La Casa del Hada
                                LA SONRISA

             
                                     
Por  Luz E. Macias 


                                                              Ella portaba un coraz�n borracho
                                                                y alienante. ...
                                                                               Jes�s I. Callejas

Est�s muerta y no digo nada. As� debiste estar hace tiempo, cuando los luceros de tu aurora llenaban de luci�rnagas tu vientre.

Desde ni�o empec� a odiarte. Ya viajaba por las calles de tu pueblo busc�ndote en cada bar. Pero te escond�as. Eras como un fantasma que jugabas el juego m�s peligroso y te perd�as en el roc�o de la madrugada. Cuantas veces se levant� temprano para buscarla. "Hoy te hablar�" �C�mo es posible que sigas ah� envejeciendo tu bello cuerpo, d�ndole a los carniceros para que beban tu belleza! �C�mo le permites que se sumerjan en ti para llenarse de tu juventud, mientras t� te vas hundiendo en ese hoyo que apagar� tu existencia!

Muchas veces entr� en esas cantinas desiertas a la madrugada. Y te buscaba en cada rinc�n, en la m�sica, en la barra, en el ba�o que apestaba a hombres. Te encontraba en esos lugares de mala muerte, con sabor a aserr�n, a alcohol, a borrachos tirados en el piso. La luz mortecina ensombrec�a tu mirar, donde no hab�an lujos, ni lugares de reserva para amarse locamente y donde nadie como t� pod�a esconder las pasiones il�citas ante la mirada de ni�os como yo, que anhel�bamos una frase er�tica, una caricia a nuestro cuerpo. Te contemplaba cuando te dabas a otros hombres mientras hu�as a estos ojos m�os que insistentes ped�an de ti un poco de lujuria. Me tem�as. Te perd�as de mi vista como si la sangre hablara. Te escapabas a otro lugar desconocido para m�. O te escond�as de mi presencia, a estos ojos grandes que te mendigaban un beso como aquellos que les dabas a los otros ni�os que se perd�an por los caminos de tu cuerpo. Descubr�as en ellos esos deseos que exige la carne, constelaciones erectas brotaban de sus miembros. Yo viendo ese saboreo desesperado. A todos los despertaste por los paisajes del deleite. �A m� qu� me diste? 

Cu�ntas veces te levant� del piso donde yac�as ba�ada en v�mito y viruta, donde te ba�abas en alcohol, el �nico perfume que usabas. Lloraba a solas vi�ndote ah� tendida en tu eva-cuaci�n. Apestabas. Te recog�a del piso llev�ndote a un rinc�n: te daba a beber jugo de lim�n o agua. Gem�as. Mientras que los otros beb�an y cantaban con amargura su labor de amantes. Te miraba a trav�s de la neblina de mis ojos. Deseando que te alejar�s de estas tabernas, de esos hombres que no te respetaban. Eras tan s�lo un pozo de dicha donde relam�an y despu�s te dejaban por sus esposas. Pero t� no objetabas y segu�as caminando entre cantina y bar. Gritando tu dolor. Te embeb�as en la m�sica como si dentro de ella estuviera tu desgracia. Cu�ntos tangos escuchabas. "Caminito que el tiempo ha borrado que juntos un ..." Eran maravillosas con tu vocesita de ni�a, con esas melod�as triste que te llevaban a la locura. �C�mo cre�as en su letra!,�como penetrabas al fondo de ella! La sent�as. Eras bella pero te mirabas en ti, te amabas demasiado como para que otros te amaran. Fuiste la seductora de ni�os, viejos y de todos.

Muchas veces al levantarme en la madrugada y viajar por estas calles angostas de tonos antiguos recib�an tus secretos. Triste por la soledad de estas ventanas, mudas a tus cuitas, de estas puertas que se levantaban a mi paso sordas ante mi olar intranquilo porque ya te buscaba en cada uno los patios para ver  si por all� hac�as el amor. So��ndote en brazos de otros hombres. �C�mo me dol�a ser ni�o, el haberte conocido! �C�mo me dol�a caminar por estas calles cercioradas de tu vida li-bertina! Calles que ol�an a mujer sedienta. Fuiste promiscua de hombres perdidos en tu regazo. Paristes hijos como las perras hasta que tu vientre se marchit�. Nunca diste queja de madre. Por tus arrebatos y despechos dabas tus hijos a mujeres con vientres arcillosos, a esposas de hombres que amaste. Nunca sentiste pena por esos hijos que al igual que t� ser�an desgraciados. Ya estabas seca.

Cu�ntos hijos tuyos no conocen tu desgracia o se amar�n sin saber que t� los engendraste o repitir�n tu historia. Tal vez amar�n como t� apasionadamente y se entregar�n a cada hombre s�lo por una copa de aguardiente. O quiz�s tus hijas se sentar�n en las piernas de esos que alimentaron tu vientre de ca�a brava. Cu�ntas de ellas se dejar�n tocar tan s�lo por un trago. Eso fuiste, mujer que viajabas por las cantinas sent�ndote en cada mesa, arrullando a hombres despechados, los que te golpeaban. Te odiaban. Cu�nta pena sent� aquella noche que te recog� en La Milonga. Estabas maltrecha. Gem�as en mis brazos. Me ped�as perd�n. Qu� te iba a perdonar si ya ten�as demasiado castigo. Caiste en el arrabal m�s bajo: La Milonga, barra de canallas. Recinto de malhechores bravos que te daban sin l�stima y enloquec�as de amor. Milonga del arrabal, donde bailaste tantos tangos. Cuartucho sin luces rojas, ni cortinas que escondieran tu labor de amante. Fue en ese lugar donde te recog� esa noche. Por poco te matan esos hombres. No te quer�an compartir. Recuerdas cu�nto te llor�. Te negaste a ir a casa con mi madre. Tan s�lo escuchaste su nombre, Florita, tu borrachera se esfum�. Tu dolor de mujer se perdi�. La �nica que me am�. La que me aliment� e hizo que creyera en la vida y en m�. Cuando t� no me quer�as y te burlabas de m�. �Por qu� callaste esa noche que te dije que era hijo de ella, Florita? Ahora entiendo por que huiste de m� y me mirabas espantada como si hubiese nombrado al mismo Lucifer. Parec�a que te fueras a morir. Desde ese d�a te apartaste de m� y nunca m�s te dejaste ayudar.

S�lo era un ni�o de once a�os, ya empezaba a so�arte a desearte y ese maldito d�a en La Milonga, cuando ya ibas a ser m�a, me dejaste as� de inmediato, como pelar un caramelo. Siempre se pregunt� porque ella lo rechazaba. Pens� muchas veces que �l ten�a un mal incurable. Muchas veces se encontr� llorando de rabia, de impotencia que ella le negara ese despertar de hombre s�lo porque fuese virgen. �Pretextos! Mujer sin escr�pulos que hundiste a mi padre en la desolaci�n. Horrorizado huy� de ti. Se fue tan lejos que no recuerdo ni su rostro. Mi madre qued� petrificada por su locura. T� no respetabas a nadie. Se dice que naciste maldita para el amor, que nunca fuiste correspondida. Jam�s creer� en ti, porque muchos hombres te amaron, pero ninguno pudo aceptar tu vida putifarra. Dec�as que a todos hab�as amado y que por ellos te emborrachas. Ahora nada tienes; s�lo hijos que te maldicen en alg�n lugar, s�lo hombres que desean tu muerte, s�lo mujeres que desean poseerte para as� encontrar a sus maridos infieles.

Empec� a odiarte desde siempre, desde que me levantaba a las cinco de la ma�ana y caminaba por estas calles tuyas, empinadas, angostas, con olor a licor, testigas de tus desvar�os. Calles que  me gritaban "... ay�dame, Dios m�o, ay�dame a olvidarla, arr�ncame del ..." Y yo me iba hasta la escuela tarareando tu dolor. Viendo en mi maestra tu cuerpo enga�ador a trav�s de la luz mortecina de la cantina. Vi�ndola en la viruta, revolc�ndose en el aserr�n con ese olor tuyo, con sabor a milonga. En ella ve�a tus senos redondos listos a amamantar a cuanto paria encontrabas. Me so�� en ti. Trabaj� para darte tu medicina para que me dejaras poner mi cara en tus pechos. Pero ahora que soy hombre, ahora que puedo entrar en las tabernas y sentarme en las mesas, ahora que puedo darte hasta la �ltima gota de licor, que te puedo golpear, ahora que puedes ser m�a por la fuerza, que te exijo que me desnudes y para eso te pago, �me gritas que fuiste t� la madre que me pari�! �Puta! Est�s muerta ahora que te hago el amor ...

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Luz E Mac�as (Colombia, )  narradora, ha publicado  Los Pasos cuentos del cielo y del infierno, (2000) y Los fantasmas en el espejo, (2003). Fundadora de la revista literaria La Casa del Hada, desde 1994 y editora de La Cueva de la Sibila. El Hijo Buenitoooo (drama) fue producida por el festival de verano I.A.T.I. New York 1990. Dirigida por Manuel Martin rese�ada por el New York Newsday y prologada por el dramaturgo mexicano Emilio Carballido. Invitada a la feria del libro de Bogot� 2004 y la feria internacional de Miami 2001. Sus cuentos han sido publicados en varios revistas literarias, peri�dicos  y revistas virtuales.
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