El
hombre que se hacía ilusiones
(Israel)
Después
de muchos años, una mujer por fin pudo dar a su marido
la noticia de que estaba esperando un hijo. El hombre estaba
encantado.
-Será un niño -dijo con seguridad-, y será
guapo, valiente y listo. Llenará de honor a esta familia.
Pero la
mujer frunció el ceño. Y le contó esta
historia.
-Había
una vez un monje, que guardaba en un gran tarro la miel que
su amo le daba. Siempre llevaba el tarro sobre la cabeza.
Un día, al darse cuenta de que el tarro estaba casi
lleno, decidió venderlo en el mercado. Sacaría
un buen precio por la miel.
«Con
el dinero que consiga», se dijo el monje, «compraré
unas cuantas ovejas».
Entonces,
las ovejas tendrían corderos. En cuatro años,
por ejemplo, podría tener más de cien ovejas.
Y podría comprar ganado y convertirse en un granjero
respetado. El ganado crecería sano y se compraría
una gran casa y encontraría una bonita esposa. Tendrían
muchos hijos, que lo cuidarían cuando fuese viejo.
«Cuando
llegue ese tiempo, me sentaré en el jardín y
viviré feliz», pensó.
Embargado por la emoción, el monje movió con
entusiasmo su bastón en el aire... y rompió
el tarro de miel.
El futuro
padre frunció el ceño.
-¿Y
por qué me cuentas esto ahora? -preguntó con
impaciencia-. ¿Qué quieres decir?
-Tener
hijos es complicado -repuso la mujer-. No sabes si nuestro
hijo nacerá sano. No sabes si será niño.
No sabes si será valiente, listo o guapo. No tienes
ni idea de si traerá honor a la familia... Y,
sobre todo, recuerda lo que dijo el rey Salomón:
«No
presumas, ya que nunca sabes qué te depara el futuro.»
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