EL
MUNDO ENTERO EN UNA CHOZA.
Se nos planteó
en la Central African Broadcasting Station, un problema inmenso e interesantísimo:
Instruir por medio de la radio a siete millones de africanos. Nadie había
intentado hasta entonces esa acción de cultura popular en África
y no había precedente en que pudiéramos basarnos.
En realidad los problemas eran muchos: uno de ellos era que teníamos
que utilizar nueve de las lenguas habladas en Rhodesia y Nyasalandia y
aún así quedaban desatendidas importantes minorías.
Pero mucho más grave era todavía un problema en que las
emisoras de radio de muchos otros países no tienen ni que pensar:
el de los aparatos receptores.
Las condiciones que debía reunir el receptor eran poco corrientes:
tenía que tratarse de un aparato de ondas cortas, ya que sólo
las ondas cortas podían cubrir de una manera económica el
inmenso territorio de Rhodesia y Nyasalandia, una extensión de
1.250.000km2, o sea más que España, Francia y la República
del Ecuador reunidas. Tenía que ser de baterías, porque
pocos hogares africanos cuentan con electricidad. Y sobre todo tenía
que ser barato.
Un aparato de ese tipo no existía y Harry Franklin, primer director
de la emisora, tardó tres años en encontrar una compañía
que aceptara fabricarlo.
Finalmente, una sociedad especializada en la fabricación de baterías
aceptó la idea. El resultado fue un pequeño aparato resistente,
de forma redondeada, que parecía una cacerola; y así se
llamó: RADIO CACEROLA. El aparato original de ese tipo
ha sido sustituido actualmente por otro modelo de forma diferente.
En 1948, veinte aparatos de muestra se enviaron por avión a Rhodesia
del Norte y unos cuantos días después habían sido
comprados por africanos que pagaron cinco libras por el aparato y 25 chelines
por la batería. Los fabricantes enviaron a su director técnico
a ver como marchaba el asunto. Cuando llegó sin anunciar su visita
a los nuevos propietarios, fue recibido con tal entusiasmo que la compañía
decidió pasar a la producción en serie.
Pronto se pedían más aparatos de los que podían fabricarse,
y tanto sobre los techos de paja de las aldeas más lejanas como
sobre las casas cuadradas de cemento de las aglomeraciones urbanas, comenzaron
a florecer las antenas por docenas, centenares, millares y en pocos años
por decenas de millares. Y empezaron a llegar cartas a nuestra emisora
de Lusaka, cada vez más cartas, unas escritas limpiamente a máquina,
otras penosamente garabateadas en uno de los idiomas vernáculos
de la región.
Me complazco en comunicarle que en toda mi vida no ha habido nada
que la haya hecho tan agradable como el aparato de radio que he adquirido.
La radio es para los africanos lo que la gran invención de
la imprenta fue para los países europeos en la época del
Renacimiento... Ya no estamos aislados.
De ahora en adelante voy a disfrutar mucho, si no me muero pronto.
Voy a disfrutar mucho escuchando con mi aparato, aunque no me quede tan
saciado como cuando como enzimas (papilla de harina de maíz).
Me siento orgulloso cuando conecto mi radio cacerola
y tengo todo el mundo en mi choza.
Fragmento del artículo
La radio cacerola del África Central, de Peter Fraenkel.
Revista El Correo de la UNESCO, septiembre de 1959, número
titulado La Radio.
En el mes
de abril del año en curso, un grupo de alumnas de 7º A,
me propuso visitar la radio que funcionaba en ese momento en el local
de la firma Mc Donald´s de Hurlingham, para hablar de la importancia
de los medios masivos de comunicación en la sociedad. Para introducirnos
en el tema, leí este hermoso relato de la radio cacerola que muestra
de qué manera este medio ayuda a poner punto final al aislamiento,
informando, educando y permitiendo que muchas personas estén relacionadas
con otras, a pesar de las grandes distancias. Al finalizar la lectura,
las alumnas me hicieron preguntas relacionadas con la importancia de los
medios en la sociedad actual, y el locutor de la radio, Bernardo Magistocchi,
de 2º año Polimodal de Economía y Gestión de
las Organizaciones, me hizo un reportaje relacionado con mi labor docente.
Se interesó específicamente por la actitud de los adolescentes
con respecto a la grave crisis que vive el país hoy y de que manera
participan en las clases de Historia. Y con orgullo pude contestar que
la indiferencia que mostraban los jóvenes en las décadas
pasadas, ha desaparecido, ya que en las clases de Historia y en las de
Ciencias Sociales, noto la preocupación de los chicos por la situación
socio económica grave, los deseos de participar y de ayudar a los
que más necesitan, como así también, la bronca que
sienten hacia la clase dirigente, a quienes censuran con fundamentos sólidos.
Los alumnos de hoy se expresan en un marco de libertad, con conocimientos
sobre la situación que vive el país, algunos con cierta
desesperanza, y otros con la convicción de que el cambio es posible
si se realiza con esfuerzo, honestidad, trabajo y fundamentalmente con
la recuperación de valores éticos.
La experiencia de participar en la radio de Hurlingham, sumada a la que
vivo cotidianamente en las aulas, me permitió reafirmar que nuestros
jóvenes de hoy son realmente la esperanza del futuro. Siempre sostuve
y sostengo que los docentes no sólo enseñamos, sino que
también aprendemos de nuestros alumnos. Esta experiencia de participar
en la radio (era mi debut en estos menesteres), me permitió vencer
el temor de hablar ante un medio masivo y ver cómo se desenvuelven
los alumnos de hoy cuando se les propone actuar y asumir un compromiso
con la realidad.
7º A
E.G.B.:
Agustina Solari Olivera, Renata Vitanza, Natalia Guizzutti, María
Eugenia Maggi, Melina Rodríguez, Bárbara Melillo.
Bernardo Magistocchi. 2º A Economía
Prof.María Felisa Mango
Ciencias Sociales
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