La Casa del Hada



       
OFRENDA A LA LUNA



                     
Rubi Arana




Acerca de la pasi�n de un d�a

   la flor el viento que pasa;

   alas de mariposas,

   luz de una luna ef�mera y eterna

   que al andar de los astros va,

   voy como ella recibiendo

   la di�nica iniciaci�n de la luz

      en retorno.


    Madre Luna

   entregadora de sue�os,

   m�gica en el vaiv�n pulsante-alucinante;

    T� eres lo �nico que comparten

    los hombres de la tierra,

    que mueren y nacen

    hasta alcanzar la gran Soledad

   que en m�, te entrego.







CONFEDERACION INTERGALACTICA



   Tal vez unos ojos inm�viles bajo la yerba

   reverderando el oscuro sonido de la luz

      luego trascendida adrenalina

      al surco la derruida vida

       y vas-vienes

      entroncas el �cimo misterio.

  
   Al estallido hasta lo que flor o estrella.

  
   Intergal�ctica simiente de palabras nuevas.


      Ofrenda a los dioses que abren

      las puertas del tiempo


      Canto

   a veces el vidrio l�quido de una brisa

      cay� en tu pelo

   e impelido fuiste a so�ar.

      Sobre el azul

   deste�ido de tus "jeans" la gaseosa

   belleza de un canto persiste

      insistiendo.


   El "jeans" que te ajustaba

   no estaba m�s cerca que yo de ti

   como ha pasado tantas veces.


   El marfil el p�lido contrasentido

   con que los s�mbolos anuncian la muerte

   lo acojo como el mismo poder en tu rostro
   
      de rasgos r�pidos

   sensuales en el detenimiento,

   reflejados en mi agua cerebral,

   t�midos al parecer y al perecer

   de un pensamiento que te toca

   y se duerme rode�ndote.


   La red comunicatoria de tus nervios
  
   incubada en el vientre de tu madre.


   Confederaciones de sangre y sue�os.


   Tu armadura de huesos

   el casco de tu testa

   refugio de la luz inmortal.

  
   Conjurado cuerpo ascendente constelaci�n

   al umbral de su garganta el peso de Dios

      en alimentos pasa.


   El m�sculo viol�ceo de un coraz�n

   esponja absorbente del Verbo.

   El fuego sagrado en su pr�stata

   enciende generaciones.


     Tu ombligo

   centro del Arca de Alianza:

   de all� te soltaron a ser

    a vuelo de p�jaro.


   Tu pecho relicario de 12 n�meros.


   Tus cabellos antenas a un cosmos

   que se expande y contrae.

     Tu frente

    paz del Esp�ritu sumergido.

     Tus cejas

    sombra para la luz inaudita.

     Tus ojos:

    ventanas de la divinidad.

     Tus o�dos:

    t�neles espirales al Demiurgo.


   La nariz es la �tnica huella

   con que Moiras fraccionan la carne;

   adherida en el aire a la vida


   te hace parte del universo.


   Bendito el cielo de tu boca:

   ella es la humedad de todas las frutas

     divinizadas.

   En tu lengua el enigma de la serpiente,

   invertebrado el goce infinito de la tierra.


     Tus manos

   eficientes obreras del rey Salom�n.

   Tus brazos ansiados como c�pula

     al amanecer.

   Tus hombros donde la luz resbala

     y se pervierte.


   Vello sobre tu sexo, musgo.

   Tus piernas son entregas o caminos.

     Al final de tus pies,

   como al final de una noche de insomnio,

     la tierra da vueltas.




RUEGO A EROS



   De Minerva la diosa de oro

    y energ�a.

   De Venus la diosa de plata

    y estremecimiento.

   Te juro, Eros,

   hay robado material

    para el poema.

   Mi alma, como t� Eros,

    pagana

    desnuda

    travieso

   pensamiento que brilla.

   Coj�galo, Eros, conmigo.

   He visto una ruta distinta

    sin estremecerlo.

   Vacilante, lo s�, Eros, al misterio

    casi luz

    casi sombra

    casi nada.

   Si ha pasado mi luna

    en sus ojos.

   Un rel�mpago en tu cielo.

   Si acaricio su dulce piel presentida

   y los dioses, Eros, lo preservan

    fuera de mi canto ...

    ens��ame,

   como la serpiente a Eva,

   donde morder la fruta.

     

                                                    
Jos� D�az D�az



                                                    
Aproximaciones a:











                              
� EMMANUEL�, poes�a de RUBI  ARANA





   Pocas veces la historia de la literatura, encuentra libros de Poes�a que conmuevan tan hondo  los sentidos y el intelecto a la vez , como este libro de la poeta nicaraguence  Rubi Arana. El Hermetismo la cifra m�gica,, la Mistica, y la Filosofia, van por delante; la plenitud de una cosmovisi�n del universo, el mundo y la vida, encuadran los rasgos de la conciencia humana, para desarrollarse a borbotones  en el silencio donde se da la plena comunicacion. Aparente contradicci�n, que desemboca  en la verdad del ser.

Sinembargo, el sortilegio de su Poes�a, nos acerca al mas ac�, cuando el cuerpo se le escapa al absoluto. Las tres partes  que conforman su libro son sus tres hijos, ella es todo el libro; y nosotros su espejo. Panteista declarada, Rubi se sabe luz y sombra a la vez, �r�plica de Dios�, � fuego hecho polvo.�

   Octavio paz , en su ensayo po�tico  � El mono Gram�tico�, nos induce a entender  que el lenguaje, no es la realidad  y que la comunicaci�n total se da en el silencio, Rubi lo da por hecho, cuando dice: � ,,,El fin no es la cr�tica literaria: liberarse de la energ�a de este placer/ que hizo al mundo y hace al poeta./ Sin despreciar palabra inconsciente/ luego consciente ordenandola  de acuerdo/ al sonido y no a la gram�tica/ as� se fue formando la vida.� Y en su Arte Po�tica reafirma:� Dios y poes�a nacen en silencio/  A Dios no lo formaron las palabras.�

La  aut�ntica  poes�a siempre se roza  y eso sucede cuando leemos en � Reliquia de los frutos� , los versos de  Maria Angeles Mendez, poeta cubana, al repecto: � Dicen que la primavera es  la piel en busca de los �rboles�/ que la tierra muestra su cara en la semilla/ pero nadie toca los reflejos profundos de la sabia y ve nacer el fruto.� , y Rubi contesta : � Oro.Silencio.Crepusculo. Penumbra y energ�a universal/ semilla y muerte : hijas de la tierra/ hermanas de la tierra�� � �alli renace la vida como la primavera/ loor a la embriagante primavera  hija del sol / y llena de tumbas floridas�!�

   Leer a Rubi Arana, es permitir que nuestro silencio siempre oculto se llene, por un instante  de ese toque divino que emana su poes�a. Y cuando su cuerpo se le escapa a la plenitud, nos  deja versos como estos de su poema:� Donde infinitamente el tacto�

��,y para perdonar la eternidad / bebes el instante, dejas  pasar la pregunta y ahogas un minuto de  Junio a orillas de un cuerpo./ Y desde  el mineral a la muerte, del arbol a Dios,/ t�, interminable,/ en que vaso de carne estrangulas/ la sed de una gota de luz/ y como un impotente usas la lengua/ para arrancar convulsions  las u�as para sangrar el tacto/ y destruyendo espacios necesarios/ como una muestra cotidiana � de la primera lagrima a la primera estrella/ del primer sol al ultimo crep�sculo/ aprisionando un l�mite de espada  del espasmo a la eternidad , de la pasi�n al fruto��
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