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Las canciones de amor
(Líbano)

Había una vez un rico mercader que tenía muchos empleados. Uno de ellos era un joven llamado Zarief, un muchacho guapo e inteligente.

Un día, el mercader envió a su hija a entregar un mensaje en el lugar donde trabajaba Zarief. El joven se enamoró de ella nada más verla, pero no tuvieron ocasión de hablar. Poco tiempo después, Zarief tuvo que realizar una entrega en casa de su amo. Volvió a ver a la hermosa muchacha y descubrió que se llamaba Ataba.

En aquella época no era habitual que los jóvenes y las muchachas se encontrasen a solas. Por eso, Zarief le dio muchas vueltas y al final decidió que tenía que pedir a su amo la mano de su hija.

El mercader sonrió con malicia...

-¿Qué tienes para ofrecerle? -gritó-. Yo busco algo mucho mejor para mi preciosa hija. Pero si quieres demostrarme que tienes iniciativa, tráeme las mejores uvas del país.

Y así lo hizo Zarief.

Fue un viaje duro, sobre todo para un joven sin dinero, pero mantuvo su palabra y llevó a su amo las mejores uvas. Sin embargo, no fue suficiente. El mercader siguió poniendo a prueba al joven. Le pidió las mejores naranjas, los mejores dátiles y muchos otros bienes de tierras lejanas.

Fuese donde fuese, Zarief siempre soñaba con Ataba y cantaba canciones sobre su amada. En ellas explicaba las dificultades que tenía que soportar y el modo en que su amor merecía el esfuerzo.

La historia de Zarief y Ataba se hizo muy famosa.

Al final, un amigo que Zarief había conocido en Egipto visitó al mercader y habló en su favor.

-Bien, debo decir que me ha impresionado -confesó el mercader-. La boda puede celebrarse.

Y así fue. Esto ocurrió hace mucho tiempo, pero todavía hoy se cantan las canciones de amor de Zarief en las bodas de muchos países de Oriente.

 

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