La Casa del Hada
 

MUERTE DULCE

Por Patricia Maiorana

Morir de muerte ben�vola quiero
caer desde mi verticalidad
hasta la tierra.
Una oscura inconciencia
de aleteos venosos.
S�lo el olor de mis huesos
declinando en polvo.
As�, necesaria de ausencias.


PROPIEDAD DE LOS BIOMBOS


Cuando hace concesiones el secreto,
y se abre,
algo se esconde
detr�s de la madera.
El s�ndalo o la seda
incubar�n el vicio.
La consigna es el trasluz.
Como un cuerpo de mujer
apenas entrevisto,
la arteria, casi bajo la piel.
Un latido del misterio.
�Qui�n no es otro
cuando no lo observan?
Se sustraen al hechizo, las estatuas,
- el alabastro es a�n, frente al espejo -
Una alquimia se sucede
en el �ngulo plegado.
Lo que emerge,
- cultivo de la brasa -
oficiar� la liturgia del deseo.











Androgenia

Cuatro muslos se entrelazan
geri�n danza en el polvo
sin tiempo.
De ra�z guerrera
ser� la victoria
y de la hembra vendr�n
los hijos divinos.
A la luna le ha crecido
un cuerno celeste!
                               (se comenta en Atenas)
y la pareja eterna
beber� de �l
como antes lo hizo
en la arcilla tosca.
-Tanta marcha solitaria
anduvo el hombre y su costilla.
Despu�s
cuatro muslos sostendr�n las estrellas.




Madreafuera
                   
             A Paul Kevin

De mueve puntas
fue tu estrella.
C�rcular de carnes, te llev�
y octubre, pen�ltimo de horas
te abri� la vida
en una geograf�a
que miraba al sur.
Hecho del milagro permitido
nada es ajeno a tus manos
Cada siglo por venir
es tu edad y tu derecho.
Habr� un d�a negro,
un filo inseguro, hasta el placer�
y porque no
cadenas rotas por palabras
o alg�n Dios
Hombre m�nimo y m�o
te entrego,
desnudo y hambriento
al vientre ajeno del mundo










A dos pasos solamente
soltaste todas mis fieras.
Esas, las contenidas a trasmano.
Las que fueran a veces (s�lo a veces)
el�sticas pieles
preparadas para el salto.
Estan ah�, como estuvieron siempre,
ardidas bestias
que hoy no me reconocen,
p�jaros de carne equivocada,
mutados por silencios,
a deshoras, de plumas,
con temores y sin alas.
Re-creo otra vez todos mis tigres,
se que los soltar� en los laberintos
de tu sangre final, este verano
me cebaste de az�car, de tambores,
de caricias
y en mi jungla, tendidas, te esperamos





Jos� D�az D�az



Los  ESPACIOS  OPUESTOS, poemas de Patricia Maiorana





   Adentrarse en la poes�a de Patricia Maiorana, es develar  entre espejos que copian pero no reflejan, el secreto de su tesoro � �sazonar la vida con palabras��(pag. 59). M�s all� de esa tabla de salvaci�n, no podemos escapar  a su  verdad : el dolor y la soledad , la p�rdida de la inocencia, la b�squeda sin tregua del  Origen del hombre; la  b�squeda de la trascendencia  a partir de un cuerpo que sufre. El silencio que comunica ser� la pulpa del ser real.

   El tono de su poes�a deambula por territorios  imbricados donde  conceptos e im�genes luchan por asir  la esencia  de lo humano, con un desbocado af�n por salvarlo de lo onodino y lo superficial. Patricia  es redentora y sus versos elevan  ,desde  lo m�s elemental del universo: la tierra , el cuerpo y los sentidos, a ese Hombre, que a pesar de todo, est� dotado para Permanecer sobre el tiempo que lo  oprime y lo denigra. ��aprisa-no hay tiempo-/  lleguemos al cielo/ ma�ana/ habr� muerto abril/  y mis p�jaros / habr�n muerto.�(pag. 13)

    La poeta  rescata el yo superficial de la vanalidad  y la inautenticidad de la apariencia, al  apuntalarlo a su yo profundo, pleno de origen y de antiguedad, de placer ingenuo, a pesar del pecado impuesto: ��porque siempre fui, / desde el principio del tiempo/ �sta que me llamo/ para ser �sta que es/ y �sta que fu� lo que deb�a ser/ lo que fue so�ado/ lo que estaba escrito� (pag. 21); y con esa misma fuerza  que la enraiza con solidez de pir�mide  que vuela al infinito, acepta la soledad  del ser dividido que solloza  la angustia de la  separaci�n. El existencialismo sartriano, la golpea cuando dice: ��yo soy el contenido/ la que vive equidistando de los otros/ es solitaria y terrible/  �sta tarea�. (pag, 8).

   Pero , su  incomodidad metafisica de�estar en el mundo� se agudiza al sentirse , en su rol femenino,  desencantada  con la  relaci�n  de su gemelo. No encuentra unidad que eleve y redima, que complemente y enriquezca ese posible e ideal acoplamiento de pareja , sobretodo porque su erotismo se plantea en los terrenos de lucha y venganza, de v�ctima y de victimario, de sierva y se�or. Ser�n esos, acaso,los ESPACIOS OPUESTOS ?. Su  uni�n se solaza en el dolor mientras patea a su bestia que la agrede � �la piel es un l�mite vencido al roce que la inflama / de pie o hincada frente al Dios erecto / soporta la inclemencia del abuso / y, al saberse desgarrada, canta.�(pag.16)�- C�mo duelen estos clavos, c�mo los arranco si el dolor es tan dulce?�- Porque m�o es lo que me abate y me levanta/ lo que me obliga a las penas m�s severas�� (pag.57) y, m�s adelante agrega:- �Eras la tierra de vientre blando / tierra como de eunucos calentandose al sol / bestia inoperante /pobre mont�n de huesos/ tu ignorancia no alterar�  el curso de la luna��(pag.18). Su vertical desencanto desemboca en   la  ruina de la pasi�n �� Y arbitrariamente/descoloco los sitios/La sangre hacia afuera/el coraz�n bajo la lengua/el sexo mordido/te vertebro los labios/te ubico un ojo/en la planta del pie/Para saberte as�/amorfo, enanizado/c�clope monstruoso/para el horror/para la nausea/para dejar de amarte./

Pero la mujer sufriente de � l�cida lujuria� fiera insatisfecha�de entrepiernas ahullantes y mendigo��, acepta el pacto planteado cuando escribe:- �No puedo sustraerme al hechizo de su daga,/ tajeando mis dos ojos, abiertos a la noche�� (pag.40).

   En todo caso, la poes�a de Patricia Maiorana no se estanca en recrear el oscuro signo del machismo . Su trascendencia a partir del cuerpo, es declarada cuando canta:�-un roce, acaso adquirir� vocaci�n de vuelo�por sobre los cuerpos sigilar�n las almas�la piedra del muro podra so�ar sus propias catedrales�para yacer, como la luna en la noche, sin urgencias de otra luz��(pag. 60). Espacios Opuestos,  primer libro de  �sta poeta argentina, se constituir�, ciertamente, en el inicio  de la construcci�n de una po�tica  de plena solidez literaria.

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