Los
argentinos vivimos una realidad que, en ciertos aspectos, no reconoce
precedentes en nuestra historia. Hoy confluyen en el tiempo varias circunstancias
críticas que, consideradas separadas e individualmente, serían
por sí solas de inocultable gravedad. El hecho de que hoy esas
circunstancias adversas nos estén afectando todas juntas explica
el intolerable grado de deterioro que exhiben, prácticamente
sin excepción, las diferentes estructuras de la vida nacional,
el deterioro de todo lo que define a una sociedad sana, madura y previsible.
En cualquier sitio del mundo una crisis puede ser larga o corta, puede
significar amenaza y peligro, exclusión y perplejidad, inseguridad
y daño. Aquí y ahora es todo eso, junto y sumado y mucho
mas todavía.
En estos momentos todos los argentinos tenemos un sentimiento en común:
arrastramos alguna clase de reclamo pendiente al país, a los
gobernantes, a las empresas, a los empresarios, a los políticos,
a los poderes, al mundo y a nosotros mismos. La Argentina está
poblada de gente indignada y frustrada, que desconoce muchas cosas pero
al menos sabe que si hay algo que no quedan son los salvadores mágicos,
ni internos ni externos, y que esto que nos pasa nos tocará arreglarlo
solos y únicamente entre nosotros.
En tanto hay que resistir y ¿con qué soportes? : con la
cultura, la solidaridad, los sueños , la imaginación,
el pensamiento creativo, la reflexión colectiva, la familia,
los amigos, el trabajo, el amor, la fe, la esperanza.... Y todo esto
es parte de la Patria; esta Patria que hoy está herida y sólo
sanará si sus hijos se comprometen en recuperarla.
¿Qué es la Patria?
La patria es nuestra tierra, nuestra nación, el lugar donde hemos
nacido y crecido y en ella queremos desarrollarnos y vivir y que vivan
nuestros hijos.
¿Cómo hacer posible la vida en esta tierra en la que una
devastadora destrucción de valores hizo que desaparezca la confianza,
el orden, la previsibilidad, el respeto a las normas, la seguridad,
el bienestar?
La Patria asegura al individuo las condiciones indispensables para su
desarrollo intelectual, moral, social y económico. Por tanto,
la persona necesita reconocer lo que su patria le ha dado y lo que le
da, para luego actuar justamente con ella.
Inicialmente, el patriotismo hace referencia a las relaciones personales
de cada individuo con su patria. Solamente después tiene sentido
la defensa y protección de los valores que representa frente
a influencias perjudiciales ajenas.
Es interesante saber que Santo Tomás dice: Después
de Dios, son también principios de nuestro ser y gobierno, los
padres, ya que de ellos hemos nacido, y la Patria, puesto que en ella
nos hemos criado. Por tanto, después de Dios, a los padres y
a la patria es a quienes más debemos.
Por una parte, el patriotismo significa reconocer lo que la patria nos
ha dado y lo que nos dá. Significa, por otra, tributarle el honor
y servicio debidos, reforzando y defendiendo el conjunto de valores
que representa. Es muy difícil hallar valores en esta patria
nuestra, donde la corrupción en muchos ámbitos, pero especialmente
en la clase dirigente, muestra a los individuos que lejos de preocuparse
por el Bien Común buscan satisfacciones personales a expensas
de los demás.
¿Cómo querer a la Patria cuando lo que prevalece es la
decepción, el desencanto, el desaliento? ¿Cómo
querer y alentar el amor a la Patria cuando la sensación generalizada
es la de estar frente a una catastrófica declinación que
llevará mucho tiempo revertir?
La virtud del patriotismo supone el desarrollo de la capacidad intelectual
para actuar con justicia en función de unos valores reconocidos
y asimilados. Pero este hábito necesita de una base afectiva
que se desarrolló durante toda la vida, y de un modo muy especial
en la niñez. El niño aprende de su patria mediante la
referencia a su historia, a su lengua, a su cultura. El sentirse parte
de este patrimonio común supone, primero, conocerlo y luego saber
explicarlo, transferirlo a los demás. En este sentido parece
claro que la misión de padres y docentes es la de buscar los
medios para que niños y jóvenes se encuentren con el patrimonio
común, hablando de su historia, destacando sus glorias y también
sus errores.
Todo edificio se construye desde los cimientos, por lo cual no tenemos
dudas que desde la educación podemos y debemos aportar los elementos
que necesita la Argentina de mañana. Esta Argentina se levantará
desde la recuperación de los valores morales.
Los valores que se pueden vivir a nivel patria pueden englobarse en
lo que se podría titular el Bien Común y ese
Bien Común requiere el trabajo bien hecho con responsabilidad
de todos sus miembros, la lucha para conseguir una sociedad justa, la
paz y el respeto por la misma tierra, las instituciones, costumbres,
historia y logros alcanzados.
El patriota no es la persona que se queja de su país. El patriota
criticará su país, pero pondrá algún medio
para corregir lo que ha criticado. Aquí la responsabilidad de
los adultos es procurar que nosotros y nuestros hijos respetemos la
patria e intentemos luchar personalmente para que la patria sea lo mejor
posible.
Hemos dicho que el Bien Común requiere que cada uno trabaje responsablemente
y que luche por conseguir una sociedad más justa y la paz necesaria
para el desarrollo del pueblo. En la práctica esto no es fácil
porque parece que el pueblo se divide en facciones buscando cada una
sus propios intereses a costa de los demás. En este caso, una
política de reivindicación de derechos tiende a separar
los esfuerzos de la comunidad en lugar de unirla. Por tanto, se tratará
de ver cómo se puede educar a los jóvenes para que capten
la importancia de su aporte personal al país. El papel de los
padres y educadores, en este sentido, será, por una parte, vivir
con empeño nuestro deber hacia los demás y al mismo tiempo,
explicar la necesidad de este esfuerzo a los jóvenes.
¿Cómo curar nuestra Patria herida? ¿Cómo
resurgir? ¿Cómo levantarnos? Son tiempos de hacer, de
construir.
Sólo resurgiremos trabajando.
Los argentinos, somos cortoplacistas, sin embargo las grandes
construcciones no son cosas de dos días. Tenemos que descubrir
el largo plazo y lo que exige el largo plazo, que es la paciencia.
Está en juego nuestro país, nuestra Patria y ya sea como
individuos o como pueblo nos hará bien reflexionar sobre los
valores que encierra el Patriotismo. Patriotismo es recibir el patrimonio
que nos han legado nuestros mayores, el cual debemos acrecentar con
investigación, con estudio, con trabajo serio.
Patriotismo es amor a la tierra, a la herencia.
Patriotismo es reconocimiento y gratitud a los próceres que forjaron
nuestra Nación.
Patriotismo es estar convencidos que de esta crisis profunda deberemos
salir todos juntos y que ello nos lleve a cuidar a la propia gente,
a nuestra gente.
Hay razones para la esperanza.
La nueva Argentina está en marcha. Los protagonistas somos todos
nosotros.
Es una Argentina que, en su reconstrucción necesita de acciones
individuales y colectivas.
Es una Argentina que debe aprender del protagonismo de los desconocidos.
Somos argentinos que debemos aprender de las lecciones y oportunidades
que nos deja la crisis.
Tenemos que ayudar a tomar conciencia de los valores que subyacen, entre
ellos los grandes ejemplos de solidaridad. Hoy estamos frente a lo que
podemos llamar la revolución solidaria, pero debemos
lograr que esta emoción se convierta en un compromiso permanente
y se transforme en una cultura de la solidaridad. Es necesario hacer
replicable esta experiencia en otros campos, por ejemplo en la política.
Aquí hemos dejado flancos vacíos y los puestos los han
ocupado otros. Por ello debemos participar, comprometernos y a la hora
de elegir a nuestros representantes no votar visceralmente , a favor
de o en contra de, por un partido o por otro. Tenemos que votar gente
capaz y honesta y ser electores exigentes.
No seremos políticos pero sí tenemos que ser ciudadanos
y sugerir, exigir y decidir.
El comunicador debe tener respeto por la verdad y respeto por la persona.
Evitar la manipulación. Por otro lado, debemos motivar a los
jóvenes para que vean con juicio crítico el doble discurso
y las grietas del discurso.
El ámbito educativo debe ser el espacio desde el cual con fuerza
se empuje y convenza a los jóvenes y a todos los argentinos que
verdaderamente estas acciones pueden y deben ser llevadas a cabo. La
educación, desde el hogar y la escuela, deberá posibilitar
que estos sentimientos se encarnen en las futuras generaciones.
Los hijos son fuente de esperanza. Por ellos se debe activar la imaginación
para proyectarnos al futuro.
El objetivo de la educación es hacer posible la vida.
Que desde la educación podamos aprender a construir sobre la
base de relaciones personales. En las relaciones personales se puede
comprobar que se producen frutos.
Es tiempo de construir y compartir.
Todos hemos nacido con talentos y nuestra responsabilidad, según
las vocaciones y los tiempos, es ponerlos al servicio del prójimo.
La educación produce la mejora personal y está involucra
valores. No podemos olvidar que también la mejora personal redunda
en la mejora de los otros.
Podremos ver que una relación fructífera, fecunda, es
la basada en la mutua confianza. Y esta última es algo esencial
para las relaciones entre las personas y las instituciones. Una sociedad
que tiene los valores básicos halla acuerdos en la credibilidad
y la confianza.
Recordemos que todo lo que es un valor también es un instrumento
de paz.
Desde los valores estaremos sanando las heridas de nuestra Patria y
de esta manera creando las condiciones que transformarán a la
Argentina en un país viable, especialmente si desde la Fé,
estamos convencidos de que Dios no abandona la obra de sus manos.
Recemos para sentirnos guiados de Su mano.
Hagamos un acto de fé y sigamos luchando con alegría.
Prof. Marita
Reggi
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