Santa
Lucía.
Los pintorescos pueblos de Santa Lucía,
Valle de Angeles y San Juancito, han estado
ligados a Tegucigalpa, desde sus comienzos,
por el caudal minero que en esas zonas descubrieron
los conquistadores, y en la actualidad,
por constituir tres destinos turísticos
de fácil acceso desde la capital
catracha.
En orden de distancias, comenzamos por Santa
Lucía. Ubicada a sólo 15 kilómetros
al noroeste de la metrópoli, este
municipio posee varios rasgos que le dan
una personalidad propia; entre ellos, la
gran variedad de flores que cultivan sus
pobladores, sus empinadas calles de piedra
y su encantadora iglesia colonial.
La historia señala a Santa Lucía
como uno de los mayores asentamientos de
oro y plata explotados por la Corona Española
en el siglo XVI, motivo por el cual el Rey
Felipe II decidió regalar a las autoridades
eclesiásticas, la figura de un Cristo
Negro con articulaciones movibles, que es
celosamente resguardado por el pueblo y
sus líderes católicos.
Actualmente Santa Lucía posee un
mercado dominical muy frecuentado, así
como un centro cultural, tiendas de artesanías
y restaurantes con comida típica
y gaucha, entre otros. En el mes de diciembre,
el poblado resplandece al celebrar la Feria
en Honor a su Patrona, Santa Lucía,
mientras que a primeros del año,
se rinde culto al Cristo Negro.
Valle
de Angeles.
Si lo que busca es souvenirs para llevar
a casa, le recomendamos visitar Valle de
Angeles. Ubicado a 26 kilómetros
de Tegucigalpa y a 11 kilómetros
del desvío a Santa Lucía,
este lugar se ha convertido en uno de los
principales centros de producción
y comercialización de artesanías
típicas, que son elaboradas a base
de cerámicas, cuero, madera y otros
materiales. En las galerías de arte
Yarumela o Café de Reyes, podrá
obtener pinturas de populares artistas hondureños.
Existen una serie de historias en torno
al origen del nombre de este pintoresco
municipio. Aunque se sabe que fue fundado
con la denominación de El Cimarrón,
a mediados del siglo pasado, algunos de
los residentes de la zona, de avanzada edad,
cuentan que el nombre de Valle de Angeles
se adoptó, posteriormente, en honor
a las mujeres oriundas del lugar, que por
su belleza eran comparadas con los ángeles.
Para otros, fue la niebla de la mañana
al penetrar en los blancos jazmines de los
rústicos patios, la que dio origen
al nombre, por dar la impresión de
ser un grupo de ángeles en su ascenso
al cielo
La Feria Patronal de Valle de Angeles se
realiza en el mes de octubre para honrar
a San Francisco.
San
Juancito.
Doce kilómetros desde Valle de Angeles,
le conducirán por un camino montañoso
hasta el pueblo de San Juancito, donde la
compañía The New York and
Honduras Rosario Mining Company, operó
de 1880 a 1954.
Asentado en las faldas del cerro de la Tigra,
San Juancito adquirió importancia
gracias a las minas de El Crucero, Nueva
Rosario y Guacamaya, entre otras, que fueron
explotadas intensamente por inversionistas
extranjeros. Hoy San Juancito emana cierto
aire de misterioso encanto, con sus viejas
casas de madera y una angosta quebrada que
al atravesar la parte central del pueblo,
deja escuchar el suave correr de sus aguas,
haciendo contraste con los ecos de los cascos
de los caballos que galopan por el empedrado
camino.
Muchos turistas gustan de subir a las instalaciones
mineras, y conocer la famosa mina número
11, en donde todavía queda algún
equipo y herramientas utilizados por quienes
la trabajaron.
Ojojona.
Ojojona está situado a 32 kilómetros
de Tegucigalpa, en una pequeña meseta,
al descender el Cerro de Hula. Luego de
tomar el desvío, del lado derecho
a la altura del kilómetro 24, puede
detenerse un rato en Santa Ana, y al proseguir
su camino, muy pronto le será fácil
reconocer la pacífica belleza de
Ojojona con sus rústicas casitas
de blancas paredes y techos rojizos, que
se combinan con el fresco olor de los pinares,
para regalar una aromatizante sensación
de limpieza.
Entre los románticos pueblecitos
de tipo colonial y los frondosos arbustos
de bugamvilias que adornan este municipio,
encontrará varios negocios dedicados
a la producción y venta de artesanías,
algunos restaurantes típicos y el
museo Pablo Zelaya Sierra, dedicado a ese
prominente pintor hondureño, oriundo
del lugar. Fundada a principios del siglo
XVII, Ojojona era conocida como Joxone,
que en lengua mexicana significa Agua verdosa.
El 20 de enero se celebra el día
dedicado al Patrón San Sebastián.
Parque
Nacional La Tigra.
A solo 30 minutos de Tegucigalpa, viajando
en automóvil, está ubicado
el Parque Nacional La Tigra, con una extensión
de 238.2 kilómetros cuadrados cubiertos
en su mayoría de bosque nublado.
Fuentes oficiales calculan la existencia
de más de 400 especies vegetales
entre orquídeas, musgos, bromelias,
helechos y otras.
Varios ejemplares de fauna en peligro de
extinción como el quetzal, el tigrillo
y el gato de cola anillada habitan en este
parque, a la par de más de 200 clases
de aves.
Para llegar a La Tigra se puede viajar por
la carretera hacia El Hatillo, en un recorrido
de aproximadamente 24 kilómetros
hasta el Centro de Visitantes del lugar;
o si lo prefiere, puede tomar la ruta Valle
de Angeles, San Juancito y desde allí
proseguir hasta el antiguo campamento minero
establecido en esta comunidad, en un trayecto
de 37 kilómetros. Los diferentes
senderos del área le conducirán
a destinos sorprendentes, siempre que solicite
la información de rigor.