La Casa del Hada
VIVALDI: INGENIERO DEL EXTASIS

Nelson Mosquera *


"Quintaesencia del arte: la conversi�n del�tiempo en espacio por medio de la m�sica."
(Hermann Hesse, "El Lobo Estepario.")


Creo en Bach, Todopoderoso, Creador del cielo en la tierra, pero creo m�s en Vivaldi, Omnipotente Creador de todo lo visible y lo invisible. Cuando el desaparecido escritor rumano Emil Cior�n dijo que Dios se lo deb�a todo a Bach, olvid� a�adir que Bach se lo deb�a todo a Vivaldi.�

El logro m�s grande del maestro veneciano fue la forma Ritornello, forma musical que apasion� a Juan Sebastian Bach, la adopt� en su obra y min� las bases de la futura escuela sinfonista de Mannheim. El Ritornello consiste en la repetici�n de la introducci�n orquestal cuatro o m�s veces. La trascendencia de esta forma musical la podemos palpar hoy en d�a, en sinfonistas contempor�neos como Mahler, Martinu y Shostakovich, luego de haber sido explotada por docenas de compositores cl�sicos y rom�nticos, entre ellos la excelsa trinidad Haydn-Mozart-Beethoven.�

A Vivaldi se debe la estructuraci�n del concierto en tres movimientos, el concerti grossi y el concerti ripieno, sin solistas, mejor conocido como sinfon�a. No ser�a por lo tanto exagerado considerar a Antonio Lucio Vivaldi como el demiurgo musical del milenio agonizante.

La obra m�s conocida de Vivaldi es Las Cuatro Estaciones, de una serie de doce conciertos para viol�n y orquesta correspondientes a el opus 8, denominado "el conflicto entre la armon�a y la invenci�n". Los ocho �ltimos fueron deliberadamente olvidados, pero los cuatro primeros han sido utilizados por la sociedad industrial avanzada contempor�nea y sus poderosos medios de comunicaci�n en centenares de avisos televisivos y radiales para anunciar desde comidas refrigeradas hasta tumbas de cementerio.�

Ah� radica la efectividad de esta obra program�tica. Registrada por primera vez en un fon�grafo, en los a�os cuarenta, en poco tiempo lleg� a todos los rincones del mundo luego de haber sido guardada con celo, durante doscientos a�os, en un gabinete de la obsoleta oligarqu�a austr�aca. Pero de no haber sido as�, quiz�s esta obra hubiera sido atribu�da a Juan Sebastian Bach. Desde ni�o el maestro alem�n acostumbraba a copiar, furtivamente, partituras de maestros italianos que luego transcrib�a para el clavic�mbalo, iluminado s�lo por el reflejo de la luna, inocente vicio que lo conducir�a a la ceguera. Prueba de ello es el Concierto para Cuatro Violines Opus 3, No 10 de Vivaldi, que Bach transcribi� para Cuatro Clavic�mbalos y que figura como obra suya. Conciertos para viol�n, obras para clave, m�sica sacra, originalmente escrita por Vivaldi, ha sido catalogada por music�logos pangermanistas y fascistas como obras de J. S. Bach. Fen�meno curioso de anotar cuando cre�amos que el saqueo cultural de las potencias se limitaba a obras pl�sticas, la producci�n literaria e intelectual tambi�n es objeto de robo.

Los historiadores de m�sica nos han gastado una pesada broma al hacernos creer que Bach y Haendel fueron los inventores de la m�sica barroca, y aparecen ante nuestros ojos como dos gigantescos monolitos, cuando ellos tan s�lo son los recipientes de toda una revoluci�n musical que se gestaba en Europa. El menosprecio que sent�a Haendel por los m�sicos de su �poca lo llev� a plagiar obras completas de Telemann, desfigur�ndolas con adornos, mientras que Bach no se sent�a en la obligaci�n de justificarse cuando plagiaba a Legrenzi, Corelli, Pergolesi y al mismo Vivaldi.�

La Pasi�n seg�n San Juan, obra cimera de la producci�n de Bach, tiene profundas ra�ces en el Magnificat en Sol Menor de Vivaldi. Los Conciertos No 2 y No 6 para �rgano de Bach son tambi�n inspirados en obras originales del veneciano. Y la lista ir� aumentando a medida que se vayan encontrando manuscritos de Antonio Vivaldi. Es palpable el desencanto que los mel�manos ortodoxos, amantes de la obra bachiana, sienten al descubrir que han estado amando secretamente a Vivaldi.�

En 1974 el escritor cubano Alejo Carpentier public� su novela Concierto Barroco, obra de lectura obligatoria para cualquier mel�mano aficionado a la m�sica de este per�odo. En ella se recrea la Venecia del Siglo XVIII, durante su famoso carnaval. Los personajes Vivaldi, Haendel y Scarlatti se encuentran por casualidad y terminan en una org�a musical en la Iglesia del Conservatorio del Hospicio de la Piedad, iglesia que mas parec�a un teatro, con balcones interiores, palco de honor y el centro reservado a los mel�manos de la nobleza. Las hu�rfanas del hospicio eran las integrantes del coro y la orquesta bajo la direcci�n del cura pelirrojo, como se conoc�a a Vivaldi. Ellas ejecutaban sus instrumentos en un palco, aislado con una gigantesca reja que imped�a ver con claridad sus rostros. Muchas de ellas eran hijas de nobles y personajes de alta condici�n, concebidas en relaciones il�citas, otras ten�an defectos f�sicos y por eso eran enviadas al hospicio. Este lugar apasionaba tanto a los viajeros, que aquel que visitara Venecia y no conociera el Ospedale della Pieta, hab�a perdido su viaje. El mismo Juan Jacobo Rousseau describe esta experiencia en sus famosas Confesiones. Carpentier remata su novela con el estreno de la opera Montezuma, escrita por Vivaldi en 1733, inspirada en los Cronistas de la Conquista Espa�ola. Esta obra despert� un gran inter�s en Europa sobre los temas americanos y en los a�os siguientes compositores como Rameau, Baldassare y Sacchini escribieron operas inspiradas en episodios de la conquista de Am�rica.�

La m�sica es un fenomeno surreal, es el aliento invisible de la existencia. Es un producto 99% artificial, prueba del poder espiritual de la humanidad. El anti-antrop�logo Carlos Casta�eda dir�a que es un arreglo voluntario de las emanaciones del Aguila. La m�sica es la vibraci�n ordenada del esp�ritu. El hombre es el animal supersticioso por excelencia y asocia el fen�meno esot�rico de la m�sica con lo sagrado. El ritmo vigoroso y los fuertes contrastes de la m�sica vivaldiana generan un movimiento acelerado de la materia sonora en un intento por fusionar lo sacro con lo profano, lo uraniano con lo tel�rico: unir al Hombre con la Divinidad. Los compositores son t�cnicos del �xtasis, en Vivaldi se funden el virtuoso con el m�stico (el mismo era un sacerdote), logrando el rapto celestial en su m�sica sacra, el v�rtigo de la aceleraci�n que produce el arrobamiento del alma; al mismo tiempo se funden el virtuoso con el diletante, logrando el goce terrenal en su m�sica profana. Vivaldi era un disoluto, excomulgado por convivir con dos mujeres y suspendido en sus funciones sacerdotales.�

Vivaldi es el Sham�n del Barroco, es un mago que crea prodigios con las masas sonoras. Es un adivino, su Sinfon�a No 4 en Si Menor "Al Santo Sepulcro" es una visi�n del atonalismo de Schoenberg. Es un sanador, en 1974 el Instituto Polaco de M�sica Terap�utica recomend� escuchar su famosa siciliana (err�neamente atribu�da a Bach) como m�sica de fondo para pacientes en el per�odo preoperatorio a las cirug�as abiertas del coraz�n. Es un hacedor de milagros, soluciona el conflicto entre la armon�a y la invenci�n, siendo el pionero de la m�sica ogram�tica que hoy en d�a constituye el 50% de toda producci�n cinematogr�fica. Es un psicopompo o conductor de almas, sus misas, salmos, motetes, himnos y antifon�as ejecutadas durante los oficios funebres, son una gu�a segura para el difunto confundido en su tr�nsito al inframundo (Vivaldi Hermeticus); no es casual que en el funeral del mismo Vivaldi en Viena, uno de los muchachos que integraba el coro se llamara Franz Joseph Haydn. Es un sacerdote: "il prete rosso". Es un poeta, es el autor del texto l�rico de Las Cuatro Estaciones, Opus 8. Es un m�stico que se desliza por el eje c�smico cuyo centro es la Catedral de San Marcos en Venecia uniendo las tres zonas c�smicas: el Cielo, la Tierra y el Infierno, uniendo lo sacro con la rutina tel�rica del Hospicio de la Piedad y con la libidinosidad profana del Carnaval de Venecia.

* Escultor, pintor, music�logo, y vide�grafo colombiano radicado en la ciudad de Fort Lauderdale, Florida.
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