Alicia en el país de los hongos
El típico hongo de los duendecillos del
bosque en los cuentos de hadas europeos, un hongo rojo con puntos
blancos, es el Amanita muscaria que los ingleses llaman Fly Agaric.
Aunque tiene efectos psicoactivos, se supone que tiene efectos
secundarios desagradables que, dependiendo de la dosis van desde
mareos, calambres musculares, y vómitos hasta amnesia.
En caso de sobredosis (5 kilos de hongos) hay ergotismo, daño
cerebral y muerte por parálisis respiratoria. (17)
Los efectos comienzan entre 2 a 3 horas depués de la ingestión
y duran de 6 a 8 horas. Según J. Ott basta con un solo
sombrerete de este hongo para experimentar sus efectos, por lo
cual desaconseja comer más de uno, especialmente si está
seco, pues según explica, después de unos meses
de secado el hongo puede incrementar su potencia debido a una
reacción química que transforma uno de sus principios
activos, el ácido iboténico, en el otro que es más
potente, mucimol. (22)
A nivel psíquico dosis bajas generan de una sensación
de ebriedad y gran fortaleza física seguida de efectos
sinestésicos específicamente concernientes al tamaño
del consumidor y las cosas que observa: macropcia que es la tendencia
a ver los objetos más grandes de lo que son y micropsia,
que es el efecto contrario.
Saber esto llama particularmente la atención
cuando uno recuerda el quinto capítulo de Alicia en el
País de las Maravillas.
En las ilustraciones originales del libro -encargadas
a Tenniel y supervisadas por el propio Lewis Carroll- la protagonista
se topa con un gigantesco ejemplar del tipo Fly Agaric encima
del cual descansa una oruga con una pipa propia para fumar opio.
Después de escuchar las quejas de Alicia sobre su anormal
tamaño, la oruga le explica enigmáticamente:
-Un lado te hará crecer; el otro menguar.
"Un lado, ¿de qué? Otro lado,
¿de qué?, pensaba Alicia.
-Del hongo- dijo la oruga, como si la hubiese
oído; y de repente desapareció
"Y ahora", se dijo, "¿cuál
será cual?" Mordisqueó un poco del que tenía
en su mano derecha, para probar su efecto. Al instante sintió
un fuerte golpe en el mentón: ¡acababa de dar con
la cabeza en los pies! Se asustó mucho con este cambio
tan brusco, pero se sobrepuso pensando que no había tiempo
que perder, ya que estaba menguando rápidamente; de forma
que inmediatamente se puso a comer del otro trozo
"Valla!
¡Por fin tengo la cabeza libre!", dijo Alicia con gran
alivio, pero su alegría se trocó inmediatamente
en alarma, al darse cuenta de que no lograba ver sus propios hombros.
Lo que sí divisaba al mirar hacia abajo era un larguísimo
cuello, que parecía elevarse como un tallo gigantesco sobre
un mar de hojas verdes, que se extendían muy por debajo
de sus ojos.
"¿Qué serán todas
esas cosas verdes?", se preguntaba Alicia. "Y, ¿dónde
se habrán marchado mis hombros? ¡Ay! Y mis pobres
manitas? ¿Por qué no puedo veros?" Mientras
decía esto, intentaba moverlas para ver dónde estaban;
`pero no notaba nada, salvo un ligero agitarse de esa verde hojarasca
tan distante
Alicia se acurrucó como pudo entre los
árboles; se le enredaba el cuello larguísimo entre
las ramas y de vez en cuando tenía que detenerse a desprenderlo.
Después de un rato se acordó que áun tenía
los trocitos de hongo en las manos y siguió comiendo, mordisqueando
primero uno y luego el otro, creciendo unas veces y menguando
otras, hasta que hubo recobrado su estatura habitual.