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                        Cervantes

Finalmente, todas las dueñas le sellaron, y otra mucha gente de casa le pellizcaron; pero lo que él no pudo sufrir fue el punzamiento de los alfileres; y así, se levantó de la silla, al parecer mohíno, y, asiendo de una hacha encendida que junto a él estaba, dio tras las dueñas, y tras todos su verdugos, diciendo:

¡Afuera, ministros infernales, que no soy yo de bronce, para no sentir tan extraordinarios martirios!

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Rompió también el silencio Don Quijote diciendo a Sancho: Ten paciencia hijo, y da gusto a estos señores, y muchas gracias al cielo por haber puesto tal virtud en tu persona que, con el martirio della desencantes los encantados

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Sobre los azotes que Sancho había de aplicarse.

Esto recuerda a Cervantes la costumbre de redimir que tenían en Argel . A el le mando recibir  de parte de Hasan Baja 2000 palos por un intento de evasión. Castigo que no recibió.