |
In the mood for love (Beijin Summer) de Kar-wai Wong (Francia-Hong Kong, 2000). Una impecable historia de amor ubicada en Hong Kong en los años 60s. Aquí la fábula es sobre el secreto que debe ser sepultado en un hueco para la eternidad. In the mood for love hace recordar la anécdota de Flaubert y La educación sentimental: amores no logrados y que se condensan en la memoria. Es otra vez el ascetismo, cercano en cierta medida al de Yi yi.
Kar wa Wong parece un realizador, es decir, alguien con óptica, inteligencia y habilidad narrativa. El Hong Kong que vemos es el de los pequeños empleados. Desde el inicio, con tomas cercanas y respiración demorada, sentimos (presentimos más bien) la aglomeración de unas casas de alquiler, abarrotadas de empleados y dueñas, en donde simultáneamente Chow Mo-wan (Tony Leung Chiu-wai) y la señora Chan (Maggie Cheung) se trasladan con sus respectivas familias. Ambos viven una intensa historia de amor sin sexo, basada en la probabilidad de no ser comunes, de no ser como ellos. Ellos son sus respectivos consortes los que tienen un romance y se han marchado de Hong Kong. Para no ser esos comunes amantes, Chow y la señora Chan se interrogan constantemente, en las cenas y las reuniones a escondidas, sobre esa imposibilidad. Él es un periodista que aspira a dedicarse a escribir novelas de artes marciales, y ella, secretaria de una empresa naviera, es lectora de tales aventuras, y podría ayudarle a él a escribir. Pero la verdadera historia inscrita (capricho metaficcional) es la de ellos mismos. Si es éste el tema de In the mood for love, la tesitura la ofrece, en cambio, la alineación social, la confluencia de actos fallidos y rutinas, y, ante todo, la observancia moral de una sociedad que no desarmará su retórica. La narrativa se orienta por lo fenomenológico (hay que analizar y merodear por el asombroso, bello y larguísimo talle de Maggie Cheun en sus viajes a comprar espagueti), por lo dramáticamente claroscural (pasillos que no terminan, lluvia que insiste, cuartos carentes y anónimos que devienen en escondites), por la reescritura metaficcional (ambos amantes se saben fábulas de una historia imposible). Las preferencias narrativas de Kar wa Wong parecen provenir del cine francés y son románticas en el mejor sentido del término. El amor interruptus de la historia, concluye la película con un ritmo justo y frustrante que lleva a la identificación de mucha mejor manera que el convencional patrón del final feliz (que es un invento reciente y comercial). El final "universal" de Romeo y Julieta o el de la ya mencionada La Educación Sentimental, no son menos "convencionales" pero su fuerza expresiva reside en el descubrimiento de lo bello en lo perdido y no logrado, por un parte, y en el vértigo "trascendente" de "apagar" la narración. Kar wa Wong, Maggie Cheun y Tony Leung Chiu-wai, lo logran de forma admirable. Otra nota destacable: los inesperados boleros que en boca de Nat King Cole acunan este amor imposible. Artículo recomendado: Mantén los ojos cerrados (Sobre Ojos Bien Cerrados de Stanley Kubrick, 1999) |
Arriba El tigre y el dragón |
El tigre y el dragón (Crouching Tiger, Hidden Dragon) de Ang Lee (China / Hong Kong / Taiwan / USA, 2000). También, como en Yi yi y In the mood for love, en El tigre y el dragón hay un amor imposible, o mejor dicho, dos. Los dos guerreros consagrados, Li Mu Bai (Yu Fat Chow) y Shu Lien (Michelle Yeoh) deben sublimar su amor, primero en un tiempo inmemorial (no contado por la película) en que la disciplina guerrera los ha mantenido separados; después, porque él muere. Esta muerte trágica viene de la mano de la bella muchacha que tiene en el corazón el tigre acechando y el dragón dormido, Shy Lien (Ziyi Zhang). Las ambiciones y el capricho de esta muchacha (una especie de Scarleth O'Hara de las artes marciales) provocan aquella muerte trágica y su propio suicidio. De manera que la otra historia de amor, la suya con Lo (Cheng Chang), se ve frustrada, en el vuelo y la "flotación" (ella se suicida tirándose desde un templo alto, que es también el de una fábula que le cuenta el novio). Ang Lee ha movido el género de artes marciales a la levedad. Acostumbrados a ver flotar a los guerreros por razones de racionalismo (la paradoja es justa: se trataba de crear superhéroes), esta vez los vemos quintaesenciarse en el vuelo, hablar de la sublimidad y el ascetismo en esas danzas. Por supuesto, El tigre y el dragón no está exenta de ironías, pero su base dramática está tan excelentemente llevada que pesa más la fábula moral de la narración que la fragmentación irónica. Con El tigre y el dragón, Ang Lee se prueba versátil y conocedor de su oficio. Si en el cine se tratara de mover masas inertes que se correspondan, rimen, se contradigan, ganen batallas y mueran, pues es él un conocedor y creador muy completo. La lección es plurivalente, sin embargo, desde como insuflar bríos y vida a un género peligrosamente idiotizante, hasta como ubicarse en su historia, bien asido de la dramaturgia que fluye, para reiniciarlo, dando por sentado lo que la historia cultural (y la recepción del público) ya ha codificado. No hay aquí más que alusiones al genérico entrenamiento y la clasificación de las técnicas de guerreras. Ang Lee sabe que a partir de lo ya ganado y establecido, puede "volver" a los viejos temas épicos y las fábulas que como antiguos arquetipos, siempre esperan. Artículo recomendado: Del karate, la redención y el idiotismo (sobre MATRIX de los hermanos Wachowski, 1999) |