Dentro de la orografía o características físicas de la Luna cabe destacar: los Mares, las Montañas, los Cráteres, las Grietas o fisuras, y las fallas.


Mares. Los mares (o maria) son extensiones de lava que se solidificó después de las montañas circundantes y que, por tanto, inundó las depresiones. Hay dos tipos de mares: unos son aproximadamente circulares, como el Mare Crisium, El Mare Imbrium, o el Mare Serenitatis, cuyas depresiones fueron ocasionadas por grandes impactos meteóricos en las épocas primitivas del Sistema Solar; los otros son de perfil irregular, como el Oceanus Procellarum.

Con luz rasante se ven pequeñas ondulaciones en el suelo de los mares, debidas a los diferentes flujos de coladas de lava. Hay también en ellos cráteres aislados, la mayoría pequeños, producidos por impactos posteriores a la solidificación del terreno.

 

Montañas. Hay en la Luna abundancia de formaciones montañosas que independientemente de los cráteres constituyen extensas cordilleras. Hay, asimismo, picos aislados, como los montes Pico y Pitón, que emergen del Mare Imbrium. Las cordilleras más importantes del hemisferio visible son los montes Apennninus, los montes Caucasus y los montes Leibnitz. En estos últimos se halla el pico más alto del hemisferio visible de la Luna, con cerca de 10 000 m de altitud, lo cual da cuenta de la abruptuosidad de su orografía, mucho más acentuada que la terrestre si consideramos la proporción de tamaños entre los dos astros.

 

Cráteres. Son las formaciones más generalizadas en astros de características como las de la Luna (Mercurio y la mayoría de satélites o asteroides). Ya se ha dicho que fueron originados al recibir el impacto de asteroides o cuerpos menores, que abundaban en los comienzos del Sistema Solar. Después, la “limpieza” que han ocasionado los planetas y satélites, pero especialmente el Sol, atrayéndolos hacia sí, ha dado lugar a que hoy los impactos sean infrecuentes. Por ejemplo, en la Luna no se ha detectado jamás ninguno desde que se observa con telescopio, y los últimos casos registrados son varios cometas que se han precipitado al Sol y la caída del cometa Shoemaker-Levy a Júpiter en 1994. En la Tierra, la única caída de un meteorito suficientemente grande como para producir un cráter se registro en 1908 en una zona deshabitada de Siberia (Tunguska), pero sin que llegara a impactar en el suelo, ya que explosionó antes. Todos los cráteres de impacto que hay en nuestro planeta se han producido en épocas muy remotas.

Cuando la Luna tenía una alta temperatura interior –hoy es un astro completamente frío y muerto- y se producían erupciones de gases y materia magmática (lava), la caída de meteoritos era un fenómeno frecuente. Eso dio lugar a la combinación que hoy observamos entre los terrenos lisos, que fueron inundaciones de lava emergida tras los impactos que rompían la corteza, y los terrenos abruptos, compuestos por montañas y cráteres. Muchos cráteres tienen en su centro un pico que constituye los restos de la materia que fue levantada con la explosión. Otros tienen el interior totalmente llano, inundado por la misma lava que cubre el mar circundante y que, por algún valle, atravesó la muralla montañosa. Estos se denominan circos, y por lo general, son de proporciones muy grandes. En la cara visible los mayores cráteres superan los 100 km de diámetro. Clavius, por ejemplo, mide 235 km y tiene una muralla que en algunos puntos alcanza los 3 650 m de altitud. Janssen, que mide 160 km, es un circo muy antiguo al que se sobreponen otros circos y cráteres de formación posterior.

Algunos cráteres muestran a su alrededor las ya mencionadas radiaciones, franjas de material más brillante que el suelo, que parten de ellos radialmente y se extienden hasta miles de kilómetros. El más significativo es Tycho, situado cerca del polo sur lunar, cuyas radiaciones alcanzan la zona ecuatorial pasando por encima de cráteres, montañas y mares.

 

Grietas o fisuras. Determinadas regiones o interiores de cráteres se hallan surcados por grandes grietas, a veces de estructuras muy complejas, entrecruzándose, como en Gassendi o cerca de Triesnecker, en la zona del Mare Vaporum. Algunas de estas grietas son alineaciones muy densas de pequeños cráteres entre los cuales el terreno se hundió; otras tienen formas ondulantes o circulares. Una de las visibles con facilidad a través de telescopios pequeños es el valle Schroeter, que parte de los cráteres Aristarchus y Herodotus.

 

Fallas. En determinadas zonas la horizontalidad del terreno se pierde bruscamente, formando un largo escalón de dos niveles. Son fallas que se hacen visibles cuando la luz incide sobre ellas con ángulo bajo, proyectando una ancha sombra sobre el nivel inferior. La más conocida es la denominada Rupes Recta (Muro Recto), que mide 100 km de longitud y cuya particularidad es que a través del telescopio asemeja una línea perfectamente trazada.

 

Casos Curiosos. Con una orografía tan rica como la lunar, se presentan casos muy curiosos entre sus formaciones. Su hallazgo constituye una constante sorpresa para el observador minucioso que “pasee” el telescopio pacientemente por encima de los paisajes lunares. Resulta habitual hallar cráteres que tienen en su interior, concéntricamente, otros menores, cráteres gemelos (el caso más típico es Messier A y Messier B), montañas partidas por la mitad por profundos valles (como Vallis Alpina, en la cordillera de los Alpes lunares), o alineaciones de cráteres que serpentean entre cráteres mayores (por ejemplo: entre Copernicus y Eratóstenes). Un cráter curioso es Wargentim, situado casi en el borde lunar, cuyo interior se halla totalmente cubierto de lava hasta el nivel superior de la muralla, como una cazuela rebosante, formando una meseta mucho más elevada que la planicie circundante. Asimismo son curiosas las cúpulas que se ven con telescopios a bastante potencia en determinadas zonas de varios mares, y que son restos solidificados de burbujas gaseosas en la lava que no llegaron a estallar.

La realidad es que la Luna no se mueve nada. En todo caso, el observador minucioso advertirá el desplazamiento de las sombras en función de la posición del Sol, lo cual puede notarse en muy breve espacio de tiempo, incluso en pocos minutos.

En ocasiones, sin embargo, se han advertido en la Luna ligerísimas erupciones de gases, localizadas en zonas muy concretas, que son seguramente restos de la enorme actividad orogénica de otro tiempo. Aristarchus es el cráter donde más se han evidenciado estos fenómenos (denominados TLP o “Transiet Lunar Phenomerna” o “Fenómenos Lunares Transitorios”). Que Aristarchus ha sido uno de los últimos focos de la actividad lunar, nadie lo duda, toda vez que su terreno tiene una luminosidad inusual (es el punto más brillante de la Luna), lo que puede comprobarse incluso con el más pequeño de los telescopios.

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