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Augusto Monterroso
Escritor guatemalteco


   ...recuerdo el alboroto que en los años sesenta armó su novela Rayuela, cuando las jóvenes inquietas de ese tiempo se identificaron con el principal personaje femenino, la desconcertante Maga, y comenzaron a imitarla y a bañarse lo menos posible y a no doblar por la parte de abajo los tubos de dentífrico, como símbolo de rebeldía y liberación; y luego los cuentos de Julio, que eran espléndidos y que existían desde antes pero que gracias a Rayuela alcanzaron un público mucho mayor, y más tarde sus vueltas al día en ochenta mundos y, como si esto fuera poco, sus cronopios y sus famas; y uno observaba cómo, fascinados por las cosas que se veían en estos seres de una mitología que suponían al alcance de sus mentes, los políticos y hasta los economistas querían parecer cronopios y no solemnes, y lo único que lograban era parecer ridículos. De todo esto, y de sus hallazgos de estilo y del entusiasmo que despertó entre los escritores jóvenes, quienes a su vez se fueron con la finta y empezaron a escribir cuentos con mucho jazz y fiestas con mariguana y a creer que todo consistía en soltar las comas por aquí y por allá, sin advertir que detrás de la soltura y la aparente facilidad de la escritura de Cortázar había años de búsqueda y ejercicio literario, hasta llegar al hallazgo de esas apostasías julianas que provisionalmente llamaré contemporáneas mejor que modernas; y sus encuentros de algo con que creó un modo y -hélas- una moda Cortázar, con su inevitable caudal de imitadores. Los años han pasado y bastante de la moda también, pero lo real cortazariano permanece como una de las grandes contribuciones a la modernidad, ahora sí, la modernidad, de nuestra literatura. La modernidad, ese espejismo de dos caras que sólo se hace realidad cuando ha quedado atrás y siendo antiguo permanece.

Julio Cortázar (fragmento), por Augusto Monterroso
Del libro Pájaros de Hispanoamérica, Alfaguara
Extraído de www.lainsignia.org




Heberto Padilla
Escritor cubano


   La gracia, la capacidad de invención y poesía que constituyen lo mejor de su obra dieron a la literatura de nuestra lengua, una originalidad que se venía perdiendo durante el medio siglo. Cortázar vigorizó nuestra literatura en lo que realmente importa, en el lenguaje. Rayuela puede ser abierta en cualquier página y siempre nos producirá un efecto de escritura distinta, inesperada, porque en ella lo que prevalece es la expresión.
   Cada vez que la he utilizado en clase he descubierto él entusiasmo que despierta en los jóvenes, porque la obra de Cortázar es sobre todo una obra de juventud. Sus cronopios y sus famas, aquel ámbito de fábula en que sabía desplazarse con la magia de un niño, no estaban en nuestra lengua. Él es responsable de que estén ahí.
   Hace un año escribí que siempre tuve la extraña certeza de que Cortázar no moriría jamás. El único padecimiento que le conocimos lo manejaba él con una graciosa vanidad. Se había detenido en el tiempo, a los sesenta años parecía un hombre de treinta, de modo que envejecía al revés, hacia la juventud, como si desnaciera .

Imágen de Julio Cortázar (fragmento), por Heberto Padilla
Publicado en diario La Nación, Buenos Aires, 28 de abril de 1985
Extraído de www.lamaquinadeltiempo.com




Cristina Peri Rossi
Escritora uruguaya


   "Tenía 30 años cuando lo conocí y era uno de mis escritores favoritos. Pero nunca me había interesado conocer a ninguno. Sin embargo, el exilio creó unas afinidades y unas necesidades que explican que este encuentro tuviera muchos significados para ambos. Me pareció que era un hombre triste, tierno, lúdico, devorador de letras, amante de la música, igual que yo. En seguida nos sentimos cómodos, entusiasmados, cómplices y amigos."
   "No había mucha diferencia entre el escritor y la persona, lo cual me parecía su mayor virtud. Era un escritor romántico: vida y escritura se corresponden, se entrecruzan, se inspiran mutuamente. Sin embargo, los elementos fantásticos de sus relatos corresponden más a la influencia del surrealismo que a su lado oscuro. Era un hombre equilibrado, que detestaba los excesos emocionales (en eso era poco romántico), y con una clara conciencia de ser un intelectual."
   "El siempre me comentó que su máximo deseo había sido ser un gran poeta, porque le parecía que la poesía era el género mayor de la literatura. Pero como era consciente de sus limitaciones, se había convertido en un narrador. Fue un gran lector de poesía y escribía muchos poemas, que él mismo se encargaba de arrojar a la papelera. Sin embargo, creo que escribió algunos muy buenos, por ejemplo, la serie de quince poemas de amor dedicados a mí. Me parecen excelentes, aunque quizás los lazos afectivos no me permiten ser completamente objetiva."

Era un hombre triste y lúdico (fragmentos), reportaje a Peri Rossi, por Silvina Friera
Publicado en diario Página/12, Buenos Aires, 12 de Febrero de 2004




Alejandra Pizarnik
Escritora argentina


   "Maravillosa es la perfección con que Cortázar plasma sus relatos: aun el más fantástico presenta una arquitectura acabada como una flor o una piedra. Se puede decir que Cortázar no deja el azar librado al azar."
   "El humor de Cortázar se despliega por toda la gama de los colores. Siempre es humor metafísico, pero a veces negro, a veces rosa, azul, amarillo... Muchas veces es feroz; pero su ternura es inagotable; suele proyectarla tan lejos que alcanza a los animales fantásticos (Guk, camello declarado indeseable; el oso que anda por los caños de la casa), a los animales reales (tortugas) y a los "animales mecánicos" (bicicletas)."

Humor y poesía en un libro de Julio Cortázar: Historias de cronopios y de famas (fragmentos)
Alejandra Pizarnik; Prosa Completa, Lumen, Buenos Aires, 2003




Francisco Porrúa
Editor argentino


   "Cuando llegué a Sudamericana ya estaba publicado Bestiario, pero la edición estaba prácticamente en los almacenes, sin vender. Como ocurre muy a menudo en estos casos, había una especie de rumor en Buenos Aires de que había un libro muy bueno en Sudamericana. Aldo Pellegrini y la gente que leía la publicación surrealista A partir de cero habían descubierto a Julio Cortázar, pero no el lector común. Cuando Cortázar envió a Sudamericana Las armas secretas, los antecedentes eran como para esperar poco. La razón comercial de que el libro no se había vendido podía haber implicado la pérdida del autor, pero en estos casos las razones comerciales suelen ser anticomerciales. Las armas secretas me pareció excelente y lo publicamos."
   "La reacción de los lectores cambió completamente. Fue muy bien recibido y desde ahí seguimos con el resto de la obra. Lo que llegué a publicar fueron Todos los fuegos el fuego, Rayuela ­por supuesto­, la novela 62, y después Octaedro, pero ya estaba un poco fuera de la editorial."
   "En el año 62, la primera vez que le vi, Julio llegó a Buenos Aires. Le propuse reunir unos textos sueltos de cronopios que habían aparecido en revistas. Llegamos a ese acuerdo, lo reordenamos y lo publicamos en Minotauro. No sé si llegó a escribir algo más de cronopios y de famas."
   "En Todos los fuegos el fuego ocurrió algo bastante curioso, que he contado alguna vez. Había que decidir la carátula y un día pensé ­todavía el libro no estaba impreso, por supuesto­ en ese cuento, "El otro cielo", en que se entra en el Pasaje Güemes y se sale en la Galería Vivienne, y entonces le escribí y le dije que me parecía que en la portada podíamos poner una fotografía de la galería de entrada, y en la contratapa la otra. Él, mientras tanto, me estaba escribiendo otra carta ­se cruzaron en el aire­ donde me contaba que el dibujante Julio Silva, un argentino que vive en París, le había propuesto que pusieran en la primera carátula el Pasaje Güemes y... etcétera. Absolutamente lo mismo."

A Cortázar no le preocupaba que no lo alabaran (fragmentos),
entrevista a Francisco Porrúa. Extraída de http://abc.es




Omar Prego Gadea
Escritor uruguayo


   "Yo estaba fascinado con su obra, pero entonces no pude verlo. Hasta que un día, gracias a Juan Carlos Onetti, pude conocerlo. Entablamos allí una amistad duradera que sólo interrumpió su muerte."
   "La maquinaria ciega y destructiva que asoló el país durante el último gobierno militar lo rondaba como una pesadilla. Por eso, siempre trató de exorcizar sus fantasmas a través de sus relatos."
   "Creo discernir una modificación de lo fantástico a lo neofantástico. Julio consigue, en forma asombrosa, que el lector supere su incredulidad por un instante y pase de un mundo gris a otro."
   "Julio tenía una inmensa generosidad y una gran capacidad de entrega al otro. Recuerdo su gran sentido del humor y su talento, que lo convirtieron en uno de los mejores cuentistas en el nivel mundial."

Cortázar revive a la luz de sus propias palabras (fragmentos),
reportaje a Omar Prego Gadea por Susana Reinoso
Publicado en diario La Nación, Buenos Aires, 29 de septiembre de 1997




Rodolfo Rabanal
El hombre que vivía en París
Escritor argentino  


   Ya no recuerdo en qué fecha escuché por primera vez el nombre de Julio Cortázar. Seguramente no pudo haber sido antes de 1960. Por ese entonces, "Bestiario" circulaba como un raro libro de culto. Que ahora se cumplan cincuenta años de su primera edición significa que hacia 1960 el libro apenas si se había vendido y había estado durmiendo en los depósitos de la Editorial Sudamericana durante casi toda una década.
   Es curioso comprobar que Cortázar dejó Buenos Aires para instalarse en París precisamente en 1951, cuando se editó su primer libro verdaderamente inaugural. Porque son los cuentos reunidos en "Bestiario" los que fundan su carrera, denotan su talento maduro y afianzan la peculiaridad de su voz literaria. En 1951, Julio Cortázar tenía treinta y siete años y quería nacer de nuevo en otra parte, dejando atrás su pasado de maestro de provincia o su cómodo empleo de traductor público. Una vez dijo que el "ruido que hacía el peronismo" terminó por alejarlo de la Argentina, de la que, sin embargo, nunca se alejó del todo o, en otros términos, a la que regresó sin volver.
   Que su partida de Buenos Aires haya coincidido con la aparición de "Bestiario", parece decirnos que su autor no esperaba que el libro fuese recibido con grandes fastos. O que su urgencia por irse era mayor que la de seguirlo de cerca en las librerías y los suplementos culturales. También es cierto que los autores de hace medio siglo contaban con un aliciente que hoy no existe: los libros permanecían en las mesas de venta todo el tiempo que fuera necesario, como frutos que maduraran despacio en el gusto de los buenos lectores. Es probable que Cortázar confiara en esa morosidad y sintiera innecesario prolongar su estadía a la caza de adeptos. De cualquier modo, no se equivocó, porque diez o doce años más tarde su nombre empezó a resonar con la trémula persistencia de un eco mítico: un escritor argentino que vivía en París y triunfaba en Buenos Aires.
   Visto a la distancia, me resulta difícil no identificar la obra y la persona de Cortázar con el espíritu romántico - y por eso rebelde y lúdico- que rodeaba a cuanto se relacionara con él. Después de "Bestiario", de "Todos los fuegos el fuego", después de "Rayuela", una generación entera aprendió quizá para siempre que escribir es también un acto gozoso y una de las formas, paradójicamente, más personales y públicas de ejercer la libertad y comunicarla a los otros .

El hombre que vivía en París, por Rodolfo Rabanal
Publicado en diario La Nación, Buenos Aires, 21 de junio de 2001, pág. 13




Sergio Ramírez
Escritor nicaragüense, ex vicepresidente de Nicaragua


   Las jornadas de rebeldía en las calles de París en la primavera de 1968, y la masacre de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco en México ese mismo año, tuvieron como detonante la obsolescencia académica, para transformarse después en reclamos por el cambio a fondo de la sociedad anquilosada y mentirosa. El espíritu de Julio Cortázar flotaba sobre esas aguas revueltas de la historia que los cronopios querían tomar por asalto, porque los seres humanos quedaban implacablemente divididos en cronopios, esperanzas y famas. Y las crónicas de esos hechos las conocimos por escritores que actuaban como testigos de cargo, Carlos Fuentes que nos hablaba del París del 68 en un reportaje memorable, y Elena Poniatowska que historiaba la masacre de México en La noche de Tlatelolco.
   La rebeldía juvenil se encarnizaba contra los modos de ser, y también contra los modos de andar por la vida, porque se trataba de un cuestionamiento a fondo, no de doble fondo. El mundo anterior no servía, se había agotado. Sistemas arcaicos, verdades inmutables. Patria, familia, orden, la buena conducta, los buenos modales, las maneras de vestir. En Rayuela, Cortázar seguía colocando cargas de dinamita a toda aquella armazón. Y no era solamente un asunto de melenas largas, alpargatas, y boinas de fieltro con una estrella solitaria. Todos queríamos ser cronopios, nos burlábamos de los esperanzas y repudiábamos a los famas.
   Eran ésas, al fin y al cabo, categorías éticas que iban más allá de la patafísica, y que llegarían a tener consecuencias políticas. Cortázar, el desterrado, se volvió un autor que leían los revolucionarios clandestinos en las catacumbas, porque planteaba las maneras de no ser, frente a las descaradas manera de ser que ofrecían sociedades como las de América Latina donde no bastaría abolir las injusticias, sino también las formas de conducta personal. Al fin y al cabo, se estaba en rebeldía no sólo en contra de la sociedad, sino en contra de uno mismo, o de lo que habían hecho de nosotros.
   Quizás fue siempre una quimera tratar de sacar lecciones políticas de un libro que como Rayuela planteaba antes de nada la destrucción sistemática de todo el catálogo de valores de occidente, pero no contenía propuestas para un nuevo sistema de poder. Se quedaba en una operación de demolición, y no aspiraba a más, porque en las respuestas estaba ya el error. Pero era una propuesta ética, palabra hoy tan extraña la ética en el paisaje desolado del nuevo siglo.
   La osadía más valiosa de Rayuela fue su terrorismo verbal, que conducía de la mano a la inconformidad perpetua, algo con lo que al fin y al cabo no podían compadecerse las revoluciones una vez en el poder, porque de todas maneras terminaban buscando un orden institucional que desde el primer día empieza, por ley inexorable, a conspirar contra la rebeldía que le dio vida a ese poder; y de eso tengo yo demasiadas pruebas.

El que nunca deja de crecer (fragmento) , por Sergio Ramírez
Extraído de http://www.sergioramirez.org.ni




Silvio Rodríguez
Músico cubano


   Julio Cortázar me mandó una vez un nylon, un paquete, que traía recortes de la vida de Mozart. Y traía un pedazo de una partitura, traía un grabado de Mozart, fotos, dibujos de la casa donde nació en Salzburgo; traía montones de cositas así y entonces yo vi aquello y me pregunté: ¿Y por qué coño Julio me mandará estas cosas?, pero afuera, en el cartón, Julio me decía: "Para mi amigo querido, Silvio Rodríguez, de su hermano Julio Cortázar", y a mí aquello, realmente, cuando me puse a leer "para mi amigo querido, de su hermano", me dije ¡Coño! ¡Yo tengo que quedarme con esto!, ¡Yo tengo que guardar esto!. Entonces me vi a mí mismo, y en mí mismo vi la posición de los demás y me dije: ¿Y por qué yo quiero guardar esto si yo no creo en esto? Y me dije: ¡Coño! Porque para mí es importante Julio Cortázar. No sé, no es por lo que ha escrito, porque es un tipo..., es por lo que piensa, por esto, por lo otro, por lo que fuera. Con lo que te quiero decir, con todas estas explicaciones, que uno tiene que dar... y darse...

La sal de la vida (fragmento), entrevista a Silvio Rodríguez por Chiqui Vicioso
Publicada en el Listin Diario de Republica Dominicana
Extraída de www.silviorodriguez.org/




Juan Rulfo
Por eso queremos tanto a Julio
Escritor mexicano  


   A Julio Cortázar
   Lo queremos porque es bondadoso.
   Es bondadoso como ser humano y muy bueno como escritor. Tiene un corazón tan grande que Dios necesitó fabricar un cuerpo también grande para acomodar ese corazón suyo. Luego mezcló los sentimientos con el espíritu de Julio. De allí resultó que Julio no solo fuera un hombre bueno, sino justo. Todos sabemos cuanto se ha sacrificado por la justicia.
   Por las causas justas y porque haya concordia entre todos los seres humanos.
   Así que Julio es triplemente bueno.
   Por eso lo queremos. Lo queremos tanto sus amigos, sus admiradores y sus hermanos.
   En realidad, él es nuestro hermano mayor.
   Nos ha enseñado con sus consejos y a través de sus libros que escribió para nosotros lo hermoso de la vida, a pesar del sufrimiento, a pesar del agobio y la desesperanza. Él no desea esas calamidades para nadie. Menos para quienes saben que, más que sus prójimos, somos sus hermanos. Por eso queremos tanto a Julio.
Por eso queremos tanto a Julio, por Juan Rulfo
Extraído de www.zap.cl




Juan José Saer
Sus méritos
Escritor argentino  


   Cortázar tuvo una enorme influencia en los escritores jóvenes de su momento. Lo más positivo que dejó fue su tentativa por modificar las estructuras de la novela. Pero fue fallida. A mí no me gustan las novelas de Cortázar sino sus cuentos. Su aporte a la literatura fantástica fue similar al que hizo Borges o Bioy Casares. Me gustó mucho leer La vuelta al día en ochenta mundos. Es un libro atípico porque son cuentos que no tienen una definición precisa dentro de los géneros. Eso es un mérito. Introdujo en el género fantástico una dosis de cotidianeidad, de vida de clase media argentina. Eso le daba a sus cuentos un encanto muy particular.

Sus méritos, por Juan José Saer
Publicado en diario Clarín, Buenos Aires, 12 de febrero de 1999




José Saramago
Escritor español  


   "Lo que más me gusta es, digamos, lo que tiene Kafka: la posibilidad de partir de un hecho sencillo y cotidiano, aparentemente sin importancia, de desarrollar un relato en el que cada palabra va retorciendo esa aparente normalidad para, poquito a poco, llegar a una situación totalmente imprevisible. Kafka no leyó a Cortázar, pero si hubiera la posibilidad de que lo leyera diríamos que son espíritus afines".
   "Rayuela es una gran novela que no sabemos nunca dónde está, una vez que se puede organizar de todas las formas posibles e imaginarias. La novela normal es fija, inmóvil, no se mueve, pero Rayuela no. Rayuela nunca está. Siempre se está moviendo. Incluso si el lector hace una sola lectura de Rayuela, se quedará con la imagen de una novela inmóvil, pero porque ese lector ha sorprendido la novela en un momento en que ésta se encuentra inmóvil. Sin embargo, en la lectura siguiente se moverá".

Saramago lo relaciona con Kafka (fragmentos)
Publicado en Mural, México, 14 de Febrero de 2004




Fernando Savater
Escritor y filósofo español


   "La literatura de Cortázar produjo una ruptura estética evidente cuando introdujo las fantasmagorías en la dimensión de la vida cotidiana. De esa manera lateral, revelaba que la organización racional de la realidad es una ilusión."
   "Yo leí mucho sus cuentos, que me influenciaron. Y me gustaron mucho sus historias de cronopios y de famas. En esos momentos, Cortázar era un escritor mayor: producía un máximo de efectos con un mínimo de recursos."
   "Los experimentos novelísticos de Cortázar también fueron interesantes, sobre todo Rayuela, donde trabajó la idea de quebrar el campo del relato en una serie de fragmentos que el lector podía articular según su antojo o su capricho."
   "Yo creo que era su manera de introducir la idea de fractura en un sistema de inercias que podríamos convenir en llamar lo real, y del cual Cortázar parecía sospechar desde sus inicios como escritor, cuando escribió cuentos tan fantásticos como Casa tomada o, más tarde incluso, La noche boca arriba u otros. La contribución del narrador argentino a la historia de la literatura es innegable, porque contribuyó a ampliar las posibilidades de sospecha, enseñó a desconfiar de la tiranía de la evidencia."

Produjo un máximo de efecto con un mínimo de recursos (fragmentos), por Fernando Savater
Publicado en revista La Maga, "Homenaje a Cortázar", Buenos Aires, noviembre de 1994




Julio Silva
Artista plástico argentino


   "Mi relación con Cortázar comenzó con Bestiario, en el 51. Lo encontré en una librería de Buenos Aires y fue como un reguero de pólvora. Lo leí sentado en un café de un tirón. Fue una explosión. Teníamos poca literatura latinoamericana capaz de satisfacemos. No había esa aptitud de Julio de ser a la vez marginal, de vivir y hablar como nosotros, y también europeo, de corresponder con James Joyce o con Dylan Thomas".
   "Julio provenía de ese contexto anglosajón de la historia corta (short story), se ligaba bien con la buena literatura moderna que por entonces se traducía y editaba en la Argentina, pero con un lenguaje, una atmósfera y un olor que nos pertenecen. En él hallé lo que buscaba en Macedonio, en Borges, en Quiroga: abrir una puerta y pasar del otro lado de lo cotidiano".
   "Cuando me vine a París fui a verlo con el falso pretexto de transmitirle los saludos de Eduardo Mallea. (...) Nos hicimos muy amigos. Yo buscaba conocer en él la fuente. Y la brújula de nuestro encuentro fue el humor, porque el humor también es deslizamiento, de un sentido al otro. Siempre me asombraba que no hablara de lo que estaba escribiendo. Sin embargo, conociendo su mundo, lo reencontraba en sus escritos. Él no dejaba transparentar nada. Era simple, afable, trabajaba para la Unesco, tomaba, fumaba, iba a los bares. Si no fuera por su altura hubiera podido perderse en la muchedumbre. Te daba la oportunidad de acercarte a él, pero siempre protegiéndose a sí mismo. Y creo que lo hizo hasta el final."

Los unió el nombre, el humor, el mate y el talento (fragmento)
reportaje a Julio Silva por Saúl Yurkievich
Publicado en revista La Maga, "Homenaje a Cortázar", Buenos Aires, noviembre de 1994




Osvaldo Soriano
Escritor argentino


   "Yo vivía en Tandil y empezaba a escribir algunos cuentos horribles. Como todo el mundo tenía su dirección, yo también. Y le envié el texto. Un mes después recibí una carta. Se había tomado el trabajo de arrancar de La revista de Occidente su cuento Una flor amarilla, uno de sus grandes cuentos, por otra parte. Y nada más. Por supuesto, entendí bien que esa no respuesta era una respuesta en sí misma, casi una gentileza."
   "Para el joven que yo era, Bestiario y Todos los fuegos el fuego fueron un deslumbramiento. No tanto Rayuela, un libro complejo para mí. Claro que hay que ubicar esto en el tiempo. Yo era un muchacho provinciano, no un informado porteño. Éramos tres o cuatro amigos que nos intercambiábamos libros. Lo que recibí fue el golpe de estar frente a algo que nunca se había hecho. Los leí como algo nuevo en literatura, inéditos en las letras argentinas. Volviendo a Rayuela, lo que nos deslumbraba era la maestría en el dominio del texto largo, que es algo que todo cuentista sueña con manejar, con ver si algún día podrá. Todavía, cuando saco Rayuela y la hojeo, me doy cuenta de que, leída desde hoy, joven, debe ser una novela totalmente distinta. Los franceses dicen: "Cuando vos te morís vas al Purgatorio" y calculan que eso dura diez años, hasta que después viene el paso al Paraíso o al Infierno. Borges no fue al Purgatorio. Murió y acrecentó su fama y su prestigio. En cambio, Julio pasó por un purgatorio. Yo he leído notas francamente adversas de tipos que decían haber vivido engañados respecto a Cortázar. Era como para preguntarles: '¿Y vos qué tenés para aportar?'."
   "Cuando yo iba a su casa y él venía a la mía, seguramente el tema era la Argentina. Temíamos, claro, que iba a ser una catástrofe. Él lo razonaba de una manera entre poética y política. Decía que la mayoría de la gente cercana a la cultura corría peligro y que la situación iba a ser muy asfixiante como para poder resistir activamente desde adentro."
   "En honor a la verdad y para no caer en idealizaciones, él era muy ortodoxo. Una vez, recién llegado de Cuba, fui a casa. Recuerdo que le dije que había visto cosas jodidas. Pero Julio insistía en que no había que darle pasto a las fieras. Se lo discutí un poco, argumentando que no podíamos vendernos bolazos entre nosotros. Pero él no se movía de su postura."

Como intelectual fue un modelo y respecto a Cuba, un ortodoxo (fragmentos),
reportaje a Osvaldo Soriano por Carlos Ferreira
Publicado en revista La Maga, "Homenaje a Cortázar", Buenos Aires, noviembre de 1994




Luis Tomasello
Pintor argentino


   "Julio tenía un conocimiento impresionante de música: jazz, clásica, lírica... Tocaba el saxo y creo que el piano, y sabía leer partituras. Como yo guitarreaba un poco, decidimos hacer La cumparsita juntos. ¡Hubiera sido lindo! Pero al final no nos atrevimos. Julio era dueño de un gran sentido del humor. ¡Nos divertíamos tanto juntos! Le gustaba viajar, ir al boxeo (gusto que nunca pude compartir). Le encantaban las herramientas y tenía una cantidad impresionante. Una vez le conté cuarenta destornilladores."
   "Iba a las ferreterías y compraba sin parar, y luego se olvidaba que ya había comprado las mismas cosas. Tenía varios taladros. Yo todavía uso una perforadora chiquita a pila que él me regaló. No se daba maña para los trabajos manuales, pero si le indicabas hacía muy bien las cosas. Cuando armábamos las bibliotecas desconectaba el teléfono, era un día de fiesta para él. De vez en cuando me decía 'Luis, vamos a hacer una pausa, pero una pausa húmeda' que era con un pequeño whisky."
   "También le gustaban los objetos artísticos. Su casa estaba llena de obras de los amigos y era un lugar muy lindo, alegre y colorido. Le gustaba mucho mi pintura cinética y también le gustaban los cuadros naives. A Julio le gustaba mucho el asado; gozaba con él. Claro que siempre me tocaba hacerlo a mí. Después de casarse con Carol, como ella me tomó mucho cariño, nos veíamos casi a diario y comíamos asado con mucha más frecuencia. Cuando se enfermaron, los dos me pidieron que los ayudara y yo lo hice con toda el alma."
   "Yo lo llevaba al hospital y lo traía de vuelta. Lo interné dos veces y él me dijo: 'Si entro una tercera vez, ya no salgo'. Y así fue. Desgraciadamente hubo que llevarlo una vez más; nunca olvidaré ese día. Fui a buscarlo, se levantó de su sillón, fue hasta la puerta, se puso su gorra, miró los libros y luego la habitación como si los viera por última vez. Un rato antes me había dicho: 'Si esta pelea fuera a siete rounds, la gano. Pero a doce no creo'."

Iba a ferreterías y compraba sin parar (fragmentos),
entrevista a Luis Tomasello por María Esther Vázquez
Publicado en revista La Maga, "Homenaje a Cortázar", Buenos Aires, noviembre de 1994




Luisa Valenzuela
Escritora argentina


   "Su obra tiene plena vigencia. Y otra cosa: aun los que se limitan a apreciar lo de los cronopios y los famas, que es lo más fácil, también entran en sus mecanismos de textos como máquinas de pensar, máquinas que generan otras ideas y son estímulos de pensamiento. De alguna manera, Borges, a quien admiro profundamente, es tan preciso, perfecto, clausurante, que ahí no entra nada más. Mientras Borges es totalmente centrípeto, Cortázar, en cambio, es totalmente centrífugo: en él entra todo, y uno se puede sentir hermanado con ese espacio que él abre a los demás."
   "Cortázar decía que derivaba de la patafísica, cuyo principal precepto es no tomarse lo serio en serio. El trabajaba con temas de enorme seriedad y de golpe abría este juego. Porque creía que el juego abre la puerta para avizorar cosas que no pueden comprenderse de otra manera. Cortázar decía que de chico había sido muy serio, muy adulto; y de adulto, a la hora de escribir, utilizó mucho aquella mirada 'seria' de niño que veía con ojos siempre nuevos, renovados."
   "Poco antes de morir, Cortázar me contó un sueño: le entregaban un libro impreso en el que veía, por fin, que había podido aunar esos dos mundos, el de sus creencias políticas y el del arte. Un libro perfecto, impecable, que estaba hecho de figuras geométricas, no de palabras. El quería volver a la literatura pura, pero se sentía en la obligación, cuando le pedían un texto para cualquier revista, de escribir sobre política."
   "Sus cuentos, en general, son extraordinarios. Rayuela fue un deslumbramiento: lo leí de una manera y lo volví a leer de otra, y no quería abandonar nunca ese universo tan complejo, tan magistralmente narrado. Pero el libro que más me gusta es 62: modelo para armar. Ahí está de nuevo lo que no puede ser dicho, ese momento que toca lo inefable con la ciudad, los sueños que comparten sus personajes."

Los textos de Cortázar son máquinas de pensar (fragmentos),
entrevista a Luisa Valenzuela por Angel Berlanga
Publicada en diario Página 12, Buenos Aires, 10 de Febrero de 2004




Mario Vargas Llosa
Escritor peruano


   Y me recordó, también, una conversación con Julio Cortázar, en un bistrot parisino, a mediados de los años 60, una época en que nos veíamos con cierta frecuencia. El editor Orfila, de Siglo XXI, le pedía un libro hacía tiempo y él daba vueltas a una idea que se le escurría. Hasta que ese día la atrapó. Estaba excitado y feliz: "Un viaje por todo el mundo, como el de Phileas Fogg, pero sin salir de mi escritorio. Un libro loco, de piantado, hecho de retazos y desechos, como un gran collage". Revisaría viejos proyectos abandonados a medio hacer, rescataría textos perdidos en revistas efímeras, escribiría notas o semblanzas o pastiches inspirado en los discos, fotos u objetos de su entorno y el resultado sería un libro sobre todos los temas o ninguno.
   Cuando La vuelta al día en ochenta mundos apareció, uno o dos años después de aquella charla, en 1967, el libro en cuestión era también, en su ingenio anárquico, como la muestra de Atsuko Arai, involuntariamente sedicioso y rompedor de las fronteras y los géneros, una mescolanza de humor y seriedad, de poesía, juego, pintura, política y locura, en la que chisporroteaba, con alegría e insolencia, la curiosidad universal y el espíritu adolescente de ese cincuentón que era ya entonces Cortázar, y su voracidad cosmopolita, su entraña generosa y su candor. Un libro que era todos los libros que ya había escrito y los que no tendría ya tiempo ni ganas de escribir, sólo para desearlos y soñarlos y esbozarlos en una simple frase o un desplante poético. Armado con la ayuda del pintor Julio Silva, bastaba pasar los ojos por las páginas de ese libro poliédrico para sentir cómo se habían divertido y gozado los dos Julios, recortando disparates en los periódicos, confundiendo baratijas y obras de arte, solapando y cruzando las materias, los textos, los objetos, en un enloquecido disfuerzo creador, que los hacía sentir vivos y jóvenes, mientras, con ayuda de la fantasía, exploraban todas las geografías del arte y la literatura.
   Hay quienes sienten un miedo cerval a ese mundo que ya comienza a ser el nuestro, un mundo sin cuadrículas ni señas de identidad reconocibles, mestizo y cuarterón, salvajemente adobado de sangres y costumbres disímiles, donde todos somos todos y nadie es nadie a la manera tradicional. A mí, en cambio, y espero que a muchos más, esas magníficas mezclas me entusiasman. Porque me hacen soñar con una humanidad menos estúpida, menos prejuiciada, menos xenófoba, racista y patriotera, más tolerante y liberal, es decir, más libre. Para decirlo a la manera de Julio Cortázar: todos los mundos, el mundo. Todas las patrias, la patria.

El mundo en un pañuelo (fragmento), por Mario Vargas Llosa
Publicado en diario La Nación, Buenos Aires, 2 de noviembre de 2002, pág.19




Héctor Yánover
Poeta argentino, librero, ex director de la Biblioteca Nacional


   "Me reuní con Julio en medio de una Francia convulsionada, un mes después de los sucesos producidos por los estudiantes en mayo de 1968. Pasamos todo un día en la casa en donde todavía vive Aurora Bemárdez, su primera mujer (...) ese día para mí fue inolvidable porque me encontré con un tipo abierto, lleno de chispa, muy inteligente, con muy buen humor y con mil anécdotas."
   "En verdad no puedo decir que fui su amigo, creo que esa es una palabra demasiado grande. Uno sentía que por más que estirase el brazo para tocarlo, siempre era difícil alcanzarlo."
   "La última vez que vino Cortázar, en el 83, se vivía un clima festivo; no obstante, reinaba un cierto temor que considero que todavía hoy no se fue del todo. Fue muy curioso que muchos de los que hablaban de él se olvidaron de que se trataba de un escritor y decían no compartir sus ideas políticas. ¿Qué tenían que ver sus razones ideológicas con esa maravillosa capacidad de penetración, de intimidad que posee la prosa de Julio que hasta parece que estuviera dialogando con el lector? por eso creo que Raúl Alfonsín en ese aspecto se equivocó, porque consideró que recibirlo era estar de acuerdo con sus posiciones políticas y en realidad eso era lo menos importante."
   "El último día antes de irse habíamos almorzado juntos; luego, cuando estaba a punto de tomarse un taxi, se dio vuelta, me abrazó y me dijo: 'En marzo nos vemos más largo'. No pudo ser."

El día que lo conocí no lo olvidaré jamás (fragmentos),
reportaje a Héctor Yánover por Pablo Iumatto
Publicado en revista La Maga, "Homenaje a Cortázar", Buenos Aires, noviembre de 1994

Otros textos de Yánover en este sitio:
Retrato de Cortázar



Saúl Yurkievich
Escritor argentino, crítico literario


   "Él tenía una gran frescura, una pureza de niño, una gran capacidad de asombro. Era capaz de abrir un mapa y señalar a ciegas un punto con el índice y elegir de esa manera el sitio donde caminar, también era su forma de salir de los recorridos habituales, o bien utilizaba el I Ching, o alguien elegía por él, porque creía mucho en las fuerzas extrañas, llámese magnetismo, tropismo. Era muy lúdico, tenía una libertad extraordinaria. Caminábamos mucho París, veíamos exposiciones, teatros. Él era algo así como un explorador urbano, un montañista del cemento."
   "Siempre que iba de viaje traía juguetitos a cuerda, los mostraba y nos divertíamos juntos. Ositos que andaban en bicicleta o cosas por el estilo. Esas cosas le atraían enormemente. Armaba móviles y hacía como esculturas, tenía su propia fauna. Uno de los objetos más importantes era el obispo del rey, que era una raíz, un sarmiento muy retorcido que lo había vestido y le daba de comer, también le daba de comer a animales muertos. Era un especie de juego y de ritual, como una ceremonia. Fabulaba en torno a eso. También armaba móviles con distintos tipos de peines femeninos. Eran sus pequeñas esculturas con las que se divertía enormemente. Tenía un cuarto muy modesto como taller. Allí hacía todas las manipulaciones con los objetos y también allí mismo escribía."
   "En el testamento nos nombró a Gladys, mi mujer, y a mí para que decidamos juntos acerca de los inéditos. Como albaceas literarios tenemos, por su voluntad, el derecho de conservar, editar o destruir lo que queramos. Así lo dice en el testamento. Pero nada destruimos. Habría que ser Dios para hacer una cosa así."
   "Cortázar era partidario de escribir como si improvisara jazz, de la inspiración. Creía en, por así decirlo, la visita de los dioses. No estaba sujeto a una disciplina. Corregía poco, todo le salía casi naturalmente. Para él, escribir era como un juego fácil y divertido."

El escribía como improvisando jazz (fragmentos),
entrevista a Saúl Yurkievich, por Marcos Rosenzvaig
Publicada en Página 12, Buenos Aires, 25 de julio de 1999
Extraída de www.juliocortazar.com.ar






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