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Aquí fue Troya! ¡Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias; aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas; aquí se escurecieron mis hazañas; aquí, finalmente, cayó mi ventura para jamás levantarse!

CERVANTES

Éste es el prado donde topamos a las bizarras pastoras y gallardos pastores que en él querían renovar e imitar a la pastoral Arcadia, pensamiento tan nuevo como discreto, a cuya imitación, si es que a ti te parece bien, querría, ¡oh Sancho!, que nos convirtiésemos en pastores, siquiera el tiempo que tengo de estar recogido. Yo compraré algunas ovejas, y todas las demás cosas que al pastoral ejercicio son necesarias, y llamándome yo el pastor Quijotiz, y tú el pastor Pancino, nos andaremos por los montes, por las selvas y por los prados, cantando aquí, endechando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes, o ya de los limpios arroyuelos, o de los caudalosos ríos. Daránnos con abundantísima mano de su dulcísimo fruto las encinas, asiento los troncos de los durísimos alcornoques, sombra los sauces, olor las rosas, alfombras de mil colores matizadas los estendidos prados, aliento el aire claro y puro, luz la luna y las estrellas, a pesar de la escuridad de la noche, gusto el canto, alegría el lloro, Apolo versos, el amor conceptos, con que podremos hacernos eternos y famosos, no sólo en los presentes, sino en los venideros siglos.

CERVANTES

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Y díjeme a mí mismo: «No me engaño;
esta ciudad es Nápoles la ilustre,
que yo pisé sus rúas más de un año;

de Italia gloria, y aun del mundo lustre,
pues de cuantas ciudades él encierra,
ninguna puede haber que así la ilustre

Para Hesíodo, Fortuna es hija de Océano y Tetis. Píndaro, sin embargo, la considera descendiente de Júpiter y de una de las Parcas. Desconocida por Homero, ciega y caprichosa, preside nuestras vidas. Distribuye al albur bienes y males. El timón, el globo celeste y el cuerno de la abundancia suelen representarla: destino, casualidad y exuberancia. Se sostiene con un pie en la rueda y otro en el aire: pura inestabilidad. Sus alas la aproximan y la alejan de nosotros. Su existencia hizo afirmar a Platón que el azar y la oportunidad son los pilotos que gobiernan las cosas humanas