La Casa del Hada
                      RAZ�N DE JEAN RENOIR


                                                  
por Alberto Ramos



Volver a Renoir es un saludable privilegio. En una �poca donde se impone la fascinaci�n por los extremos �la bofetada naturalista frente a la apoteosis del artificio� cabe preguntarse en primer t�rmino por las razones de esa extra�a devoci�n a que nos convoca un precursor como Renoir, esa desusada �libertad desde la inocencia� con que su cine elude espont�neamente cualquier atrincheramiento.
No se hallan en los argumentos de sus filmes. Como en otros artistas, los cl�sicos de la literatura, el teatro y la pintura proveyeron generosamente sus necesidades. Ni tampoco se deben al tan llevado y tra�do humanismo de Renoir, un lugar com�n donde se mezclan la cercan�a de sus personajes y ambientes, sus simpat�as izquierdistas y una visi�n luminosa, benevolente y sensual de la existencia.
Si aceptamos que la trayectoria del cine llamado cl�sico se consuma en apenas una d�cada � los a�os treinta�, desde la llegada del sonoro hasta la consagraci�n de los estudios y el star system (el resto, hasta la fecha, no sido otra cosa que la adecuaci�n sistem�tica de un paradigma narrativo a las exigencias de cada momento), entonces el cine de Renoir resulta ejemplar en la medida que a lo largo de esos diez a�os explora, consolida y finalmente agota las posibilidades del clasicismo. Ya La regla del juego (1939) presagia el inminente arribo de la modernidad, que dos a�os despu�s decretar�a Orson Welles en El ciudadano Kane (1941). Para entonces, en Renoir se advierte una complejidad del discurso que funde varias instancias de significaci�n en una estructura elegante e intrincada, transparente y m�ltiple. Del sustrato novelesco al uso, que prescribe la identificaci�n y gratificaci�n emocionales, afloran con asombrosa naturalidad connotaciones m�s profundas, que apelan a un an�lisis desde otro orden. Dicho en otras palabras: un momento de intensa significaci�n narrativa y dram�tica puede comportar, por ejemplo, una meditaci�n sobre la relaci�n entre contexto narrativo, informaci�n verbal y significado de las im�genes. De ah� que sus pel�culas, complejas y poco convencionales, tuvieran que aguardar a los a�os 50 y 60 para que el arribo de una nueva sensibilidad en la cr�tica y la realizaci�n permitiera apreciarlas con justeza. Al respecto, algo que la primera ha puesto en evidencia es que los filmes de Renoir abordan casi siempre una instancia de distanciamiento, ya sea entre lenguaje e imagen, hombre y naturaleza, norma social y comportamiento humano. Muestran a gente tratando de obedecer reglas y convenciones en situaciones y entornos sociales cerrados. Sus protagonistas buscan la libertad en los confines de los paisajes �reales e imaginarios� que habitan, y la sensualidad de la fotograf�a en profundidad de campo, las tomas prolongadas y el encuadre en continuidad, tan celebrados por los cr�ticos, no hacen sino acrecentar el atractivo de dicha empresa. Valgan como ejemplo, entre tantos, la escena de la evasi�n al final de La gran Ilusi�n y la secuencia de la cacer�a en La regla del juego.

La retrospectiva de Renoir que se ofrece durante el festival de La Habana re�ne lo mejor del primer per�odo franc�s, y lo completa con algunas obras poco vistas de los a�os cincuenta y sesenta. Nana (1926) fue el segundo filme de Renoir, cuya admiraci�n por Esposas fr�volas (Erich von Stroheim, 1921), lo decidi� a adaptar la novela de Zola. Rodado en Alemania, y contando con la presencia de los famosos actores Werner Krauss y Valeska Gert, algunos cr�ticos se atreven a considerarlo su filme m�s radical.

El gran actor Michel Simon y un amigo suyo financiaron Boudu salvado de las aguas (1934). Simon ya hab�a interpretado al vagabundo Boudu en el teatro, y quer�a hacerlo en cine. A pesar de las dificultades que supon�a el registro del sonido, Renoir sali� del estudio y rod� esta pel�cula en las calles y a lo largo del Sena, por lo que esta deliciosa f�bula sobre los intentos de un burgu�s por reformar a un hippie de aquella �poca es tambi�n una constancia gr�fica y sonora del momento. Boudu, un marginal retratado con simpat�a no exenta de crudeza, m�s cercana al cinismo de un Bu�uel que al romanticismo de un Chaplin, es una creaci�n absolutamente moderna. El encanto y la invenci�n de este hermoso filme hizo de �l una de las glorias del cine sonoro en sus comienzos.

Sin inmutarse por los cortes de una hora exigidos a Madame Bovary, Renoir emprendi� la filmaci�n de Toni (1934), que se anticipa al neorrealismo italiano en m�s de una d�cada. Fue rodada casi totalmente en la misma aldea de Martigues donde sucedieron los hechos, cuyos habitantes se interpretaron a s� mismos. Siguiendo su inclinaci�n por el naturalismo en la puesta en escena, Renoir cre� un filme bello y tr�gico, que hoy es reconocido como una de sus trabajos m�s acabados.

Un d�a de campo (1936) est� basado en un cuento de Maupassant. Deslumbrante recreaci�n del per�odo impresionista, en gran parte gracias a la fotograf�a de Claude Renoir, despliega en el fondo una complicada madeja de relaciones humanas que tienen como punto de partida un paseo familiar por las riberas del Marne. A pesar de su brevedad, es uno de los filmes m�s distintivos del estilo Renoir, bajo cuya fachada de comedia burguesa abocada a un desenlace tr�gico subyace un profundo conocimiento de la �poca, los sentimientos y la moral de una clase social.

1936 marca el comienzo de la colaboraci�n entre Renoir y Jean Gabin, que se extender�a a cuatro filmes. La gran ilusi�n (1937) a diferencia de la mayor�a de pel�culas, fue un �xito desde el estreno. Es el m�s popular y conocido de los filmes de Renoir, un alegato pacifista que a nivel m�s profundo ilustra la preeminencia de los or�genes de clase sobre los nacionalismos y las diferencias pol�ticas. Renoir explora con sutileza las paradojas del confinamiento, en que prisioneros y captores comparten, ir�nicamente, una misma soledad.

La Marsellesa (1938), financiado inicialmente con suscripciones recogidas por los sindicatos, es un emocionante relato de la Revoluci�n Francesa, donde Renoir incluy� di�logos tomados de documentos de la �poca. Renoir opt� por un enfoque humanista de la historia, dejando atr�s la falsa solemnidad de muchas epopeyas que, por lo dem�s, desconoc�an el hero�smo del pueblo en su af�n de exaltar el carisma de los l�deres.

La regla del juego (1939) est� considerada universalmente la obra maestra de Renoir. Inspirada en la pieza de Musset Les Caprices de Marianne, esta historia de amor�os entre arist�cratas y plebeyos durante un fin de semana de cacer�a en el campo oscila de la comedia a la tragedia con una tensi�n y un ritmo avasallador. �Es un filme de guerra; sin embargo, no hay una menci�n a la guerra en �l. Debajo de su apariencia inofensiva, la historia toca al coraz�n de nuestra sociedad�, dice Renoir en su biograf�a. Incluso los m�s peque�os elementos de la trama y la caracterizaci�n trabajan unidos, como en un maravilloso ingenio mec�nico, para precipitar el desastre final. Esta imagen de la sociedad perdiendo el control como un tren descarrilado, anticipa curiosamente la hecatombe que sobrevendr�a al a�o siguiente con la ocupaci�n nazi. La pel�cula fue prohibida poco despu�s del estreno. Por mucho tiempo, las �nicas copias disponibles eran media hora m�s cortas que el filme original. En 1956, afortunadamente, se descubrieron 224 cajas de descartes que hab�an sobrevivido al bombardeo de los aliados y permitieron reconstruir la versi�n de Renoir casi en su totalidad.

French Cancan (1953) se ubica en el segundo per�odo franc�s de Renoir, luego de su estancia en Norteam�rica. A pesar de un espectacular empleo del color, resulta m�s convencional que La carroza de oro (1953), impresionante retorno del maestro franc�s a sus ra�ces europeas. El testamento del Doctor Cordelier (1959), una adaptaci�n de Dr. Jekyll and Mr. Hyde, encontr� a Renoir una vez m�s deseoso de experimentar, esta vez regresando al rodaje con varias c�maras y la fotograf�a en blanco y negro. Almuerzo sobre la hierba (1959) es un fantas�a contempor�nea que remite inevitablemente a Un d�a de campo. Rodado en deliciosos tonos pastel, es un filme evanescente y melanc�lico, como si el director reconociese su desconcierto ante las fuerzas civilizadoras de la sociedad moderna. Con El cabo atrapado (1962) Renoir regres� el mundo de los campos de internamiento y los temas de La gran ilusi�n.

En 1968, film� en medio d�a un corto muy revelador, La direcci�n de actores de Jean Renoir, en el cual muestra su m�todo de trabajo mientras dirige a la actriz Gis�le Braunberger en los ensayos de un texto adaptado por �l a partir de Breakfast at the Nikola�des (Rumer Godden), usando el �m�todo italiano�. Le tom� cerca de ocho a�os para finalizar su �ltima obra, El peque�o teatro de Jean Renoir (1969), donde Jeanne Moreau interpreta cuatro sketches que el director escribi�, dirigi� y narr� para la televisi�n francesa.

Renoir muri� el 12 de febrero de 1979 en Beverly Hills, California. D�as despu�s, en un obituario aparecido en Los Angeles Times, Orson Welles lo llamaba �el m�s grande de todos los directores�.
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