La violencia actual.

Temas de Actualidad.

Pareciera que inevitablemente hay un tema altamente preocupante para todos en estos días. Casi como un fantasma de nuestra sociedad actual: La violencia está entre nosotros.
La violencia atraviesa, invade, inunda, impotentiza, paraliza. No podemos hablar de ella sin tener en cuenta que su análisis requiere contemplar aspectos políticos, económicos, sociales, familiares, individuales y legales.
Los modos de aparición difieren unos de otros. Desde una forma muy sutil de deslizarse en la comunicación gestual o verbal hasta otros más abruptos que se han agudizado en estos últimos tiempos: Violencia familiar, marginación social, violencia económica, robos, secuestros, etc.
Lo que queda planteado de una u otra manera es que se trata de una violencia cuyos efectos sufren principalmente los grupos más vulnerables: niños, jóvenes pobres, madres solas a cargo de hijos, los ancianos, los desocupados y los discapacitados. Pero nos alcanza a todos sin distinción. Se Trata del desarrollo de una “Cultura de la Violencia”.
Podemos tomar diferentes actitudes frente a ella. Una de las formas es minimizar la cuestión diciendo que en todos lados hay violencia, que es un mal que encontramos en todas partes del mundo y no tiene solución. Una segunda posición adopta un tono más fatalista, casi paralizante: La violencia aumenta minuto a minuto, ha ganado las calles y la única posibilidad es aislarse y replegarse cada vez más. Muchas veces se responsabiliza a determinados grupos y sectores sociales acentuando cada vez más la segregación de unos y otros; resultando que cuanto más se polariza más se agudiza el conflicto.
Una tercera posición nos habla de que la violencia tiene varias fuentes identificables: Investiga, relaciona, denuncia ... se compromete.
¿Podemos hacer algo frente a estos hechos?
Más que nunca necesitamos convertirnos en participantes activos de un cambio: trabajar para la “no violencia”.
La no violencia no significa solamente la ausencia de violencia, implica una construcción social ejercida en acciones cotidianas que favorecen la convivencia: actitudes pacíficas, tolerancia, acuerdos, aceptación de las diferencias, del disenso, cooperación y solidaridad. Es un proceso que supone una revisión profunda y constante de nuestras pequeñas y grandes actitudes violentas: individuales, familiares, grupales, y así hasta llegar al macro contexto.
Implica una actitud responsable en cada uno de los momentos de nuestra vida. Supone el compromiso y el esfuerzo de todos, desde cada uno de los lugares que nos toca actuar: la familia, la escuela, el barrio, el trabajo; y que no deja a nadie excluido. Implica una actitud responsable en cada uno de los momentos de nuestra vida.
Una revisión profunda y constante de nuestras pequeñas y grandes actitudes violentas: Individuales, grupales ... y así hasta llegar al macro contexto.
Solamente cuando asumamos una actitud responsable de las situaciones que nos toca vivir dejaremos de sentirnos víctimas o victimarios para poder convertirnos en actores de nuestro propio destino y alcanzar la verdadera libertad.
El desafío actual es crear entre todos esta “nueva civilización del amor” anunciada por el Papa Pablo IV.

Desde el Gabinete ...
Lic. Bibiana B. Ponte / Lic. G. R. Domínguez


Remedios para la patria herida.

Los argentinos vivimos una realidad que, en ciertos aspectos, no reconoce precedentes en nuestra historia. Hoy confluyen en el tiempo varias circunstancias críticas que, consideradas separadas e individualmente, serían por sí solas de inocultable gravedad. El hecho de que hoy esas circunstancias adversas nos estén afectando todas juntas explica el intolerable grado de deterioro que exhiben, prácticamente sin excepción, las diferentes estructuras de la vida nacional, el deterioro de todo lo que define a una sociedad sana, madura y previsible.
En cualquier sitio del mundo una crisis puede ser larga o corta, puede significar amenaza y peligro, exclusión y perplejidad, inseguridad y daño. Aquí y ahora es todo eso, junto y sumado y mucho mas todavía.
En estos momentos todos los argentinos tenemos un sentimiento en común: arrastramos alguna clase de reclamo pendiente al país, a los gobernantes, a las empresas, a los empresarios, a los políticos, a los poderes, al mundo y a nosotros mismos. La Argentina está poblada de gente indignada y frustrada, que desconoce muchas cosas pero al menos sabe que si hay algo que no quedan son los salvadores mágicos, ni internos ni externos, y que esto que nos pasa nos tocará arreglarlo solos y únicamente entre nosotros.
En tanto hay que resistir y ¿con qué soportes? : con la cultura, la solidaridad, los sueños , la imaginación, el pensamiento creativo, la reflexión colectiva, la familia, los amigos, el trabajo, el amor, la fe, la esperanza.... Y todo esto es parte de la Patria; esta Patria que hoy está herida y sólo sanará si sus hijos se comprometen en recuperarla.
¿Qué es la Patria?
La patria es nuestra tierra, nuestra nación, el lugar donde hemos nacido y crecido y en ella queremos desarrollarnos y vivir y que vivan nuestros hijos.
¿Cómo hacer posible la vida en esta tierra en la que una devastadora destrucción de valores hizo que desaparezca la confianza, el orden, la previsibilidad, el respeto a las normas, la seguridad, el bienestar?
La Patria asegura al individuo las condiciones indispensables para su desarrollo intelectual, moral, social y económico. Por tanto, la persona necesita reconocer lo que su patria le ha dado y lo que le da, para luego actuar justamente con ella.
Inicialmente, el patriotismo hace referencia a las relaciones personales de cada individuo con su patria. Solamente después tiene sentido la defensa y protección de los valores que representa frente a influencias perjudiciales ajenas.
Es interesante saber que Santo Tomás dice: ‘‘Después de Dios, son también principios de nuestro ser y gobierno, los padres, ya que de ellos hemos nacido, y la Patria, puesto que en ella nos hemos criado. Por tanto, después de Dios, a los padres y a la patria es a quienes más debemos.”
Por una parte, el patriotismo significa reconocer lo que la patria nos ha dado y lo que nos dá. Significa, por otra, tributarle el honor y servicio debidos, reforzando y defendiendo el conjunto de valores que representa. Es muy difícil hallar valores en esta patria nuestra, donde la corrupción en muchos ámbitos, pero especialmente en la clase dirigente, muestra a los individuos que lejos de preocuparse por el Bien Común buscan satisfacciones personales a expensas de los demás.
¿Cómo querer a la Patria cuando lo que prevalece es la decepción, el desencanto, el desaliento? ¿Cómo querer y alentar el amor a la Patria cuando la sensación generalizada es la de estar frente a una catastrófica declinación que llevará mucho tiempo revertir?
La virtud del patriotismo supone el desarrollo de la capacidad intelectual para actuar con justicia en función de unos valores reconocidos y asimilados. Pero este hábito necesita de una base afectiva que se desarrolló durante toda la vida, y de un modo muy especial en la niñez. El niño aprende de su patria mediante la referencia a su historia, a su lengua, a su cultura. El sentirse parte de este patrimonio común supone, primero, conocerlo y luego saber explicarlo, transferirlo a los demás. En este sentido parece claro que la misión de padres y docentes es la de buscar los medios para que niños y jóvenes se encuentren con el patrimonio común, hablando de su historia, destacando sus glorias y también sus errores.
Todo edificio se construye desde los cimientos, por lo cual no tenemos dudas que desde la educación podemos y debemos aportar los elementos que necesita la Argentina de mañana. Esta Argentina se levantará desde la recuperación de los valores morales.
Los valores que se pueden vivir a nivel patria pueden englobarse en lo que se podría titular “el Bien Común” y ese Bien Común requiere el trabajo bien hecho con responsabilidad de todos sus miembros, la lucha para conseguir una sociedad justa, la paz y el respeto por la misma tierra, las instituciones, costumbres, historia y logros alcanzados.
El patriota no es la persona que se queja de su país. El patriota criticará su país, pero pondrá algún medio para corregir lo que ha criticado. Aquí la responsabilidad de los adultos es procurar que nosotros y nuestros hijos respetemos la patria e intentemos luchar personalmente para que la patria sea lo mejor posible.
Hemos dicho que el Bien Común requiere que cada uno trabaje responsablemente y que luche por conseguir una sociedad más justa y la paz necesaria para el desarrollo del pueblo. En la práctica esto no es fácil porque parece que el pueblo se divide en facciones buscando cada una sus propios intereses a costa de los demás. En este caso, una política de reivindicación de derechos tiende a separar los esfuerzos de la comunidad en lugar de unirla. Por tanto, se tratará de ver cómo se puede educar a los jóvenes para que capten la importancia de su aporte personal al país. El papel de los padres y educadores, en este sentido, será, por una parte, vivir con empeño nuestro deber hacia los demás y al mismo tiempo, explicar la necesidad de este esfuerzo a los jóvenes.
¿Cómo curar nuestra Patria herida? ¿Cómo resurgir? ¿Cómo levantarnos? Son tiempos de hacer, de construir.
Sólo resurgiremos trabajando.
Los argentinos, somos “cortoplacistas”, sin embargo las grandes construcciones no son cosas de dos días. Tenemos que descubrir el largo plazo y lo que exige el largo plazo, que es la paciencia.
Está en juego nuestro país, nuestra Patria y ya sea como individuos o como pueblo nos hará bien reflexionar sobre los valores que encierra el Patriotismo. Patriotismo es recibir el patrimonio que nos han legado nuestros mayores, el cual debemos acrecentar con investigación, con estudio, con trabajo serio.
Patriotismo es amor a la tierra, a la herencia.
Patriotismo es reconocimiento y gratitud a los próceres que forjaron nuestra Nación.
Patriotismo es estar convencidos que de esta crisis profunda deberemos salir todos juntos y que ello nos lleve a cuidar a la propia gente, a nuestra gente.
Hay razones para la esperanza.
La nueva Argentina está en marcha. Los protagonistas somos todos nosotros.
Es una Argentina que, en su reconstrucción necesita de acciones individuales y colectivas.
Es una Argentina que debe aprender del protagonismo de los desconocidos.
Somos argentinos que debemos aprender de las lecciones y oportunidades que nos deja la crisis.
Tenemos que ayudar a tomar conciencia de los valores que subyacen, entre ellos los grandes ejemplos de solidaridad. Hoy estamos frente a lo que podemos llamar la “revolución solidaria”, pero debemos lograr que esta emoción se convierta en un compromiso permanente y se transforme en una cultura de la solidaridad. Es necesario hacer replicable esta experiencia en otros campos, por ejemplo en la política. Aquí hemos dejado flancos vacíos y los puestos los han ocupado otros. Por ello debemos participar, comprometernos y a la hora de elegir a nuestros representantes no votar visceralmente , a favor de o en contra de, por un partido o por otro. Tenemos que votar gente capaz y honesta y ser electores exigentes.
No seremos políticos pero sí tenemos que ser ciudadanos y sugerir, exigir y decidir.
El comunicador debe tener respeto por la verdad y respeto por la persona. Evitar la manipulación. Por otro lado, debemos motivar a los jóvenes para que vean con juicio crítico el doble discurso y las grietas del discurso.
El ámbito educativo debe ser el espacio desde el cual con fuerza se empuje y convenza a los jóvenes y a todos los argentinos que verdaderamente estas acciones pueden y deben ser llevadas a cabo. La educación, desde el hogar y la escuela, deberá posibilitar que estos sentimientos se encarnen en las futuras generaciones.
Los hijos son fuente de esperanza. Por ellos se debe activar la imaginación para proyectarnos al futuro.
El objetivo de la educación es hacer posible la vida.
Que desde la educación podamos aprender a construir sobre la base de relaciones personales. En las relaciones personales se puede comprobar que se producen frutos.
Es tiempo de construir y compartir.
Todos hemos nacido con talentos y nuestra responsabilidad, según las vocaciones y los tiempos, es ponerlos al servicio del prójimo.
La educación produce la mejora personal y está involucra valores. No podemos olvidar que también la mejora personal redunda en la mejora de los otros.
Podremos ver que una relación fructífera, fecunda, es la basada en la mutua confianza. Y esta última es algo esencial para las relaciones entre las personas y las instituciones. Una sociedad que tiene los valores básicos halla acuerdos en la credibilidad y la confianza.
Recordemos que todo lo que es un valor también es un instrumento de paz.
Desde los valores estaremos sanando las heridas de nuestra Patria y de esta manera creando las condiciones que transformarán a la Argentina en un país viable, especialmente si desde la Fé, estamos convencidos de que “Dios no abandona la obra de sus manos”.
Recemos para sentirnos guiados de Su mano.
Hagamos un acto de fé y sigamos luchando con alegría.

Prof. Marita Reggi

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